La historia de la música está plagada de influencias sin referentes; artistas que gastan una vida en encontrar un sonido que los identifique y diferencie de la multitud, incluso entre los grandes públicos sometidos a la hipnosis de la mesa de mezclas. El propósito de encontrar una perspectiva tras dar la vuelta al mundo puede hacer que te pierdas por el camino. O, en su defecto, que encuentres tu sitio sin irte de casa. La base musical de Pablo, la mente detrás de Lechuga Zafiro, no es la electrónica, sino las raíces. La reinvención, el buen gusto y la denominación propia que le ha llevado a encontrarse donde empezó: en su hogar.
A través de la matemática de la producción, utiliza los sonidos tradicionales de la cumbia y el candombe para otorgar una perspectiva más humana a la electrónica. O quizás, no-humana. En este nuevo disco, Desde los oídos de un sapo, redescubre que existe algo bello en que la gente no sepa describir lo que la música despierta en ellos. Pero también en encontrar el arte en lo cotidiano: en las calles, casas y bosques. En lo fuerte que rompe el agua y la estridulación de los insectos. Hoy hablamos con él sobre sus orígenes en la música, las formas de honrarlo y de cómo construirla a través de su nuevo álbum.
Antes de adentrarnos en el nuevo disco, me gustaría que volviésemos un momento a tus orígenes, especialmente en el género. Has comentado varias veces que tu pasión por la electrónica nació al informarte y escuchar a artistas que ya se dedicaban a ella. ¿Cuándo decidiste dar el salto a dedicar tu carrera a la electrónica?
Mi primer acercamiento a la música no fue a través de la computadora sino de los instrumentos: golpeando baterías improvisadas con lo que hubiera en mi casa y tocando la guitarra. Un día de mi adolescencia, un amigo me introdujo en el software musical y la grabación. Quedé inmediatamente enganchado con las posibilidades creativas de ese mundo.
Fui desarrollando un interés por el field recording, la captura de sonidos excéntricos y la experimentación sonora. A la par, empecé a valorar expresiones bailables de idiosincrasia rioplatense como la cumbia villera o el candombe. Estos intereses vectorizaron política y culturalmente mi creación. Les dio un sentido de identidad que se fue complejizando y expandiendo hacia un sentir latinoamericano. La unión de todas esas inquietudes son los cimientos de mi lenguaje musical, que no distingue entre ‘electrónico’ o ‘acústico’, sino que ha mezclado ambos mundos desde un inicio.
Tu trabajo busca honrar tus raíces a través de la reinvención de sonidos locales, pero se modifican a tal nivel que suenan completamente futuristas. ¿Cuál fue la lógica que seguiste para decidir que tu sonido sería este tan concreto? ¿Sigues aún en proceso de búsqueda?
Siento que mi música es del presente o, en todo caso, del pasado; mi ritmo se liga a la historia de nuestro continente. Mi sonido se liga a eventos en el tiempo y espacio donde fueron grabados. El candombe y mi relación con la comparsa C1080 (compartimos un grupo que se llama F5) ha sido una inspiración fundamental. Este ritmo afro-uruguayo es parte de una red de músicas latinoamericanas regidas por una misma célula llamada ‘la clave’.
La clave también está presente en Cuba, Brasil, Puerto Rico, etc. Las duraciones y los silencios de mis composiciones están inspirados en esas músicas. Con qué sonidos llenar esos ritmos y qué sonidos voy a grabar es un trabajo que relaciono más al instinto, al subconsciente. En el ritmo está lo político; en el sonido, lo poético.
Te has asentado en Barcelona. ¿Qué tiene esta ciudad que no tienen otras, y qué aporta a tu proyecto?
A Barcelona vine a afianzar conocimientos de percusión y teclado. Me interesa especialmente la escena de migración latinoamericana de club que existe en la ciudad, que la siento cada vez más rica. La presencia sudaca en la ciudad me da calidez y me hace sentir más en casa. Por otro lado, estoy descubriendo una interesante escena experimental. Mi relación con la ciudad es muy temprana y está todo por descubrirse.
Hablemos de Desde los oídos de un sapo. ¿Dónde comienza la idea del álbum?
La idea del álbum nace de las ganas de imaginar un lenguaje nuevo. Como dice el compositor Rodrigo Sigal, “los músicos electroacústicos son sus propios luthiers”. Yo me propuse hacer eso: crear un álbum compuesto íntegramente de instrumentos digitales que diseñé a partir de mis grabaciones de campo.
Hace un tiempo publiqué una canción con pasos sobre agua en un río inundado y una puerta de madera rompiéndose. Sin ser una decisión consciente, Agua y puerta fue el primer track que hice usando exclusivamente mis grabaciones. Repercutió especialmente en el mundo de la danza y recibí decenas de videos de gente bailándola. A raíz de esto me pregunté: si esta canción fue lo más personal que compartí y a su vez la que más resonó en la gente, ¿por qué no seguir por este camino?
Desde los oídos de un sapo es un nombre cuanto menos curioso. ¿Es un guiño a la resonancia del álbum, o a cómo ha sido grabado?
Los que hacemos música a veces nos olvidamos de que oír va primero. Desde los oídos de un sapo es el título que le puse a mi experiencia como entidad que escucha. Significa percibir el mundo desde un lugar subjetivo. En el 2022 hice un trabajo donde tuve que leer sobre el sistema auditivo de ciertas ranas: fue sorprendente descubrir que, a diferencia de los mamíferos, que tenemos oído externo (lo que vemos y llamamos comúnmente oreja), oído medio y oído interno, la mayoría de los anfibios solo tienen oído interno y oído medio. Incluso esos órganos están cubiertos de piel. Eso hace que su audición sea extremadamente distinta a la nuestra.
Pensar cómo sería experimentar el mundo así al principio me generó terror. Imagínense apreciar menos frecuencias a menos volumen, como una extraña sordera. Luego me abstraje de ver eso como una disminución o impedimento y me quedé con una parte más seductora del concepto: la subjetiva y filtrada manera de escuchar el mundo es lo que te hace único.
“Siento que mi música es del presente o, en todo caso, del pasado; mi ritmo se liga a la historia de nuestro continente. Mi sonido se liga a eventos en el tiempo y espacio donde fueron grabados.”
¿Qué diferencia Desde los oídos de un sapo de tus anteriores trabajos?
En mis EPs anteriores combinaba grabaciones con samples que cortaba de películas y bajados de internet. DLODUS es el primer disco donde el noventa por ciento de lo que se escucha fue capturado por mi grabador. El desafío de esa limitante fue grande, pero la satisfacción de aprender cómo convertir estos registros en instrumentos y personajes fue emocionante. En ese proceso encontré un camino y un propósito.
En redes sociales sueles compartir imágenes de tus procesos creativos, que incluyen golpear troncos para sacar percusiones, o grabar el sonido de los insectos en el bosque de Puerto Rico. Aquí escuchamos desde corrientes de agua y percusiones fuertes en Agua de vidrio, hasta un sonido similar a un arpa en Encause destellante. ¿Cuál ha sido el proceso creativo de este álbum? ¿Algún detalle, grabación, experiencia o sonido curioso que puedas desvelar?
DLODUS está compuesto de objetos, biofonía y geofonía que registré en bosques, ríos, playas, cuevas, calles y casas. Aunque incluí alguna voz humana, lo siento esencialmente como un disco no-humano. No-humano no significa post-humano y no hace referencia al futuro. Resalta y combina los espíritus sonoros que habitan en la resonancia de maderas, de metales, de plástico, de agua, en las cajas torácicas de los pájaros y anfibios, en el aleteo de insectos. Una tensión entre lo orgánico y lo inerte. Me inspira diseñar un ecosistema que busca vida en lo aparentemente inanimado y que deforma lo que ya está vivo.
Siempre me generó fascinación qué es lo que pasa en un cuarto, o en un estanque lleno de sapos, o en un camino de tierra cuando no hay humanos. DLODUS es el soundtrack que imagina la conspiración de nuestro entorno cuando no lo habitamos.
Los temas del álbum tienen nombres muy curiosos, pero, sobre todo, muy concretos. ¿Cuál es el proceso de nombramiento de canciones que no disponen de una letra a la que aferrarse?
Es interesante la tensión entre lo poético y lo concreto: títulos como Oreja ácida, Desde los oídos de un sapo y Encauce destellante sugieren una narrativa, mientras que Botellharpa o Danza para tero y piedra volcánica se limitan a describir los protagonistas de cada canción. Sin distinguir cómo están tituladas, todas las canciones comparten esta obsesión por generar un universo alucinógeno a través de la yuxtaposición de realidad. Partir de un material que posee una sinceridad documental y llevarlo a terrenos de ficción extraña.
Has colaborado en numerosas ocasiones con otros artistas, DJs, productores… pero este proyecto es tuyo, bajo tu marca. ¿Cuáles dirías que son los principales contrastes entre trabajar para un proyecto propio y ajeno?
DLODUS es lo más introspectivo y personal que he hecho hasta ahora. Es mis tripas y mi picardía. El proceso de registro, manipulación de sonidos y composición de la música fue muy solitario. Pero lo sentí necesario para sentar mis bases como artista y establecer una paleta sonora que me va a acompañar más allá del disco. No quiero limitar este universo al baile o lo experimental, quiero acercarlo también al terreno de la canción popular colaborando con otros artistas en un futuro cercano.
Uno de tus claros ambientes de desarrollo son los clubs y festivales. ¿Cómo conectas con el público desde la mesa de mezclas? ¿Sonará Desde los oídos de un sapo en festivales este verano?
Estoy desarrollando un set en vivo para presentar el álbum que se diferencia de los DJ sets que suelo hacer en clubes. Este va a tener elementos bailables, pero lo quiero combinar con pasajes más atmosféricos y cinemáticos. Deseando encontrar el contexto ideal para compartirlo en la temporada de festivales que se viene.
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