Regina José Galindo es una de las voces inquebrantables de Latinoamérica, una artista de performance que destaca tanto por la belleza de sus obras como por su forma casi temeraria de denunciar y combatir los muchos abusos arraigados en nuestro mundo. Originaria de Guatemala, Regina José (su segundo nombre se lo puso ella misma cuando era pequeña) se sumerge en temas que abarcan desde la violencia de género hasta las consecuencias climáticas de la desenfrenada explotación humana del medio.
A través de sus proyectos, la artista guatemalteca busca dar testimonio a la injusticia, pero lo hace sin etiquetas preconcebidas. Aunque su obra aborda la violencia ejercida por las instituciones y las relaciones de poder arraigadas en la sociedad, ella distingue cuidadosamente su arte del activismo convencional: se considera una poeta que utiliza herramientas activistas. Le apasionan la forma y la estética, y su arte, según ella, es el último rincón de libertad en un mundo lleno de etiquetas y segmentación.
De esta forma, combina la performance con la investigación para explorar las complejas interconexiones del arte con el territorio, la naturaleza y la realidad social. Con la palabra como base, el espacio público se convierte en su lienzo (una elección arraigada en sus inicios, cuando era uno de los pocos recursos de los que disponía) y su propio cuerpo se convierte en un instrumento a disposición de sus ideas mediante el que denuncia las estructuras de poder patriarcales y coloniales, y brinda visibilidad a los abusos climáticos y a la violencia sexual que resulta, en última instancia, en feminicidio.
Regina José Galindo, una poeta del arte, desafía a través de su propio cuerpo y experiencia, con coraje y resiliencia, las etiquetas impuestas, revelando la poesía única que se encuentra en la expresión de la rabia y animándonos a todos a actuar siempre que esto sea necesario. Aunque ella sostenga que ​​para expresar lo que uno siente ante las desgracias humanas una performance no basta, en esta entrevista afirma con la rotundidad característica de su mensaje que “la acción combativa debe imperar”.
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Hola, Regina José, es un placer hablar contigo y que nos hagas un hueco en tu ajetreada agenda. Para irte conociendo mejor, ¿cuál es tu intención individual como artista?
Ser libre. Me parece que ninguna otra profesión te garantiza una libertad casi absoluta. Porque absoluto, nada.
Anteriormente has dicho que el arte no cambia el mundo pero hace que se generen conversaciones que ayudan a cambiarlo. ¿Cómo crees que ha influido tu trabajo en las problemáticas sociales y políticas que lo han inspirado?
No creo que estando vivos podamos ver los aportes que nuestra labor ha hecho, para eso se necesita tiempo. Solo el tiempo determina lo que permanece y lo que va al olvido. Decir que mi obra ha hecho o generado estos o aquellos cambios es decirlo a través del ego.
El abuso colonial durante su historia y en el presente en Guatemala, tu país natal, es uno de los temas principales de tus obras. ¿Qué relación tienes actualmente con tu país? ¿Cómo ha ido evolucionando a lo largo de los años?
Guatemala es un país sumamente duro para desarrollarse. Nací en los peores años de la guerra, me tocó vivir golpes de estado, gobiernos militares y un genocidio. Firmamos la paz en el 96 pero pocas cosas cambiaron. Las injusticias seguían siendo la normalidad en esta nación, Guatemala, la nación más mala del mundo. Alguna vez intenté irme, al ser ya artista, pero fue imposible conseguir papeles. Esto hizo de mi relación con mi país una relación tensa. Me quedé, siempre me quedo.
Guatemala es hermosa y perversa a la vez. Siempre hay algo sucediendo. Ahora mismo nos encontramos en una situación política muy difícil, ya que un grupo que tiene cooptado el Estado está fraguando un golpe de estado contra un partido que ganó en las elecciones democráticas.
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Afirmas que descubriste el potencial artístico del cuerpo en los años 90, y desde entonces es tu mayor área de investigación. ¿Cuál fue tu primer contacto con el cuerpo como medio? ¿Qué aspecto de él te empuja a abrazarlo?
Mi primer contacto con mi cuerpo fue a través de la palabra, de mi poesía. Mis primeros escritos siempre tan viscerales, tan llenos de piel y flujos. La palabra es mi piedra, es mi base. Tuve también una experiencia trabajando de modelo de desnudos para algunos fotógrafos, era muy impactante constatar la potencialidad que mostraba mi cuerpo en las imágenes, pero era muy molesto lo que los fotógrafos querían de mí. Uno de ellos me ponía piñas en la cabeza. Cuando inicié con el performance era muy satisfactorio poder poner mi cuerpo a disposición de mis propias ideas, sin intervenciones.
La historia se ha escrito a base de violencia sobre los cuerpos de las mujeres, que sirvieron (y sirven) de territorios arrasables sobre los que ejercer control. ¿Qué valor tiene el cuerpo femenino como vehículo de transmisión del mensaje artístico?
El cuerpo femenino habla, grita, se expresa como lo que es, un cuerpo de mujer.  Este tiene un valor intrínseco.
He leído que las etiquetas de ‘arte feminista’ o ‘arte activista’ te parecen una forma de segmentación dentro del mundo androcentrista del arte, usadas para señalar a ‘los otros’ y alienarlos. Tú eres una mujer guatemalteca, esto te define y repercute en tu arte de manera inevitable pero, ¿crees que las mujeres y las minorías en el arte deben posicionarse de alguna forma con su trabajo?
Creo que toda y todo artista que sea seria o serio se posicionará en algún sitio. Muy claro. Preciso y contundente.
En muchas de tus obras aplicas violencia física y psicológica muy dura sobre ti misma. ¿Cómo te cuidas y te curas antes y después? ¿El proceso de realizar una performance de este tipo y el tener que lidiar con sus consecuencias te ayuda a sanar, o te hace más fuerte de alguna manera?
Creo que te refieres a trabajos tempranos como Confesión o Camisa de fuerza, donde me sometí a un waterboarding y permanecí en un psiquiátrico. En ambos casos. la respuesta es que las experiencias me hicieron más fuerte. Quien vivió la experiencia del performance también lo vivió muy intensamente.
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¿Alguna de tus obras ha nacido de una experiencia que quisiste obligarte a vivir, o todos tus trabajos se hacen pensando prioritariamente en la forma?
Cada obra tiene su propia historia. Podría decirte que la mayoría de trabajos están determinados y llevados a cabo porque me interesaba la experiencia estética por encima de la experiencia humana, pero hay casos excepcionales donde me interesaba vivirlo. Como Camisa de fuerza, me interesaba el experimento social de compartir casa en un psiquiátrico con pacientes en tratamiento. Y estar yo en una posición en apariencia más vulnerable a ellos. Yo tenía la camisa de fuerza y una enfermera debía hacer todo por mí: alimentarme, llevarme al baño, etc. Fue una experiencia humana muy enriquecedora compartir con los pacientes, escucharles, dejarme cuidar por ellos.
Tu obra se centra en la estética y la forma y no presta especial atención a la interacción del público. Cuando el público interactúa con ella de forma inesperada, ¿crees que esta espontaneidad le aporta algo?
Hay obras hechas para que el público interactúe y otras para que no. Siempre es un ruido que el público quiera hacer o deshacer en una acción donde no está invitado a participar. Pienso en obras como Todos estamos muriendo (Costa Rica, 2000), que alguien intentó desconectarme del oxígeno y sacarme de la celda porque la imagen le angustiaba. Se volvió todo muy caótico y una curadora lo impidió. No aportó nada, hizo ruido.
En 2020, durante el confinamiento, desarrollaste tu serie de performances Aparición. La última Aparición (Spain), que realizaste en Castellón en 2022, constó de cuarenta y tres mujeres, una por cada asesinada en España en 2021, que aparecieron en el espacio público cubiertas por una cortina. ¿Te ayudó la cuarentena a desarrollar la idea de este proyecto? ¿De dónde surge?
Me sentí muy inspirada por Franz Erhard Walther, el escultor alemán y sus esculturas de tela.  Cuerpos cubiertos creando formas, cuerpos forrados, vestidos, atados. E inspirada por Presencia, performance que hice vistiendo ropas de mujeres asesinadas en el 2017. En esta nueva idea también hablaba de asesinadas, mujeres que se convierten en estadísticas y números y pierden su identidad.  Una doble muerte.  En Aparición invocaba la presencia de estas mujeres desaparecidas. En 2018 hice también Monumento a las desaparecidas en Berlín, Neukölln. Acá, veintiocho mujeres cubiertas desaparecían con la luz del sol.
Tu carrera artística comenzó con la poesía antes de pasarse a la performance. Escuché que la pandemia te ha hecho volver a recurrir a la escritura. ¿Estás escribiendo algo ahora mismo?
Me temo que no. En la pandemia volví a acercarme a las letras, pero últimamente apenas he escrito un par de poemas.
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Hablas mucho de cómo la poesía inspira tus obras, ya que te ayuda a sintetizar, a conceptualizar ideas y eliminar lo que sobra. ¿Hay algún poemario en concreto que estés disfrutando en estos momentos? ¿O algún favorito de todos los tiempos?
Poesía Vertical, de Juarroz. Maestro de la precisión.
Tus performances se caracterizan por una mínima cantidad de elementos, cosa que, como ya hemos comentado, tomas de la poesía. ¿Cómo se materializa esto en tu obra?
Cosas que tomé también de mi paso por la publicidad. En ese medio todo tiene un coste, cada minuto, cada palabra. Todo debe ser preciso. Generalmente son ideas simples desde un inicio, pienso en breve.
Escuché que la primera vez que escribiste poesía fue de pequeña en tu diario, concretamente el primer día que te bajó la regla. ¿Qué aspecto de este acontecimiento te inspiró a escribir?
Lo traumático de la sangre.  Esto, claro, debido a que no tenía la información debida.
En tu primera performance en el espacio público, Lo voy a gritar al viento, lees en alto versos que hablan sobre violencia de género. Estos, por mucho significado y peso que tengan, desaparecen en el aire tras decirlos. ¿Es esta volatilidad, esta imposibilidad de hacer que un mensaje realmente llegue a todo el mundo, perdure y produzca un cambio en la sociedad, una inspiración para ti?
Esto es un aspecto muy frustrante de la vida, cuando llegamos a dudar de lo que hacemos, pensamos o decimos, de si tiene o no un efecto. El no lograr cambios es una motivación para seguirlo intentando. No podemos quedarnos en silencio, cómplices, con los brazos cruzados, debemos actuar. Siempre que esto sea necesario. La acción combativa debe imperar.
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Esta obra, Lo voy a gritar al viento, es la primera que representaste en el espacio público, pero afirmas que no es la primera que has realizado. ¿Nos podrías contar cuál fue la primera y en qué consistió?
Mi primer performance fue El dolor en un pañuelo. Durante un año reuní noticias relacionadas con violencia de género, era 1999. Yo estaba dentro de una pequeña habitación cerrada, amarrada a una cama vertical, y se me proyectaban estas noticias de violencia sobre el cuerpo desnudo. El público podía verme solamente a través de un pequeño agujero en la puerta.
Cuentas que lo que te llevó a salir a la calle a representar tus obras fue la falta de un sistema de arte institucionalizado en Guatemala. Solo existía un circuito muy cerrado de galerías que no estaban dispuestas a conceder espacios a las nuevas generaciones. ¿Crees que esta toma del espacio público es comparable a la democratización de espacios que sucede ahora con las redes sociales? ¿Internet es la nueva calle?
Es hermoso lo que decís pero peligroso. La calle sigue siendo la calle, la realidad, la vida. El Internet es el medio, por allí nos organizamos y se gestan revoluciones, pero estas se hacen en la vida real, en la calle.
¿Hay algo que le dirías a la futura generación de artistas que deben abrirse camino en el sistema del arte, pero se ven bloqueados ante él?
Que hay que hacer, hay que accionar. Ver el arte como material inflamable y vernos a nosotros como el fuego que puede hacerlo prender. Decir con intención. Gritar con precisión.
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