“Ya que hay pocas esperanzas de solucionar lo que pasó, al menos hundámonos riendo”. Esta frase, con la que Javier Horcajada condensa el espíritu de su nueva película documental, Capitolio vs. Capitolio, funciona como punto de partida para una reflexión incómoda: ¿cómo narrar lo irrepresentable cuando los protagonistas se graban a sí mismos? Su documental contrapone imágenes del asalto al Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021 con propaganda oficial estadounidense de mediados del siglo XX, revelando una paradoja inquietante: los mismos lemas que antaño servían para enaltecer la democracia hoy se usan para justificar su ataque.
Fiel a su estilo, ya presente en From My Cold Dead Hands, Javier trabaja exclusivamente con material de archivo, consciente de que en la era de la saturación visual, cada fragmento es un campo de memoria o desmemoria. En lugar de explicar, provoca; en lugar de juzgar, observa. Su montaje, vertiginoso y cargado de humor negro, pretende revelar la grieta entre el país que Estados Unidos dice ser y el que realmente es.
Javier, un placer tenerte por aquí. En primer lugar, me gustaría preguntarte cómo surge la idea de hacer Capitolio vs. Capitolio. ¿En qué momento sentiste que el proyecto tomaba forma?
Quería hacer una película que narrase en tiempo real el asalto utilizando todo tipo de cámaras. Empecé a acumular y catalogar ese material y, en el proceso, descubrí que había una clara resonancia entre muchos de los lemas coreados durante el asalto y un material propagandístico gubernamental norteamericano que tenía guardado desde hacía tiempo, y tras trabajar en ello y estar seguro de que era una unión consistente, abandoné por completo mi idea original.
¿Qué te llevó a centrarte exclusivamente en material de archivo? ¿Qué te atrae de trabajar con este tipo de imágenes?
Cada uno trabaja con los materiales que elige, y el material de archivo es mi base. Creo que en un mundo con sobreabundancia de imágenes, pero al mismo tiempo con cierto sentido de la ecología, tiene sentido aplicarla a ese material y no fabricar más imágenes innecesarias. Hay muchas maneras de trabajar el material de archivo, y a mí lo que me interesa no es solo cómo vemos nosotros ahora ese material antiguo sino cómo se veía la gente a sí misma cuando lo filmó.
En Capitolio vs. Capitolio contrapones las grabaciones del asalto con películas propagandísticas de mitad del siglo XX. ¿Cómo encontraste ese paralelismo?
Fue pura casualidad. Soy un caso grave de Diógenes digital, acumulo mucho material de archivo que es interesante por sí mismo sin que tenga ningún proyecto en mente en el que usarlo. Tenía mucho material propagandístico gubernamental que hace un retrato hagiográfico de los pilares básicos de la democracia norteamericana en plena psicosis de la Guerra Fría, y me sorprendí al ver que muchos de los lemas que se presentaban ahí hace setenta años son los que repetían los asaltantes del Capitolio con una finalidad totalmente distinta.
Es el problema de cuando defines de manera hueca palabras tan importantes como democracia, libertad o ciudadanía, que al final puedes usarlas para justificar cualquier cosa, como han hecho hábilmente ciertos políticos que las han usado en su propio beneficio personal.
Es el problema de cuando defines de manera hueca palabras tan importantes como democracia, libertad o ciudadanía, que al final puedes usarlas para justificar cualquier cosa, como han hecho hábilmente ciertos políticos que las han usado en su propio beneficio personal.
¿Qué crees que esto revela sobre la narrativa estadounidense?
Que los Estados Unidos llevan tantas décadas manufacturando la imagen que tienen de sí mismos que ha llegado un punto en que tienen un grave conflicto entre el país en el que creen vivir y la realidad, y el que la brecha entre ambos sea cada vez mayor está contribuyendo al descontento de gran parte de la población, que por desgracia está siendo canalizado por políticos arribistas.
“Los Estados Unidos llevan tantas décadas manufacturando la imagen que tienen de sí mismos que ha llegado un punto en que tienen un grave conflicto entre el país en el que creen vivir y la realidad.”
Para la selección, ¿qué criterios seguiste para escoger el material grabado por los propios asaltantes? ¿Hubo algo que te impactara especialmente durante ese visionado?
Quería que el material de archivo antiguo y el del asalto fueran estéticamente muy distintos, así que siendo el primero en 4:3, blanco y negro y analógico, decidí que el del asalto fuera digital, en color y en formato vertical de móvil. Además, quería contar el asalto única y exclusivamente desde el punto de vista de los asaltantes. Uno corre el riesgo en algunos momentos de parecer que está del lado de sus opiniones, pero son tan extremas que no es necesario tener a nadie contraargumentando.
En el material creo que uno puede encontrar dos cosas sorprendentes: por un lado, la variedad de personas entre los asaltantes, porque se ha cometido el error de limitar el votante de Trump a hombres heteros blancos de mediana edad, y eso no suma los setenta millones de votos que tuvo en las pasadas elecciones. Es cierto que componen la parte mayoritaria de sus votantes, pero hay de todo.
Por otro lado, la rapidez con que se propagan los bulos entre los asaltantes. Hacia el final de la película, cuando aparece finalmente el ejército para reprimir la protesta y muchos de los asaltantes empiezan a ser conscientes de que lo que han hecho les va a acarrear serios problemas legales, comienzan a convencerse mutuamente no solo de que son manifestantes pacíficos sino que los violentos son infiltrados de Antifa. Aun siendo una afirmación sin ninguna base, se esparce a una velocidad de vértigo entre la gente mientras siguen arrasando el edificio.
En el material creo que uno puede encontrar dos cosas sorprendentes: por un lado, la variedad de personas entre los asaltantes, porque se ha cometido el error de limitar el votante de Trump a hombres heteros blancos de mediana edad, y eso no suma los setenta millones de votos que tuvo en las pasadas elecciones. Es cierto que componen la parte mayoritaria de sus votantes, pero hay de todo.
Por otro lado, la rapidez con que se propagan los bulos entre los asaltantes. Hacia el final de la película, cuando aparece finalmente el ejército para reprimir la protesta y muchos de los asaltantes empiezan a ser conscientes de que lo que han hecho les va a acarrear serios problemas legales, comienzan a convencerse mutuamente no solo de que son manifestantes pacíficos sino que los violentos son infiltrados de Antifa. Aun siendo una afirmación sin ninguna base, se esparce a una velocidad de vértigo entre la gente mientras siguen arrasando el edificio.
Como mencionas, hay una clara diferencia entre el material propagandístico del siglo XX y los vídeos de los asaltantes: además del color, unos están en horizontal y otros en vertical. ¿Qué tipo de dificultades técnicas encontraste al trabajar con imágenes de tan baja calidad o formatos tan diversos?
El principal problema era la enorme variedad de frame rates que había, además de las dudas que a uno le surgen cuando tiene entre manos un material fascinante pero pésimo técnicamente, y ahí tener que sopesar qué priorizar. Por otro lado, está el tema del sonido; gran parte se ha recreado desde cero y ahí uno debe ser honesto consigo mismo a la hora de mejorar lo que existía pero al mismo tiempo siendo muy fiel a lo que sonaba en realidad.
Hablas de dos memorias: la que se archiva y la que desaparece. ¿Crees que hoy estamos dejando que la memoria colectiva dependa demasiado de redes y plataformas efímeras?
Creo que se conservarán más fotos de las generaciones precedentes que de las nuestras, porque antes una fotografía o una filmación era algo poco habitual y costoso, mientras que ahora es tan fácil generar imágenes que la gente no se toma la molestia de conservarlas adecuadamente. Si se conserva todo ese patrimonio audiovisual será por las tecnológicas, aunque desde luego no por su respeto a la memoria.

En pleno 2025, ¿cuán importante es para ti el archivo informal, no institucional, en la construcción de una historia como esta?
Es incluso más importante que el archivo institucional porque ese no cambia con el paso de las décadas; suele ser manido, redundante, artificial y con una sorprendente falta de sentido dramático, mientras que el informal no suele estar tan filtrado. Será técnicamente más pobre (y últimamente no tanto), pero es mucho más auténtico, representa de manera fidedigna su época y suele apelar a sentimientos mucho más primarios, lo que ayuda a empatizar.
En esta línea, ¿qué papel piensas que juegan los memes en la desmemoria o banalización de hechos históricos como el asalto al Capitolio?
Creo que Trump ha ganado dos veces porque nadie se lo ha tomado en serio. Está claro que los cordones sanitarios en política no han servido para nada y la burla fácil en redes, programas televisivos, etc., han banalizado una amenaza que era muy real, y ahora estamos pagando las consecuencias. Creo que además Trump ha sido muy inteligente en contribuir a esto al dar todos los días varias frases escandalosas que centraban la atención de todos mientras él aprovechaba a imponer su agenda mientras los demás han estado despistados siguiendo el ruido que ha generado.
¿Cómo se construye una memoria histórica cuando los propios protagonistas graban su versión de los hechos en tiempo real? ¿Te ves como un ‘editor de memorias’?
Me veo más bien como un reciclador de desmemorias. La gente no es consciente de que cada fotografía y vídeo que hace es un tesoro, que es un instante que seguramente sea irrepetible, y es una lástima que tengan que pasar los años para valorarlo, lo que supone que para entonces muchas cosas se han perdido. Mi trabajo luego es articular esos recuerdos olvidados de alguna manera que tenga cierto sentido dramático para que sea digerible para el público.
¿Sientes que el cine documental tiene hoy una responsabilidad con la memoria digital, frente a este olvido que generan las propias plataformas?
Mi responsabilidad es hacer una buena película, y la responsabilidad añadida a los documentalistas es ser factualmente correctos. Las plataformas han contribuido a recuperar muchos títulos que de otra manera sería casi imposibles de encontrar, pero lo han hecho a costa de saturar sus catálogos.
“En mis películas y en la vida, no puedo evitar tender al humor negro, de otra manera la vida sería insoportable.”
Uno de los temas centrales del documental es cómo se vacían de significado conceptos como libertad o democracia. ¿Qué responsabilidad crees que tiene el discurso político en esa degradación?
Tiene toda la responsabilidad, porque esa degradación de conceptos fundamentales viene dado por una educación obligatoria cuyo nivel de exigencia es rebajado año tras año por políticos (y sus votantes). A su vez, muchos políticos están jugando muy astutamente a pervertir esos conceptos en su propio beneficio, bien sea aprovechando la ignorancia de la gente, o apelando muy hábilmente a sus instintos más básicos para conseguir anular todo debate racional.
Mencionas que los asaltantes daban miedo, pero también eran ridículos. ¿Cómo manejaste ese equilibrio en el montaje, sin caer en la burla ni en la glorificación?
Es algo a lo que soy muy proclive; pocas cosas dan tanto miedo como que alguien ridículo de repente genere pánico. Además, en mis películas y en la vida, no puedo evitar tender al humor negro, de otra manera la vida sería insoportable. El material es tan variado que se podrían haber hecho mil películas con mil tonos distintos, pero este es el que me es natural y estaba presente en el material filmado, no he inventado ni exacerbado nada.
¿Qué aprendiste de ti como cineasta haciendo Capitolio vs. Capitolio respecto a tu primer film?
Con From My Cold Dead Hands trabajé en un estilo en el que me sentía cómodo, y con esta película me he reafirmado en él. Encontrar tu propia voz es algo muy complicado y creo que la he encontrado. De hecho, hemos terminado el montaje de mi siguiente películas, Proud Girl, sobre la incorporación de las mujeres al Ejército, y sigue la misma senda: solo material de archivo sin entrevistas, narradores ni letreros explicativos, un montaje veloz y el uso del humor negro por muy serio que sea el tema tratado.
Por último, si tuvieras que condensar en una frase lo que Capitolio vs. Capitolio quiere provocar en el espectador, ¿cuál sería?
Ya que hay pocas esperanzas de solucionar lo que pasó, al menos hundámonos riendo.
