Entre escaparates empañados o través de ventanas jaspeadas por las gotas de la lluvia, Saul Leiter (Pittsburgh, 1923 - Nueva York, 2013) documentó la realidad de Nueva York durante más de seis décadas. Contemplativo, cautivador e indómito, este artista fue uno de los pioneros y precursores de la fotografía en color. Para la memoria histórica, su obsequio es su legado. Ahora, su obra se puede ver en In Search of Beauty, la exposición individual que presenta FotoColoectania en Barcelona hasta el 21 de octubre.
En unos tiempos donde existía una constante insistencia –y necesidad, porque la había– de usar la cámara para retratar, reivindicar y denunciar la realidad norteamericana de medianos del siglo XX protagonizada por la precariedad en los entornos rurales, los conflictos bélicos y la crisis económica, también hubo quienes tomaron distancia y perspectiva y la usaron para ir tras la búsqueda de la belleza en medio de ese caos.
Y eso mismo hizo el fotógrafo y pintor Saul Leiter. “Algunos fotógrafos piensan que al tomar imágenes de la desgracia humana están abordando un problema serio. Yo no creo que la desgracia sea más profunda que la felicidad”, decía. Por eso documentó la cotidianidad de una ciudad elegante y bullente, poniéndole color a sus avenidas y a sus semáforos, a los rétulos de los restaurantes y los cafés, a los estilosos vestidos de las señoras, a su tráfico, con sus característicos taxis y sus Ford Torino. Incluso se lo puso al blanco de la nieve.
Lo que en primer lugar estuvo impulsado por un interés puramente documental acabó derivando en una exhaustiva búsqueda tras la experimentación y belleza, al brotar pronto sus influencias pictóricas. Inmortalizó de manera magistral la vibrante vida de las calles de Nueva York y sus paisajes urbanos con un lirismo que rozaba lo abstracto. Muchos planos y la mayoría contrapuestos, pasando desapercibido tras la ventana de la terraza de algún café, Leiter era un voyeur, un hombre tranquilo que prefería apodar este estilo tan suyo como “confusión placentera”. Hechicero y maestro de los disparos improvisados, afirmó que “La perfección no es algo que admire. Un toque de confusión es un ingrediente deseable.”
Y eso mismo hizo el fotógrafo y pintor Saul Leiter. “Algunos fotógrafos piensan que al tomar imágenes de la desgracia humana están abordando un problema serio. Yo no creo que la desgracia sea más profunda que la felicidad”, decía. Por eso documentó la cotidianidad de una ciudad elegante y bullente, poniéndole color a sus avenidas y a sus semáforos, a los rétulos de los restaurantes y los cafés, a los estilosos vestidos de las señoras, a su tráfico, con sus característicos taxis y sus Ford Torino. Incluso se lo puso al blanco de la nieve.
Lo que en primer lugar estuvo impulsado por un interés puramente documental acabó derivando en una exhaustiva búsqueda tras la experimentación y belleza, al brotar pronto sus influencias pictóricas. Inmortalizó de manera magistral la vibrante vida de las calles de Nueva York y sus paisajes urbanos con un lirismo que rozaba lo abstracto. Muchos planos y la mayoría contrapuestos, pasando desapercibido tras la ventana de la terraza de algún café, Leiter era un voyeur, un hombre tranquilo que prefería apodar este estilo tan suyo como “confusión placentera”. Hechicero y maestro de los disparos improvisados, afirmó que “La perfección no es algo que admire. Un toque de confusión es un ingrediente deseable.”
Escenas brumosas, nostálgicas y melancólicas en las que, irónicamente, el color no deja de ser su principal protagonista. La riqueza yace en los matices. Poéticas y espontáneas, las fotografías de Leiter demuestran su agudeza y sensibilidad al no tener la necesidad de huir lejos de su barrio en East Village para conseguir dicha perfección. Sus escenarios favoritos se encontraban a no más de dos manzanas de su propia casa.
Sus palabras, plasmadas en las paredes de la exposición, son su declaración de intenciones: “Ver es una tarea abandonada”. Él miró por todos aquellos que no lo hacían; y lo hizo por puro placer, un interés y un talento genuino y humilde. Rehuyó la fama y la notoriedad. Tanto es así, que cuando murió, en 2013, salieron a relucir más de cuatro mil pinturas y trescientas mil fotografías y negativos que inundaban su estudio y que nunca habían visto la luz, juntamente con rodetes aún por revelar. Leiter nunca quiso ni buscó reconocimiento. Capaz de ponerlo en palabras fue Tomas Leach, director del documental que trata de la trayectoria vital de Leiter, In No Great Hurry: 13 Lessons in Life with Saul Leiter, cuando afirmó que el fotógrafo nunca fue tentado por el cebo del éxito.
Sus palabras, plasmadas en las paredes de la exposición, son su declaración de intenciones: “Ver es una tarea abandonada”. Él miró por todos aquellos que no lo hacían; y lo hizo por puro placer, un interés y un talento genuino y humilde. Rehuyó la fama y la notoriedad. Tanto es así, que cuando murió, en 2013, salieron a relucir más de cuatro mil pinturas y trescientas mil fotografías y negativos que inundaban su estudio y que nunca habían visto la luz, juntamente con rodetes aún por revelar. Leiter nunca quiso ni buscó reconocimiento. Capaz de ponerlo en palabras fue Tomas Leach, director del documental que trata de la trayectoria vital de Leiter, In No Great Hurry: 13 Lessons in Life with Saul Leiter, cuando afirmó que el fotógrafo nunca fue tentado por el cebo del éxito.
Modesto y reservado, no quería ni anhelaba la comercialización de su trabajo. Incluso tras exhibir en el MoMA en 1953; incluso tras realizar numerosas fotografías de moda y demás trabajos profesionales para revistas como Esquire, Elle, Harper’s Bazaar o British Vogue. Pasó desapercibido ante los ojos de sus coetáneos, cayó en el olvido y su trabajo fue prácticamente desconocido para la gran mayoría hasta hace poco. Pero Leiter parecía satisfecho, mientras afirmaba, tan precavido como sabio, que “hay una enorme ventaja en no ser importante”.
Esta muestra, organizada por la Saul Leiter Foundation de Nueva York y el galerista belga Roger Szmulewicz, recoge más de ciento treinta fotografías –algunas de ellas inéditas–, que demuestran el talento que yace en lo polifacético. Nos deleita con desnudos y retratos íntimos en blanco y negro de distintas amigas y amates tomadas en la complicidad y tranquilidad de su estudio, pero también lo hace con sus características escenas neoyorquinas de cromatismo audaz y composición descentrada. Saul Leiter: In Search of Beauty nos revela todas las distintas facetas de este incansable observador que, pasando inadvertido, disparó prodigiosamente a la ciudad que nunca duerme para jamás dejarla igual. Apareció Leiter y se hizo el color.
Esta muestra, organizada por la Saul Leiter Foundation de Nueva York y el galerista belga Roger Szmulewicz, recoge más de ciento treinta fotografías –algunas de ellas inéditas–, que demuestran el talento que yace en lo polifacético. Nos deleita con desnudos y retratos íntimos en blanco y negro de distintas amigas y amates tomadas en la complicidad y tranquilidad de su estudio, pero también lo hace con sus características escenas neoyorquinas de cromatismo audaz y composición descentrada. Saul Leiter: In Search of Beauty nos revela todas las distintas facetas de este incansable observador que, pasando inadvertido, disparó prodigiosamente a la ciudad que nunca duerme para jamás dejarla igual. Apareció Leiter y se hizo el color.
Saul Leiter: In Search of Beauty se puede visitar hasta el 21 de octubre en FotoColectania, passeig de Picasso 14, Barcelona.