En teoría, el corazón de un vampiro no puede latir, pero María León lo ha conseguido en la nueva miniserie Silencio, de Eduardo Casanova, que se estrena el próximo 1 de diciembre en Movistar Plus +. Junto a Lucía Díez, la actriz ha sacado a la luz un romance vampírico que mezcla dolor, pasión, incertidumbre y sobre todo miedo. La trama se sostiene por varios paralelismos que ayudan a entender la crisis del SIDA de hace décadas: vampiros vs homosexuales, huir de la peste negra vs temer al sida, o salir al sol vs salir del armario.
Los vampiros no existen, pero a lo largo de la historia se los ha descrito como monstruos, seres malignos, símbolo de lujuria, tentación y sensualidad. Un fenómeno muy parecido a las etiquetas que la comunidad LGBTIQ+ ha sufrido durante años, y que todavía a día de hoy sigue sufriendo. Y es en este cruce entre historia, estigma y valentía donde María León nos regala una actuación visceral, llena de humanidad y amor, recordándonos que incluso en la oscuridad más absoluta puede surgir un rayo de luz.
Quería empezar felicitándote por el papelón que has hecho, realmente increíble. ¿Cómo te sientes con el trabajo que has hecho? ¿Estás contenta con el resultado?
La verdad es que sí. Como actriz, desde fuera es muy difícil ver los trabajos y reconocerme en ellos, y en este caso no me he identificado para nada. Sin embargo he visto algo muy real, y eso me ha gustado mucho: poder ver el resultado que consigue Eduardo con el montaje y con la unión de la serie.
Durante el rodaje estás tan implicada en la entrega y en el hacer que no eres del todo consciente, y eso forma parte del riesgo tan divertido que puedes permitirte con un director en el que confías. Trabajar sin saber exactamente hacia dónde va a ir todo y después descubrir el resultado es un desafío arriesgado, pero hay un personaje que cuenta algo importante y que transmite. Para mí eso era lo esencial.
¿Cómo te llegó la propuesta? ¿Dijiste que sí desde un primer momento?
Sí, creo que ni siquiera leí el guion. Lo digo en serio. Si esta propuesta de escena y de personaje hubiera venido de otro director o directora, probablemente no me habría atrevido. Pero al tratarse de Eduardo había una entrega absoluta, tanta, que acepté sin saber exactamente lo que tenía que hacer.
¿Cómo fue el proceso de meterte en el papel? ¿Hiciste alguna investigación?
No, el personaje estaba escrito de forma muy específica para mí. Eduardo y yo nos conocemos mucho, tenemos una relación muy cercana, de gran familiaridad y amistad, así que hay un conocimiento mutuo y muchas referencias compartidas. Él compuso y escribió el personaje a partir de esas referencias que consideró que podían tener relación conmigo y se entendía perfectamente. Así que lo único que hice fue llegar al set y preguntarle, ¿dónde y qué? A partir de ahí, era jugar, divertirme y descubrir qué sucedía.
Eduardo tiene algo muy particular: lo tiene todo muy claro. A los actores nos da mucha libertad para trabajar, pero su claridad es tal que sientes la responsabilidad de intentar materializar lo que está en su cabeza. Además, hay una composición técnica enorme alrededor: el plano, la luz, el arte. Todo construye la imagen que cuenta lo que tu personaje debe transmitir. No te queda otra que confiar porque entiendes que no es solo tu trabajo como actriz, sino la suma de todos esos elementos. Es, digamos, un caramelo con un envoltorio muy importante que te ayuda a alcanzar un objetivo tan complejo.
“Durante el rodaje estás tan implicada en la entrega y en el hacer que no eres del todo consciente, y eso forma parte del riesgo tan divertido que puedes permitirte con un director en el que confías.” 
¿Cómo es tu relación con tu personaje, Triana?
Percibo que es uno de los personajes más humanos y auténticos que he hecho nunca. Muestra todas sus vulnerabilidades desde una autenticidad y una ansia de vida que, personalmente, me identifica como ser humano. Vive en una época muy concreta marcada por estigmas profundos: sale de un pueblo con el deseo de expresar una sexualidad que entonces era compleja, llega a la gran ciudad para gritar quién es y se encuentra de frente con esos estigmas. Era un momento en el que estaban golpeando con fuerza la pandemia de la heroína y del sida, y había un desconocimiento enorme en torno a todo ello, y muchas veces era la gente que más buscaba libertad y encontrarse a sí misma la que quedaba más expuesta.
Triana es una mujer con muchísima fuerza, con mucha sexualidad y con unas ganas inmensas de vivir, pero la sociedad de su momento, por querer tener todas esas libertades, termina arrinconándola. Como decía, por el impacto de la heroína y del sida, y luego también por la lucha constante por encontrar una cura, avanzar, romper el estigma y superarlo. Y ser muchas mujeres a la vez la hace profundamente real y humana.
A menudo estos personajes se construyen buscando un final feliz para tranquilizar a la sociedad, como si tuvieran que estar correctos, bien peinados, sin equivocarse, sin sentir, sin sufrir y sin mostrar su vulnerabilidad. Esos son los personajes menos reales. En este caso, ella cuenta todas sus vulnerabilidades con orgullo, defendiendo quién ha sido y quién es. Y, sobre todo, está la importancia del poder del amor: es el amor lo que la ayuda a avanzar y a salir de las enfermedades por las que atraviesa.
Silencio es una serie que se basa en un evidente paralelismo entre vampiros y homosexuales, entre la peste negra y el sida. Ambos grupos son perseguidos y repudiados por pura ignorancia y fervor a los mitos, se les culpa de todos los males. Irónicamente, en ambos ejemplos los persigue de trasfondo el fanatismo de la Iglesia católica. Está claro que los vampiros no existen, pero, como hemos podido ver, su historia puede ser muy similar a la de la comunidad LGBTQ+ en los años ochenta. ¿Cómo percibes esta equivalencia?
Creo que es un paralelismo bastante acertado. Las referencias que solemos tener, o al menos las que tengo yo, que reconozco que no soy especialmente conocedora del género, no tienen nada que ver con las vampiras que vemos aquí. Normalmente se representa a los vampiros como seres muy sexualizados, elegantes, atractivos. Y aquí no es así.
Habéis hecho lo contrario a sagas como Crepúsculo o Crónicas vampíricas.
Exacto. En este caso vemos a unas vampiras mucho más terrenales, más reales, en las que todo aquello que tradicionalmente se dice sobre ellas (lo sexualizado, lo de morir con la luz, contagiar, etc.) se replantea desde otro lugar. Resulta muy interesante empezar desde este género rompiendo estigmas, incluso ya desde la propia figura del vampirismo, ofreciendo una perspectiva diferente para que, a partir de ahora, podamos sentirnos más identificados.
A lo largo de los tres episodios aparecen toques de humor muy sutiles pero realmente brillantes que ayudan a respirar dentro de una historia tan densa y oscura. Al mismo tiempo, hay una escena especialmente desagradable y difícil de ver en la que compartes plano con tu hermano, Paco León.¿Cómo es trabajar codo con codo con alguien tan cercano? ¿Se transforma vuestra relación en el set?
Trabajar con Paco es un poco igual que trabajar con Edu, y eso es una ventaja. Hay un amor y una admiración absoluta entre nosotros y nos respetamos como una familia, con lo bueno y lo malo. Con Paco siempre estamos en el mismo mood que con Eduardo: trabajamos desde el amor hacia la profesión y hacia el cariño que nos tenemos. Por suerte nos admiramos y nos divertimos juntos, así que cada vez que nos dan la oportunidad de trabajar en equipo es un juego de hermanos absoluto.
¿Crees que tu madre, tu hermano y tú entendéis el cine de la misma manera, o cada uno valora aspectos distintos?
Completamente diferente. Igual que son tres carreras completamente distintas, nuestras miradas también lo son. Quizá Paco y yo podamos acercarnos más por edad y por época, pero lo bonito es que cada uno ve su realidad a través de su propia retina y tiene una relación muy diferente a la hora de observar y contar historias.
Eres una actriz consolidada desde hace muchos años, ¿te sentiste cómoda haciendo esos desnudos y escenas sexuales? ¿Contasteis con un coordinador de intimidad? Lo digo porque hay actores y especialmente actrices que lo pasan mal con este tipo de secuencias.
Estoy de acuerdo en que hay que cuidar mucho, especialmente a las mujeres, aunque también es cierto que los hombres pueden estar desprotegidos cuando hacen un trabajo en el que se exponen y prestan su cuerpo para contar un personaje. En este caso había una confianza absoluta y un proyecto en común. Eduardo, para poder hacer este rodaje, ha creado una obra maestra con muy poco dinero, con muy poco tiempo y, sobre todo, con una entrega enorme y un equipo trabajando completamente unido. Personalmente, si otro director me hubiera pedido hacer algo así, no lo habría hecho.
Y no hablo de comparativas, incluso si fuera uno de los mejores directores que tenemos en España. Si no me ofreciera la misma libertad y autenticidad, no lo habría hecho. Sobre todo porque aquí tenía una utilidad real: no se trataba de un desnudo gratuito sino de algo que formaba parte esencial de la historia. Yo no veía a María mostrando un cuerpo; veía a un personaje contando algo importante. Por eso me sentí muy tranquila, iba sobre seguro.
También creo firmemente que no todo vale por amor al arte. Es fundamental cuidar y establecer protocolos en los equipos porque somos mucha gente, y esos son momentos muy vulnerables para los actores.
Naciste en 1984, en medio de la pandemia del sida, momento en que la sociedad entera estaba aterrada con esta enfermedad. Aunque eras muy pequeña para recordar, ¿alguna vez tus padres te contaron cómo fue vivir ese momento?
No, porque sobre ese tema sigue habiendo silencio. Aunque haya pasado, cuando no existe información permanecen los estigmas. Y hoy por hoy estoy segura de que, por ejemplo, mis padres, al ver Silencio, han aprendido y descubierto cosas de las que no tenían ni idea. Esa es la función principal de la serie: primero, poder ver personas reales y humanas desde un género como el terror, y segundo, contar algo que tendríamos que tener mucho más presente y sobre la mesa para relacionarnos con ello con más tranquilidad y, sobre todo, con más poder. Porque cuando uno tiene información, tiene poder. Y es verdad que hay mucha desinformación y mucho estigma.
Creo que en la época en la que vivimos, que ya parece algo antiguo (o debería parecerlo), no lo es. Por eso es importante que podamos hablar del tema con total libertad y naturalidad, teniendo en cuenta todo lo que hemos tenido que vivir, sobrevivir y combatir hasta encontrar una cura.
“Creo firmemente que no todo vale por amor al arte. Es fundamental cuidar y establecer protocolos en los equipos.”
Han cambiado muchas cosas pero el estigma no ha desaparecido en absoluto.
Se lo decía a Eduardo, por lo visto, hasta 2023 las personas con VIH no podían portar armas. Es decir, si eras policía y tenías VIH, no podías ejercer como tal porque no podías llevar una pistola. Es muy fuerte. No entiendo qué sentido tiene, pero hasta 2023 eso ha sido así. Por eso es tan importante hablar de este tema ahora, en un mundo que presume de estar tan avanzado y abierto, donde hablamos de muchas cosas pero, en realidad, de muy pocas que sean realmente importantes. Y si algo tiene Silencio es que es real y actual.
Volviendo más a tus inicios, ¿cómo fue ese primer acercamiento a la actuación? ¿Qué te llevó a entrar en este oficio tan intenso y qué referentes artísticos te acompañaron en ese camino?
En mi casa siempre ha habido una conexión muy fuerte con la cultura. Tengo un hermano diez años mayor que yo, desde pequeña lo vi crecer y estudiar, y siempre hubo mucho amor hacia el arte en general. En mi familia, el que no pinta, escribe; el que no, toca el piano. Siempre hay alguien vinculado a la creación. Incluso tengo familia en el circo. Así que el espectáculo, la música y la cultura han estado siempre muy presentes.
Mi primer gran referente fue mi hermano mayor. Por suerte lo tuve cerca en casa y pude crecer con esa referencia con la que me conecté desde el primer momento, porque es algo que simplemente sentí que funcionaba y era mi lugar. Cuando llegó el momento de decidir a qué quería dedicarme, entré en este mundo y encontré, creo, uno de los grandes amores de mi vida.
Por otro lado, has hecho tanto series de televisión como cine y teatro, ¿con qué disfrutas más y por qué?
No sabría qué elegir porque me gusta todo. Ahora estoy haciendo teatro y el proceso y el viaje son completamente diferentes. Es necesario para encontrar cosas como actriz y tocar tierra. Pero el cine también me gusta muchísimo, es otro tiempo y otra manera de contar historias. Me interesa mucho la técnica, es algo con lo que los actores debemos aprender a convivir para poder crear y desarrollar nuestro trabajo, porque muchas veces la técnica puede hacer la mitad del trabajo del actor.
Las series me gustan menos por la rapidez con la que se trabajan. Pero buscando algo positivo, es cierto que me han servido para hacer gimnasia mental al memorizar y aprender a resolver como actriz una secuencia con todas las dificultades que implica no tener tiempo y ser la última pieza de atención en un set donde hay mil prioridades antes que la tuya. Eso desarrolla una habilidad de adaptación que también es valiosa. Así que, al final, cada cosa tiene su momento.
¿Hay algún género que aún no hayas tocado? ¿Cuál te ha costado más? Tienes una carrera muy completa y creo que has hecho un poco de todo.
Me haría muchísima ilusión protagonizar alguna película de terror, poder pasar hora y media expresando emociones solo con la cara, eso me apasiona. Y, en otro sentido, dirigir sería lo siguiente, claro. Ya hemos practicado un poco en ese ámbito y, por suerte, seguimos practicando.
Para ir acabando, ¿cómo definirías Silencio en una palabra?
Vaya, qué buena pregunta, y qué difícil. Lo definiría con vibrante. Hay terror, comedia, música de género, referencias cinematográficas, muchísima política y referencias sociales. Vibra por todas partes.
Maria_Leon_4.jpg