Lucía Coz, como muchos de nosotros, siempre quiso hablar con los animales. Y este es, precisamente, el hilo conductor de su primer libro, Siempre quise hablar con los animales, publicado por La Granja Estudio Editorial. Mezclando ilustración y texto, la artista ha logrado plasmar todos los sentimientos, emociones y vivencias que la han acompañado durante los últimos seis años y que ahora ha decidido compartir con el mundo. El libro, originalmente, era su cuaderno de bitácora, su pequeño diario personal, y ahora no solo lo ha lanzado para que todos podamos leerlo, sino que hemos tenido la oportunidad de charlar con ella y adentrarnos aún más en su imaginario.
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Hola, Lucía. Para conocerte un poco mejor, ¿nos puedes hablar de cómo era Lucía de pequeña? ¿Qué cosas le interesaban o la inquietaban?
Es muy raro porque tengo muy pocos recuerdos de infancia. Me genera curiosidad y es una de las razones por las que dibujo y escribo, por la urgencia de no olvidar el presente o que no se me escapen ciertas ideas, imágenes y sensaciones. Sé que de pequeña era bastante introvertida en lugares que no fueran mi casa, o así me percibía a mí misma. Eso sí, siempre dibujé, siempre buscaba hacer con las manos, era algo que me hacía sentir cómoda. Es la típica historia cliché de alguien que siempre tuvo más o menos claro a qué se dedicaría, pero es que es verdad, yo creo que hago lo que hago por intuición más que nada.
Siempre quise hablar con los animales surge de un diario personal que fuiste construyendo durante seis años. ¿Hubo un momento específico en que decidiste que este diario se convertiría en un libro?
Sí, en el 2020 decidí que quería hacer un libro de mis bitácoras. En ese ejercicio, de tomar esa decisión consciente y, a la par, encontrando cada vez más referentes del dibujo latinoamericano/europeo que hacían libros solamente de dibujo, noté el patrón de mis imágenes de animales hablándome, interpelándome o simplemente respondiendo a mis preguntas. A partir de ahí no tuve claro nada más que el título por bastante tiempo mientras seguía dibujando con la meta de volverlo publicación.
¿Cuándo lo consideraste terminado?
Cuando mis editores me dijeron que me detenga (risas). Yo hubiera seguido incluyendo dibujos, pero fue el deadline lo que me detuvo. Creo que cuando uno está ensimismado en su trabajo es difícil diferenciar el inicio o el final, por eso me gusta trabajar con personas, en colectivo o acudir a colegas que admiro. Preguntar y compartir las ideas me parece parte importante de mi proceso, así me entiendo mejor.
¿Cómo fue el proceso de seleccionar qué ilustraciones y textos incluir?
Imprimí absolutamente todo, lo pegué en distintas paredes y empecé a eliminar. Al inicio había muchas páginas que luego entendí no tenían que ser vistas por nadie, contenían demasiado de mí y de procesos que no necesariamente debían ser parte de lo que se viera del libro. No hay que compartirlo todo, pero igual, creo que se guarda en todos los dibujos las sensaciones de lo que no llegué a mostrar.
El libro tiene mensajes muy potentes que probablemente vienen de épocas de introspección y de analizar muy bien el mundo que nos rodea. ¿Qué descubriste sobre ti misma durante ese proceso? ¿Y sobre el mundo?
Me ayudó a entender el cambio, aunque sea abrupto, cruel, difícil, bonito, largo o corto. Me ayudó a entender que, en mi trabajo, la escritura interpela constantemente al dibujo y, más que temerle o sentirlo un lenguaje ajeno, debo seguir explorándolo. Sobre el mundo no lo sé, todavía no lo entiendo bien, pero justamente el libro es un vaivén de tomárselo muy en serio o tomárselo un poco más con humor. Total, las cosas siempre van a moverse sin avisarnos demasiado.
¿Hay alguna ilustración o historia dentro del libro que tenga un significado especialmente personal?
Creo que varias, pero muchas de las primeras imágenes, cuando aún dibujaba con una pluma Rotring de la punta más delgada (cosa que ya no hago porque mi trabajo ahora es un poco más suelto y caótico). En ese momento era como si las imágenes llegaran a mí en sueños, recuerdo que no podía dejar de dibujar un tigre enorme que se me aparecía o un gato de muchísimos ojos. Suena tonto, o a invento, yo sé, pero era como un ‘download’ directo con imágenes clarísimas que debía traducir, de alguna parte de mi cerebro o quién sabe de dónde. El nombre del libro también llegó así, con mucha seguridad. Esos dibujos me hacen recordar ese momento. Ahora busco poder seguir haciendo pero no solo pensando desde la decisión consciente, sino también desde el impulso, donde una imagen aparece porque necesita aparecer y te está usando a ti para hacerlo.
Muchos de los mensajes parecen consejos que le darías a una amiga. Para mí, entre muchos otros, destaca uno que dice que debemos disminuir el ruido antes de explicar lo que sentimos. ¿Qué mensaje destacarías tú?
Me gusta uno del inicio que dice que la honestidad es la valentía. Creo que yo buscaba honestidad donde no la encontraba y luego me di cuenta de que la honestidad me la tenía que dar yo a mí. Ejercitando eso, seguí dibujando y armando la publicación, preguntándome si estaba siendo honesta con lo que ponía en ella y también hasta qué punto debía mostrar mi honestidad (es que a veces puedo pasarme un poquito, me han dicho). Sí, siento que este libro no existiría sin mis amigas, que fueron parte de todo el proceso porque las necesité un montón. Así que creo que tiene mucho sentido que parezca que les hablo a ellas o son ellas las que me hablan a mí, porque muchas frases vienen de lecciones que compartimos todas juntas.
“Yo dibujo porque me abrumo, dibujo porque no entiendo, dibujo porque siento que todo me puede rebasar y dibujo porque es mi refugio.”
¿Cuál es el mayor consejo o reflexión que quieres que se lleve la gente de tu libro?
Que la montaña rusa de lo profundo que se puede sentir a veces todo es compartida. Yo dibujo porque me abrumo, dibujo porque no entiendo, dibujo porque siento que todo me puede rebasar y dibujo porque es mi refugio. Creo que el libro puede ser un refugio compartido, cualquiera de las páginas, en cualquiera de los días, porque eso también me gusta: que puedas visitarlo sin ningún orden aparente, a ver qué te dice el libro según lo que necesites.
¿Algún animal ha sido tu musa o tu compañero en este proyecto?
Sí, totalmente. Está mi gata, que ahora es compañera de mi madre en Perú, se llama Anís. Y está el que yo creo que definitivamente es mi alma gemela, mi gato Laurel (risas). Me acompaña siempre y creo que me habla telepáticamente.
Los animales deberían servirnos más de inspiración y modelo; ellos dan menos vueltas a todo y habitan el mundo de manera pacífica. Cada uno tiene su función y su manera de ser. Los humanos, en cambio, nos hemos complicado la existencia durante siglos. ¿Qué aspectos crees que deberíamos adoptar de los animales para acercarnos más a una vida tranquila?
Los animales están presentes. A mí me cuesta mucho estar presente, la verdad, y eso es lo que aprendo de ellos (y del dibujo). Yo creo que practicar eso es un buen inicio.
En Lima hay una flora y fauna impresionantes, muy presentes en tu obra. Al mudarte a Madrid, ¿cómo ha influido este cambio de entorno en tu proceso creativo? ¿Te ha resultado fácil mantener la inspiración?
Lima es un desierto junto al mar, y eso siempre me obsesionó. Es la única capital de Latinoamérica junto al Pacífico y mi trabajo se basó en el mar de Lima por muchísimo tiempo. En esta mudanza, de las cosas más difíciles ha sido tener al mar lejos, y también desprenderme un poco de esa obsesión constante. Pero me ha ayudado a ver a otros lados, y es por eso que también mi lenguaje visual mutó, junto conmigo, en la migración.
Además de la naturaleza y los animales, ¿qué cosas en la vida diaria te inspiran para crear?
Mi trabajo, aunque muchas veces muestra elementos de la naturaleza y, en este caso particular, muchos animales, se basa más en lo que te contaba antes, en la capacidad de guardar espacios-tiempos específicos. Con el mar intentaba llevarlo a todos lados con distintas técnicas que me lo permitieran. Ahora intento descifrar con la escritura, el dibujo, el grabado o la pintura la capacidad de estos lenguajes para mostrar lo que he olvidado o lo que no quiero olvidar.
Quiero seguir haciendo libros y contando historias con textos dibujados e imágenes escritas. Me gusta pensar que el dibujo y la manera en la que lo abordes pueden abrirte caminos y alternativas que no encontrarías de ninguna otra manera y quizá mostrarte lo que ya creías olvidado.
Cuando comienzas un proyecto, ¿sigues un proceso planificado o trabajas de manera más intuitiva?
Soy bastante intuitiva y me considero un tanto caótica, la verdad. Estoy en el proceso de aprender a ser un poco menos caótica y, en este momento, tengo muchas ganas de que el dibujo y mi trabajo sean donde enfoco la gran mayoría de mi energía (si es que no toda).
¿Hay alguna emoción o experiencia que busques transmitir especialmente a través de tus ilustraciones?
Creo que sinceridad. Me gusta haber escrito con sinceridad en el libro, sobre salud mental, sobre migración, sobre miedo. Creo que cuando un trabajo no es sincero nadie conecta con él, y lo digo por experiencia porque muchas veces me he encontrado a mí misma no siendo sincera con algún proyecto que he intentado que cuele por algún lado y claro, así las cosas no funcionan bien.
Si no fueras artista, ¿qué crees que estarías haciendo ahora?
En realidad, creo que el artista necesita ser tan multifacético para sobrevivir en el sistema que finalmente hago de todo un poco, pero siempre desde el mismo rubro. Es lo que me ha salido intuitivamente, siempre me he ido inventando el trabajo mientras avanzo, no me ha salido hacerlo de otra manera. Me gusta la autogestión y la comunidad, el trabajo en equipo.
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