Desde la noche anterior a la apertura, ya había gente haciendo cola en Portal de l’Àngel. No era una multitud descontrolada, pero sí un grupo consistente de personas que sabían lo que buscaban. La apertura de la primera tienda oficial y permanente de Pop Mart en España había generado suficiente expectación como para que decenas de fans decidieran esperar su turno con calma, algunos grabando vídeos, otros simplemente conversando. Lo que hace unos meses fue una pop-up en la calle Pelayo, ahora se convierte en un espacio permanente en el centro de Barcelona, justo en el número 3 de una de las arterias comerciales más transitadas de la ciudad.
El nuevo local, de 124 metros cuadrados, no es una tienda convencional. Tampoco pretende serlo. Su interior está diseñado para que el visitante no solo compre, sino que se relacione con el universo visual y emocional que Pop Mart ha construido en los últimos años. Desde la disposición de las vitrinas hasta el material visual que acompaña las colecciones, todo está diseñado para generar una experiencia de marca clara y reconocible. “Barcelona siempre nos ha inspirado con su alma artística y su comunidad apasionada. Este espacio quiere ser un hogar permanente para la creatividad y la conexión”, explican desde la marca.
Aunque el personaje más reconocible para el público general es Labubu (The Monsters), el catálogo de Pop Mart va mucho más allá. Molly, Dimoo, Skullpanda, Hirono o Twinkle Twinkle forman parte de una constelación de figuras con estilos, narrativas y estéticas propias. No se trata solo de coleccionar objetos, sino de elegir una forma de expresarse a través de ellos. Las figuras de Pop Mart despiertan un tipo de emoción parecida a la que sentimos con el arte: curiosidad, sorpresa, identificación. En un mundo donde todo va tan rápido, ofrecen un momento de pausa, de disfrute personal, de conexión emocional con algo bonito y simple.
La elección de Barcelona como sede de su primera tienda en España no es aleatoria. Más allá del tráfico turístico o el valor comercial de la zona, la ciudad tiene una sensibilidad visual, una escena creativa y una apertura cultural que encajan con la propuesta de Pop Mart. En este contexto, abrir en Portal de l’Àngel no es solo una operación estratégica: es una forma de instalarse en un lugar donde la estética importa y donde existe una comunidad receptiva a este tipo de consumo visual y afectivo. La llegada de Pop Mart acerca a los barceloneses a una cultura visual que viene de lejos, pero se siente cercana.
La tienda mantiene un planteamiento coherente con la marca. No busca llamar la atención a toda costa ni recargar la experiencia. Pop Mart no vende simples juguetes ni objetos decorativos. Vende figuras de vinilo con valor simbólico, y la posibilidad de formar parte de una comunidad que las entiende así. Esa es una de las claves del éxito de la marca: ha convertido el coleccionismo en un lenguaje emocional compartido, especialmente entre el público joven. Ahora, ese vínculo tiene una dirección física en el centro de Barcelona.
