Torrefacción y divinidad invaden su imaginario. La fotógrafa María Moldes nos muestra el otro lado de las playas de ensueño del Mediterráneo. Abuelas dicharacheras de risa jocosa y pieles arrugadas sin complejos y con mucha, mucha personalidad. Sus robadas instantáneas de lo cotidiano nos demuestran que no se deja de ser bello cuando nos hacemos mayores; existe el esplendor más allá de la juventud.
Jubilados y pensionistas son su musa y Benidorm su escenario estrella. Expresivas, emperifolladas y desvergonzadas, parecen estrellas de Hollywood retiradas como lagartos al sol. Lejos de ridiculizarla, alaba a la gente mayor. Para ella son héroes, divertidas criaturas sabias y una gran fuente de inspiración. iPhone en mano y junto a su feroz capacidad de observación, María Moldes capitanea la revolución de la fotografía móvil; sus tres series Escenas de la vida radioactiva, Gammacity y Bloop son prueba de ello.
María, ¿puedes definir tus proyectos en una sola frase?
Creo que son una visión irónica, melancólica y surreal de nuestra época.
¿Cómo le explicarías tu obra y tu estilo a alguna de las entrañables y tan torradas jubiladas a las que fotografías?
He tenido la oportunidad de conocer a alguna de ellas tiempo después de hacer la foto y no he tenido que explicárselo, creo que lo han entendido perfectamente. Al principio les sorprende que alguien se fije en ellas, pero en cierta forma se sienten halagadas; y conociéndome en persona, ven claro lo inspiradoras que son para mí.
Tu primera serie fue Escenas de la vida radioactiva, que nace en las playas de Benidorm. Tengo entendido que lo empiezas únicamente por pura diversión. ¿Cómo pasa de ser algo personal a un proyecto profesional?
Sí, al principio fue un impulso lo que me llevó a hacerlas sin pensar más allá. Eran fotos que hacía para mí, pero el proyecto crece a medida que lo empiezo a compartir en redes sociales. Eso ha hecho que se empezase a conocer dentro y fuera de España, lo que me ha llevado a convertirlo en un proyecto más profesional de manera orgánica.
Has expuesto en Francia, Alemania y Estados Unidos. ¿Cómo son las reacciones?
Las reacciones han sido muy buenas. En realidad, mi trabajo empezó a gustar primero en Estados Unidos, allí fue donde salí por primera vez en prensa, en revistas online y blogs especializados. Después le siguieron Alemania, Inglaterra y este último año he hecho muchas cosas en Francia. Las redes sociales me han permitido mover mi trabajo por todo el mundo de forma totalmente autónoma.
Tus fotografías son un guiño a la vejez. Lejos de ridiculizar a los personajes que retratas, los elogias y aplaudes, rompiendo y boicoteando los cánones tradicionales de belleza. ¿Qué es para ti entonces la belleza?
Siento atracción por lo diferente, lo raro, aquello a lo que normalmente la gente no presta atención. Me aburre mucho la imagen de sociedad que nos venden los medios de comunicación y la publicidad –además de que claramente no es la realidad. Prefiero aceptar esta época y buscar la belleza en lo común, en lo real.
“Estamos en una época decadente, lo que me ha empujado a buscar, entre todas las realidades, una que sea más atractiva para mí, un antídoto para sobrellevar tanto culto a la juventud, a lo superficial, tanto estar alienados, tanto consumismo. Yo destruiría todo el sistema para volver a hacerlo de nuevo.”
Sin embargo, no solo retratas a gente mayor. Tus imágenes también van tras lo kitsch, lo grotesco, incluso lo hortera. ¿No te ves tentada a fotografiar a gente joven que también luce esta estética?
No estoy cerrada a nada, alguna vez he fotografiado a algún joven pero es más difícil que me llamen la atención. Creo que ya hay suficientes fotos de gente joven con todo tipo de estéticas. Sin embargo, no existen tantas sobre gente mayor. Y si las hay, siempre nos transmiten la imagen de una vejez estereotipada, de seres frágiles a los que hay que tratar como niños o por los que hay que sentir compasión. Yo prefiero verlos como personajes interesantes sacados de alguna película de Alfred Hitchcock o Pedro Almodóvar.
Tu obra es algo más que fotografías rompedoras, originales y marcianas; tienen una carga emocional y discursiva. Dices usar la fotografía para mostrar tu punto de vista sobre cómo te gustaría ver la sociedad que todos compartimos. ¿Cuál es ese punto de vista?
Mi punto de vista es que estamos en una época decadente, lo que me ha empujado a buscar, entre todas las realidades, una que sea más atractiva para mí, un antídoto para sobrellevar tanto culto a la juventud, a lo superficial, tanto estar alienados, tanto consumismo. Yo destruiría todo el sistema para volver a hacerlo de nuevo.
Dices que normalmente no sueles pedir permiso antes de tomar la foto. ¿Alguna vez te han pillado, y cómo es su reacción? ¿Tienes alguna anécdota?
Nunca he tenido ningún problema, pero supongo que si te pillan lo mejor es tirar de sonrisa –que siempre funciona– e intentar explicar lo que haces.
Tres elementos clave que hacen que saques el móvil para congelar el momento.
Una muy buena luz, color y que esté ante una escena que me inspire algo a nivel narrativo.
¿Qué es lo más valioso que has aprendido en estos cuatro años?
He aprendido muchas cosas: a aceptar la época que me ha tocado vivir, a darme cuenta observando a la gente mayor de que la vida pasa muy deprisa, y que muchas veces no nos da tiempo a asimilar la edad que tenemos. Y como estas, muchas otras. En general, para hacer fotografía, necesitas hacer un ejercicio de observación y reflexión que siempre es enriquecedor a nivel personal.
Me encantaría seguir viendo más de tus series de instantáneas de gente dicharachera y sin complejos. ¿Cuáles son tus planes de futuro?
La gente de ese tipo es un imán para mí, probablemente seguiré fotografiándolos mucho tiempo, pero mis planes a corto plazo son primero terminar mi tercera serie, Bloop, y también este invierno empezar la nueva, que será bastante diferente de lo que he hecho hasta ahora.