En el IED Barcelona, la formación en diseño se entiende como un proceso vivo que se alimenta del cruce de disciplinas, generaciones, territorios y tecnologías. Más allá de los límites académicos convencionales, el centro superior de diseño promueve un recorrido experimental, crítico y abierto al presente. Desde esa perspectiva, la participación del alumnado en festivales como OFFF, los premios ADG Laus o el Talent Scouting de ADC*E, se presenta como una extensión natural del aula: una oportunidad para mostrar los discursos propios, ponerlos en diálogo con una audiencia afín y explorar las nuevas formas de relevancia cultural. Hablamos con la directora de la escuela de Visual Arts, Mery Glez, sobre la formación en artes visuales actual, los desafíos de los nuevos creadores y la forma de entender la educación como un impulso, un territorio compartido y un acto de riesgo.
¿Qué significa la creatividad en el contexto de una escuela como el IED?
A través de esta pregunta nos surgía una reflexión sobre cómo entendemos la creatividad realmente. La verdad, no la vemos como un don, porque a veces surge la idea de que te llegan las musas o de tener el don de ser una persona supercreativa. Seguramente muchos de los estudiantes que se acercan, y sobre todo a la escuela de Visual Arts, sí tienen este mundo, este imaginario, esa parte que es creativa: dibujan, fotografían, son curiosos. Por supuesto que esto es algo común a todas las disciplinas de diseño y es algo que forja el carácter. Pero algo que queríamos destacar es que es una capacidad que se entrena, se desarrolla, ya sea desde lo visual, lo conceptual o lo tecnológico, pero todo esto es un training. Para nosotros, ser creativos es, sobre todo, saber preguntar antes que responder. Y es esa parte un poco más filosófica la que estamos impulsando con determinación: aprender a formular preguntas. No tenemos por qué llegar a veces a una respuesta. Hay que tener el coraje de imaginar estas nuevas realidades posibles y nosotros, como diseñadores podemos y debemos hacerlo.
¿Cómo se cultiva una mentalidad creativa más allá de las habilidades técnicas?
Algo común en el IED es que creemos en una educación donde el diseño no solo sirve para comunicar, sino también para cuestionar sistemas, imaginar alternativas y construir nuevas realidades desde lo visual. Y quiero recalcar esta parte porque es crucial: el proceso es tan importante como el resultado. Valoramos el error, el riesgo, la pregunta sin respuesta, desde el diseño gráfico hasta el motion graphics, pasando por el advertising, la dirección de arte, desde la instalación interactiva hasta un ensayo más visual. Cada proyecto es una oportunidad para repensar lo establecido y proponer nuevas formas de estar, mirar, crear y crecer en este mundo. Así es como lo estamos trabajando, dando más relevancia a ese margen de error o de experimentación, más que a un resultado final perfecto. Cultivamos más la experimentación, la colaboración entre alumnos, más allá de las habilidades técnicas. Y aunque todo vaya de la mano, es un proceso más que un destino.
¿Qué rol tiene la experimentación en los procesos formativos del IED?
Te diría que no es una fase del proceso, es el proceso. Es algo que nosotros tenemos muy incorporado, no es algo que hemos adaptado por necesidad del mercado, sino que es algo que, como diseñadores, planteamos como proceso. No solo es probar herramientas nuevas, sino adoptar una postura más abierta al error, a la intuición, a la contradicción. Es algo que nosotros potenciamos porque esto es lo que permitimos a nuestro alumnado: crear estas herramientas que luego puedan defender entre el arte, el diseño y la tecnología, pero lo importante es ir creciendo y entrenando, y crear algo que al final es muchísimo más orgánico.
¿Cómo se trabaja la colaboración entre disciplinas dentro del IED?
En los programas de título de grado está muy marcada y mezclamos a los alumnos de diferentes disciplinas, pero cuando llegan a los programas de másteres y postgrados, esa mezcla se produce de una manera más orgánica y natural, debido a la propia naturaleza de los integrantes de los cursos. Por eso la colaboración es una parte estructural del aprendizaje desde la base. En nuestra formación Undergraduate fomentamos que los proyectos se crucen. Y se interrelacionan graphic, interior, product, moda, etc. El pensamiento contemporáneo creo que forma parte de todo esto. Y es uno de nuestros objetivos que el alumnado entienda que ningún lenguaje es autosuficiente y que hoy más que nunca el futuro es multidisciplinar, que está súper interconectado y es lo que se van a encontrar fuera.

Unwoven Memories.
¿Qué tipo de lenguajes o herramientas están emergiendo con más fuerza en los últimos proyectos presentados? ¿A qué se da más relevancia; a la experimentación tecnológica, a la crítica social…?
Esta es una pregunta que nos están haciendo mucho. Y creo que es bonito también en el ámbito académico poder reflexionar sobre ello. Hay una presencia notable de las realidades extendidas, la IA creativa, que es la que impulsamos a comprender en Visual Arts, la programación visual y las instalaciones inmersivas e interactivas. Desde luego, esta es la parte donde le vemos una presencia más fuerte. Pero también emergen con fuerza otras herramientas críticas. Una cosa son las herramientas tecnológicas, las aplicaciones, pero atención con las herramientas críticas, el humor, la ironía, lo emocional… porque la tecnología no es solo un medio, sino que es un tema por explorar desde la mirada del diseño.
¿Y en cuanto a las temáticas que aborda el alumnado?
Hay varias que se ven de forma reiterada últimamente. La primera sería la crisis de identidad digital y emocional. Lo veo reflejado en muchos de sus proyectos. Y esto es porque les interesa, les inquieta, y ahora que tienen estas herramientas, quieren hablar de ello. Desde luego es uno de los temas que está tomando más fuerza. También la sostenibilidad crítica y el postcrecimiento, porque claro, ya no hablamos de sostenibilidad como antes, sino desde una visión mucho más amplia de todo lo que nos está rodeando actualmente. También sobre las narrativas especulativas, que según van evolucionando se van haciendo más interesantes. Hablan sobre cómo imaginamos los futuros posibles y cómo se van convirtiendo en presentes. En un proyecto que hemos titulado Future Nostalgia, estábamos hablando justo de esto, analizando los finales de los 80 principios de los 90, con Back to The Future, y cómo iba a ser un futuro imposible que para nosotros ya es una realidad. Estas narrativas especulativas son muy interesantes en nuestro presente. Y esto es una llave que tienen los diseñadores. El tema de la memoria colectiva también se repite en forma de archivos —cada vez más, digitales—, explorando cómo podemos recuperar bienes tangibles e intangibles. Al final son temáticas que tenemos alrededor, en nuestra ciudad, o cuando viajamos, o que vemos en exposiciones. En todos estos casos lo que priorizamos es el uso del diseño como herramienta de pensamiento y transformación, a través de lo aprendido, y este lenguaje visual que puede acercar tu concepto y exponerse. Al final es todo un proceso de reflexión, pues la formación académica no solo es una preparación técnica o de formalización.
¿Qué tipos de perfiles encajan en cada programa? ¿Cómo de relevante es la experiencia previa a un curso?
Se están acercando a la educación más avanzada perfiles muy diversos: desde artistas visuales hasta arquitectos, ingenieros, diseñadores gráficos, incluso perfiles de sociología, ciencias políticas o comunicación, que quieren entrar en contacto con estas herramientas para comunicar visualmente y formularse preguntas. ¿Qué es lo que los une? Seguramente un ingrediente común, la curiosidad, esa voluntad de explorar y pensar visualmente. A diferencia de otras formaciones artísticas, quizás no es tan necesario tener una formación previa muy marcada en cuanto a arte. Yo creo que en estos procesos ahora mismo la actitud investigadora y un pensamiento independiente ya demuestran esa madurez intelectual. Algunos de los proyectos más potentes han venido de personas que rompieron con su trayectoria anterior por completo para experimentar con nuevas formas de expresión visual.
¿Qué criterios se usan para seleccionar los proyectos que participan en los festivales?
Se busca un equilibrio en las propuestas, y siempre es a través de un diálogo abierto con el festival. El equilibrio parte de esa solidez entre lo conceptual, un rigor técnico y esa frescura experimental de la que hablábamos al inicio de nuestra conversación. Al final son alumnos exponiéndose en un entorno profesional, y muchas veces incluso es un entorno profesional muy específico de nuestro sector. Y en los proyectos es muy importante que tengan algo que decir, y que lo digan con claridad, pero también con riesgo y autenticidad. Es algo que el mundo profesional acoge muy bien. Es algo que están esperando recibir: ver estas propuestas un poco más frescas, más atrevidas, pero que a la vez pueden ser críticas y tener un acabado y un rigor técnico con una formalización extraordinaria.

Nothing Festival
¿Qué aprenden los estudiantes al salir del entorno académico y entrar en diálogo con una audiencia real? ¿Qué pueden aprender los estudiantes con esta participación que no podrían aprender en un contexto puramente académico?
Para nosotros, cada festival representa para el alumno un punto de inflexión. Es un escenario extraordinario, porque es donde ellos van a estar siempre mirando, descubriendo y aprendiendo. No se trata solo de presentar un proyecto para una entrega académica, que es lo que suelen hacer en las aulas, sino de hablar al mundo real, con todos los matices, todas las exigencias. Cambia completamente la forma en la que se preparan, editan y explican el proyecto. El foco se traslada de estar en el aula y dirigirse al profesor y los alumnos, al público real, y es ahí donde hacemos el gran salto. Esto implica una gran transformación: ganan perspectiva, responsabilidad, confianza, madurez intelectual y personal. Como siempre les decimos, mejor que tú, nadie puede explicar tu proyecto. Aprenden que el diseño no vive en una burbuja, y les acercamos a esta experimentación, en la que necesitas un contexto, un relato, una historia al final que contar, que envolver, y una intención. La audiencia externa no son solo profesionales, sino que también pueden ser otros creativos, y los alumnos reciben una retroalimentación impagable. Les resulta muy valiosa y a veces surgen cuestiones inesperadas, porque nacen nuevas preguntas y reflexiones sobre sus propios proyectos. Lo más importante en este momento es el proceso de exposición. Asumir que el proyecto está vivo, que puede incomodar, que puede emocionar, que puede generar debate, y que para todo esto hay que ir preparado. Y ahí está, yo creo, el verdadero aprendizaje, entender que diseñar también es entrar en esta conversación y que nos rodean todo este tipo de preguntas, de dudas, de sugerencias, de reflexiones, resultando una experiencia muy valiosa.
¿Cómo enfoca el alumnado cada festival? ¿Qué diferencias existen entre presentar un proyecto para un contexto como OFFF, más ligado a la innovación digital, y un contexto como ADG Laus, con un enfoque más dirigido a la identidad y calidad visual?
Muchas veces los proyectos no nacen para un festival en concreto, sino que hacemos una propuesta y se seleccionan y adaptan estos proyectos para ir a estos festivales. Como tú dices, primero hay que entender los diferentes entornos, como OFFF o Laus. OFFF es una celebración del diseño como herramienta de innovación y narrativa visual. Entonces, los proyectos que vamos a proponer al equipo de OFFF y con los que vamos a trabajar van a cubrir más esta parte. Ellos siempre quieren esta explosión entre lo digital, lo tecnológico y las narrativas. Y la verdad es que son excepcionales, es un equipo con el que trabajamos súper bien. Laus tiene un enfoque más vinculado a la identidad, a la funcionalidad y a la claridad comunicativa. Al final ellos también son una asociación de profesionales del mundo visual, entonces son ecosistemas completamente diferentes y el reto está en adaptar los proyectos sin perder su autenticidad. Es más bien cómo se explica el proyecto, y cómo se formaliza en el tipo de escenario en el que lo vas a presentar y el público que lo va a recibir.
Proyectos como Ex-Machina, Adulthood - Life Overload o Nothing Festival tienen una evidente sensibilidad compartida: una mirada crítica sobre el yo y los sistemas que habitamos. ¿Crees que este tipo de posicionamientos nace de una inquietud generacional o también es parte de esta metodología concreta que fomenta cuestionar, no solo crear?
Cuando has puesto juntos estos proyectos reflexionando sobre cómo, efectivamente, son proyectos con una mirada generacional, has dado con la clave. Es una mirada generacional clarísima. Pero también refleja, como decías, esta parte de la pedagogía que impulsa a cuestionar antes que complacer. Y yo creo que todos estos proyectos tienen estos factores. Entonces, fomentamos una escuela en la que no solo formamos diseñadores, sino también pensadores visuales, que sepan leer el mundo que habitan a través de estas herramientas. Volvemos un poco a lo que comentábamos al inicio, que no es buscar la respuesta sino cómo formulamos estas preguntas.

Ex-Machina
Adulthood - Life Overload también utiliza la exageración visual y el humor para hablar de temas muy vitales como el paso a la adultez. ¿Qué papel tiene el humor y el exceso visual como herramientas para abordar temas emocionales complejos dentro del aprendizaje creativo?
Este proyecto efectivamente busca ese punto de ironía y humor. Desde un entorno profesional, la concepción que se tenía antes de esta generación era más tradicional, y quizás ahora lo que más valoran es este punto de riesgo. ¿Qué valor puede tener el humor o un exceso visual que roza los límites de lo aceptable en un aprendizaje creativo? Es algo que es, de nuevo, generacional. El humor es una herramienta poderosa. Y en un contexto formativo permite también desarmar lo solemne, lo rígido, lo traumático. Y en Adulthood - Life Overload, por ejemplo, demuestra que es un lenguaje contemporáneo que el alumnado domina de una forma muy natural, y que usamos como puerta de entrada a conversaciones más profundas. Puede estar ligado efectivamente a la edad que tienen, a la generación a la que pertenecen y, también, a la cultura visual de la que provienen. En el IED potenciamos este enfoque. Entendemos que el diseño también puede ser catártico, emocional, incómodo y divertido, pero a la vez controvertido, sensible, subversivo. Y se puedan colocar ahí.
Otros proyectos como Ugly Manifesto también cuestionan el acercamiento de los diseñadores a estéticas menos atractivas, provocadoras e imperfectas. ¿Crees que esta inclinación irónica hacia lo feo o lo menos convencional está ganando terreno como una forma de resistir a los cánones estéticos dominantes? ¿Qué papel tiene la disonancia visual en la formación crítica del alumnado?
Sobre el ugly style, que durante los procesos académicos también es algo que debatimos, y este año aún más puesto que teníamos la nominación de ADG Laus con este Ugly Manifesto sobre lo no convencional [y que finalmente ha ganado el Laus de Oro], ha sido muy interesante porque cada vez más los estudiantes se sienten libres para romper con lo pulido y lo perfecto. Lo feo se vuelve una estética de resistencia y una forma de desmontar cánones. Algo que nos encanta, porque en ese desvío aparece una crítica visual muy potente que forma una parte vital del aprendizaje.
El proyecto Unwoven Memories de Thinh Truong ganó uno de los Laus de Oro en los premios ADG Laus, además de vuestro premio Best Thesis Awards y ha sido expuesto en la Design Week Shangai. Es un proyecto que gira sobre la memoria colectiva y su traducción en un lenguaje visual nuevo. ¿Por qué crees que es tan relevante un proyecto como este, generado en base a una experiencia comunitaria, donde el público también participa en el proceso de creación?
La acogida en la comunidad de estudiantes y profesionales de este proyecto ha sido excepcional, y no solo por la premiación. También la recepción del público ha sido muy cálida porque es un proyecto precioso, que invita al espectador a formar parte del proceso. Habla de esta memoria colectiva y de cómo el diseño puede crear espacio para lo común, que finaliza en una pieza. Es un lenguaje visual muy poético pero está cargado de sentido: cada forma, videoproyección o muestra tiene un sentido, y esto es lo que lo hace relevante. Genera esta curiosidad y debate del que hablábamos, que al final es el objetivo que buscamos con nuestros proyectos. Algo que fomentamos mucho es dar voz, como hemos hablado, para que no sea algo que venga tan impuesto por las generaciones anteriores y que sea un trabajo de escucha entre todos. Porque si impulsamos este cruce intergeneracional, también debemos impulsar que las personas estén igualmente conectadas. Y en un escenario como el IED Barcelona, en el que hay casi 100 nacionalidades, es un espacio muy internacional donde nuestra lengua común es el diseño. Tenemos que escucharnos para aprender, obviamente con las preguntas vitales: quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos. Pero sobre todo entender que nuestros intereses son más comunes que distintos, y las generaciones son las presentes y están mirando de la manera que mostramos y presentamos en cada festival, y que al final proyectamos a todo el mundo desde el IED.

Ugly Manifesto

Adulthood - Life Overload