Asistimos a la presentación de la exposición El mapa y el territorio, en el Museo Reina Sofía de Madrid, dedicada a Luigi Ghirri (Scandiano, 1943-1992), uno de los fotógrafos italianos más reconocidos de la década de los 70, que se podrá visitar hasta enero del año que viene.
Según James Lingwood, comisario de la exposición, y Manuel Borja-Villel, director del Museo: “Un artista no demasiado conocido por el público general pero que fue esencial en Italia y Europa como catalizador de tendencias y guía de artistas posteriores tan relevantes como Guido Guidi”. Organizada por el Reina Sofía en colaboración con el Museum Folkwang de Essen y la galería Jeu de Paume de París, El mapa y el territorio es la primera monográfica de Ghirri presentada fuera de Italia, con la colaboración del Instituto Italiano di Cultura di Madrid, y el apoyo de la Universitá degli Studi di Parma.
Al recorrer la muestra nos damos cuenta de que quizás lo más reconocible de la obra de Ghirri sea su fotografía de corte humanista y neorrealista de aquella Italia de los años 70 en la que evitaba todo tipo de drama y movimiento. Sin embargo, la emoción también se hace presente en la quietud –con un trasfondo demográfico y sociológico– y en la captación de esos perfiles cambiantes de una Italia que se iba modernizando y trataba de dejar atrás ‘lo viejo’ para volcarse de lleno en una nueva identidad. Para ello recurre principalmente al color y a un tipo de encuadre donde no busca el momento clave de la acción, sino que vemos cómo se produce cierto distanciamiento. A medio camino entre lo conceptual y lo popular, nos hace partícipes de una cadencia que tiene mucho que ver con un país que adolecía de cierta tradición o tendencia a recrearse en el paisajismo.
Tal y como nos ha explicado Lingwood, “Italia se encontraba en un momento muy confuso: estamos en los años 70, ese momento en el que la economía está centrada en la fábrica y en el consumo. Es el momento del Arte Povera y de artistas como Pistoletto. Ese momento en el que el país se llenaba de discusiones o dilemas y debates como el que representa Umberto Eco en su obra Apocalípticos e integrados, acotando una prudente distancia que irónicamente refleja el arte de una incipiente clase media, de esa nueva sociedad”.
Antes de dedicarse por completo a la fotografía, a los 27 años, Ghirri trabajó como topógrafo y aparejador, aplicando esta experiencia que versaba sobre el terreno a la fotografía. Una exploración del territorio muy delimitada que podemos apreciar a través de esta exposición, tratando de descifrar esos mapas y cartografías de lugares comunes, experiencias cotidianas, personas y objetos ordinarios. De todo aquello lo que le rodeaba.
La muestra se compone de alrededor de doscientas cincuenta imágenes, en su mayoría realizadas en el exterior en las calles de Módena (donde vivía) y de pequeñas poblaciones de alrededor cercanas de Emilia-Romaña, que nos dan una idea de aquellos lugares cotidianos que encarnaban los deseos y los recuerdos de muchas personas. Vemos parejas que caminan cogidos del brazo, abordados de manera directa, por detrás, para evitar cualquier tipo de inclinación o punto de fuga. Algunas de estas primeras fotografías de la exposición nos recuerdan a los fotogramas de la época de los 60, principalmente por su estética y composición, aunque pronto abandonara ese camino para centrarse en otras series de fotografías de corte más abierto, como Paisajes de cartón y Kodachrome, en las que observamos la explosión de imágenes publicitarias que nacían en el entorno de consumo y que nos llevan a la reflexión sobre “lo que somos y la imagen de aquello que se supone que somos”.
Ghirri trabajaba alejado de los centros culturales, en una zona muy provinciana y marginal, algo que reforzaba a través del uso del color, ya que en los círculos artísticos se veía con recelo, como algo demasiado cercano a la fotografía popular, pues entonces se consideraba que la fotografía seria debía ser en blanco y negro. Esto era arriesgado e inusual en los años 70, pero Ghirri no aspiraba a ser un fotógrafo serio sino un artista. Lo más curioso, según nos ha contado el comisario durante la presentación, es que revelaba sus negativos en una tienda normal, en un comercio, igual que hacía cualquier otra persona en su vida diaria, acercándose así a la fotografía más amateur, como de fin de semana, que entremezclada con ese halo conceptual daba como resultado la gran originalidad de su obra.
En otra de sus series, Catálogo, encontramos mosaicos, azulejos, ladrillos e infinitas variaciones del entorno que aparecen como partes de un escenario urbano que remitían al incipiente lenguaje de la modernidad, enfatizado por las imágenes publicitarias de la ciudad, termómetro de la era del consumo y de una Italia diferente que se alejaba cada vez más de sus ciudades históricas y centros turísticos. Esta serie contrasta con Almuerzo sobre la hierba, donde ofrece un relato más existencial, centrando su atención en cómo la naturaleza se disponía en torno a las nuevas viviendas de la pequeña burguesía que entonces empezaba a florecer.
El mapa y el territorio supone así un exhaustivo análisis del dilatado trabajo de Luigi Ghirri a partir de la década de 1970 a través de catorce series diferenciadas: casas de la periferia, jardines, imágenes publicitarias, parques temáticos, y detalles de mapas. Una cartografía humana y conceptual de la cultura y geografía de la Italia moderna que esta exposición nos acerca para hacernos una idea de aquello que le tanto le interesaba: “Me interesan la arquitectura efímera, el mundo de provincias, los objetos que todo el mundo define como kitsch pero que para mí nunca han sido tal cosa, sino objetos cargados de deseos, sueños y recuerdos colectivos (…) ventanas, espejos, estrellas, palmeras, atlas, esferas armilares, libros, museos y personas vistas a través de las imágenes”.
Al recorrer la muestra nos damos cuenta de que quizás lo más reconocible de la obra de Ghirri sea su fotografía de corte humanista y neorrealista de aquella Italia de los años 70 en la que evitaba todo tipo de drama y movimiento. Sin embargo, la emoción también se hace presente en la quietud –con un trasfondo demográfico y sociológico– y en la captación de esos perfiles cambiantes de una Italia que se iba modernizando y trataba de dejar atrás ‘lo viejo’ para volcarse de lleno en una nueva identidad. Para ello recurre principalmente al color y a un tipo de encuadre donde no busca el momento clave de la acción, sino que vemos cómo se produce cierto distanciamiento. A medio camino entre lo conceptual y lo popular, nos hace partícipes de una cadencia que tiene mucho que ver con un país que adolecía de cierta tradición o tendencia a recrearse en el paisajismo.
Tal y como nos ha explicado Lingwood, “Italia se encontraba en un momento muy confuso: estamos en los años 70, ese momento en el que la economía está centrada en la fábrica y en el consumo. Es el momento del Arte Povera y de artistas como Pistoletto. Ese momento en el que el país se llenaba de discusiones o dilemas y debates como el que representa Umberto Eco en su obra Apocalípticos e integrados, acotando una prudente distancia que irónicamente refleja el arte de una incipiente clase media, de esa nueva sociedad”.
Antes de dedicarse por completo a la fotografía, a los 27 años, Ghirri trabajó como topógrafo y aparejador, aplicando esta experiencia que versaba sobre el terreno a la fotografía. Una exploración del territorio muy delimitada que podemos apreciar a través de esta exposición, tratando de descifrar esos mapas y cartografías de lugares comunes, experiencias cotidianas, personas y objetos ordinarios. De todo aquello lo que le rodeaba.
La muestra se compone de alrededor de doscientas cincuenta imágenes, en su mayoría realizadas en el exterior en las calles de Módena (donde vivía) y de pequeñas poblaciones de alrededor cercanas de Emilia-Romaña, que nos dan una idea de aquellos lugares cotidianos que encarnaban los deseos y los recuerdos de muchas personas. Vemos parejas que caminan cogidos del brazo, abordados de manera directa, por detrás, para evitar cualquier tipo de inclinación o punto de fuga. Algunas de estas primeras fotografías de la exposición nos recuerdan a los fotogramas de la época de los 60, principalmente por su estética y composición, aunque pronto abandonara ese camino para centrarse en otras series de fotografías de corte más abierto, como Paisajes de cartón y Kodachrome, en las que observamos la explosión de imágenes publicitarias que nacían en el entorno de consumo y que nos llevan a la reflexión sobre “lo que somos y la imagen de aquello que se supone que somos”.
Ghirri trabajaba alejado de los centros culturales, en una zona muy provinciana y marginal, algo que reforzaba a través del uso del color, ya que en los círculos artísticos se veía con recelo, como algo demasiado cercano a la fotografía popular, pues entonces se consideraba que la fotografía seria debía ser en blanco y negro. Esto era arriesgado e inusual en los años 70, pero Ghirri no aspiraba a ser un fotógrafo serio sino un artista. Lo más curioso, según nos ha contado el comisario durante la presentación, es que revelaba sus negativos en una tienda normal, en un comercio, igual que hacía cualquier otra persona en su vida diaria, acercándose así a la fotografía más amateur, como de fin de semana, que entremezclada con ese halo conceptual daba como resultado la gran originalidad de su obra.
En otra de sus series, Catálogo, encontramos mosaicos, azulejos, ladrillos e infinitas variaciones del entorno que aparecen como partes de un escenario urbano que remitían al incipiente lenguaje de la modernidad, enfatizado por las imágenes publicitarias de la ciudad, termómetro de la era del consumo y de una Italia diferente que se alejaba cada vez más de sus ciudades históricas y centros turísticos. Esta serie contrasta con Almuerzo sobre la hierba, donde ofrece un relato más existencial, centrando su atención en cómo la naturaleza se disponía en torno a las nuevas viviendas de la pequeña burguesía que entonces empezaba a florecer.
El mapa y el territorio supone así un exhaustivo análisis del dilatado trabajo de Luigi Ghirri a partir de la década de 1970 a través de catorce series diferenciadas: casas de la periferia, jardines, imágenes publicitarias, parques temáticos, y detalles de mapas. Una cartografía humana y conceptual de la cultura y geografía de la Italia moderna que esta exposición nos acerca para hacernos una idea de aquello que le tanto le interesaba: “Me interesan la arquitectura efímera, el mundo de provincias, los objetos que todo el mundo define como kitsch pero que para mí nunca han sido tal cosa, sino objetos cargados de deseos, sueños y recuerdos colectivos (…) ventanas, espejos, estrellas, palmeras, atlas, esferas armilares, libros, museos y personas vistas a través de las imágenes”.
El mapa y el territorio, de Luigi Ghirri, permanecerá expuesta en el Museo Reina Sofía de Madrid hasta el 7 de enero de 2019.