Exponer en una prisión no es algo habitual, digamos. Ir hasta la cárcel y trabajar codo con codo con los que están ahí encerrados, todavía menos. Sin embargo, Pejac lo acaba de hacer. El artista cántabro ha viajado a su tierra natal para intervenir el Centro Penitenciario de El Dueso, donde presenta Mina de oro, una triple intervención que solo pueden ver los presidiarios y cuyo objetivo “es restarles un poco de carga de los hombros en su día a día”, según explica el propio artista.
Principalmente conocido por sus intervenciones callejeras, Pejac empezó grafiteando la facultad de Bellas Artes el primer día que entró – “pura inocencia”, dice. “En la calle no soy un invitado, sino alguien que irrumpe con su trabajo”, afirma. Este espíritu atrevido, junto a su talento y mensajes sutiles que invitan a la reflexión, le han llevado a ciudades de todo el mundo, de Hong Kong a Moscú pasando por Estambul o Londres. “Cuanto más evidente es el arte social o político, creo que tiene menos impacto a largo plazo. Al igual que cuanto más explícito es, da menos lugar a la reflexión”, concluye.
Para su nuevo proyecto, Mina de oro, el artista urbano ha estado diez días trabajando dentro del centro penitenciario de El Dueso. La iniciativa es de Eva Ranea, directora general de Cultura del Gobierno de Cantabria, que lo ha invitado como parte de un conjunto de acciones e intervenciones desarrolladas en el centro destinadas “a la promoción y el crecimiento personal de la población reclusa”. ¿Y qué mejor que hacerlo que trabajando con ellos?
Mina de oro se compone de tres obras: La forma de los días, Valor oculto, y Muros huecos. La primera es una mural en colaboración con los internos que representa una encina –especie que abunda en las afueras de los muros de la prisión–, y está pintada a base de dibujos de marcas de conteo (los cuatro palos cerrados por un quinto en diagonal, esa representación tan clásica del paso del tiempo dentro de la cárcel). “Este mural habla de la perseverancia como una de las virtudes más valiosas entre las paredes de El Dueso”, dice Pejac. “Cada día en el interior es un día que te acerca a la libertad y al bosque de encinas que rodea los muros de esta prisión”, afirma positivamente.
Para su nuevo proyecto, Mina de oro, el artista urbano ha estado diez días trabajando dentro del centro penitenciario de El Dueso. La iniciativa es de Eva Ranea, directora general de Cultura del Gobierno de Cantabria, que lo ha invitado como parte de un conjunto de acciones e intervenciones desarrolladas en el centro destinadas “a la promoción y el crecimiento personal de la población reclusa”. ¿Y qué mejor que hacerlo que trabajando con ellos?
Mina de oro se compone de tres obras: La forma de los días, Valor oculto, y Muros huecos. La primera es una mural en colaboración con los internos que representa una encina –especie que abunda en las afueras de los muros de la prisión–, y está pintada a base de dibujos de marcas de conteo (los cuatro palos cerrados por un quinto en diagonal, esa representación tan clásica del paso del tiempo dentro de la cárcel). “Este mural habla de la perseverancia como una de las virtudes más valiosas entre las paredes de El Dueso”, dice Pejac. “Cada día en el interior es un día que te acerca a la libertad y al bosque de encinas que rodea los muros de esta prisión”, afirma positivamente.
Las otras dos obras las ha realizado él solo y usando, en ambos casos, el trampantojo, un efecto óptico que juega con las primeras impresiones, lo que no es visible a primera vista, y lo que se oculta detrás de las máscaras y las fachadas. En Valor oculto, Pejac ha intervenido un aro de baloncesto donde los presidiarios juegan y le ha aplicado pan de oro de 22 quilates en una esquina. “El recurso pictórico del trampantojo”, dice, sirve de “metáfora de que a veces también hay oro ahí donde no brilla”. Algo bello, poético, y que espera tener un impacto positivo en los ciudadanos ahí encerrados. “Me gusta la idea de transformar un objeto cotidiano en un objeto de lujo para que los internos puedan usarlo y jugar con él a diario”.
Para acabar, Muros huecos juega con esta misma idea, esta vez acercándose más al estilo surrealista de Magritte, cuyas obras representan de manera confusa y enigmática lo que está dentro y lo que está fuera. “Cuando vi por primera vez este pasillo, donde únicamente hay cemento y concertinas, sentí que necesitaba un elemento poético que restara dureza y presión a los que pasan a diario entre estos dos muros”, dice el cántabro. Sin embargo, ver cómo un pájaro vuela libremente a través del falso hueco sea algo frustrante para los que pasan allí cada día. Al fin y al cabo, volar es casi siempre sinónimo de libertad, algo de lo que carecen.
Para acabar, Muros huecos juega con esta misma idea, esta vez acercándose más al estilo surrealista de Magritte, cuyas obras representan de manera confusa y enigmática lo que está dentro y lo que está fuera. “Cuando vi por primera vez este pasillo, donde únicamente hay cemento y concertinas, sentí que necesitaba un elemento poético que restara dureza y presión a los que pasan a diario entre estos dos muros”, dice el cántabro. Sin embargo, ver cómo un pájaro vuela libremente a través del falso hueco sea algo frustrante para los que pasan allí cada día. Al fin y al cabo, volar es casi siempre sinónimo de libertad, algo de lo que carecen.
Lo que está claro es que ahora, las paredes frías y grises de El Dueso ya no lo son tanto. El artista dice que “lo importante es cómo perciben y viven los internos, no tanto las obras en sí.” Y él se ha implicado a fondo, pasando dos semanas con ellos mientras realizaba las intervenciones. “Trabajar con estas personas ha sido una de las mejores experiencias de mi carrera y sin duda lo más motivador de este proyecto”, afirma Pejac. “Durante las dos semanas que ha durado el proyecto, mientras pintábamos codo con codo, hemos charlado y compartido muy buenos momentos juntos”, concluye.
Así que una vez más, Pejac sigue con la subversión del arte. “Aquí las obras se vuelven inaccesibles a su entorno habitual de coleccionistas, galeristas y al público general. Por muchos recursos o contactos que uno tenga aquí está en desventaja respecto a los internos”, dice. Y es este espíritu rebelde y desafiante del status quo el que lo seguirá llevando por el mundo y a otros espacios no convencionales para el mundo del arte donde seguir con su labor artística, social y política.
Así que una vez más, Pejac sigue con la subversión del arte. “Aquí las obras se vuelven inaccesibles a su entorno habitual de coleccionistas, galeristas y al público general. Por muchos recursos o contactos que uno tenga aquí está en desventaja respecto a los internos”, dice. Y es este espíritu rebelde y desafiante del status quo el que lo seguirá llevando por el mundo y a otros espacios no convencionales para el mundo del arte donde seguir con su labor artística, social y política.