Cuando leí “Dinámica de los cuerpos eléctricos” (su primera y anterior novela) tuve la seguridad absoluta de asistir al nacimiento de un escritor, con todas las letras. Juan Sardá dio forma a un misil rabioso, desencantado y visceral que hablaba de ti, de mí, de nuestra incomprensión, de nuestro automachaque, de nuestro anhelo de querer y ser queridos, de nuestra culpa y de nuestro cinismo. Una novela contemporánea y muy íntima, desgarradora e incómoda.
Recuerdo que pensé que estaba deliciosamente escrito, algo de fábrica ya que Juan Sardá es periodista cultural (escribe semanalmente en el suplemento de El Mundo, El Cultural y en otros medios). En aquel entonces aún no me había dado cuenta de que el periodismo actual (bajo el yugo incandescente del recuento mínimo de palabras para poder colgarse en Internet – al parecer nuestra capacidad de atención va disminuyendo año a año, o eso quieren que creamos, así que los artículos que leemos son cada hora más breves) tiene poco que ver con la narrativa.
Ahora Juan, hace relativamente poco, acaba de presentar su segunda aventura literaria, Taksim (en una preciosa edición de su Suma de Letras con una ilustración del artista Miguel Sánchez Lindo) y vuelve a dejarme completamente descolocado. En primer lugar porque se fue a Ciudad del Cabo a escribirla. Y en segundo porque en su segunda novela Juan, en contra de lo esperado, se lanza a desarrollar un thriller sci-fi con gotas de drama íntimo. Un festival de la ficción. En Taksim hay robots, autodestrucción, maricones, terrorismo, distopía sci-fi, política, complots, cine y muchas drogas. Juan, además (por si fuera poco) maneja una estructura endiabladamente compleja, de narrativa poliédrica con mil puntos de vista, y la hace transparente. No hay nada tan difícil como hacer parecer fácil aquello que es complicado. De nuevo Juan se enfunda el traje del valor y muestra algo atípico e incandescente. Así nace Taksim: una historia que comienza con un marido enloquecido buscando a su cónyuge en un supermercado, el lugar donde acostumbra a replegarse cuando hay gresca de pareja. Una muestra novedosa de que en España, si se tienen las agallas y el talento suficiente, se puede crear una narrativa alejada de convencionalismos y llena de frescura e imaginación. Aquí está: Juan Sardá. La promesa y el presente.
En tu novela mezclas política, ciencia-ficción, humanismo, cine, drogas, homosexualidad y terrorismo. ¿Qué pretendes? ¿Volvernos locos?
Puede parecer una mezcla incoherente, pero la actualidad viene todos los días marcada por una serie de acontecimientos y noticias extrañas y contradictorias. Vivimos en un mundo en el que nos enteramos de todo, incluso al instante, y que es mucho más incomprensible que el que habitaban hace 100 años, cuando disponías de mucha menos información. Esa especie de mezcla alucinatoria se corresponde con el espectro de los medios de comunicación, con este mundo cada vez más loco.
¿A qué género pertenece “Taksim”?
Siempre me han gustado las historias de agentes secretos y grandes conspiraciones políticas. En este sentido, podría estar cerca incluso de una película de James Bond o una novela de John le Carré. Pero la cuestión es partir de un género para alcanzar otras latitudes. Efectivamente, la novela acaba siendo un drama en toda regla. Incluso un poco melodrama.
La estructura puzle con distintos puntos de vista es un recurso tremendamente cinematográfico. ¿Te influye en tu trabajo?
Sería insólito que un escritor contemporáneo dijera que no se siente influido por el cine. Del mismo modo que la literatura influye al cine. Son narrativas que mantienen un diálogo constante. En este sentido, me interesaba la idea de la construcción de la realidad a partir de diversos puntos de vista que pueden ser incluso contradictorios. Al final la “verdad” acaba siendo la confluencia de cómo lo recuerdan todos los personajes. En esta historia era mucho más interesante que contar una sola versión.
¿Sientes una atracción hacia el exotismo y Oriente o me lo estoy inventando?
Siento atracción hacia Oriente y el exotismo. Me imagino que lo dices porque Marrakech y Estambul son dos escenarios clave de la novela. He estado muchas veces en Marruecos en los últimos años que durante una época fue como un refugio para mí como antes lo habían sido Berlín y Nueva York. A Estambul fui tres veces en un año. Me gustan muchas cosas del mundo árabe, por ejemplo esa ebullición de modernidad y de rebelión que están viviendo. Y hay algo bueno en su enfoque más espiritual de la vida. El mundo occidental es el que más me gusta y es el mío, pero a ratos me cansa su consumismo y su superficialidad.
Te fuiste a África a escribir esta novela. Cuéntame un poco de qué va todo eso. ¿Es necesario irse tan lejos para escribir una novela como ésta?
En Madrid me resulta más difícil concentrarme en la escritura porque trabajo mucho como periodista y el teléfono está sonando constantemente. No creo que haga falta irse tan lejos, pero necesitaba aislarme para poder concentrarme al máximo y ya de paso podía conocer Sudáfrica y vivir una temporada en un país tan distinto. Es una experiencia que nadie puede dudar que siempre es enriquecedora.
Es una distopía muy personal pero no del todo inalcanzable. El capitalismo parece comenzar a derivar a escenarios muy parecidos…
Se trataba de crear un futuro ciertamente terrible pero verosímil. Hace poco rebautizaron el nombre de la estación de Sol en Madrid con el de un móvil de última generación, que es exactamente lo mismo que sucede en mi novela y a algunos les puede parecer surrealista. No creo que vaya a haber una tercera guerra mundial, pero sí que vivimos en un mundo muy peligroso y que estamos sometidos a riesgos enormes, empezando por la superpoblación y siguiendo por conflictos latentes como el de Irán.
¿Cómo nace “Takism”? Mientras la leía no dejaba de pensar que había que tener mucho valor para parir una novela tan atípica como ésta en nuestro panorama literario… Tiene un refrescante aroma del subidón del riesgo.
Creo que la literatura española en general ha estado muy apegada a la tradición realista y cualquier cosa que se aparte de ese camino cuesta que se entienda. Siempre me ha sorprendido la gente con prejuicios hacia determinados géneros. A mí me gusta el hip hop, el country, el pop y el jazz. Hay música buena y mala, y lo mismo pasa con las novelas. En este sentido, Takism está más cerca de distopías que operan como metáfora política como 1984 de Orwell o Un mundo feliz de Huxley que de la ciencia ficción que quizá se puede encontrar como género muy marcado en esa sección de las librerías.
Das candela, como en la primera, a todo quisqui. Pareces querer evitar conscientemente que se te etiquete en una ideología clara. ¿Pasas de posicionarte o te gusta que te cojan manía?
Siempre he sido un librepensador y eso me ha causado muchos dolores de cabeza, pero qué le vamos a hacer, tengo una cierta vocación de mosca cojonera, no puedo evitarlo. A mí lo que me parece una idiotez es que se juzgue a las personas por ser de izquierdas o derechas. El problema no está en ser progre o conservador sino en convertirte en un fanático y pensar que tienes toda la razón y los demás son idiotas. Yo lo que intento poner de manifiesto es que lo que es aberrante es la intolerancia.
La autodestrucción y dos de sus formas (sexualidad y drogas) son ya marcas de la casa. En ambos libros tienen una presencia importante. ¿Por qué?
Es curiosa la hipocresía que hay con las drogas. Todos sabemos que son muy frecuentes y que están más que aceptadas en muchos ambientes y al mismo tiempo es algo de lo que no se habla en público. Nunca me ha gustado la mentira y creo que la transparencia hace a las sociedades más fuertes. Tengo tendencia a los personajes torturados, qué le vamos a hacer.
¿Vivimos la época del amor tecnológico? La primera parte de la novela la titulas “Los desamores robóticos”…
Yo muchos días me comporto como un robot. Hay semanas que el lunes ya sé lo que voy a hacer prácticamente en cada momento del resto de la semana. Tendemos a horarios cada vez más estrictos y complicados y en mí existe un cierto anhelo del buen salvaje. Por otra parte, hoy mismo leo en el periódico que a pesar de la crisis no dejan de aumentar los hogares con una sola persona. Cada vez estamos más solos, las parejas duran menos y vivimos vidas más individuales. Eso es una realidad.
Es un viaje de superación interna (de varios personajes, además), de salvación a través de la muerte, de la gestión de sentimientos a través de la destrucción. ¿Una road movie espacial?
Es la historia de varios personajes que están heridos. Son personajes que han vivido experiencias traumáticas, un desengaño amoroso terrible, la muerte de un hijo etc y que quieren salir adelante pero no saben cómo superar ese dolor. En esta vida es muy fácil desilusionarse o convertirse en un cínico porque a determinada edad a todos nos han traicionado o nos han roto el corazón. La cuestión es cómo lograr que eso no te desmoralice, en el sentido amplio de la palabra.
¿Qué pretendías con “Taksim”?
Pretendía escribir una novela que sirva para superar heridas y supuestas venganzas. Lo que yo planteo es a unos perdedores de una guerra que lo han pasado fatal y han sido víctimas de muchas injusticias y cómo esos hechos persiguen incluso a sus nietos y lo pudren todo. Hay algo que es muy español que es el odio, la mala hostia, y una capacidad para la enemistad que siempre me ha sorprendido. En este sentido, la novela critica algo muy patrio, el cinismo.
¿Y lo próximo?
Una novela sobre Madrid con personajes de diversas edades que dará un retrato de la clase cultural de la ciudad: de los columnistas viejunos a los modernos de Malasaña. Uno de los protagonistas será Wences, que tenía un papel estelar en mi primera novela. Será una especie de spin off de aquélla.
Recomiéndame varios libros que no pueda perderme, anda.
Mis libros favoritos son La vida ante sí, de Emile Ajar; Carta a los años de la nostalgia, de Kenzaburo Oe; La divina comedia, de Dante; El ruido y la furia, de Faulkner; Libertad, de Jonathan Franzen; La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa; Dublinesses de Joyce… Si no has leído alguno de éstos, son infalibles.