Y así, de repente, empezó a nevar en La Habana. Esta frase bien podría ser el comienzo de un libro pero no, es el comienzo de esta entrevista con el director de cine cubano Luis Alejandro Yero. No obstante, no puedo sino dejarme llevar por cierta irrealidad e imaginarme qué inusuales fenómenos meteorológicos podrían explicar, o más bien condensar en una imagen, el efecto que ha tenido su nueva película Calls from Moscow, en la última edición de Berlinale.
E igual de extraordinario como presenciar una tormenta de hielo sobre los archipiélagos caribeños, hemos visto cómo Berlin se inundaba de un sol radiante. Calls from Moscow nos presenta a cuatro inmigrantes cubanos que habitan en un apartamento que actúa a su vez como metáfora de su propio viaje. Y no podemos sino admirar su valentía al verlos orbitar como satélites extraviados en una galaxia desconocida. Y como dice su director, son sus llamadas por teléfono un gran gesto de resistencia. Y a lo que no podemos resistirnos es a celebrar con él su éxito y hablar con él sobre el efecto que ha tenido este bello alegato en forma de película. Este dardo preciso al corazón mismo de unos centros que subestiman sus periferias.
Hola Luís, nos encanta poder entrevistarte para METAL. Siempre empezamos preguntando a nuestros protagonistas quiénes son… Así que, ¿cómo te definirías en términos de creador?
Me llamo Luís Alejandro Yero y soy un cineasta cubano. En verdad, quizá sería más preciso decir que soy un documentalista, ya que hasta ahora, siempre he experimentado con este formato. En 2018 me gradué en la escuela de cine San Antonio de los Baños y quizá sea por esto, o porque soy de Cuba, que todas mis películas tienen una marcada connotación política. Tengo 33 años y si hay algo que me interesa de verdad es el discurso periférico. Siempre me encuentro en los márgenes, dándole la palabra y el foco a lo que conocemos como outcasts. Hay una poética brutal en todo lo que habita esos lugares de transición, esos no-lugares.
Al hilo de esta pregunta, ¿qué te llevó a escoger el cine como herramienta de expresión?
Pues como pasa siempre, todo empezó como una pasión adolescente. Crecí viendo películas VHS y con un padre crítico de cine, así que… quizá estaba todo predestinado. En casa siempre se preocuparon por inculcarme cierta curiosidad intelectual, veía a Bergman con 12 años. En Cuba, cuando era un adolescente, sólo había dos canales de TV que, si te digo la verdad… ¡eran realmente malos! Aún así, sentí desde pequeño que quería relacionarme con el mundo a través de esas pantallas que veía. El cine era una mirilla hacia el exterior, un elemento fundamental en nuestra educación sentimental compartida.
Cuando eliges un tema que tratar, ¿qué factor o factores determinan dicha elección? ¿Cómo te van surgiendo las ideas?
Para mí cada película es como un registro, un diario. Cada peli es la huella testigo de cómo reaccioné ante un suceso. Hay imágenes cerilla que de repente prenden y se convierten en la promesa de un movimiento, de una tensión, de una pregunta que hay que responder. De ahí surgen siempre las ideas primigenias.
Y ahora sí, ¡hablemos de Calls from Moscow! Tu última película ha sido seleccionada para su estreno en la última edición de Berlinale además de formar parte de la última edición Doc Fortnight 2023 del MoMA… Impresionante, ¡enhorabuena! En términos generales ¿De qué trata Calls from Moscow?
En la peli vemos a cuatro chicos cubanos queer que habitan un apartamento que actúa como uno de esos espacios no-lugares a los que me refería con anterioridad. Estos cuatro chicos mantienen constantes llamadas telefónicas con sus familiares, amigos… son esas llamadas pequeños-grandes gestos de resistencia. Jamás pensé que iba a rodar esta historia justamente antes de la invasión a Ucrania y, obviamente, la invasión se coló en la película como un personaje más. De repente todo el rodaje se convirtió en un proceso orgánico, una mezcla brutal entre lo que quería contar y la realidad que nos estaba tocando vivir. Hablo de la hostilidad, del refugio, la expulsión… el viaje de estos chicos a través de los márgenes de sus propias historias.
En la película vemos a diferentes personajes (reales) realizando llamadas telefónicas, hablando con familiares, siguiendo vídeos en social media ¿Por qué has utilizado este formato narrativo? ¿Cuál es la poética detrás del uso del teléfono? ¿Son los smartphones hoy en día testigos directos de nuestros conflictos?
La verdad, el uso del teléfono nació por pura necesidad. No obstante, sí , es un objeto muy presente en toda la narrativa. Al estar solos, el smartphone actúa como su ventana hacia el mundo. No empezó como una poética, aunque luego resultase serlo.
Háblanos del rodaje, ¿cómo fue rodar en Moscú?
Todo empezó como un alegato punk. Y honestamente, no podía ser de otra manera. Nos montamos en un taxi y recorrimos Moscú buscando localizaciones que retratasen ese sentimiento de no pertenencia, de desarraigo. Luego conseguimos el apartamento y creamos una especie de refugio, para la película y también para nosotros mismos. Podemos decir que viví mi propia película rodando la película. Tuve Covid, mucha fiebre. Hubo momentos muy duros pero luego venía la calma, la creación. Todo era frágil, ligero, pero también muy subversivo. Sinceramente, creo que no hubiese podido acercarme con dignidad a esta historia si yo hubiese estado en una posición de privilegio.
Y una pregunta obligada, ¿qué relación histórica y emocional tiene Cuba con respecto a Rusia? ¿Cómo son esos lazos hoy en día percibidos?
Bueno, para empezar, y obviamente debido a nuestro pasado ideológico compartido, Rusia es el único país que no exige visados para cubanos. Rusia se convierte así en un destino posible. No obstante, la realidad luego dista mucho de lo imaginado. No se me ocurre una cultura que pueda ser más diametralmente opuesta a la cubana que la rusa. La integración es muy difícil. Rusia es la resistencia universal del Patriarcado. Ser queer en Rusia es habitar realidades del pasado.
Todos los personajes pertenecen a la comunidad LGTBQ+, ¿por qué? ¿Crees que existe una nueva diáspora en términos de identidad sexual? ¿Existe un exilio LGTBQ+ cubano compartido en diferentes partes del mundo?
Bueno, en verdad, más que algo LGTBQ+ es algo generacional. El país se está literalmente vaciando. Es cierto que ser homosexual, o queer, puede añadir cierto impulso a esta huida, pero en realidad, es un éxodo compartido entre diferentes colectivos.
¿Qué fue lo más difícil para ti al abordar este tema? ¿Cuál es el anhelo común de todos los personajes? ¿Qué han perdido y ganado por el camino?
La verdad es que dos de ellos han tenido que volver a Cuba. Todos los personajes comparten un anhelo común que es la huída hacia una situación, digamos, diferente. Idealmente mejor. No obstante se dan de bruces con la realidad, como las redes de tráfico de inmigrantes que se aprovechan de su vulnerabilidad. La verdad, un anhelo de esta peli era el devolverles, de alguna forma, esa libertad perdida. Pero las políticas de inmigración de la Unión Europea han acabado por imponerse, ninguno ha conseguido el visado para al menos venir estos días a Berlín a celebrar el estreno.
Rusia está muy lejos de ser un país con políticas LGTBQ+ dignas, por no decir que es básicamente todo lo contrario, ¿tuviste alguna dificultad al rodar la película? ¿Qué impresión te has llevado del país?
Yo diría que la forma de rodar fue un alegato político en sí mismo. Fue todo bastante clandestino. La verdad, Rusia es un territorio hostil si eres una persona queer. Todo el proceso creativo nos ha hecho reflexionar a todos sobre nuestra situación en el mundo, sobre nuestra fragilidad. Ha sido un viaje periférico por habitantes de la periferia en todos los sentidos.
¿Cuál es tu relación con la productora? ¿Cómo surgió la idea de trabajar con Cosmic Productions?
No puedo estar más feliz de haber trabajado con amigos. Hemos sido una verdadera red de afectos. Daniel, María, Elisa, Rodrigo, Saulo, Pablo, Lucía… todos. Podría describirlo como un mapa de afectos unidos por un objetivo común. Daniel y yo nos conocimos en 2018 en la escuela de cine de Cuba y desde entonces, en ese lugar, nacieron estas magníficas alianzas y conspiraciones.
Y para terminar ¿Cómo te sientes al estrenar en Berlinale? ¿Y en el MoMA? ¿Cómo te imaginas el futuro de Calls from Moscow?
Indudablemente, estos festivales son gigantescas cajas de resonancia. Aunque nosotros somos periferia, sentimos un profundo orgullo de llegar a estos centros de validación sin perder un ápice de nuestra verdadera idiosincracia. Jugamos con ellos en el mejor sentido de las palabras. Nos legitiman como el corazón, lo que late y dice la periferia.