El solsticio familiar de Lila Avilés completa su recorrido por nuestra bóveda celeste. Su segunda película, Tótem, llega a salas españolas el 1 de marzo. Un relato que se expande imagen tras imagen, fundando una nueva suerte de cine. El poder de una escritura que evoca un nuevo orden, una atmósfera sutil, humilde y cercana, que ofrece la misma intimidad que una carta. Una correspondencia que trasciende y encuentra su lugar en el mundo. Un día que por allí empieza, que por aquí acaba. Donde esa inconmensurable verdad de recuerdos es compartida, con el gesto de Matilde Landeta, con ese quizás. Unas velas que no se apagan. No se consumen. Una hija que no pide deseos. Guarda el soplo y el sol para su padre. Con mucho cariño y delicadeza. Con ese no quiero que papá se muera.
Antes que nada, felicitaciones por el recorrido de la película en festivales, ahora hace justo un año que la película se estaba estrenando en la Berlinale, ¿cómo te sientes echando la vista atrás?
Hace justamente un año que ya no estaba aquí, estaba allá. Viendo atrás fue todo un año totémico, de locura, viajó la película como loca, por suerte también con mucha distribución por muchos países, que hoy por hoy esa es la eterna lucha del cine. Una no va solita, obviamente yo soy la directora, la cineasta, pero como tú sabes es todo un microcosmos, desde la crítica, los distribuidores, todo el circuito es gigante y seguimos ahí como hormigas, buscando la manera de salir. Además, viniendo de la pandemia del Covid, que han sido años de lucha por el cine, pues imagínate, me siento superfeliz. Antes de estrenar decía, quién sabe si va a viajar, porque ahora las cosas han cambiado. Ha viajado hasta más que mi primera película.
Debe haber sido emocionante.
Creo que lo que ha sido más lindo con la peli, ahora con retrospectiva, es que es una película para el público. No sé si me explico, hay algo ahí que conecta de una forma muy bonita con distintos universos. Estuve en China y conectaba en China, estaba en Australia y conectaba con Australia, estuve en Japón y conectó en Japón, estuvo en Rumania y conectaba con el público rumano. Y en Perú. Y en tantos sitios que tuve la suerte de viajar. Pienso que eso es lo más bello, y que más allá de la historia de uno como que trasciende y ya ni siquiera se trata de la película. Y más allá también con toda la vuelta, con la ruta de festivales y lo del Oscar. Pues más agradecida no puedo estar.
¿Cómo encaras el estreno en salas comerciales?
Opino que es la etapa más bonita, porque como decía, opino que es una película para el público. Considero que si algo tiene el film más allá de si es el más original o lo que sea, es que es emocional, y algo pasa en la sala de cine que te conecta con las otras personas y siento que eso va a ser muy bello.
¿Cómo y cuándo empieza el proyecto de este largometraje?
El papá de mi hija murió cuando ella tenía siete años, hay algo de eso ahí, de esa esencia, de esa mirada, y no hay forma de que se te vaya. Hice la película en un buen momento porque mi hija tiene ahora diecisiete años, que es justo cuando la comunicación empieza a estar más rara. La mandé en buen momento para que no se olvide. Y sí, creo que desde que sucedió yo no sabía que iba a ser totalmente cineasta, pero emprendí ese viaje y filmé La camarista (2018). Desde ahí sí supe de alguna forma que esta sería la segunda película.
¿De qué trata Tótem? ¿Qué significa para ti y qué lecturas crees que puede tener?
Para mí, una de las cosas importantes del largometraje es que hubiera espacio para sutilezas. Aunque es una película que emociona y para el público, no pretende ser más ambiciosa en ejercer una intelectualidad voraz. Creo que sí que hay cosas que se van revelando con ideas que en apariencia son sutiles, pero que corresponden con la vida misma, e intenté retratar en cada escena esa cosita mágica: de como hablamos, de como somos.
La escena en la que están con las semillas es muy bonita porque cada quien ve un mundo, ¿no? Es un, ¿tú que ves? Y cada uno va a ver según su mirada y según sea su camino, cada quien ve lo que quiera. Eso me gusta mucho. Con el título, Tótem, también, se me ha acercado mucha gente y me dicen al final, Lila, creo que el Tótem es esto o es esto otro. Me pasó un poco con La camarista y ahora también con Tótem, tengo la misma sensación, como que no está todo dado. Es como con los libros, que obviamente hay un universo entero, pero el que lo lee es la otra persona que lo complementa. No está todo peladito y a la boca.
Yo sentí que hay una cierta magia, la película tiene una atmósfera única. A partir del juego de miradas familiar se generan matices y posibles lecturas distintas del final.
Sí, creo que lo que también es muy lindo de este microuniverso de distintas miradas es que al final te das cuenta de que aunque sea tu desastre, no es solo tu desastre, son también las perspectivas de los otros, y cada quien vive su desastre como quiera.
¿Qué crees que ha cambiado en tu manera de dirigir entre tu primera película y esta? ¿Más contigo como cineasta?
Es más importante la historia que uno mismo, que la directora. Y creo que eso me lo voy a llevar para las que vengan, primero tengo que descifrar qué necesita la historia y ya. Que no imponer un estilo o decir, esta soy yo. Ya solita la historia me lo irá contando y, seguramente, en algunas ocasiones me equivocaré. Pero bueno, el chiste es seguir contando.
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