Hay festivales, y luego está L.E.V. Lo que ocurre en Gijón no es simplemente una serie de conciertos ni una maratón de instalaciones; es una experiencia total, una coreografía de sentidos en la que el cuerpo entero se convierte en instrumento de escucha.
Con el respaldo del Ayuntamiento de Gijón y el Principado de Asturias, del 1 al 4 de mayo, el Laboratorio de Electrónica Visual encendió de nuevo sus máquinas para celebrar su decimonovena edición. El festival se desplegó por múltiples sedes de la ciudad y trazando una constelación de propuestas híbridas donde imagen, sonido y cuerpo se entrecruzan sin pedir permiso. Más allá de un festival de electrónica, L.E.V. es un espacio donde lo sensorial y lo conceptual caminan juntos, donde el arte cuestiona, transforma y remueve, dejando el cuerpo agitado y la cabeza llena de ideas. Con un programa que reúne a artistas y productores españoles e internacionales imposibles de encasillar, se abre un nuevo portal para la creación contemporánea.
Todo comienza con una sensación: la de estar entrando a un lugar fuera del tiempo, como si cruzaras un umbral invisible. La Laboral, ese imponente edificio que parece sacado de Hogwarts, rodeado de verde y aislado del ruido urbano, se convirtió en el escenario perfecto para que arrancara la magia. Al cruzar la puerta principal, ya intuías que lo que iba a pasar allí no era normal.
En el auditorio, un entorno casi sagrado, arrancaron los primeros espectáculos. Katarina Gryvul  estrenaba Spomyn, su performance multidisciplinar. La compositora ucraniana transformó el escenario en un altar de humo, luces y cánticos corales oscuros. Era como formar parte de un ritual, un exorcismo sonoro que atrapaba a los sentidos. 
Después, el escenario se convirtió en una matriz de datos. Ryoji Ikeda, referente absoluto del minimalismo digital, presentó uno de sus directos más afilados: precisión quirúrgica, geometría audiovisual extrema, matemáticas convertidas en luz y frecuencia. Los bajos reventaban el diafragma mientras los visuales generados por datos reales se desplegaban como una sinfonía de glitches blancos y negros. En manos de Ikeda, los números adquieren una dimensión mística.
El siguiente salto fue radical. El polifacético Colin Self, que ya pasó por L.E.V. en 2019 y con quien hablamos https://metalmagazine.eu/en/post/colin-self antes de su actuación, volvió para presentar ¡Gasp!, una opereta queer, espiritual y mutante. Self desdibujó los límites entre ritual, escena, performance y canción en una obra que habla de ancestralidad, disidencia y multiplicidad. Lo acompañaron performers locales, estudiantes de la ESAD que formaban parte del tejido comunitario del espectáculo. Oscilando entre su prodigiosa voz, la gestualidad dramática, el juego con lo camp y su implicación política y social, Colin se hizo con el auditorio desde el primer momento. 
Cerrando la noche, Pinch & Lorem nos llevaron de la mano al interior de un bosque electrónico con su Red Rabbit EP. Pinch, figura del dubstep británico, aporta la pulsión rítmica mientras Lorem construye una imaginería que bebe tanto del 3D como del cómic posthumano. Es cine, rave y videojuego al mismo tiempo, como si Alicia hubiera hackeado el País de las Maravillas.
El sábado amanecía con lluvia, BPMs y un nuevo escenario: el Muséu del Pueblu d’Asturies. Lila Tirando a Violeta regaló electrónica líquida y baile suave. Kabeaushé, https://metalmagazine.eu/en/post/kabeaushe torbellino queer desde Nairobi, con un show pop-hip-hop tan excesivo como magnético. Y cerró el bloque Jailed Jamie, local y contundente, con un set que mezcló jungle, garage y dubstep como si fuera cardio emocional.
La noche nos devolvió al auditorio y el telón se alzó para la distopía más luminosa. Yessi Perse presentó Top 5: Fairytales of Eternal Economic Growth, haciéndonos reflexionar sobre el impacto de las big tech en nuestra psique. Con una estética entre lo kitsch y lo distópico, lanzaron dardos a Meta, Amazon, Google, Apple y Microsoft. Luego vino el puñetazo sónico y físico de la noche: Ash Fure y su Animal, un manifiesto sobre el cuerpo, la carne y la resistencia sensorial en un mundo filtrado por pantallas. Con láminas de policarbonato y subwoofers, Fure construyó su propio instrumento para transformar el teatro en una caja de resonancia brutal. Vibraba el suelo y vibraba el pecho. Y la alemana residente en Italia Amelie Duchow bajó el telón con Logos Mater, una sinfonía de lenguas, voces y emociones moduladas. Un set que te obligaba a escuchar desde otro lugar, más allá del lenguaje.
La noche terminó de estallar en la nave de la Laboral, donde todo el mundo se dirigía ansioso por mover un poco el cuerpo. BABii, embarazada, poderosa y magnética, lo dio todo con su universo cyber-pop. Se unió después al set de Iglooghost, formando una especie de familia galáctica sobre el escenario. Amnesia Scanner & Freeka Tet dinamitaron todo con su rave de pesadilla, fue un momento de completo trance. Mun Sing, teatral y frenético, descolocó cada beat y cada neurona. Y Cortical cerró por todo lo alto con el estreno de Wretched Patterns and Terrible Mistakes, electrónica industrial y visuales CGI tan pulidos como agresivos. Son el futuro que Arca y Grimes ya han detectado.
El domingo no fue una resaca, sino una redención. En la Laguna Boreal del Jardín Botánico Atlántico, nos entregamos al silencio. Las Silent Sound Sessions se sentían como una brisa tranquila que te transportaba a otro lugar. Mizu, envuelta en un vestuario que parecía brotar del propio jardín, nos ofreció una actuación que unía violonchelo, atmósferas y espiritualidad. Dialogaba con el viento, con el espacio y la naturaleza. Fue una catarsis silenciosa bastante terapéutica. Dylan Henner cerró la jornada con una poética sonora que te hacía caminar lento, contemplar y escuchar. En un mundo de notificaciones constantes, él nos regaló una pausa y nos hizo sentir algo parecido a la paz.
Gracias a eventos como este, cada año Gijón se convierte en una especie de laboratorio emocional. Lo digital, lo sonoro y lo performativo conviven sin necesidad de etiquetas. Más que un festival convencional, es un lugar al que ir para escuchar con calma, ver cosas nuevas y dejar que el arte te saque del piloto automático. Esta edición fue abierta, viva, y conectada con la realidad actual. Y lo mejor es que todo sucede desde un respeto absoluto por el entorno, por el patrimonio y por las personas. 
L.E.V. no es solo una cita cultural, es una apuesta real por el arte experimental, por la creatividad, la emoción y la introspección. Hay sets que te hacen bailar, otros que te dejan en silencio y otros que simplemente te hacen pensar. Y eso, en tiempos de scroll infinito, es oro puro. L.E.V. no solo viene a impresionar, viene a que vivas algo distinto. Y te aseguro que lo consigue.
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Katarina Gryvul
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Ryoji Ikeda
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Yessi Perse
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Pinch & Lorem
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Colin Self
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Kabeaushé
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Ash Fure
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BABii
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Mun Sing