El diseñador Jaume Ramirez comparte estudio con tres colegas de profesión –Júlia Esqué, Marc Morro y Mark Bohle– en un espacio diáfano con mucha luz en el piso más alto de un edificio industrial en Poblenou (Barcelona), conocido como Estudios Bolivia. Esta descripción podría ser el principio de un guion de cine que contara la historia de un profesional autónomo de mediana edad, preso de sus contradicciones, en un lugar del mundo en el que nada es lo que parece. Una ciudad que ha preferido ignorar la realidad, esperar a que todo estalle y sea demasiado tarde.
Jaume me cita a las cuatro de la tarde, y buscando la buena dirección entro en un fast food que cuida más el interiorismo que la comida que sirve. ¡Oh, sorpresa! Las lámparas del local están diseñadas por Jaume. Las identifico al momento y a pesar de que no me convence la focaccia, me instalo para observar cómo están dispuestas y si cumplen su función. En efecto, han pasado más de cuarenta minutos y la clave del éxito del local es la iluminación. Te arropa. Te calma. Te ayuda a estar en ti.
La lámpara en cuestión es la Milana, de la que existen dos versiones y que el diseñador describe así: “Diseñando otra cosa, salió esta. La acción es quien manda en este caso, ella define qué ocurre luego, no se piensa mucho. Se hace y con el hacer sale hacer más. Una versión con contrapeso permite moverla de un punto a otro”. Observando la pulcritud de la luz que emite, reescribí el cuestionario que había preparado. La conexión con Jaume nació en ese preciso instante. Entendí cuál es su don particular: contar historias a través de los objetos.
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Josep Pla describe a los olotenses como personas serias, trabajadoras, un poco cerradas y muy apegadas a la tierra y a la religión, con un fuerte sentido del orden y la discreción. ¿Te sientes identificado?
Qué difícil, Sergi. Empezaría diciéndote que donde uno nace es una coincidencia, es decir, que para uno mismo hablar del cómo te ha hecho el sitio donde has nacido es raro. El que ha nacido allí no tiene ninguna sensación de excepcionalidad. Como ya hace muchos años que me fui de Olot, pienso que Pla era muy puñetero y muy observador y sí creo que hay mucho de esto, no solo en los olotenses, sino diría también en mí y en mi lucha con el trabajo.
¿Vives el trabajo como una lucha?
No sé por qué he dicho lucha, pero las cosas no son nada fáciles. Tardo tiempo en saber si están bien o mal. Una cosa es la pulsión por crear algo y la otra es cómo se construye. La construcción de esa cosa sí que es una lucha, porque voy perdido, no sé por dónde voy, pruebo por aquí, tiro atrás, pruebo otra vez.  Pregunto. Necesito que alguien me justifique de algún modo si está bien o no. Casi lo relacionaría con el hecho de ser de Olot. Lo soy, es indiscutible, ¿pero y qué quiere decir esto en mí? Lo mismo me pasa con el trabajo. Es un poco una lucha porque sale de mí una cosa, pero no sé muy bien qué quiere decir.
¿Qué motiva esa pulsión inicial para la creación?
Genéricamente, el hombre. El hombre es lo más importante. También me interesa la relación con lo natural. Me pregunto muchas cosas sin saber y leo ensayos que me ayudan. Siento que tenemos la necesidad de escuchar cuentos. Yo soy muy parlanchín, pero cuando cojo un libro no tengo la posibilidad de hablar, solo habla el otro. Los libros están guay porque si los eliges bien escuchas a gente que dice cosas muy interesantes. Siempre estoy rodeado de mis libros o de mis personajes, que me van diciendo cosas. Y estas cosas que van diciendo se relacionan con cómo vivo el día a día. Me gustan las cosas muy sencillas y procuro que estén fuera de esta construcción cultural que hemos creado, aunque allí sí que tengo una guerra.
¿Por qué?
Porque no puedo decidirlo todo. Allí sí que se genera una dificultad.
Que es el otro.
Es el otro, exacto. Allí las paso más canutas. Ahí está la lucha.
Volvamos a Olot para entender mejor qué significa para ti, aunque no le des demasiada importancia al hecho de haber crecido en un entorno natural rodeado de volcanes dormidos. Un lugar lleno de caminos que llevan a pueblos con ermitas románicas, conectadas por pequeños valles. ¿Cómo crees que puede haber influido en tu forma de trabajar haber crecido en la Garrotxa?
No era consciente de todo esto. Quiero decir que todas estas cosas que describes las veo como una normalidad, es solo cuando sales de allí que te das cuenta de esa belleza. Lo que sí creo que es muy especial en Olot es que el arte forma parte de la ciudad. Estaba todo lo relacionado con el Taller de los Santos y el arte religioso. Mi padre tenía que ver con esto, aunque era pintor de brocha gorda. Yo estaba rodeado de interioristas, un socio de mi padre que había estudiado en la Massana fue quien me guió desde muy pequeño.
Recuerdo estar poniendo hoja de oro en una casa modernista durante todo un verano con música clásica, con Lluís a mi lado. Nuestros vecinos eran el pintor Rafael Griera y la campesina de la casa de delante, que tenía vacas, ibas allí y paría una ternera pequeña o matabas un conejo. Es decir, todas estas cosas formaban parte de una naturalidad en la infancia, que explica de algún modo esta parte intangible de la vida, que nos seduce y forma parte de nosotros. Si eres olotense eres muy consciente de esto porque está presente todo el rato. No es una pulsión que me ha llegado a mí.
Un entorno que te facilitaba tener una conexión con lo estético, de una forma muy directa. Ese micromundo tiene mucho que ver, seguramente por la Escuela de Olot y la tradición pictórica, con que hay una concepción de lo estético que está muy ligada a lo cotidiano, ¿no crees?
Sí, es el día a día. De hecho, diría que es la primera vez en mi vida que soy capaz de explicarlo tan bien. En la vida no había sido tan consciente de esto como ahora hablando contigo. Creo incluso que ha influido en la concepción de lo que tiene que ser el mundo que te rodea. Ese mundo lo creas tú pero en base a lo que conoces.
“Tienes que acostumbrarte a las derrotas de algún modo. Si al final la relación no es fructífera para ambos, pues tienes que dejarla. La vida es corta y tienes que acostumbrarte a cambiar de volante.”
Me ha parecido curioso que empezaras tu andadura profesional en Euskadi, que tiene semejanzas paisajísticas y climáticas con la Garrotxa.
Al principio te decía que hay una conexión con lo humano que me interesa. A Euskadi fui porque mi mejor amigo, con quien estudié la carrera y compartí esa magia adolescente, regresó allí. Las ganas por descubrir me hicieron irme. Siempre muy naive porque no sabes lo que hay en el otro lado hasta que lo pisas. Yo no era consciente de esta relación que comentas. Ahora sí lo soy porque viví allí un tiempo. Aparte de la lluvia, sí que hay una relación. Estando allí entendí por qué me había ido de Olot, y también me fui de Euskadi con ganas de estar más abierto de nuevo.
¿Cómo recuerdas esa primera experiencia profesional junto a Gorka Ibargoyen y Josema Carrillo?
Recuerdo que mi madre lloraba cuando me iba y mi padre decía, ¿estás seguro que quieres hacer esto? En ese momento trabajaba en una multinacional ganando dinero y parecía una decisión un poco rara. Si ya estás encaminado, ¿qué haces allí? No sabía dónde me metía. Sentí una pulsión que no sabría definir muy bien pero que me llevaba a experimentar. Te diría que era muy ignorante y muy naive al principio. Era la amistad la que lo movía todo. Fue muy bonito.
Has conseguido establecer relaciones duraderas con tus clientes, cosa que no siempre pasa. ¿Cómo lo explicas?
Por suerte, porque he tenido la inmensa suerte de trabajar con personas que confían, que dejan que te equivoques, que piensan a largo plazo y con los que se genera una relación bonita. Cuando esto pasa, el trabajo es poco relevante. Cuando te equivocas una vez, la siguiente ya no te vas a equivocar.
De hecho, hay una cita de Paul Auster, en su última novela, que quiero leerte, que dice: “El mito del coche sin conductor aborda un futuro en el que amplios segmentos de la población renuncian voluntariamente a su autonomía como individuos con libertad de pensamiento y ponen la fe en una potencia superior. Números: una fuerza pitagórica, incorpórea, que necesariamente escapa al entendimiento humano y solo es cognoscible para las máquinas impulsadas por dígitos que poco a poco han ido tomando control de la industria automovilística. Baumgartner (que es el protagonista filósofo que da título a la novela) concluye el libro con una historia sobre un choque espectacular ocurrido en Texas. Cuando tres coches sin conductor, ocupados por sus dueños dormidos, convergen en una intersección a 140 por hora y explotan, estallan en llamas, y mueren los cuatro ocupantes, a quienes se les ha olvidado programar el coche antes de salir a su cita con la muerte. En las fases finales, Baumgartner observa que sin tardar mucho, la policía determinará en el informe oficial que la catástrofe se debió a un error humano”.
Esto ya es la realidad.
¿Qué ocurre? Que tuve la suerte de trabajar con gente que no solo miraba los números, sino que miraba de construir de otro modo. Ahora me encuentro con gente que mira los números. Cuando se los miran escapa el sentido común, escapan las relaciones humanas, escapan muchas cosas y nos desborda.
¿Te incomoda?
Sí, me siento muy incómodo con esto.
Seguramente se pueden negociar muchas cosas, pero no todo. ¿Cómo logras convencer al cliente?
No lo logras, se termina el proyecto.
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¿Sí? Sin más.
Tienes que acostumbrarte a las derrotas de algún modo. Si al final la relación no es fructífera para ambos, pues tienes que dejarla. La vida es corta y tienes que acostumbrarte a cambiar de volante. Ya no pasa tanto esta cosa de que las relaciones son más a largo plazo, sino que desafortunadamente se convierten en una cosa más frívola, ¿no?
Y lo irrenunciable para ti, ¿qué sería?
Me gustaría saberte contestar, pero no tengo ni idea. El ser humano es complejo y me gustaría decirte: yo por aquí no paso, pero es mentira, no sé. Creo que somos peligrosos: atacando, aguantando y defendiéndonos.
Haces objetos de uso cotidiano para que nos sintamos mejor. Me gustaría saber por qué has escogido esta especialidad del diseño industrial. ¿Por qué esa decisión? ¿Por qué no estás diseñando coches para Seat?
Aquí tenemos que volver a Olot. Es decir, al oficio. Ya solo la palabra es muy interesante. Si le llamamos trabajo de diseñador industrial, te permite diseñar para Seat. El oficio no te lo permite porque entras en un juego de números. En un momento de mi carrera profesional, cuando estaba con más gente, pensé que teníamos que crecer o hacernos pequeños. En ese momento mi decisión fue hacerlo pequeño, y por lo tanto eso se convertía en un oficio.
También hay una realidad que es el sitio donde trabajas. En Barcelona hay muchas empresas de iluminación que lo hacen muy bien y muchos diseñadores que han hecho las cosas muy bien. De algún modo hay un camino marcado que te impulsa a hacerlo bien. Pero sí es verdad que los objetos los hago a una escala muy humana. Ahora tengo un proyecto que es importante de escala, y creo que lo voy a coger con el mismo cariño que si fuera a una escala a nivel de oficio.
Me parece curioso que tus lámparas sean muy distintas entre sí. Las formas, los materiales, su uso, incluso. Me gustan especialmente las luminarias Frágil.
Gracias, Sergi. Diría que todo el rato son el mismo pensamiento, parten del mismo lugar. Y después se transforman en cosas distintas, porque según le vas dando con las manos, aparece otra cosa. Las Frágil, en concreto, creo que son otro ejercicio, porque aparecen de estar muchas horas observando las lámparas de aceite en casas donde yo estaba durante los veranos en Finlandia. De la belleza de ese objeto, de la relación con las nuevas tecnologías y de esa perdición de la bombilla hice un ejercicio, hace muchos años.
Observando los interiores de las casas en el home exchange, y de mirar qué lámparas había en los salones de las casas de todo el mundo. Iba dibujando un arquetipo que es el pie cerámico y la pantalla de papel o de tejido cónica, que es el mismo arquetipo que se repite con la Frágil. Tengo libretas y libretas con ese dibujo. Y ahí también está esa mezcla con la lámpara de aceite, con un pasado que forma parte del presente. El hecho de fabricarla toda en cristal y que quede toda la pieza del centro iluminada, que es el cilindro que aguanta estas piezas.
Fascinante.
Todos estos pensamientos, los dibujas; después de dibujarlos los pruebas y es muy bonito porque pasan muchas cosas a la vez. Si pones solamente esta pieza arriba tienes una cosa decorativa, si pones esta de aquí tienes una más funcional. Todo este ejercicio me volvía loco, y pensaba, más que construir una pirámide en la que a medida que trabajas todo se afianza, casi que el proyecto era al revés. Es decir, construía una pirámide inversa donde a base de trabajo se me abre el proyecto y es infinito.
De hecho, de estas últimas Frágiles hay varias versiones. Y es como, ‘prou, prou, prou’. De un principio, de una génesis que tiene que ver con el pasado, se ha generado una nueva explosión. De algún modo esta lámpara es una transición entre el mundo de ayer y el digital, porque puedes verla así, como una cosa de antes pero que ya no existe. Tiene una lectura de este mundo en el que vivimos hoy en el que se deshacen las convicciones. Por eso creo que hoy el cristal es un material con el que se curra la hostia, tiene esta cosa como que está en medio. Con la lámpara ocurre esto, que dices, wow, ¿dónde estoy?
También he hecho una nueva colección que puedes colgarlas, una cosa muy mágica, a lo Harry Potter. Tenemos la necesidad de escuchar cuentos, y pienso que de algún modo los objetos contienen una parte de este cuento. Que te lleven o te acompañen con una manera de entender el mundo sin prejuicios y de cuento real que me gusta mucho.
En una ocasión dijiste que la androginia define una nueva cultura de vivir, quizás también una nueva manera de crear. ¿Puedes explicarlo?
Es una decisión en el crear consciente, es decir, la seducción, que es un elemento con el que trabajamos, la forma, la belleza, también la función, el sentido, el logos, son caminos que entiendo que desde un punto de vista de género han sido toda la vida muy marcados. O es una o es la otra. Mi forma de trabajar tiene que ver todo el rato con la combinación entre ambas, es decir, en una androginia que no da la razón ni al uno ni al otro, que se mezcla. Es como querer al padre y a la madre a la vez, o discutirlos, o contradecirlos. ¿Cómo hacer que en una cosa aparezcan los dos a la vez?
Esta manera de trabajar me gusta mucho. Por ejemplo, ha habido unos años donde como moderno no podías atarte a la decoración. Y la decoración es muy importante. Si eres diseñador, es vital que la pieza y la parte decorativa de la pieza la tengas muy en cuenta. ¿Cómo no va a ser esto importante? Hay toda una corriente de pensamiento que, de una forma muy ambiciosa, pero muy pequeña a la vez, procuro que pase en el curro que hago.
¿Cómo le explicarías a un niño de diez años lo que haces?
Le diría que cuento cuentos.
“Tenemos la necesidad de escuchar cuentos, y pienso que de algún modo los objetos contienen una parte de este cuento. Que te lleven o te acompañen con una manera de entender el mundo sin prejuicios.”
Los cuentas a partir de tu conocimiento, pero también supongo que te fijas en otras disciplinas. ¿Cuáles son?
Últimamente le doy mucha importancia a la música. Creo que la mezclo con lo natural. Por ejemplo, un pájaro… no sé muy bien cómo conectarlo, pero allí hay un interés muy grande. Y la lectura. La lectura es escoger aquellos que te acompañan y que no están cerca. Es importantísima porque la lectura es vivir en un cuento. Las personas siempre habían estado cerca. Hoy lo cercano me resulta complejo porque estamos un poco enfermos y no sé muy bien cómo manejar la relación con las personas.
¿Cuál es la dificultad? ¿Entenderles?
No. Creo que años atrás había una relación con el grupo, con los otros, que a mí me gustaba mucho. Hay dos maneras de vivir que después se mezclan, una definida por la meditación y el estar con uno mismo y la otra que define estar con los demás, y por lo tanto no te ves a ti mismo, sino que la vida es aquello que miras. Yo soy más la segunda parte, y estoy un poco decepcionado por el momento que vivimos, porque yo mismo creo que me miro demasiado a mí mismo y creo que es una putada. Ahí estoy un poco despistado.
Pero lo dices como si hubiera habido algunas decepciones.
Conmigo mismo, diría. Creo que está muy bien saber decir que no sabes cómo hacer las cosas en el contexto actual. Hace unos años, en el parque humano, decidía la izquierda. Era quien mandaba y la derecha callaba. De algún modo. Yo he vivido desde allí. Me siento muy cómodo allí y creo que hoy pasa lo contrario. Entonces estoy un poco desconcertado porque no sé qué hacer, o sea no puedo hablar, no tengo voz, no comparto lo que se dice en el mundo.
¿Qué te emociona?
¡Qué buena pregunta! Me emociona, de nuevo, mi relación con el mundo desde lo natural. Aprender cosas me emociona la hostia. Cosas que no sabes. Por ejemplo, probar un alimento puede provocar una emoción y una sorpresa.
Me gustaría saber cómo empiezas a imaginar desde cero un objeto que tiene que ser comercializado y tiene que dar unos resultados tangibles para que tenga una vida a largo plazo.  ¿Cómo te enfrentas a ese reto?
No pienso en un objeto que tenga que cumplir con todas estas cosas que dices. No pienso en que tenga que ir al mercado. Todo parte de una pulsión. Cierro los ojos y digo, me gustaría tener un punto de luz en mis dedos para poder ponerlo donde quiera. Y dices, ¿cómo lo hago? Así empiezo a trabajar. Con la lámpara Copérnica es bonito porque lo que ocurre es que si tienes una semiesfera, no puedes pinzarla, pero si esta semiesfera en vez de tenerla como semiesfera, la doblo, funciona. La forma obedece a la pulsión. Yo no sé si está bien o no la forma, pero me cumple. Yo la pienso, la desplazo, y todo el rato es un poco lo mismo.
Después lo que hago es probarlo. Si eres capaz de terminar el producto y hacer que se venda sin una mercadotecnia, como pasó con la lámpara Frágil, que me la pedías y yo te la fabricaba y te la vendía. Y después hay otra versión que es cuando trabajas con una empresa. Lo decía un diseñador, Burle, que hay proyectos donde es un solo de guitarra y hay proyectos donde es una orquesta. Cuando estás con una empresa, ¿eres un instrumento de toda la orquesta, no? Hay personas que saben mucho, que dicen muchas cosas que suman al proyecto, que lo hacen crecer, que hacen que se desarrolle y pasa a ser una cosa que está un poco fuera de tus manos.
La butaca Ele, que es mi favorita, la describes como una obra de arte funcional. He leído que tardaste cinco años en terminarla, y que aún sigues percibiéndola como una pieza inacabada. Algo que ya está producido, ¿sigue estando inacabado?
No tengo nunca suficiente. Entiendo que mi trabajo es como un experimento que voy haciendo y lo voy modificando siempre. Esto lo escribí hace tiempo, pero es tan verdad que ahora haré unas modificaciones de unas medidas que va a mejorar el cojín por la parte de abajo, que quiero fijar con un tornillo. Entonces es literal esto de que no está terminada. Yo creo que estará terminada el día que deje de estar en mis manos. Quizás cuando una pieza la tiene una empresa, entonces yo sí que ya la doy por terminada, porque ellos la venden y se encargan de todo.
Eso quizá esté relacionado con la idea de incompletitud. O sea, si está inacabada está cerca, porque hay que estar pendiente de ella. ¿Podría ser parecido a la relación padre e hijo?
¡Me encanta esto, qué listo!
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¿Es algo buscado, algo que tú decides?
Sí, está muy bien porque me conecta con que, si antes describía mi trabajo diciendo que cuento cuentos, los cuentos nunca están terminados. Es decir, hay variaciones y los puedes cambiar. Me gusta cuando las cosas están en el sueño. Por eso la pirámide al revés, supongo. Porque cuanto más grande se hace el sueño, mejor es. Es como el principio de un cono al revés, hay algo que lo hace grande y que me gusta. Peter Brooks habla de esta realidad, entre lo místico y lo cercano. Pues en lo cercano, que la pieza esté terminada, que esté cerca de ti, como tú decías antes, es muy importante. El mito se aguanta un rato, pero lo cercano mola mucho.
Me llama la atención que reivindiques el diseñador invisible, que sería la contraposición del diseñador reconocido y que participa en lo que el mercado le exige, que es estar donde hay que estar y seguramente renunciar a muchas cosas para seguir estando. ¿Por qué reivindicas esa posición de invisibilidad?
Es muy sencillo: creo que la autoría de las cosas y la autenticidad de las mismas no forman parte nunca de una sola persona en el mundo de los objetos, sino que siempre son muchos. Rodin tenía cien tíos currando, y era Rodin. Es decir, creo que hay una mala interpretación de la mercadotecnia. Los diseñadores igual somos un poco los bufones de la corte. Un producto es algo muy complejo.
La cultura japonesa tiene un poco que ver con la repetición. Generación tras generación han construido una cultura y una fe, y ese construir no es de uno, es de muchos. Me gusta formar parte del mogollón, que quiere decir que miro atrás, observo las cosas con mucho respeto, me pregunto por qué las han hecho y cómo se han hecho. Miro el hoy, miro adelante, pero no tengo ninguna necesidad de mirarme a mí mismo. El acto creativo sí que es una cosa que solo es de uno mismo, pero todo lo demás no.
¿No buscas el reconocimiento?
No, más bien al revés.
¿Huyes?
Sí.
¿Lo has rechazado?
No me interesa nada.
¿Pero como una posición ética?
No, no, por vergüenza.
¿Qué te tiene ocupado ahora mismo?
Tengo un proyecto que me interesa y que me hace mucha ilusión, todavía no puedo hablar de ello porque no sé si va a concretarse. Se sale un poco de la línea de lo que me han pedido hasta ahora. Es un encargo muy bonito, me mola. Después tengo en la cabeza la silla Kapla, llevo mucho tiempo trabajando en ella. Esta en la que estás sentado, es una de las cuatro primeras que he hecho. Con Daniel Riera vamos a hacer fotos dentro de poco y quiero acompañarla con una mesa, es decir, generar un espacio en una cabaña del Delta. Me abruma un poco esta pregunta porque cuando pienso en el objeto y en el sueño del cuento, eso no está; pero cuando lo pongo y está, me abruma. Es como que me interpela. Allí me siento bien, y me meto. Sí, estoy a gusto.
¿Lo necesitas?
Necesito contar cuentos.
“Creo que la autoría de las cosas y la autenticidad de las mismas no forman parte nunca de una sola persona en el mundo de los objetos, sino que siempre son muchos.”
De Olot han salido nombres destacadísimos de nuestro tiempo: la chef Fina Puigdevall, el fotógrafo Daniel Riera, los artistas Isabel Banal y Carles Congost, la arquitecta Carme Pigem de RCR Arquitectes. Joaquim Vayreda creó la Escuela paisajística de Olot en la segunda mitad del siglo XIX. ¿Qué influencia ha podido tener la tradición pictórica y artística de la ciudad en las nuevas generaciones?
Es muy inteligente esta pregunta. Creo que la nostalgia es muy peligrosa, pero esto no quiere decir que tengamos que olvidarnos de la Escuela. Entre la desmemoria y no querer ser nostálgicos hay un paso grande. Pienso que cuando se crea algo, se muere otro algo. Hay objetos de mi carrera profesional que están muertos para muchos. Es decir, que no se sabe que se han creado. Yo sí entiendo que hay una transferencia, no veo nada roto, no veo nada olvidado, no veo ser deudor de nada y de todo a la vez. Las personas de las que me hablas no forman parte de mi vida. Hay otras que sí forman parte y que son de otros lugares, que me ayudan a una construcción que seguramente hace una bola más grande, más compleja. Menos similar y más rica, por lo tanto, que me lo pone chungo pero que me interesa.
Con motivo de la exposición dedicada a la obra de Miguel Milá que podemos ver en el Museu del Disseny de Barcelona, quería hacerle un pequeño homenaje. Milá decía: “He aprendido a vivir con pocas certezas, también a administrar pocas verdades”. ¿Te pasa lo mismo?
Es exacto, sí. Primero, me parece muy adecuado que menciones a Miguel porque nos ha enseñado mogollón sobre qué hacer. También nos ha enseñado sobre cómo pensarlo. Miguel no solo ha sido un buen diseñador, sino que ha sabido administrar lo que hacía con sus objetos y cómo se relacionaba con los demás, en una especie de metafísica muy sencilla que está muy bien. De esta metafísica sencilla que tenía es capaz de extraer esta frase tan buena, que comparto cien por cien.
André Ricard, en su libro Diseño y calidad de vida, arremetía contra la superficialidad del diseño y, al mismo tiempo, alababa las herramientas de la agricultura popular como auténticas lecciones de diseño. Ponía como ejemplo al campesino que vivía al lado de su casa en la Cerdanya, quien había vallado una parte del campo y construido, con sus propias manos, una puerta para cerrarlo, según su particular manera de concebir el espacio. Y afirmaba que eso era una auténtica obra de arte, la perfección a esa escala. El diseño contemporáneo se ha podido percibir como algo reservado a la élite. ¿Crees que esa simplificación ha perjudicado a la profesión?
Para empezar, son dos antagonías, la de Milá y la de Ricard. Ricard habla de una verdad y Milá se la pregunta. Me quedo con Milá, no me quedo con la verdad de Ricard. Me la creo parcialmente. Cuando se construye una casa y vas a la obra, hay una frase que me gusta mucho: el que demani. Lo que pida. Funciona en algunos casos pero no en todos, porque también somos sueño, somos mito. Es parcial la verdad de la que habla Ricard, para mí no es suficiente.
Diseñar es una mezcla entre las dos partes. A veces te coges a una, a veces te coges a otra, a veces no sabes muy bien a cuál… intentas las dos o no puedes con ninguna. Jugar con todas las partes me parece muy bien. Y me parece banal la construcción que hacemos del diseño porque, si lo entendemos desde lo silencioso, no aparecen nombres pero cosas muy bien hechas, y pueden haber estado creadas por uno, por varios, por ninguno, por el azar. Esto en la vida de los objetos es muy bonito. Los objetos que nos acompañan son de puta madre, y no los nombres de los que los han creado. Esto lo miro con mucho amor. No, no hay ningún daño más allá de una convención cultural creada entre muy pocos. No hace tanto daño porque tampoco creo que sea tan relevante.
Una lámpara, o cualquier otro objeto, deben encajar en el espacio donde se ubican. ¿Qué condiciones debe tener en cuenta el usuario antes de decidirse por un modelo u otro?
Tenemos que comprar menos objetos. No hacen falta tantos. Hay demasiados objetos y demasiadas cosas en el mercado. Cómo decidir o cómo ayudar a hacer una buena compra, Peter Sloterdijk lo dice muy bien: la responsabilidad para el mundo en el que vivimos es de uno mismo. Es alta, la responsabilidad, por eso es inteligente la pregunta que haces, porque es muy importante el tema, pero creo que cada uno tiene que hacer el ejercicio de pensar si lo quiere resolver, o en función de qué lo quiere resolver. Hay unas cuantas ecuaciones a tener en cuenta. Muchas tienen que ver con la convención cultural, y otras están relacionadas con el entorno y con lo que haces, que también son necesarias si queremos hacerlo bien.
El consumidor medio se mueve por emociones y necesidades creadas. Incluso cuando se relaciona con lo que le rodea. Cada uno decide cómo tiene que ser esa pequeña construcción vital que nos hacemos, el lugar donde vivimos, de cómo vivimos, de cómo compramos, qué compramos. Todo eso parte, en principio, de una reflexión. La reflexión no está muy valorada, ¿no sé si estás de acuerdo?
Claro que estoy de acuerdo. Sartre decía que nadie puede escribir sobre la bomba atómica si no ha estado creándola. Es una pregunta muy gorda. Espero que las nuevas formas de vivir cambien muchas cosas. Hagamos menos, o lo que necesitemos. Hay una cosa en relación a esta pregunta que creo que es de cajón. Bruno Latour fue quizás el primer filósofo ecologista, y decía que no sabía muy bien cuál era la respuesta, pero que tocaba mover ficha. Entonces la pregunta que haces es exactamente esta, es decir: oye, yo no tengo por qué saber cuál es esta respuesta, pero sí que tengo que ser avispado para pensar qué es lo que tengo que hacer. Es decir, no es desde una certeza, pero sí que creo, o al menos coincido, que vivimos en un momento de cambio donde tenemos que hacer que pasen cosas. Como diseñador, por ejemplo, te diría que quizás hace menos daño escribir un cuento que fabricar una silla, y que ahí hay una relación con el cómo gastamos el tiempo, cómo nos musculamos en la vida, qué tenemos que aprender con el vivir, y cómo justificamos las pulsiones de lo que hacemos, no tanto relacionadas con el dinero, sino más con la visión del mundo.
¿Y qué ha podido pasar para que de repente te sientas conectado con todo eso y que le des el valor que le das ahora? ¿Es a través de la propia experiencia?
Cuando haces un objeto y lo terminas, te queda un vacío muy grande. No da una respuesta a nada, simplemente está hecho. Cuando se repiten esos vacíos varias veces, buscas respuestas en otro lado. 
¿Qué es la realidad para ti?
Volviendo a Peter Brooks, si lo real es lo cercano, allí es donde está la ternura de la vida, una cosa muy importante, darse la mano. Que me interese mucho no quiere decir que lo maneje bien, que igual lo hago mal… Diría que la mejor virtud de uno a veces también es la mejor desgracia. Como me gusta estar soñando, igual a veces olvido un poco lo real, y me convienen algunas collejas de realidad. Lo real a veces no es lo que uno espera, es lo que hay. Esta relación con los demás me gusta mucho. Pero me preocupa la relación con los otros. El aumento de la preocupación por uno mismo significa un descenso de la relación con los otros, y esta relación con los otros la añoro, parece que no tiene valor.
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Según el filósofo y psicoanalista Slavoj Žižek, el malestar contemporáneo proviene de la ideología neoliberal, que produce un malestar estructural al promover un goce compulsivo que nunca se satisface, generando ansiedad y desorientación. ¿Estás de acuerdo?
Zizek no es un favorito mío porque es poco romántico y porque es un quejica. Cuando has leído un par de textos… hostia, qué quejica es. Pero creo que todo lo que dice lo articula muy bien y tiene mucha razón. Sí que hay parte de esta enfermedad que me jode. Los móviles hacen mucho daño, nos han cambiado la forma de vivir y han generado esta ansiedad, al menos a mí, no lo gestiono bien. Tal cual lo dice, tal cual lo siento. Y pienso, ¿por qué ha pasado esto? Antes te decía lo del estar con los otros y estar con uno mismo. Creo que me interesa la gente que procura curar esto. Por ejemplo, Byung-Chul Han en su último libro habla de la esperanza. Me parece bonito porque es un acto humano de salvación, de que somos nosotros quienes tenemos que pasar a la acción.
Zizek también habla del neoliberalismo y de cómo este sistema se ha seguido perfeccionando para mal, o sea, el capitalismo entendido como algo destructivo. Y esto de alguna forma también afecta el trabajo de los diseñadores que habéis optado por mantener una independencia creativa. No depender tanto de pocos clientes, o hacer el trabajo que ellos quieren que hagas, sino seguir proponiendo una manera de hacer que te es propia. ¿Cómo se soporta eso?
Yo creo que es puta, esto. De hecho, los objetos que hacemos son para ricos. Es una contradicción enorme. Los libros que escribe Zizek también. Quiero decir que, por ejemplo, tú no puedes ser hippie si eres pobre. Solo puedes ser hippie si tienes los medios para serlo. Allí empieza esta cuestión neoliberal que, la lleves donde la lleves, acaba en un abismo, un oxímoron. Tenemos que vivir con esta contradicción. Me parece que también hay que saber sobrellevarla. En este caso hablo del oficio porque es precioso, y las consecuencias son divisorias. Toda esta parte me parece una desgracia.
Pasolini también defendía la incompatibilidad entre el cristianismo y el capitalismo. El cristianismo te pide sacrificio, y el capitalismo te lo exige haciéndote creer que puedes ser hedonista hasta donde tú quieras. ¿Qué opinión te merece la deriva ultraliberal del sistema?
El malestar que vivo en lo cotidiano tiene mucho que ver con esta pregunta que haces. No sé cómo girarlo, cuál es parte de mí que tiene, que si es un con llevarla, si es quererla, si es aceptarla, si es luchar contra. En cualquier caso, lo que añoro de esta parte es que no sea colectiva. Es lo que me disgusta más, quizás porque no estoy seguro de mí o porque necesito estar con otros. O porque, volviendo a Paul Auster, dice que no sabríamos hablar si estuviéramos solos. Esta relación con los otros me parece relevante.
Tienes un hijo de diecisiete años y has mencionado la esperanza. Si volvemos al principio de la conversación, esta cadena cultural que se supone que uno transmite a los que tiene más cerca, supongo que a tu hijo algo de lo que has compartido le va a resonar. Quiero decir que, conviviendo contigo, debe haber aprendido a relacionarse con el mundo a través de tus ojos. ¿Podemos depositar la esperanza en la generación que nos sigue?
Hay una esperanza de la hostia, la generación que viene es la bomba, una caña. Creo que estamos…
¿Salvados?
No, pero parte de la decepción o de la nostalgia de lo de antes tiene que ver por no saber entender el talento de lo que viene. Si abres los ojos y ves el talento… 
En ese sentido podemos decir que tu compromiso cívico tiene que ver con esa esperanza, o sea, ¿depositas una esperanza en los que vienen y que tú estás observando? ¿Tienen una actitud distinta? ¿Pueden hacer frente a la realidad de otra manera, se pueden organizar y pueden proponer otro modelo social? ¿O eso es demasiado esperanzador? Porque yo tampoco lo veo. Quizás no tienen los altavoces, ¿eh? Pero a mí me preocupa que no haya movimientos que molesten de verdad al sistema.
Hablábamos de un bebé el otro día, y con los bebés todo el mundo dice: hostia, qué rápido habla, y en cambio nadie dice, cuánto escucha este bebé. Los que hablan hoy nos preocupan porque son para preocuparse, son unos agentes distintos a los de antes. Va muy conectado a esto de que la felicidad la da el dinero. Todas las relaciones y las referencias que pones son clavadas, pero hay otras que tienen que ver con el silencio, con el hacer. Con la gente que escoge, por ejemplo, un bachillerato que no es el científico, y que tiene que ver con una vocación, con la docencia, una capacidad de mediación. Todas estas partes se generan con silencio y existen en estos chicos. Las veo, están cerca de mí, y no es una cosa que yo he procurado que ocurra sino que han construido ellos. Lo que ocurre es que no hay revolución. Diría que la revolución está en el otro lado. La voz de la revolución hoy está en este feroz neoliberalismo del que todos vivimos, de algún modo.
Esa relación con tu hijo es una forma de amor. ¿Qué importancia tiene el amor en tu vida?
Pues mogollón, toda. El tema del amor da para un ensayo. Cuando dices amor, vuelve a entrar la relación con el otro. ¿Cuán importante es la relación con el otro, y por lo tanto, el amor en la vida? Todo, porque para mí conmigo no quiero nada, con los otros, todo el rato. Es decir, el amor, igual que el desamor, me parecen importantes, son los que nos construyen. El compartir la vida, la relación con los amigos…
Con la profesión…
Con la profesión, sí, precioso. Por ejemplo, con lo que vivo de la profesión me parece brutal. Pasa el tiempo y hay gente a la que te acercas, con la que colaboras, con la que te ayudas. Diría que hace la vida. En este caso, la profesión es una maravilla porque te permite conocer a gente muy interesante y con la que compartes afinidades.
“Cuando haces un objeto y lo terminas, te queda un vacío muy grande. No da una respuesta a nada, simplemente está hecho. Cuando se repiten esos vacíos varias veces, buscas respuestas en otro lado.”
¿Dónde te proyectas en el futuro?
Tengo un colega arquitecto que se planifica la vida con paquetes de diez años, es decir, y siempre tengo mucha envidia porque yo no lo planifico ni a diez días. Sí que diría que hay un runrún que me aprieta a cierta irreverencia. Este runrún, quizás por un tema del momento en que me encuentro, o de edad, o no sé muy bien por qué, es sobre estas cosas que no tienen que ver con lo útil. Creo que son muy importantes. Es una grieta.
O sea, la irreverencia como una posición frente a la vida, asumiendo todas las consecuencias.
Sí, porque hay una construcción cultural marcada que no acepto. Hay una pulsión no marcada, que es esta grieta de la que te hablo, que es la que pienso que tengo que seguir y no sé adónde va.
Es la tuya, es el espacio donde tú estás.
Es la que me da la energía para, por ejemplo, escribir un texto. Es un poco este caminoelque quiero emprender. ¿Y este camino es mío?, hostia, no, es que no tiene nada que ver si es mío o no, es que lo que hay es grande, ¿no? Me parece tan bonito poder hablar de ello. Y me parece importante, por lo tanto, compartirlo, que ocurra. La grieta creo que va como un poco por ahí, pero no sé cómo transformarla.
Antes decías que era una batalla. Para ir a la batalla hay que prepararse, hay que estar curtido y tienes que tener armas. ¿Hacia dónde has elegido ir en los próximos años?
No lo sé. El otro día un colega decía que hacerse mayor es empezar a saber hacer menos cosas y desaprender lo aprendido. Qué listo. No está mal, pero quizás te respondería que me siento en un momento de estar a cero, de reinvención.
Eso es fantástico. Te puede llevar a donde quieras.
Sí, aunque no tengo ni idea y no está el camino trazado, para nada. No lo tengo nada pensado ni me interesa demasiado. Estoy a cero, es una realidad. No me veo como profesional desde dentro, al revés, me lo descreo. Quizás es una circunstancia de no pensar en uno mismo, y quizás no siempre está bien. Pero si lo importante está fuera es probable que este yo no exista, porque pueden pasar tantas cosas, hay tantas cosas relevantes, de cambios que vivimos, que no sé muy bien a dónde me llevará.
Por lo menos aceptas que hay un cambio.
Creo que la vida es cambio todo el tiempo. Quien no quiera verlo… Cuando eres conservador tienes algo que perder. Yo no sé qué cosas tengo que perder. Por eso también entiendo que, desde el cero, estás en cero.
Para terminar, me ha sorprendido tu habilidad para escribir desde la emoción, que no es nada habitual. Antes decías: uno lee para sentirse acompañado, pero sabiendo que no puede interactuar con esa compañía. Si te pones a escribir, nos puedes acompañar a los demás. De alguna forma estás en el otro lado. Un lado que te es familiar porque lees mucho pero que desconoces porque no has publicado todavía. ¿Es esa una posibilidad, algo que puede despertar tu curiosidad?
Sí, me encantaría. Esto me gustaría mucho.
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