Con Sobre nosotros, Luis Sala se estrena en la autoficción con una honestidad que desgarra. Tras el éxito de Vestir es soñar y Supermodelos, el autor debuta en la novela donde la intimidad es el punto de partida. Su historia nace de una emoción irracional y humana: el miedo en todas sus formas. Desde ahí empieza un relato que, aunque vinculado al colectivo LGTBIQ+, interpela a cualquiera que haya amado, idealizado o sobrevivido a una relación que le rompió por dentro. Luis escribe desde el caos y vuelve con algo parecido a la paz, una voz que se atreve a decir lo que tantos callamos.
La novela también refleja una generación que navega entre el vértigo de los veinte, la presión por encajar y el espejismo de la estabilidad. El libro explora los momentos vitales, los silencios y la dificultad de nombrar lo que somos cuando el miedo a quedarse solo pesa más que la verdad. Una historia que funciona como espejo y refugio, en la que el lector puede reconocer y sentirse identificado en cada grieta: la idealización, la renuncia, la esperanza y el aprendizaje de entender que también se puede sobrevivir al desamor.

Hola, Luis, ¡qué placer volver a hablar contigo! Enhorabuena por tu tercer libro, Sobre nosotros, en este caso tu primera novela. ¿Cómo estás? ¿Cómo están siendo los días de presentaciones?
Siempre lo he dicho, me encanta presentar e ir por el mundo pero odio enseñar la cara. Estaría comodísimo en una cueva, escribiendo y ya. Me fascina viajar porque me parece casi mágico que, de repente, estás en Barcelona, en Madrid, en Valencia, o van surgiendo nuevas presentaciones y lectores. Eso me parece precioso. Lo que llevo mal es el momento de llegar a la presentación, puede no ir nadie o puede aparecer muchísima gente. Todos los escenarios son posibles.
El directo me preocupa bastante justo antes de hacerlo, aunque la verdad es que este proyecto ha sido tan distinto a todo lo anterior que lo he disfrutado mucho. Vestir es soñar fue diferente, Supermodelos también lo fue y este lo ha sido aún más, y además muy bonito. Quizá la siguiente novela no la disfrute tanto porque ya no tendrá ese factor de novedad. Un día me dijeron: cada libro es un parto, pero no hay ningún parto como el primero. Y es totalmente cierto, sobre todo en este campo de la novela. Este mundo me ha parecido muy especial, muy mágico, y además me ha permitido reencontrarme con amigos a los que hacía mucho que no veía.
El directo me preocupa bastante justo antes de hacerlo, aunque la verdad es que este proyecto ha sido tan distinto a todo lo anterior que lo he disfrutado mucho. Vestir es soñar fue diferente, Supermodelos también lo fue y este lo ha sido aún más, y además muy bonito. Quizá la siguiente novela no la disfrute tanto porque ya no tendrá ese factor de novedad. Un día me dijeron: cada libro es un parto, pero no hay ningún parto como el primero. Y es totalmente cierto, sobre todo en este campo de la novela. Este mundo me ha parecido muy especial, muy mágico, y además me ha permitido reencontrarme con amigos a los que hacía mucho que no veía.
¿Cómo ha sido lanzar un libro tan íntimo y exponer en él emociones que muchos solemos callar?
Creo que todo lo que he hecho tiene mucho que ver con el intimismo. Y esta novela llegó en el momento en que me sentí preparado para contar realidades de mucha gente que tenía alrededor, de las veces que he aconsejado a una amiga. De ahí también sacas inspiración. Contarlo simplemente me ha servido para ordenar lo que tenía en la cabeza. Ojalá alguien pudiera pasar un día dentro de mi mente porque me levanto queriendo hacer un proyecto y termino el día queriendo hacer otro completamente distinto. Trabajar conmigo debe de ser bastante caótico. Pero, más allá de eso, esta novela me ha permitido poner orden a historias y situaciones que en su momento se descolocaron. También me ha permitido buscar la paz después del caos.
Desde el inicio aparece el miedo a morir, pero sobre todo a la soledad no buscada. ¿Por qué decidiste abrir con ese miedo tan radical?
Creo que es uno de los mayores miedos. Yo estoy muy bien solo ahora, pero no sé si dentro de seis o diez años, si no tengo pareja, seguiré estando bien así. La soledad deseada me parece preciosa, y la estoy disfrutando muchísimo. Lo que no sé es si la soledad no deseada será igual de bonita. Creo que empecé a escribir la novela por eso. Cuando alguien vive una relación como la que se cuenta en el libro, siente como si le hubieran arrancado una extremidad del cuerpo (con perdón), como si te faltara una mano y no supieras qué hacer. Entonces piensas que te vas a morir, aunque obviamente no te mueres.
Beatriz Serrano dice en su libro: “Piensas que te mueres, pero nunca te mueres”, y es tal cual. La novela nace un poco de esa reflexión atravesada por el miedo. Creo que todo el libro intenta abordar sentimientos que orbitan alrededor de esa idea, y uno de los más importantes es el miedo, porque es el sentimiento más irracional que tenemos y el que tratamos de ocultar muchas veces.
Beatriz Serrano dice en su libro: “Piensas que te mueres, pero nunca te mueres”, y es tal cual. La novela nace un poco de esa reflexión atravesada por el miedo. Creo que todo el libro intenta abordar sentimientos que orbitan alrededor de esa idea, y uno de los más importantes es el miedo, porque es el sentimiento más irracional que tenemos y el que tratamos de ocultar muchas veces.
“Esta novela me ha permitido poner orden a historias y situaciones que en su momento se descolocaron. También me ha permitido buscar la paz después del caos.”
Hay otra forma de miedo, el cotidiano, que colectivos hemos normalizado: mandar un mensaje al llegar a casa, vestirse ‘para no llamar la atención’, medir gestos y palabras para evitar el odio. Ese miedo tan físico y real, que no debería existir, ¿cuán vivo sigue en ti hoy?
Soy el rey del ‘sudamelatodismo’, eso también te lo digo. Si me quiero poner un pantalón que llama la atención, me lo pongo. Pero también es cierto que a veces te encuentras con situaciones muy desagradables y después piensas, hostia, pues no me hubiera puesto este pantalón. Luego llega la otra reflexión: no voy a pasar toda mi vida con miedo por cómo me expreso o por cómo quiero ser. Creo que la vida es demasiado corta para llevar ropa aburrida.
Hay cosas que, por supuesto, nos pasan y son horribles, y no deberían ocurrir, porque hay gente a la que no le cabe en la cabeza que cada uno pueda hacer lo que quiera. Tienen la mente muy estrecha. Muchas veces pienso, uf, voy a intentar no destacar. Por ejemplo, mido uno ochenta y seis, y cuando entras en un sitio se te ve, te miran, y eso me genera malestar, un vértigo irracional que a veces me haría dar la vuelta y no entrar.
Hay cosas que, por supuesto, nos pasan y son horribles, y no deberían ocurrir, porque hay gente a la que no le cabe en la cabeza que cada uno pueda hacer lo que quiera. Tienen la mente muy estrecha. Muchas veces pienso, uf, voy a intentar no destacar. Por ejemplo, mido uno ochenta y seis, y cuando entras en un sitio se te ve, te miran, y eso me genera malestar, un vértigo irracional que a veces me haría dar la vuelta y no entrar.
A veces ese mismo miedo se cuela en las relaciones, nos ciega ante personas que nos hacen sentir de menos, que nos controlan o nos culpan. ¿Por qué es tan difícil detectar esa dinámica y salir de ella, aunque seamos conscientes del daño?
Sí, hay personas que son tóxicas como el amianto, pero lo peor no es que lo sean, sino que te vuelven adicto a lo que te dan. Cuando empiezas con una pareja, rara vez algo te parece malo o la persona muestra su verdadera cara. Eso aparece con los meses, conforme se genera confianza. Al principio, lo que provoca ese miedo a que te dejen puede parecer una tontería, pero luego, según cómo te trata esa persona, tú también empiezas a devolver. Siempre lo digo, en una relación tóxica, hasta quien no lo era puede volverse tóxico porque muchas veces se intercambian los papeles. Y cuando sales de ahí piensas, ¿cómo hice eso?, ¿cómo dije eso si yo no pienso así? El miedo se cuela en las relaciones justo por eso, por el miedo a quedarte solo, te aferras a un clavo ardiendo.
No hay nada más horrible que el amor idealizado. Cuando idealizas a alguien, cualquier cosa te parece bonita porque encaja en ese estándar que tú mismo has creado. Hay que entender que no te estás enamorando de esa persona, te estás enamorando de quien te encantaría que fuera. Y eso es lo más peligroso de todo, te enamoras de alguien que no existe.
No hay nada más horrible que el amor idealizado. Cuando idealizas a alguien, cualquier cosa te parece bonita porque encaja en ese estándar que tú mismo has creado. Hay que entender que no te estás enamorando de esa persona, te estás enamorando de quien te encantaría que fuera. Y eso es lo más peligroso de todo, te enamoras de alguien que no existe.
Relacionado con eso, escribes sobre el miedo a preguntar ‘qué somos’, una cuestión que parece sencilla pero que puede ponerlo todo en riesgo. ¿Por qué nos aterra tanto nombrar las cosas?
Creo que nos da miedo ponerle nombre a las cosas porque tememos estar mal y tener que echarle narices para decirle a alguien, oye, esto se tiene que acabar. Hemos creado ese espacio de confort del ‘no me defino, no somos nada’, que sirve para decir, puedo hacer lo que quiera porque no somos nada. Pero, indirectamente, sí estoy generando en ti algo para que seamos más. Si tú estás a gusto y hay complicidad, en el momento en que dos personas comparten lo que sea, ya creo que debe existir un mínimo de respeto y también de explicaciones.
No hablo de regañinas, sino de poder decir, esto es lo que me molesta de ti o ya no quiero seguir con esto. La sinceridad es un valor fundamental en cualquier relación, no solo en las de pareja. Es encontrar una palabra para definir lo que hay y nos cuesta muchísimo decirle a las personas lo que nos importan porque parece que al hacerlo vayamos a perder nuestra libertad, cuando realmente es al revés. Deberíamos aprender a ser libres y ser libres con el otro.
No hablo de regañinas, sino de poder decir, esto es lo que me molesta de ti o ya no quiero seguir con esto. La sinceridad es un valor fundamental en cualquier relación, no solo en las de pareja. Es encontrar una palabra para definir lo que hay y nos cuesta muchísimo decirle a las personas lo que nos importan porque parece que al hacerlo vayamos a perder nuestra libertad, cuando realmente es al revés. Deberíamos aprender a ser libres y ser libres con el otro.
También, en la novela, hay una reflexión muy generacional: esa idea equivocada de que la felicidad es un estado de euforia e intensidad constante. ¿Crees que las redes han alimentado ese espejismo? ¿Qué entiendes tú por felicidad?
Para mí la felicidad es estar tranquilo. No necesito tener altibajos para considerar que mi vida es feliz, al revés. Muchas veces, levantarme a las cinco y media de la mañana para ir a Atocha me produce muchísima infelicidad. Volver a casa pasadas las doce de la noche, reventado, también me genera mucha insatisfacción. Pero sé que es una parte necesaria si quiero seguir trabajando en lo que trabajo. Creo que se nos ha vendido la idea de que estar ocupados todo el rato, hacer mil cosas o viajar constantemente tiene que darnos felicidad, cuando muchas veces está en algo tan simple como la mesa del bar en la que te has sentado toda la vida con tus amigas.
Hace tres años no entendía esa felicidad porque necesitaba que me pasaran más cosas, y ahora que me pasan, me alegro muchísimo y siempre me considero agradecido y afortunado porque me dejen seguir trabajando y porque la gente me siga llamando, pero también agradezco tener mi tiempo. Hasta el año pasado llevaba no sé cuántos años sin ir a las fiestas de mi pueblo porque coincidían con la Semana de la Moda de Madrid. Siempre prefería irme allí, aunque estuviera solo, por estar en el candelero. Y ahora, por ejemplo, he decidido que iré cuando pueda, y cuando no pueda, no iré, porque lo que me produce felicidad ahora es estar aquí.
Como todo, la felicidad va cambiando. Lo que te hace feliz cambia, igual que pasa en las parejas. Un día estás bien y al día siguiente todo se va al garete, porque las personas vamos madurando y muchas veces no al mismo tiempo. Por eso a veces se dan parejas de cuarenta con gente de veinte: creo que están en el mismo momento vital, si no, eso no se podría sostener.
Hace tres años no entendía esa felicidad porque necesitaba que me pasaran más cosas, y ahora que me pasan, me alegro muchísimo y siempre me considero agradecido y afortunado porque me dejen seguir trabajando y porque la gente me siga llamando, pero también agradezco tener mi tiempo. Hasta el año pasado llevaba no sé cuántos años sin ir a las fiestas de mi pueblo porque coincidían con la Semana de la Moda de Madrid. Siempre prefería irme allí, aunque estuviera solo, por estar en el candelero. Y ahora, por ejemplo, he decidido que iré cuando pueda, y cuando no pueda, no iré, porque lo que me produce felicidad ahora es estar aquí.
Como todo, la felicidad va cambiando. Lo que te hace feliz cambia, igual que pasa en las parejas. Un día estás bien y al día siguiente todo se va al garete, porque las personas vamos madurando y muchas veces no al mismo tiempo. Por eso a veces se dan parejas de cuarenta con gente de veinte: creo que están en el mismo momento vital, si no, eso no se podría sostener.
“Hay personas que son tóxicas como el amianto, pero lo peor no es que lo sean, sino que te vuelven adicto a lo que te dan.”
Relacionado con esto, en la presentación en +Bernat se habló, aunque de pasada, de la diferencia de edad en la relación narrada. ¿El amor tiene edad?
Desde el momento en que tengo amigas y amigos de entre treinta y cinco y cuarenta años, entiendo que el amor y la amistad van de eso: estar en el mismo momento vital. Yo no tengo amigos de mí misma edad justamente por eso, porque no estamos en el mismo punto. Hasta que encontré a mi grupo actual de amigas, yo no tenía amigos porque sentía que no encajaba con la gente de mi clase. Siempre tenía la sensación de no pertenecer y creo que eso también hay que trasladarlo al amor. Mientras una pareja sea legal y las dos personas estén en el mismo momento vital, ¿por qué no?
Sí que es verdad que cuando en una pareja hay alguien mayor, esa persona suele tirar más. Si eso se sabe equilibrar, está bien; si no, aparecen dinámicas tóxicas en las que nos movemos muy a menudo, y casi siempre se dan del mayor hacia el más joven. Por eso creo que mucha gente se aferra a la idea de que el amor debe darse entre personas de edades similares, cuando en realidad lo importante es estar en el mismo momento vital.
Sí que es verdad que cuando en una pareja hay alguien mayor, esa persona suele tirar más. Si eso se sabe equilibrar, está bien; si no, aparecen dinámicas tóxicas en las que nos movemos muy a menudo, y casi siempre se dan del mayor hacia el más joven. Por eso creo que mucha gente se aferra a la idea de que el amor debe darse entre personas de edades similares, cuando en realidad lo importante es estar en el mismo momento vital.
En tus páginas aparece la negación inicial de la homosexualidad, el aislamiento y la inseguridad que se multiplica hasta explotar. ¿Cómo fue poner en palabras un proceso tan íntimo y doloroso?
Creo que la autoaceptación es lo más complicado. Poner palabras me generó mucho vértigo porque nunca sabes si las estás midiendo bien o si alguien puede sentirse ofendido con lo que dices. Es un tema que ha salido muchas veces en las presentaciones, cómo el protagonista, de alguna forma, justifica la violencia que el otro ejerce sobre él. Las personas que sufren ese tipo de relaciones tienden a justificar lo que les hacen pensando que hay un motivo, que me castiga por algo. Pero eso te genera un lastre mental en momentos vitales y causa muchísimo dolor. Tú no te levantas un día y dices, voy a salir de esta relación. Por mucho que tu entorno te lo diga, si tú no decides salir, no vas a hacerlo. Tiene que llegar ese momento en el que digas ‘no puedo más’ y te vayas.
En la página treinta y tres escribes: “Es mejor pedir perdón que permiso”. ¿Lo sigues creyendo?
Sí, totalmente. Prefiero pedir perdón que permiso, si no, muchas veces te quedas con ganas de hacer algo. Además, por lo que he aprendido en este mundo, más gente ha pedido perdón que permiso. Depende de cómo se dé la situación. Si es un perdón tipo, ay, lo siento, había entendido mal tu mensaje, tiene todo el sentido del mundo. Pero también existen personas que no se arrepienten y que nunca van a bajarse del carro para decirte, oye, me he equivocado.
Otra parte que me interesa mucho es tu reflexión sobre la necesidad de encontrar un espacio donde detenerse y mirarse, en el caso del protagonista es el cine. ¿Qué consejo darías a quienes aún buscan ese ‘cine’, ese lugar sin ruido donde poder escucharse de verdad?
Cada uno debe encontrar su propio espacio para buscar la paz. A veces ese lugar es el cine porque no hay otro momento en el día para tener tranquilidad mental. Vivimos en un no parar constante, cuando no te está llamando tal persona te llama otra, o porque tienes que ir al gimnasio porque ahora todos queremos ser chicos de revista. El día tiene veinticuatro horas y, si dormimos ocho, no nos queda mucho más tiempo. Es cierto que existen muchos lugares donde desconectar. Por ejemplo, hay que aprender a tomarse cafés solos. Estar solo con música también permite sacar un montón de reflexiones y encontrarse a uno mismo.
“Es muy difícil encontrar tu lugar en el mundo y sentir constantemente que llegas tarde. A mí me encantaría poder encontrar un sitio donde hallar cierta estabilidad.”
Creo que nuestra generación tiene ese problema, no saber hacer planes solos por la vergüenza y el qué puedan pensar.
La primera vez que vas al cine solo, a veces el primer pensamiento que te viene a la cabeza es que eres un fracasado, porque siempre nos han vendido en las películas que al cine se va en pareja o en familia. Justo es una reflexión que también aparece en And Just Like That, la secuela de Sexo en Nueva York, cuando ella va a tomarse unos noodles sola en un restaurante, le preguntan si sigue esperando a su pareja y, al ver que no, le ponen un gato de peluche delante para que no coma sola. También, un día estaba en la Plaza Mayor de Madrid, me senté a comer solo y alguien me preguntó por qué estaba tan solito. Yo respondí, porque quiero estar solo. Hay una costumbre de que siempre tenemos que estar dos y lo menciono en el libro, parece que la vida está hecha para ir de dos en dos.
Tu libro también resuena como espejo para quienes atraviesan el vértigo de los veinte: ¿quién soy?, ¿a dónde voy?, ¿qué parte es apariencia? ¿Cómo viviste o vives estos años en los que nos cuestionamos tanto intentando encontrarnos?
Esto es la crisis de los veinte (risas). Creo que vivimos una crisis en cada etapa de la vida, y en la de los veinte no sabes hacia dónde vas. No tienes tiempo de pararte, pero tampoco sabes en qué deberías detenerte. ¿Dónde focalizas tu atención para que te vaya bien? La verdad es que eso me genera bastante ansiedad. Es muy difícil encontrar tu lugar en el mundo y sentir constantemente que llegas tarde. A mí me encantaría poder encontrar un sitio donde hallar cierta estabilidad. Porque parece que si quieres dedicarte al mundo del arte, la escritura o el cine, nunca puedas encontrar esa estabilidad.
Yo también estoy en mis veinte y, es verdad, es una época también en la que te comparas mucho con tu entorno y los ritmos de los demás.
Es muy doloroso compararse porque cada persona tiene sus propios tiempos. Yo tengo amigas que se están casando y, ahora mismo, ni siquiera sé si quiero tener pareja. Son los momentos vitales de cada uno. El problema es que toda la vida nos han dicho que a los veintitantos debemos tener un trabajo estable, independizarnos, casarnos, tener hijos, etc. Y aunque antes de nosotros ya existían otras formas de vivir, siempre hemos tenido como referentes esos tiempos que la sociedad considera válidos. Es cierto que nuestra generación y las anteriores intentan redefinir esa normalidad con parejas fluidas y diversidades afectivas. Aun así, todos tenemos idealizada la estabilidad que nos han vendido toda la vida. Y cuando no encajas en ese modelo duele mucho porque te comparas con los de tu alrededor.
Me gustaría cerrar con una cita que me dolió, pero que también me hizo feliz leer: “Me obligaste a recordar algo que se me había olvidado: que yo podía sobrevivir por mí mismo ante lo que viniese”. Qué importante es perdernos para reencontrarnos, y recordar que solos también podemos. ¿Qué sientes hoy cuando vuelves a leer esa frase?
Y el texto sigue: “Nunca te estaré lo suficientemente agradecido”. El lector también saca sus propias conclusiones después de leerla según sus vivencias personales. Muchas personas me han escrito tras leer la novela diciéndome, es que tengo una relación así, o, es que tengo un amigo que era así. Creo que es una historia universal que habla del colectivo LGTBQ+ porque los protagonistas forman parte de él, pero sigue siendo una historia universal. Como dijo un chico en la presentación de Valencia: ya era hora, porque la gente del colectivo siempre ha buscado referentes en la literatura heterosexual. Era necesario un libro del colectivo en el que también los heterosexuales pudieran encontrar referentes en los que verse reflejados.
En esa frase encuentro esperanza. Cuando la escribí, quería que fuera esperanzadora para cerrar la novela, como una luz para salir del camino. Es una novela que te lleva al infierno y lo difícil de eso es que durante la bajada lo has dado todo y luego no sabes cómo salir porque no te quedan fuerzas. Ese es el punto en el que te deja la novela. Además, somos muy duros con nuestra mente y tenemos que aprender a sanar y permitirnos fallar. Algo muy importante en estos momentos es el equipo que tienes alrededor, que nunca te deja solo y te acompaña en el camino. Estas relaciones son un aprendizaje que quizá no necesitabas en ese momento, pero que te ayudarán en tus futuras relaciones.
En esa frase encuentro esperanza. Cuando la escribí, quería que fuera esperanzadora para cerrar la novela, como una luz para salir del camino. Es una novela que te lleva al infierno y lo difícil de eso es que durante la bajada lo has dado todo y luego no sabes cómo salir porque no te quedan fuerzas. Ese es el punto en el que te deja la novela. Además, somos muy duros con nuestra mente y tenemos que aprender a sanar y permitirnos fallar. Algo muy importante en estos momentos es el equipo que tienes alrededor, que nunca te deja solo y te acompaña en el camino. Estas relaciones son un aprendizaje que quizá no necesitabas en ese momento, pero que te ayudarán en tus futuras relaciones.
