Saelia Aparicio saca inspiración de la vida en la ciudad, de la clasificación urbana que hacemos a través del lenguaje. En un mundo en el que transformamos constantemente el paisaje, la especulación inmobiliaria, la desigualdad, o la contaminación son temas a tener en cuenta. Como su decisión de no utilizar materiales tóxicos para el medioambiente. También le interesa introducir la ciencia en su obra, “los límites entre disciplinas son cosa del pasado”, dice. Entre algunos de sus muchos logros, la colaboración que hizo con el diseñador Craig Green a quien conoció en la Sarabande Foundation de Alexander McQueen, o su participación en Generaciones 2019, en La Casa Encendida.
Saelia Aparicio entiende el cuerpo como un cúmulo de microorganismos interelacionados, como entes que se relacionan y responden a los estímulos que nos rodean. También atiende a la propia decadencia del cuerpo, produciendo obras en las que tiene que enfrentarse al moho y a la gravedad. Ha expuesto en solitario en ciudades como Madrid, Londres, Murcia, Valladolid o Salamanca; y las exposiciones colectivas la han llevado alrededor del globo, desde Hong Kong, a Bruselas o Portugal. Nosotros hemos conseguido que nos adelante cuáles serán sus proyectos para este año, en países como Reino Unido o Alemania. Nos seguiremos adentrando en el abismo, pero ella nos da la mano para que no caigamos en él.
¿De dónde salen tus fuentes de inspiración?
Básicamente de observar la vida en la ciudad: viendo como clasificamos el ecosistema urbano a través del lenguaje, y como, de acuerdo a nuestros intereses humanos, establecemos jerarquías con otras formas de vida. El resultado es que modificamos el paisaje, y aparecen fenómenos como la especulación inmobiliaria, la desigualdad, o la contaminación. Hablando hace poco con mi amiga Tenant of Culture, me dijo que mi musa es el ‘Carpenters Estate’ de Londres, que es donde está mi estudio, y un poco el epicentro creativo de mi obra. Allí hay tres enormes bloques de protección oficial, que han estado prácticamente vacíos durante los últimos 16 años, porque están justo al lado del parque olímpico, e iban a ser derruidos y privatizados. ¡Esto en Newham, el barrio con más sin-techo de toda Europa!
¿Te sientes más cercana al dibujo, o a lo escultórico?
Creo que más al dibujo. De hecho, siempre estoy dibujando y haciendo bocetos, y pienso en mis esculturas como dibujos en el espacio.
Tu obra plantea susurros más que declaraciones, ¿qué importancia tiene para ti el hecho de plantear una respuesta cerrada en cuanto a un tema?
En general, no me gusta el dogmatismo y en pocas cosas tengo una postura irreductible de la que me sienta absolutamente segura. Para mí tiene mucha importancia el no dar una respuesta cerrada a un tema, me gusta dejar pistas y crear una atmósfera.
Planteas curiosidad por penetrar en el mundo del otro, encontrándonos de forma simultánea con el morbo y el deleite, ¿consideras que de alguna forma el arte está entre el placer y el dolor?
Creo que para mí el arte está en todos los entre-medias, entre todos los oxímoron: placer-dolor, lógico-absurdo, o melodramático-estoico. Relacionando aspectos que en un principio parecen opuestos se crean caminos a lugares que no sabía que existían antes, o que no sabía ver. Vivimos en un mundo tan complejo, que para hacerlo vivible intentamos simplificarlo, polarizarlo y resumirlo, pero la realidad no es tan sencilla.
El concepto de ‘abyección’ planteado por Julia Kristeva, asociando la repulsión y la atracción hacia lo desconocido, es una postura teórica que se rebela contra la desaparición de una cultura de la duda y el declive de la argumentación. Teniendo esto en mente, ¿consideras que el arte debe plantear preguntas, pero dando siempre respuestas abiertas?
No sé si siempre, porque cada artista tiene unas prioridades y unas vías de expresión distintas. Desde luego, tanto para mí como para el tipo de trabajo que a mí me interesa, la respuesta es afirmativa. El arte no debe dar respuestas. Para eso están los manuales y las instrucciones de uso.
¿Cómo haces la selección de materiales (plásticos) con los que vas a trabajar? ¿O los dicta el propio proceso?
Hay ciertos materiales que, si son muy tóxicos y/o dañinos para el medioambiente, he decidido que no quiero trabajar con ellos. Cuando empiezo a trabajar en un proyecto antes tomo muchas notas, escribo pequeñas historias sobre cada ‘personaje’, y hago un montón de bocetos. Normalmente los repito muchas veces a lo largo de meses, así que la pieza inicial va evolucionando hasta, a veces, convertirse en algo muy distinto, y en la que los materiales que componen las piezas forman parte de la narrativa. Así que los diseño bastante, pero luego el proceso también dicta sus parámetros y me dice lo que puedo incluir o lo que no, forzándome a improvisar. La gravedad y el moho siempre suelen jugar en mi contra (risas).
En una de tus últimas obras: Prótesis para invertebrados, expuesta en La Casa Encendida, comentas que nace de la investigación de diversos estudios científicos acerca de las profundidades del océano, ¿dónde puede verse reflejado esto?
La verdad es que no puede verse. En la propuesta inicial que mandé, la obra se basaría en los altos niveles de contaminación que hay en la profundidad de los océanos, afectando a territorios totalmente desconocidos para el ser humano, y de cómo este hecho había sorprendido a la comunidad científica. Pero durante el verano di un giro de 180 grados: al final el trabajo versó sobre cómo contamina el medio ambiente nuestra obsesión por la limpieza: si para ello utilizamos productos agresivos que generan gran cantidad de partículas que por la gravedad o por la lluvia acaban en el fondo del mar.
¿Haber expuesto en La Casa Encendida supuso una ayuda en lo que a proyección de tu obra se refiere?
Sí, fue una muy buena oportunidad, por el dinero y por la visibilidad que proporciona a los participantes. Para mí, que estaba bastante desconectada de España, Generaciones 2019 me ayudó a volver. A raíz de ello empecé a trabajar con la galería The Ryder, e hice poco después una individual a finales del 2019, Planta, alzado, raíz . Y también me gustó mucho por los artistas que conocí en mi edición, gente majísima y talentosa, que hicieron que me sintiera como parte de una comunidad.
¿Tienes nuevas exposiciones en mente sobre las que nos puedas contar algo?
Sí, la verdad es que tengo un montón de proyectos y estoy muy ilusionada. Para octubre estoy preparando una individual en la Public Gallery, en Londres, que como es un gran espacio (tiene tres plantas) se celebrará a la vez que otra exposición de mi gran amiga la escultora coreana Mire Lee. Con Paloma Proudfoot estoy trabajando en una exposición colaborativa en la galería TJ Boulting, también en Londres, para esta primavera. Y voy a formar parte de varias exposiciones colectivas en instituciones, como In the castle of my skin, un proyecto participativo de Sonia Boyce en el MIMA, una institución en Middlesbrough. También participaré en el Jerwood Survey II, un premio de producción con exposición itinerante en el Reino Unido, junto con otros artistas como Tako Taal o Angharad Williams, o una exposición en el Kunsthaus Hamburg, en Alemania, en donde haré un gran mural este verano. Con Fumi, la galería de diseño de Londres que me representa, estoy en conversaciones para desarrollar más escultura funcional, en la línea de mis taburetes antropomórficos. Creo que voy a estar un poco apretada, pero como tengo muchísimas ganas pues voy a poder con todo.
Me interesa en especial tu colaboración con el diseñador Craig Green, ¿cómo surgió esta propuesta? ¿Crees que ayuda a potenciar el trabajo de ambos?
Pues Craig y yo hemos pasado los dos por Sarabande, la fundación de Alexander McQueen, y allí nos conocimos en un evento para los mecenas de esa fundación. A cada uno de los dos nos gustaba mucho el trabajo del otro y primero hicimos trueques; después, a los pocos meses, Craig me llamó por si me interesaba hacer con él una colaboración que sería expuesta en Frieze y en Matches Fashion. ¡Creo que dije que sí antes de que hubiese acabado la frase! Nos lo pasamos muy bien, fue muchísimo trabajo a un ritmo súper intenso, pero mereció mucho la pena, quedamos muy contentos con el resultado, y con ganas de colaborar en el futuro.
A raíz de esta colaboración, ¿qué opinas de la fusión de arte y moda?
Que la colaboración y la interdisciplinaridad son algo súper beneficioso para el ecosistema creativo y, por supuesto, para el arte y para la moda. Tengo la teoría de que cuando dos cerebros se juntan, no solo suman, sino que se expanden y se convierten en multitud, quizás porque es como que la identidad de uno se difumina, o porque las sinergias que se generan se expresan de una manera inesperada. La verdad es que yo siempre he hecho un poco de todo: dibujo, escultura, animación, cerámica, y cada vez he colaborado más y colaboro con otros artistas o diseñadores de diferentes disciplinas. Y tengo planes de colaborar con científicos. Creo que la división entre disciplinas cada vez va desapareciendo, porque es como poner puertas al campo.
¿Qué importancia tiene la contradicción en tu trabajo? Y su belleza.
Pues que ciertamente no hay nada más bello que una contradicción.
Nuestra percepción está influenciada por construcciones sociales que generan dinámicas contradictorias, pero siempre es subjetiva. ¿Qué opinas al respecto?
Que la percepción siempre es subjetiva. Incluso cuando tratamos de ponernos en la piel de otro no es más que otra subjetividad. Las construcciones sociales son muy contradictorias, porque son juicios basados en lo que “es normal y aceptable”, pero son generalizaciones sesgadas y superficiales que estereotipan a individuos o comunidades. El problema es que estos estereotipos se interiorizan, condicionándonos en todo, desde el cómo nos valoramos a nosotros mismos, a las relaciones entre personas, entre comunidades o con otros seres vivos.
¿Das alguna importancia al vacío en tu trabajo?
Igual no respondo a esta. En cualquier obra los vacíos son importantes, porque ayudan a perfilar y definir lo que se resalta. Aunque en general mi trabajo sea barroco los vacíos lo aligeran en alguna medida.
Para ti, el cuerpo es al mismo tiempo una máscara, un disfraz y una forma cambiante y en constante movimiento moldeada por el envejecimiento y la enfermedad. ¿Qué puedes contarnos al respecto?
Me interesa la idea del cuerpo como multitud, como colonia andante de microorganismos interelacionados, como un microecosistema que no acaba en los confines de nuestra visión, sino como un ente que se relaciona con y que responde a su entorno (a lo que ingiere, a lo que respira, a los estímulos que recibe…). No somos independientes de nuestro entorno, sino que formamos parte de él. Por ejemplo, hay estudios en los que se muestra que la exposición a ciertos niveles de polución de algo tan intangible como el aire, no solo nos enferma (enfermedades profesionales, infecciones víricas, algunos tipos de cáncer, etc.), sino que también ejercen un influencia en el comportamiento, haciéndonos más agresivos, afectando nuestra empatía, memoria a corto plazo…