¿Qué tienen en común el cine quinqui, Jim Jarmusch y la Nouvelle Vague? Que todos ellos han sido referentes para Luis (Soto) Muñoz, quien dirige Sueños y pan. Este largometraje, que acaba de presentar en la 72ª edición del Festival de Cine de San Sebastián tras un largo recorrido por otros festivales, nace de la pulsión del cine periférico y de la soledad del Madrid de los descampados. Con una poética visión de la vida cotidiana y las relaciones humanas, que encarnan los actores George Steane y Javier de Luis, ha seducido a la crítica y al público joven, ofreciendo una nueva mirada sobre los pilares estéticos del cine quinqui.
Hola, Luis, para empezar, ¿cómo y cuándo empieza el proyecto de este largometraje?
¡Hola! Soy de un pueblo de Córdoba que se llama Baena, me vine a estudiar a Madrid a la escuela TAI y me encontré con una serie de personas tan enérgicas como yo. Nos pusimos como meta en primero de carrera rodar una película de cara el año siguiente. Encontramos todo este imaginario del cine quinqui, sobre todo una película que nos gustaba mucho, Los golfos, de Carlos Saura.
¡Buenísima!
Pues fue toda esta aproximación al universo madrileño porque nosotros estábamos en una ciudad por descubrir y queríamos hacer una película que nos ayudara precisamente a eso, a descubrirla. Buscando referentes de largometrajes que se habían rodado en Madrid encontramos este, que gira entorno las periferias.
Los descampados.
Justo, en el término medio. Dijimos, vamos a hacer una peli igual. La fuimos escribiendo pero tenía muchos referentes porque nos llegaban muchos inputs por la escuela, desde la Nouvelle Vague hasta Bresson, que nos empezaban a flipar. Escribimos un guion que amalgamaba todo esto y salimos a rodar a principios de 2019. Lo hacíamos los fines de semana, los domingos que podíamos; el equipo era muy reducido, éramos los cuatro amigos de la carrera. Y luego llegó el Covid.
Os paró el rodaje.
Justo, tuvimos que parar el rodaje; pasó un año entero hasta que retomamos la película. Cuando lo hicimos cambiamos el guion, que ahora tenía conceptos más sólidos y era una película más redonda que en su momento. Así que la hicimos en dos tramos.
¿Y durante cuánto tiempo, con este parón de por medio, estuviste escribiendo el guion entonces?
Es un poco complicado porque dividíamos el guion en dos partes, también con los actores. Estaba la primera, de escritura, la versión en papel que todo el mundo lee. Y luego adaptar eso a las localizaciones. Era una cosa mixta porque a veces escribíamos a partir de las localizaciones, o reescribimos muchos diálogos cuando conocimos a los actores. De hecho, había veces que tocaba rodar el sábado y el viernes teníamos ensayo, y cambiábamos la escena porque en el ensayo habíamos encontrado algo superguapo.
¿Cómo conoces a los actores de tu película?
Ellos estaban en mi universidad también.
¿Y cómo fue el trabajo con ellos, qué crees que aportaron al guion o a los personajes?
Ellos son un poco los personajes per se. Me refiero, no están en las circunstancias de los personajes, no son familia. Pero tienen esa personalidad que yo quería en ellos. Queríamos una persona muy impulsiva, muy habladora y que se comiese físicamente al otro, y también buscábamos a otra más introvertida, más responsable según el conflicto. Y Javi y George en la vida real son un poco así.
George aporta mucho de sí mismo, de cómo actúa y se sorprende en la vida real. Y Javi igual, es actor de teatro y aportó esa cultura del gesto. Yo aprendí mucho de ellos a la hora de construir sus personajes porque en su momento eran mucho más planos, cogieron profundidad a raíz de lo que ellos como personas trajeron a los ensayos, y luego lo que como actores trajeron al rodaje, que fueron aportaciones para hacerlo todo más orgánico.
George aporta mucho de sí mismo, de cómo actúa y se sorprende en la vida real. Y Javi igual, es actor de teatro y aportó esa cultura del gesto. Yo aprendí mucho de ellos a la hora de construir sus personajes porque en su momento eran mucho más planos, cogieron profundidad a raíz de lo que ellos como personas trajeron a los ensayos, y luego lo que como actores trajeron al rodaje, que fueron aportaciones para hacerlo todo más orgánico.
Qué bonito. Yo creo que eso también se respira en la película, tienes una manera de grabar muy libre y quería preguntarte por qué, de alguna manera, tu película trabaja sobre los moldes estéticos del cine quinqui y la fascinación por la Nouvelle Vague. ¿Cómo de evidentes eran tus referentes durante el rodaje?
Nos ha pasado un poco esto, que la mitad de las películas que referenciamos en Sueños y pan van apareciendo un poco sobre la marcha porque eran desconocidos. Hicimos el film sin conocer el cine de Jim Jarmusch, lo descubrimos al quinto día de rodaje; nos encantó todo lo que hace él y empezamos a pensar secuencias en torno a su ideología fílmica.
Los referentes están muy presentes durante el rodaje, pero sobre todo porque eran personas, figuras e ideas del cine que descubrimos in situ mientras rodábamos la película. Que se te dilate dos años es lo que tiene, te cambia la mirada y aporta nuevas maneras de ver. Al ser tan jóvenes nosotros, es el tema de un chaval que llega a Madrid y le descubren la Nouvelle Vague y flipa.
Los referentes están muy presentes durante el rodaje, pero sobre todo porque eran personas, figuras e ideas del cine que descubrimos in situ mientras rodábamos la película. Que se te dilate dos años es lo que tiene, te cambia la mirada y aporta nuevas maneras de ver. Al ser tan jóvenes nosotros, es el tema de un chaval que llega a Madrid y le descubren la Nouvelle Vague y flipa.
Claro, ¿cómo ha sido el proceso de montaje?
La película la monté yo. Suelo hacerlo con un colega, Rafa, que también es de mi pueblo, y ha hecho el resto de mis pelis. Pero justo en esta era tal marrón el montaje que preferí comérmelo yo y no involucrar a nadie, era un poco un castigo. Tardé un año en conseguirlo porque no la monté de seguido, fui poco a poco. La putada fue la sensación de que había cosas técnicas muy fallidas en los primeros tramos, escenas que, quieras o no, habíamos rodado con dieciocho o diecinueve años. Y había cosas que no estaban pulidas del todo, por presupuesto, por habilidad.
Dos años después, cuando terminamos el rodaje, estaba todo mejor rodado, todo mucho más claro, todo era más coherente. Tuvimos que hacer un trabajo de equilibrar la película, de que no te dieras cuenta de que hay estos saltos de calidad tan tochos. Tuvimos que recurrir a muchos efectos de montaje, voces en off o imágenes congeladas, que de alguna manera cohesionan la película.
Dos años después, cuando terminamos el rodaje, estaba todo mejor rodado, todo mucho más claro, todo era más coherente. Tuvimos que hacer un trabajo de equilibrar la película, de que no te dieras cuenta de que hay estos saltos de calidad tan tochos. Tuvimos que recurrir a muchos efectos de montaje, voces en off o imágenes congeladas, que de alguna manera cohesionan la película.
¿Los escaneos también?
Justo, eso llegó después.
La decisión de que fuese en blanco y negro, ¿a qué se debe?
Hay dos factores, uno romántico y otro pragmático. El romántico es por Los golfos, de Saura, que también es en blanco y negro. Al salir a la calle a buscar lugares donde rodar con esa película en mente, empezamos a hacer las fotografías de localización en blanco y negro, así que tomamos la decisión casi sin darnos cuenta. Luego hay un factor más lógico: que es más barato y sencillo. Contábamos con poco presupuesto, y homogeneizar y estilizar una película en blanco y negro es más fácil que hacerlo en color.
¿Cuál crees que ha sido el mayor desafío para ti durante todo el proceso de la peli, el momento en que más has pensado ‘esto no va a salir’?
Me costó montarla. La primera versión recuerdo verla con el director de foto y con George, uno de los protagonistas, y estar rallado. De verla y decir, la película no está tirando… Nos costó encontrar el montaje. Realmente, lo que más me ralentizó fue que rodamos una escena con una canción de Extremoduro.
Eso no aperece.
Claro, no pudimos conseguir los derechos. Hubo una pelea para conseguir el dinero, luego nos lo quitaron y eso fue lo más duro. Parecerá una chorrada.
Bueno, si ya te lo has imaginado con esa música, con esa esencia, las renuncias siempre cuestan.
Y encontrar la manera que funcionase sin esa canción.
¿Qué escena era?
La del baño que está sin música, es muda. Ahí iba Jesucristo García. Además, en la toma ellos la cantan. Para mí era una escena muy potente que activaba mucho la película. Prescindir de ella nos hizo remontar el film entero. Porque claro, poner esa escena muda y darle un rollo más experimental te hace convertir la película entera en otra cosa. Encontramos el tono gracias a eso. Pero ese medio año de estar peleándonos por los derechos para mí fue muy frustrante, lo pasé mal.
¿Qué aprendizaje te llevas de este proyecto respecto a tus anteriores trabajos, El cuento del limonero y Los restos del pasar?
Los restos fue posterior, y El cuento ocurre en mitad de las dos partes.
O sea, que realmente lo has hecho todo un poco a la vez.
Sí, pero creo que esta peli es con la que más he aprendido. Aprendes mucho cuando cambias la mentalidad y descubres que rodar un largometraje es lo mismo que un corto pero durante más días, no hay mucha más ciencia detrás. Hay miedo a la ópera prima porque se tiene mucho respeto a hacer una película, pero a nivel de dificultad no hay más que la de rodar más días. Incluso creo que es más fácil hacer funcionar un largo porque tienes más referencias, has visto más. No es por glorificar al corto, no estoy interesado en hacer cortos, pero me parece más complejo. Son talentos muy distintos pero me parece más complicado hacer que un corto funcione bien.
Ya para acabar, ¿cuáles son tus planes y proyectos para el futuro?
En noviembre estrenamos en cines un documental sobre la Semana Santa en mi pueblo, sobre las tradiciones, que sigue la vida de un pintor a modo de biopic. Es un poco alternativo, pero un biopic dentro de lo que cabe. Luego, ya el año que viene, vamos a rodar una película más experimental, una hibridación con videojuegos, un rollo más indie. Y dentro de tres años nos gustaría rodar una largo que se llame El quijote según Juan Trujillo, que puede ser una apuesta más comercial y un poco más grande. Pero primero vamos a rodar la otra a nuestra bola, más chill.