Son las once de la mañana en una de las calles principales del barrio de Gràcia, en Barcelona. María Carvajal baja y se acerca rápidamente a la puerta. En su casa nos espera Miguel San Román, su cómplice y mitad en el reciente proyecto Otter. Con toda la simpatía del mundo, nos invitan a conocer su historia y los principios tras los que se esconden. Inevitablemente, todo el apartamento evoca lo que es intrínseco en ellos: espíritu y sensibilidad. Enamorados del concepto único de carpintería, entienden la casa como un templo. Arrancan con una fuerza aplastante, hablando con carisma y con la voluntad genuina de llegar a buen puerto. Aquí están dos jóvenes españoles preparados para renovar los códigos de las cuatro paredes, de invertir el viejo paradigma y transmitir lo que solamente se puede definir como pasión.
Empecemos por el principio, ¿cómo llegasteis ambos a la idea y al proyecto Otter? ¿De qué va realmente?
María: El origen de Otter empezó a coserse hace más de un año, en realidad. ¡Se empezó a gestar porque estuvimos tres meses sin mesa en casa! Teníamos la idea de lo que queríamos: algo diferente, especial, hecho de otra manera… Y en los lugares donde uno suele buscar este tipo de cosas, no encontrábamos nada. Nos pusimos a buscar un carpintero y se dilató bastante más la espera, pero ese fue el origen: querer encontrar a la persona capaz de realizar nuestra idea. También buscábamos otra manera de producir las cosas, porque aunque fuese más lento, era un proceso mucho más bonito. Así fue como conocimos a Zach, quien ha inspirado el proyecto y con quien hemos hecho muchos muebles, como esta mesa, esto de aquí, el banco…
Miguel: Nos dimos cuenta de que la carpintería es una profesión que, aunque ha estado presente toda la vida, sigue un poco escondida. O sea, es como si los muebles artesanales se hubieran quedado en las esquinas, los locales pequeños y oscuros, los talleres… Nosotros encontramos un carpintero y quedamos contentísimos con la mesa, y todo el mundo nos pide su contacto. Así surgió la idea de mostrar, a través de internet, a estas personas.
María: Aunque yo desde pequeña he tenido serrín a mi alrededor; mi padre tenía una carpintería en casa que por aquel entonces me parecía bastante rollo, porque acababa teniendo que barnizar yo las cosas (risas). Pero es muy curioso, porque años después empecé a pensar, “qué pena, porque tengo la idea pero no sé cómo hacer este mueble, ni tengo el tiempo ni las herramientas.” Y varios amigos cercanos de la familia habían trabajado con madera… Supongo que, de alguna manera, eso se queda en algún rincón de tu cerebro y luego aparece. Y al final nosotros, por nuestra propia necesidad, y como venimos del mundo digital, hemos querido hacer un producto (digital) de lo que hemos observado. Ha sido nuestra manera de materializar la idea.
O sea, ¿creéis que habéis empezado una red, o se trata de algo un poco distinto?
Miguel: Sí, se podría considerar que lo que hacemos es validar realmente este interés que teníamos nosotros y la gente a nuestro alrededor. Vemos el valor de la carpintería y nos gustaría conectar con estos profesionales, o sea, que se ha convertido en una red. Queremos que no solamente gente como nosotros pueda contactar con ellos, sino que entre ellos también hablen y se creen sinergias. Ahora estamos viendo que realmente hay un interés, no solamente por parte del cliente, sino por parte del propio carpintero. Por eso estamos trabajando en una siguiente versión de la plataforma, para empezar a mostrar más, a poner cara, presentando los estilos de cada uno.
María: Es clave que uno esté enamorado de su idea para que un proyecto salga adelante, eso es lo primero. Pero lo interesante de trabajar así es que tú eres el primero que tiene que cuestionarse a sí mismo, y eso no es nada fácil (risas). Lo que hemos hecho con Otter ha sido justamente lo que hay ahora, una landing en la que decimos quiénes somos para que nos puedas decir qué es lo que quieres. Lo hemos hecho para ver si la gente, solamente en Barcelona, nos escribía. ¡Y estamos contentos! Nos han contactado treinta personas, incluyendo carpinteros o gente interesada en colaborar. Y esto nos ha permitido, sobre todo, ser capaces de escuchar qué es lo que quiere realmente la gente antes de hacer evolucionar la idea. El proyecto también tiene vida propia, y lo interesante es ser muy open-minded y saber captar qué es lo que está pasando ahí realmente, no solo tu hipótesis.
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¿Y la gente qué suele pediros? ¿Algo más extravagante o algo más sencillo?
María: Un mesa, un aparador… Uno de los primeros pedidos fue una vitrina con un cable para iluminar coches. También recibimos pedidos para amueblar todo el apartamento, un tocador… Pedidos en los que tienes que hablar mucho más porque no se entiende bien (risas). Aunque también hay gente que tiene las ideas súper claras.
Miguel: Y quien se apoya mucho en ti en plan, “necesito una estantería pero no tengo claro que estilo, me gustan estas fotos de Pinterest.”
María: Ahora mismo hemos automatizado todo el proceso inicial de gestión y el usuario ya puede decirnos qué busca en un formulario online, subir fotos de inspiración, poner las medidas, qué colores quiere. Un montón de detalles que hemos ido viendo que son súper útiles para luego hablar con el carpintero. Esto funciona así ahora, que estamos nosotros en el medio, pero cambiará… Los próximos pasos van dirigidos poco a poco a salir de ahí, y que cada vez sea una cosa mucho más libre, de forma que también nos permita escalar la idea y llevarla a otras ciudades.
Miguel: La idea es ir soltando eso y que sea la propia plataforma la que sirva de intermediaria y les ayude a tener esta conversación.
Y que tampoco la cercanía sea un problema, qué sea más grande que Barcelona, ¿verdad?
Miguel: ¡Sí, sí! Poco a poco ir soltándolo y, que si hay gente que se quiere apuntar para ser proveedor en Valladolid, en Berlín o en Londres, puedan hacerlo y empiecen a ofrecer sus servicios allí también.
María: Lo bueno es que nosotros, al final, queremos dar visibilidad a estas personas. Hay profesionales que a lo mejor tienen una web bien hecha, algunos tienen taller y tienda al público. Pero otros no, y por eso nosotros llevamos esta forma de comunicación, de dar valor a esos perfiles, y que tengan esa parte más comercial.
¿Y la estética de los carpinteros? ¿Os da miedo que se pueda perder en el proceso?
Miguel: La gracia es que cada uno tiene un estilo distinto y que no hay dos carpinteros iguales. Y la idea es justamente esa: poder mostrar el producto que hace cada uno y que tú elijas según el estilo.
María: Ahora estamos eligiendo nosotros, miramos qué carpintero es más afín a una cosa u otra. En la landing que estamos diseñando ahora damos conocer el alma de esa persona y enseñamos sus productos, para que el usuario pueda elegir directamente. Que pueda ver quiénes son nuestros colaboradores y que, quizás, ahí pueda encontrar alguna idea y precios.
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¿Muy distinto de Ikea, no?
María: Ese es el trabajo de campo ahora mismo, porque hay de todo. A veces, como en el caso de este aparador, no resulta mucho más caro que uno de Ikea, de hecho la diferencia son cuarenta euros. Pero hay presupuestos de todo tipo, cada carpintero puede ajustar más o menos los precios.
Miguel: Depende también de la pieza. Hay materiales que son mucho más caros, como el metal. Y también es cierto que los muebles son mucho más resistentes a la larga que los de Ikea. Muchos muebles que están hechos en cadena van teniendo más defectos a medida que pasa el tiempo, mientras que con estas cosas vas viendo que siguen súper sólidas y preciosas.
María: La vejez es bella. Si lo cuidas, sigue siendo bonito, y también pienso que ayuda a valorar más lo que tienes. No es por un tema de materialismo, sino que valoro el trabajo tras este objeto, lo cuido, y no estoy pensando en cambiarlo todo el rato, y tirar y tirar.
Miguel: También tienen una historia alrededor. Sabes del proceso, has hablado con el artesano para desarrollar la idea, y al final llega el día en que lo tienes en casa, o te mudas con él. Mientras que otros muebles son, “Black Friday, aproveché y lo compré con 20% de descuento” (risas). Y eso es todo lo que puedes contar de ellos, tienes algo que ya estaba hecho sin tenerte en mente.
Hasta el momento, ¿cuántos carpinteros tenéis con vosotros?
María: Empezamos con dos, y ahora hay doce. Todos son súper diferentes. Eso es lo que más me gusta, que hay personas con perfil de diseñador industrial que han montado su estudio de carpintería y ahora hacen muebles, y son muebles de diseño. Otros llevan cuarenta años trabajando y quieren que vayas a hablar con ellos, te explican las cosas… También tenemos gente que trabaja con un solo tipo de madera, de un determinado estilo.
Miguel: Son personas que aman lo que hacen y lo hacían sin ganar dinero, lo que me parece una buena señal de que realmente les gusta. Por ejemplo, hay un carpintero que trabajaba en publicidad, lo dejó para dedicarse a esto y hace unas piezas increíbles.
María: Es una pequeña comunidad de gente muy positiva, con mucha energía y muchas ganas, de perfiles completamente dispares, pero todos apasionados por lo que hacen y con ganas de cosas nuevas. Refleja la energía que tenemos y con la que nos gusta trabajar.
Y a nivel de sostenibilidad, ¿cómo lo entendéis? ¿Hay alguna norma que os gustaría imponer a los carpinteros o ellos ya tienen claro cómo deben actuar?
Miguel: Tenemos varios carpinteros que reciclan madera. Cualquier cliente que quiera trabajar con ellos tiene que estar de acuerdo para utilizar madera de ese estilo.
María: Cuando hablas de madera reciclada la gente se cree que va a ser un pastiche de cosas, y para nada (risas).
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Hablando de reciclaje… Aquí en Barcelona es habitual que la gente tire a la calle muebles antiguos. ¿Alguna vez habéis rescatado alguno?
María: Yo sí, muchísimos (risas). Miguel me frena bastante en mi síndrome de Diógenes en relación con los muebles. Ahora mismo, lo único que queda es este bonito mueble de carpintero y un pallet. Antes cogía más cosas, ahora, poco a poco, hemos pasado al mundo de la carpintería.
Miguel: De hecho, el primer pedido que recibimos en Otter fue de una persona que quería hacer algo con unos muebles que había encontrado.
Y hasta el momento, ¿alguna anécdota? ¿Algún episodio especial?
María: Somos muy aburridos… (risas). Cada contacto que hemos tenido con los carpinteros ha sido especial, más que anecdótico. Hubo un momento muy clave en el proceso del desarrollo de Otter estando en Reikiavik. Miguel trabaja para Buffer, una herramienta de gestión de redes sociales, y se reunieron allí, coincidiendo con que yo estaba diseñando la página. Tuve la oportunidad de hablar con Leo, el cofundador de Buffer, y fue clave porque él pudo ver el producto casi acabado. Nos dio un feedback súper positivo, e insistió mucho en que lo que lanzáramos fuera solamente para carpinteros, pero que no descartáramos añadir otro tipo de perfiles en el futuro.
Miguel: Lo que él decía es que, si la idea que había dinamitado esto era la carpintería, trabajáramos eso. Que esa idea de “páginas de contactos” fuera el producto, y que el producto en gran parte fuéramos nosotros, en el sentido de hacer las cosas a mano y no pensar en algo demasiado grande.
María: Sí, ayudó a bajarlo a otro plano y sacó el néctar de lo que había, y ese fue un momento clave y un punto de partida, además del privilegio que supuso hablar con este hombre, porque es alguien con historia y, con lo que ha montado, es también una fuente de inspiración bastante fuerte.
¿Y tenéis otras inspiraciones?
Miguel: Queremos aportar otra manera de vivir, de trabajar, de hacer las cosas: si te gusta lo que haces, no lo deberías separar del resto de tu vida. Por ejemplo, Seth Godin ha sido una inspiración en cuanto a persona que lanzó un montón de productos, es una mente creativa increíble.
María: Buffer es un referente fundamental, también Zach como nuestro carpintero estrella, o gente como Agustina Garrigou, que está en un taller en Poblenou lleno de maravillas y de piezas únicas. También nos encanta lo que hace Marc Morro, de quien tenemos esta silla aquí.
¿Y el futuro, cómo lo veis?
Miguel: Dejar a Otter correr por sí misma y ver hacia dónde va evolucionando. Ir construyendo y soltando a la vez, para ir viendo cómo quiere hacer las cosas la gente.
María: El futuro puede ser una sorpresa (risas), aunque estamos poniendo las bases. De entrada, como decíamos, queremos dar un lugar visible a los carpinteros… ¡Pero el futuro yo lo veo en muchas ciudades! La idea es que pueda llegar a muchas más personas y a otros lugares. Al final no deja de ser un producto local, pero en cada ciudad funciona de manera distinta.
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