Construir espacios a partir del dibujo, jugando solo con la línea y el color, no es tan fácil como puede parecer. La artista Irene van de Mheen consigue convertir una sala cualquiera en un sitio completamente distinto, una escalera en un bucle infinito, o hacer de un muro toda la escenografía necesaria para una representación teatral. Ella es una mujer inquieta y curiosa, y su trabajo está intrínsecamente relacionado con el urbanismo. Sus creaciones incluyen dibujos, instalaciones, fotografías e incluso obras de cerámica. Para conocerla más a fondo, decidimos hablar con ella.
Tu disciplina favorita (o, al menos, la que más trabajas) es el dibujo. ¿Dibujabas mucho de niña, o te interesó luego? ¿Recuerdas algún dibujo en especial que te hiciera sentir que dibujar era tu destino?
Cuando era pequeña siempre dibujaba mucho y hacía todo tipo de cosas: pequeños libros y periódicos, tebeos, diseñaba mi ropa, joyas… Realmente era una hacedora: hacía cosas y las quería enseñar.
En tus obras trabajas principalmente con la línea y el color. ¿Cómo es posible que estos dos elementos, aparentemente tan sencillos, permitan tanto juego a la hora de crear? ¿Cuándo descubriste que tenías infinitas posibilidades con “tan solo” esto?
Pues es precisamente lo que a mí me sigue fascinando: que con medios muy sencillos se pueden hacer cosas muy distintas. El juego tiene un papel importante en mi trabajo. Me fascina lo que se puede conseguir variando colores, formas o ritmos: otros ambientes, otras poesías. De la misma manera que un poeta experimenta con las palabras, la sintaxis o el ritmo, en mis dibujos juego con formas, espacios, etc.
Tu obra está muy relacionada con el espacio y la arquitectura. ¿Te has planteado, o te planteaste, ser arquitecta en algún momento?
Curiosamente, al principio quería ser arquitecta de jardines. Lo que más me gusta del arte son la autonomía y las posibilidades ilimitadas, aunque el hecho de que todo sea posible al mismo tiempo puede bloquearte. Me gusta lo no acabado, lo que no es perfecto, las cosas que no tienen una utilidad práctica, poder experimentar y permitir el fracaso. La arquitectura me inspira más bien en el sentido abstracto, en la idea del espacio. Un artista se puede permitir el lujo de crear únicamente una habitación sin el edificio alrededor, e incluso una habitación en el primer piso sin planta baja; un arquitecto, no. Un arquitecto trabaja con 100 o 1000 metros cuadrados, y un urbanista lo hace con kilómetros cuadrados. Un artista puede crear su propio mundo en centímetros cuadrados.
También creas dibujos e instalaciones pensadas para edificios específicos. ¿Hay algún espacio, color o elemento en particular de un edificio o emplazamiento que te inspire? ¿O cada vez que ves el sitio te llama la atención algo diferente?
En general me gustan los lugares un poco destartalados, las huellas de usuarios anteriores en las que se puede añadir o quitar algo. Normalmente me dejo guiar por el espacio en sí y por su ritmo.
Tus instalaciones y dibujos en espacios interiores y edificios cambian totalmente el espacio y la percepción que las personas tenemos de él. ¿Qué buscas con transportar a la gente a otra realidad? ¿Crees que todos entienden tu trabajo?
A veces me resulta difícil entender que otras personas no vean lo que veo yo. Pero también me he dado cuenta de que, si se lo explico, lo acaban viendo. En un principio creo que busco otra realidad para mí, una manera de escapar, otro espacio detrás del espacio, detrás del espejo. Muchas veces se trata simplemente de una curiosidad: qué pasaría si hago esto o lo otro. Alex de Vries, un crítico holandés, comparaba la manera como trato el espacio con doblar calcetines: doblando dos formas al revés, consigo crear una forma completamente nueva.
Aparte del dibujo también trabajas con la cerámica y la fotografía. ¿Crees que algún día podrías relegar el dibujo a un segundo plano para centrarte en alguna otra técnica?
Creo que siempre lo haría todo al mismo tiempo. Lo que me gusta del dibujo es la inmediatez, lo espontáneo. Es una manera de pensar, de pensar en imágenes, y la necesitaré siempre. La fotografía tiene para mí la misma función. Hago muchas fotos que son como bocetos o dibujos encontrados.
Personalmente, me gusta mucho la instalación Wahlverwandtschaft, que hiciste en un espacio en Holanda. Cuéntame un poco más sobre ella.
Wahlverwandtschaft era una exposición en Dordrecht, en el Círculo de Dibujo más antiguo de Holanda. El lugar tiene varias salas, por lo que invité a dos artistas más con quien tengo afinidad a que colaboraran, y de ahí salió el nombre: “una afinidad elegida.” Aparte de dibujos, quería hacer una intervención. Creo que intervención es la mejor palabra para definirlo, porque intervengo directamente sobre el espacio. Los otros dos artistas ya tenían obra hecha –además, muy grande–, y lo mío solo existía en mi cabeza, de manera que se iban ocupando los espacios y yo, al final, tenía que luchar por mi espacio propio. Curiosamente, esto es la esencia de mi trabajo: la búsqueda de un espacio propio. Como decía Virginia Woolf, “todo el mundo necesita una habitación propia para poder crear.” Así que crear un espacio detrás del espacio existente –doblar el espacio– fue realmente una necesidad.
En 2006 y 2007 diseñaste la escenografía para un espectáculo de la compañía de danza contemporánea Erre que Erre. ¿Cómo fue tu aventura por las artes escénicas? ¿La repetirías? Cuéntanos un poco más.
Conocía la compañía por mis amigos bailarines, y ellos conocían mi trabajo a su vez. Habían visto la instalación Enlloc que hice en Madrid para la Sala Alcalá 31. Hice un muro como si fuera una pintura geométrica que se podía atravesar; al otro lado te encontrabas en un dibujo tridimensional. Después hice una instalación grande en Espai Ubú (en Barcelona) con dibujos recortados en el suelo a modo de grabado tridimensional, y dibujos arquitectónicos en las ventanas, y el equipo de Erre que Erre vino a verlo. Entonces me pidieron hacer el escenario para 'Escupir en el tiempo': tenía que ser una especie de no-espacio y debía haber un muro grande, detrás del cual, supuestamente, estaba la fiesta. ¡Me gustó mucho la experiencia! Me encanta el baile contemporáneo, y siempre pienso que mis instalaciones se completan con los espectadores o, en este caso, los bailarines. Pero me gustaría hacerlo al revés algún día, es decir, diseñar primero el ambiente para que luego los bailarines improvisen sus movimientos en el entorno dibujado por mí.
Cuéntanos alguna anécdota graciosa que te ocurriera mientras preparabas una instalación, pintabas algún edificio, o asistías a una inauguración…
Cuando preparaba la intervención Cada vez más en el CGAC, no me dejaban subir a los andamios. Primero había que hacer un curso sobre prevención de accidentes laborales. Las formas las recorto siempre a mano, con los errores que eso conlleva. Pero allí, en el museo, los montadores estaban encima del andamio y yo tenía que indicar dónde recortar: “así o asá,” o no, “espera, ¡ya subo yo!” y enseguida me subía arriba. Cuando me vieron los responsables, me dijeron que bajara o me echarían del museo… ¡Y eso que yo trabajaba en el MACBA de montadora y había hecho ese curso!
Otra anécdota curiosa pasó en la inauguración de Light light en La Casa Encendida (Madrid). Había unas señoras que habían llegado muy puntuales y, con la tarjeta en la mano, vagaban por los pasillos donde estaba la instalación (un dibujo con fluorescentes que se encendía por un sensor de movimiento). “Qué raro, aquí pone a las ocho, pero no hay nada…” dijo una. El dibujo de fluorescentes era bastante vistoso, había muchísima luz. Pero, al no ver cuadros, estas señoras no veían nada.
Otra anécdota curiosa pasó en la inauguración de Light light en La Casa Encendida (Madrid). Había unas señoras que habían llegado muy puntuales y, con la tarjeta en la mano, vagaban por los pasillos donde estaba la instalación (un dibujo con fluorescentes que se encendía por un sensor de movimiento). “Qué raro, aquí pone a las ocho, pero no hay nada…” dijo una. El dibujo de fluorescentes era bastante vistoso, había muchísima luz. Pero, al no ver cuadros, estas señoras no veían nada.
Actualmente expones en Ana Mas Projects con otra artista en la exhibición ‘Place, no emphasis. Lucía C. Pino & Irene van de Mheen’, y a lo largo de tu carrera has exhibido en distintas galerías alrededor de Europa. ¿Cómo te sientes al echar la vista un poco atrás? ¿En qué otros sitios te gustaría exponer o trabajar?
Las veces que he expuesto en Inglaterra me ha llamado la atención que, en la inauguración, los asistentes se mostraban realmente interesados por mí, me hacían muchas preguntas y miraban las obras detenidamente. No se limitaban a soltar elogios o críticas rápidas. En España, lo bonito es que una inauguración es realmente una celebración, una pequeña fiesta. Respecto a dónde exponer, me encantaría hacerlo algún día en Japón o en Suiza. Creo que mi obra encaja allí. Claro que también me gustaría exponer en museos importantes pero, por otro lado, disfruto mucho cuando exhibo mi trabajo en sitios más 'low profile', como en un barrio marginado de una ciudad. Por ejemplo, participé en un proyecto in situ en un barrio en Ámsterdam (Kunsttraject) y me gustó mucho hablar con los vecinos y escuchar sus comentarios.
Recientemente has estado en Barcelona por el Gallery Weekend, una iniciativa que ha celebrado su primera edición. ¿Cómo ha ido la experiencia?
Muy bien, francamente. Había muy buen ambiente, mucha publicidad y muchas exposiciones e intervenciones interesantes. ¡Casi no había tiempo para verlo todo! Pero eso es bueno y atrae a un público de fuera porque hay mucha oferta.¡Barcelona no es solamente para los turistas!
Y, ya para terminar, ¿en qué proyectos trabajas actualmente? ¿Tienes alguno a largo plazo?
Tengo algunos proyectos a la vista, pero aún no puedo decir demasiado sobre ellos porque todo está en fase inicial. Y tengo muchas ideas para nuevas intervenciones y obra. Además, estoy trabajando en una publicación, pero es un proyecto que tardará mucho tiempo en gestionarse.