Olvida el amigo invisible y esas fiestas de empresa donde todos se esfuerzan por ser simpáticos. Este 21 de diciembre, Fango propone algo completamente diferente: su fiesta de empresa será un festín sonoro que hará temblar La Monumental de Barcelona. Porque aquí no hay protocolos, solo música, baile y una vibra que no discrimina entre amantes del hardcore, del pop más desquiciado o del sabor tropical.
¿La excusa? Celebrar el cierre del año y la segunda temporada de Fango por todo lo alto, con un cartel que es puro lujo: Samantha Hudson lidera la noche con su carisma inagotable, sus himnos provocadores y esa energía que convierte cualquier escenario en una experiencia única. Pero no viene sola. Asia Knox traerá su selección de cumbia, salsa y boogaloo para los que no pueden resistirse al ritmo tropical. Piti Vaccari aportará una fusión fresca de reggaetón sonidos urbanos y beats latinos, mientras que Meneo completará la noche con su distintivo estilo electropical, donde el dembow y la cumbia digital se encuentran en perfecta sintonía.
Y antes de que corras a por tu entrada, te dejamos con Samantha Hudson. En esta entrevista, la artista reflexiona sobre el cierre de su gira, suelta detalles jugosísimos de Música para Muñecas —su próximo disco y, sí, un proyecto tan icónico como consciente— y desvela cómo convierte el escenario en un templo de conexión, catarsis y puro desmadre sanador. Entre risas, confesiones y reflexiones sinceras, Samantha nos adelanta que lo mejor está por venir.
La Monumental de Barcelona, ese lugar donde antes se mataban toros, ahora se llena de ritmos latinos, electrónica y pop explosivo con la fiesta de Fango. ¿Cómo te sientes cerrando el año en semejante sarao?
Estoy emocionada, a mí esta temática de fiesta de empresa me hace mucha gracia. Desde luego, cualquier fin de gira es un momento muy especial. Con este show llevamos girando casi dos años y, por un lado, me da lástima porque es un espectáculo en el que mi equipo y yo hemos trabajado un montón. Al final, llevamos a cinco bailarinas, ha habido dos coreógrafos, una empresa encargada de diseñar las luces, y también he contado con un amigo mío que es artista 3D para diseñar las visuales. Ha sido mucho tiempo de trabajo y, sobre todo, muchas horas invertidas en todo el repertorio musical que abordamos en este show. Entonces, me da lástima que se acabe, pero también me hace ilusión, porque cuando algo termina, empiezan cosas nuevas. Y, al final, claro, 2025 va a venir fuertecito porque estreno nuevo álbum: Música para muñecas.
Y hablando de la fiesta de empresa: ese evento donde los jefes intentan llevarse bien con sus trabajadores, alguien siempre acaba borracho y el baño se convierte en testigo de confesiones con lágrimas incluidas. Si no fueras una artista autónoma, ¿qué personaje serías tú en esta fiesta?
Yo diría que sería la que está en el baño. 100%. Retocándose el pintalabios, ajustándose la blusa, un poco harta de ese jefe que te está dando la turra. Soy una chica totalmente de baño. Además, como con cierta mitología, ¿no? La típica que está en el baño, que no sabes qué hace allí, luego no la vuelves a ver en toda la fiesta, te da un consejazo cuando estás en tu momento más bajo y desaparece. Esa es 100% mi energía y, un poco también, la del espectáculo. Porque, al final, es tan emocionante ver al público, la comunión que se genera, el espacio que se construye. Al final son todas las queer, por un lado, todas las monstruas, las disidentas. Y luego, pues que si una abuela con su nieto mariquita, una familia entera para acompañar a su hija lesbiana de trece años o una pareja heterosexual. Es, verdaderamente, una especie de misa con todo lo mejor del mundo.
La noche nos protege, nos libera y nos conecta. Las fiestas son un refugio para muchas personas donde pueden ser ellas mismas. ¿Qué significa para ti subirte a un escenario y crear ese espacio seguro para tu público?
Yo diría que es un sitio en el que me siento totalmente cómoda. No porque sea una persona mega perfeccionista o que aspire a la excelencia, sino porque me desenvuelvo de una manera muy natural y me hace sentir muy realizada. También, teniendo en cuenta lo que te comentaba: esa comunión con el público que no es una experiencia jerárquica, en la que yo estoy en un pódium y el resto de los mortales abajo adorando a una diosa. O sea, me hace muy feliz pensar que tanta gente ha decidido invertir su dinero e invertir tiempo. Que decidan regalarme eso, estar allí conmigo, disfrutar de la música y ver lo que hago. Pues no doy crédito. Por un lado, me parece algo muy mágico y, por otro lado, algo muy lógico. Tenía que suceder, ¿sabes? Creo que, irremediablemente, toda mi vida me ha conducido siempre a un escenario. Poder seguir trabajando de esto, que venga la gente a verme, seguir trabajando en nuevos proyectos como Música para muñecas, que llevaremos al Sónar en 2025 y que estrenamos en Madrid el 23 de mayo, me parece fantástico. Me siento una tía muy afortunada.
Entonces ¿qué regalo tienes preparado para los asistentes de Fango?
Pues, mira, el regalo es la energía desbordada que voy a llevar al escenario. Siempre salgo a matar, pero un fin de gira es otro nivel, el fiestón madre, vaya. Además, el show en sí es superimpresionante. Después de todo este tiempo, de haber pasado por un montón de festivales y salas por toda España, lo tenemos tan rodado que es un gusto verlo. Ojalá pudiera disfrutarlo desde el público porque, claro, sobre todo si no estás acostumbrado a muchos conciertos, esto te deja flipando. De repente aparece Samantha Hudson abriendo las mismísimas puertas del infierno, con esas danzas contemporáneas que hacemos y unos juegos de luces que transforman cualquier escenario en el club más cañero y guay del universo. En serio, este show ya es un regalo en sí mismo. Pero, claro, al ser fin de gira, hay un agravante aún mayor: vamos a destruirlo todo y a regalar la energía más hype, más a tope, que hayan visto en su vida.
Liturgia, tu nuevo single, nos da una pista clara de lo que será Música para muñecas. Suena a misa en un after a las siete de la mañana: es hardcore, es bakala, y, al mismo tiempo, tiene algo casi religioso. ¿Qué fue primero, el fuego o el templo? Cuéntanos cómo pasaste de la idea de hacer un temazo para bailar a convertirlo en toda una declaración de principios.
Yo creo que las dos cosas suceden simultáneamente. Al final, para mí, desde que empecé a meterme más de lleno en la electrónica, todo ha ido de la mano. También fue instigado por la primera vez que actué en el festival Sónar y por todo el ambiente que he estado viviendo en los últimos años. No solo en la escena de Madrid, donde visito mis clubes favoritos y me rodeo de las monstruas más maravillosas, sino también saliendo por otros sitios de España. Viendo cómo, cada vez más, la gente hace el esfuerzo de generar esos espacios seguros donde puedes entregarte por completo al hedonismo, entendido a través de experiencias que tienen algo chamánico, algo ritualístico.
En la electrónica, en la rave, hay algo muy especial: juntarse tanta gente, moverse en un patrón repetitivo, como un mantra, con esos bombos del hardcore que me recuerdan a un tambor tribal. Lo he dicho muchas veces hablando del show: es que es una comunión, realmente. Es que tiene un punto litúrgico. Cuando pensé en esta canción, y luego además se unió Zahara aportando ese verso maravilloso, que es totalmente una homilía, lo vi clarísimo: van de la mano. Es decir, puedes entregarte a la chanza y la parranda, pero estar llena de mensajes. Un mensaje que, a veces, no es explícito ni literal, sino algo mucho más poético que depende de tu gestualidad, de tu expresión de género, de tu vestimenta, de la energía que desprendes, de cómo te relacionas con la gente. El templo y el fuego suceden a la vez.
En la electrónica, en la rave, hay algo muy especial: juntarse tanta gente, moverse en un patrón repetitivo, como un mantra, con esos bombos del hardcore que me recuerdan a un tambor tribal. Lo he dicho muchas veces hablando del show: es que es una comunión, realmente. Es que tiene un punto litúrgico. Cuando pensé en esta canción, y luego además se unió Zahara aportando ese verso maravilloso, que es totalmente una homilía, lo vi clarísimo: van de la mano. Es decir, puedes entregarte a la chanza y la parranda, pero estar llena de mensajes. Un mensaje que, a veces, no es explícito ni literal, sino algo mucho más poético que depende de tu gestualidad, de tu expresión de género, de tu vestimenta, de la energía que desprendes, de cómo te relacionas con la gente. El templo y el fuego suceden a la vez.
El videoclip, dirigido por Fran Granada, está lleno de metáforas: monjas, bañeras, Zahara como Virgen María y hasta un toro hidráulico. ¿Qué estabas exorcizando con estas imágenes?
La dirección creativa la llevé yo, aunque Fran Granada también aportó ideas y pulió el concepto. Para mí, era como un homenaje a mi trayectoria y al proceso creativo. Las monjas representan muy bien esa vertiente religiosa que ha condicionado gran parte de mi carrera. España me vio nacer por medio de una polémica que me enfrentó a una institución eclesiástica, y me fascinaba la idea de que las monjas pudieran encarnar, al mismo tiempo, a quienes me cuidaban y a quienes intentaban ahogarme contra mi voluntad. Reflejan mi relación con el imaginario cristiano: un respeto profundo y una integración artística, pero también una lucha contra el dogmatismo que lo acompaña.El toro hidráulico me pareció perfecto para rendir tributo a Por España, donde también sacamos a un toro. Es una máquina que me eleva, un símbolo de cómo he llegado a una nueva Samantha: hierática, monumental, segura, elevada por la música y el arte. Todo esto se entremezcla con otras figuras, como el transformer, que alude a la construcción de la identidad, y el payaso, que representa esa faceta absurda y ridícula que siempre ha orbitado a mi alrededor. Incluso lleva una peluca que usaba en mis espectáculos tras la pandemia en la Sala Maravillas, un detalle íntimo y significativo. Todo es parte de un homenaje a mi proceso creativo.
El humor es un pilar fundamental tanto en tu personalidad como en tu arte. En el videoclip se manifiesta con la figura de un payaso. ¿Qué representa el humor para ti?
Es un ariete. Un arma de asedio. El humor me permitió irrumpir en la escena con cierta impunidad, abrazando lo absurdo. Siempre digo que hay que ser muy lista para hacerse la tonta. Para mí, el humor ha sido un caballo de Troya: una forma de introducir ideas o ideales que, de otra manera, no habrían tenido cabida. Por eso me hacía gracia que el payaso estuviera en el videoclip: histérico, bailando conmigo y conduciendo el toro elevador. Ese toro me eleva hacia otra Samantha: la de Liturgia, la de Música para muñecas, la de este nuevo proyecto. Una versión de mí más segura, con una actitud distinta. Ya no es una broma, ni una Cara Antonia, ni una ridiculencia, ni kitsch. Es algo nuevo, igual de válido. Siempre mantengo un respeto genuino por cada cosa que hago, por cada etapa que vivo y por cada era que atravieso.
Hablemos de Zahara. Ambas habéis convertido el odio de algunos sectores rancios en pura gasolina creativa. ¿Qué significa esta colaboración para ti?
Es un sueño y un regalo, algo que tenía que suceder. Escribí la canción, trabajé la letra junto a DJ Final Boss y desde el principio pensé en Zahara. Ya habíamos coincidido en algunas ocasiones, grabado piezas para promocionar Esto no es una canción política y nos habíamos tirando la caña mutuamente. Cuando decidí lanzar Liturgia como el primer single de Música para muñecas, tuve claro que ella tenía que estar. Ambas venimos de explorar la electrónica en nuestros últimos trabajos y hemos enfrentado críticas de sectores conservadores y de esa institución católica. En el videoclip, Zahara representa una figura casi santa: me limpia las heridas, me acompaña, me cuida. Su trayectoria es impresionante, es una leyenda viva, un referente para todas las artistas de este país. Su aportación, con esa homilía casi mágica, eleva la canción a otro nivel. Estoy muy satisfecha con el resultado; creo que es de lo mejor que he hecho.
Creo que, irremediablemente, toda mi vida me ha conducido siempre a un escenario.
¿Crees que Liturgia y, posteriormente, Música para muñecas, marcarán tu época más consciente y profunda?
Sí. ‘Consciente’ es una palabra que te voy a robar con todo el permiso. Siempre busco un término que encaje con esta etapa, porque ‘maduro’ no me gusta. Siempre lo he hecho todo desde la madurez que me permitían las circunstancias, pero creo que ‘consciente’ sí es la palabra. No abandono la chanza ni la irreverencia en las letras de Música para muñecas, pero todo el álbum habla de ser una persona disidente de género en una gran ciudad persiguiendo sus sueños: desde el síndrome de la impostora hasta ponerte guapa para salir, ser una tía cañón, estar deprimida, odiar tu vida, o dudar de ti misma. Hay un ejercicio de pensar lo que quiero decir y cómo quiero que suene. He rehecho muchas cosas, algo que no hacía antes. Me he inspirado en artistas como Amaia y Rosalía, que se toman su tiempo en esta industria tan inmediata. Ellas cuidan cada detalle para que su trabajo las defina al 100%. Así que, muchas gracias de verdad por ‘consciente’, creo que es exactamente lo que define este álbum.
Has pasado por el reggaetón, el eurodance, el hyperpop, incluso por el pasodoble. Con Música para muñecas, ¿qué sonidos nos tienes preparados?
Pues mira, yo creo que sigue siendo muy hardcore, con esas letras medio rapeadas y spoken words que ya son mi sello. Es bakala rápido, divertido, acelerado, pero también muy pop, retropop, y con timbres del acid. Juego mucho con arpegios y, a veces, meto instrumentos como un gamelán o una cítara, pero distorsionados con efectos. He trabajado más en la voz, no solo con autotune, sino con efectos que la distorsionan. Hay una canción que hablo de la disforia, uso segundas voces: registros graves para lo masculino y agudos para lo femenino. Es un poco experimental, pero me lo tomo de una forma más profesional. Busco que haya cierta coherencia en todo, como tú decías, es un ejercicio de conciencia total. La letra va de esto, pero también quiero que la música lo transmita de forma no verbal.
Has hablado abiertamente de los cambios en tu cuerpo. ¿Cómo te sientes en esta etapa y cómo definirías tu relación actual contigo misma?
Pues mira, diría que tengo una buena relación conmigo misma. Siento mucha euforia de género. La disforia es algo que no he experimentado en mis propias carnes, pero es un tema al que le doy muchas vueltas porque creo que es muy enriquecedor aprender de esos sentimientos que suelen ser etiquetados como negativos, como la tristeza, el dolor, el sufrimiento o esa dismorfia corporal, ese no reconocerte en tu cuerpo. No es algo que padezca personalmente, pero reflexionar sobre ello me resulta muy provechoso. Y aunque estoy contenta con mi cuerpo, siento que, en cierto modo, estoy deshaciendo lo que he construido. Los cimientos siguen siendo los mismos, porque siempre he tenido una estructura bastante sólida, un terreno firme sobre el que construir. Pero estoy en una etapa de cambio, sobre todo a nivel intelectual: una etapa de evolución, de repensar las cosas. Es que ‘conciencia’ es una palabra chulísima, tía. Me parece brutal. Por primera vez en mucho tiempo me permito el lujo de dudar de mí misma. Y no lo hago desde la inseguridad, la vergüenza o la culpa, sino desde un lugar edificante, que me ayuda a crecer.
Cuando salió Liturgia y vi el videoclip, lo entendí todo. Está todo ahí, tía. Me pareció increíble, de verdad.
¡Ay, qué bien que lo hayas interpretado así! Claro, de hecho, la letra habla un poco de eso. Hablo del abismo, del silencio frente al sonido. De quemar el templo, de destruir las ideas que he construido y replanteármelas. Como en esa parte de “Un ángel me visitó ayer”, mezclada con una luz, esas epifanías que te golpean de pronto y te hacen preguntarte: ¿estaré equivocada? ¿Estoy en lo cierto? ¿Puedo mejorar? ¿Estoy estancada? ¿Hacia dónde voy? ¿Voy a algún sitio? ¿Quiero ir a algún sitio? Y toda esa movida me parece fascinante. Creo que es justo lo que estoy viviendo ahora, y, sinceramente, lo estoy disfrutando muchísimo.
Mi próximo álbum es mi etapa más consciente. No abandono la irreverencia, pero todo en Música para muñecas tiene un sentido profundo.
¿Qué significa para ti la Navidad? ¿Eres más de quedarte en casa comiendo turrón o de escaparte hasta las tantas en Nochebuena?
Para mí, la Navidad es un momento muy NPC, como de estar en piloto automático. No suelo tener conversaciones trascendentales con mi entorno, pero no es culpa de mi familia ni de que nuestras charlas sean insustanciales. Para mí, es más bien un tiempo de contemplación y relax. Es estar conmigo misma, sin una sobrecarga de estímulos, sin sentirme abrumada por todo lo que me rodea. También es un espacio de duda y reflexión, gracias precisamente a esa calma, a esa experiencia NPC, donde no estoy performando ni envuelta en la farándula, los planes excesivos o esa felicidad extrema y desbordante.
Esa sencillez me permite ordenar mis ideas y, sobre todo, conectar con el pasado. Me da mucha nostalgia porque regreso a un lugar que conozco y siento cercano, mi familia, pero nunca es igual. Siempre lo observo desde una nueva perspectiva, con los ojos de quien ha vivido y cambiado a lo largo del año. Es como revivir algo conocido, reencontrarme con la misma gente con la que he compartido tanto, pero desde otro prisma. Y eso, para mí, es fantástico.
Además, la Navidad es el único momento del año en el que logro leer. Me cuesta concentrarme para leer en otros momentos, pero como paso estas fechas en un pueblucho donde no sucede gran cosa, aprovecho ese tiempo de pausa. Es un momento de desidia y tranquilidad, y eso me encanta. Por supuesto, también es para estar con mi familia, que es estupenda.
Además, la Navidad es el único momento del año en el que logro leer. Me cuesta concentrarme para leer en otros momentos, pero como paso estas fechas en un pueblucho donde no sucede gran cosa, aprovecho ese tiempo de pausa. Es un momento de desidia y tranquilidad, y eso me encanta. Por supuesto, también es para estar con mi familia, que es estupenda.
¿Ya sabes qué vas a leer este año? ¿Tienes algún libro en mente?
Pues mira, tenía pensado leer un libro que me regalaron sobre Teresa de Jesús. El año pasado leí La mala costumbre, así que este año creo que voy a seguir con el adjetivo ‘malo’ y me voy a leer Las malas. Me lo compré hace un año y todavía lo tengo pendiente. También tengo otro libro que me regaló un amigo, Isaac Marcel, autor de La historia del futuro, que leí el año pasado y recomiendo muchísimo. Ahora me ha regalado Las metamorfosis de Ovidio. Es un libro bastante denso, pero creo que estas navidades, en mi pueblo, será el escenario perfecto para ponerme con él.
Pide tres deseos para el 2025: uno profesional, otro personal y uno más general.
Diría que todo siga su curso. No tengo una aspiración desmedida de fama o éxito; simplemente pido que todo continúe en su transcurso natural, fluyendo de la misma manera que hasta ahora. Creo que mi carrera ha seguido un ritmo perfecto: todo ha llegado en el momento justo, cuando me venía bien. También creo que ahí tengo bastante mérito, porque soy una chica que se toma las cosas con mucha filosofía. Así que, lo profesional, que siga en armonía. En lo personal, que siga dudando de mí misma y que eso me traiga muchas respuestas o nuevas preguntas. Y luego para un deseo así más general, pido que el mundo despierte. Que se disipe esta bruma, que la gente sea consciente de lo que realmente importa, de lo que no, y de dónde hay que poner el foco. Que podamos identificar los objetivos que vale la pena combatir y, por fin, que el respeto prevalezca sobre el odio.