Acudimos a la rueda de prensa de la película Jone, batzuetan (Jone a veces), de la directora novel Sara Fontova, programada en la sección Oficial de la vigésimo octava edición del Festival de Cine de Málaga. La película compite por la prestigiosa Biznaga de Oro y ha sido señalada como una de las propuestas más emotivas del certamen.
La trama se centra en Jone, una joven de veinte años que, durante las fiestas de la Semana Grande de Bilbao, experimenta su primer amor con Olga, mientras enfrenta la enfermedad de su padre, diagnosticado con Parkinson. Este verano se convierte en un periodo de contrastes para Jone, oscilando entre la euforia del enamoramiento y la incertidumbre por la salud de su padre. La directora bilbaína dirige una ópera prima que alberga una doble pulsión: la de unos fuegos artificiales que se congelan en el cielo, retratando la juventud como esa edad que parece poder parar el tiempo, y la de la acelerada inminencia por vivir.
Fontova, nos cuenta que la película nace del hallazgo de unos diarios de su padre: “Mi aita me dio sus diarios de cuando era joven; me puse como loca a leer todo lo que había ahí. Empiezo a verme reflejada y a ver que en ese diálogo entre lo que estoy leyendo y lo que mi padre escribió puede haber algo interesante. Lo empecé a compartir con las guionistas, y lo que ha quedado en la película son esas voces en off que están muy reconstruidas. He hecho un puzzle para explicar lo que queríamos explicar”.
Su protagonista, Olaya Aguayo, quien no había actuado nunca antes, forja una suerte de intimidad con los personajes que la acompañan, que ejerce un trabajo mucho más directo sobre la realidad que acompaña la ficción. Su directora nos cuenta que para ella tenía que parecer que no estaban rodando: “Olaya tiene una cosa muy buena y es que conectamos muy bien desde el principio, confió mucho en mí y en todo el equipo, y se dejó llevar sin preguntar demasiado. Ensayamos un montón, pero cuando estábamos rodando, esta dualidad que comentas salió desde la intuición. Al ser un equipo muy pequeño estábamos muy abiertos, a pesar de tener un guion muy sólido, a que el azar entrase en nuestra historia, en nuestra forma de rodar y de trabajar. El azar, el caos, todo era bienvenido”.
Por otra parte, la película apela a un trauma no narrado, el de la muerte de la madre de la protagonista, que late a través de unas cintas de vídeo ocho: “Yo no sabía que las imágenes de archivo existían cuando estábamos Oriol y yo montando. Nos pusimos a probar con fotografías que habíamos pedido a todo el equipo. Un día dijimos, ¿y si Olaya tiene algún vídeo de pequeña?”, nos comenta sobre el proceso de edición. “Le preguntamos si tenía imágenes de pequeña para poder construir más esa capa del pasado que sobrevuela pero que no acabamos de tener bien presente en la película. Para Oriol y para mí esto fue un regalo increíble porque pudimos construir una capa más de la película que, además, hablaba muy bien de lo que queríamos contar”, prosigue. “Esa madre estaba ahí en off, acababas de entender mejor ese personaje, ese tema del que no se habla en la familia, que al final hace que no se comuniquen, que no estén hablando de lo que está pasando ahora en casa también”.
A lo largo del metraje, filmado con honestidad y de una forma viva, Jone aprenderá que a veces hay que anticiparse a los miedos del futuro para poder hurgar y curar las heridas del pasado.


