Habey Club presenta en 080 Barcelona Fashion una de sus colecciones más introspectivas hasta la fecha. B A S T A nace del eco de La otra bestia, la obra de Ana Rujas que aquí deja de ser palabra para convertirse en cuerpo. La autora abre el desfile leyendo un fragmento de su obra y lo cierra desfilando, como si invocara a esa criatura que dormía dentro y que, al fin, despierta. El resultado no es una adaptación literal, sino una prolongación emocional de lo que ha sido texto, obra y ahora, moda. Una exploración de la fragilidad y de la reconciliación con uno mismo reflejada en lo humano y en lo textil.
En esta colección, Habey Club parece interesarse menos por la construcción de un relato externo y más por la excavación interior. Como ya es habitual para David y Javier, sus desfiles tienden a sugerir conceptos e ideas de forma sutil pero expresiva y, en la obra ideada por Ana Rujas, la querida protagonista de una de las portadas de nuestro último número, han encontrado un universo en el que los hechos e ideas inspiran su materialización. Las prendas traducen un estado intermedio entre lo humano y lo salvaje, entre lo que se contiene y lo que se desborda. Los materiales se tensan y se entrelazan y los volúmenes aparecen de repente, distorsionando las proporciones, como si el cuerpo no pudiera contener ya a la bestia que habita en nosotros. 
La paleta cromática que se mantiene en esos tonos tierra y naturales que caracterizan a la firma parece anunciar una posible primavera, acompañando ese proceso de despertar. No es una evolución lineal, sino un vaivén emocional: de los claros a los oscuros, de la luz a las sombras. Cada look parece representar una frase del mismo texto, un diálogo entre la bestia y quien intenta domesticarla. Lo que hace Habey Club es reconocerla y darle espacio para manifestarse; es un acto de reconocimiento y de aceptación, no de control.
El ritmo trepidante con el que transcurre el desfile prolonga la lucha interna que inició el fragmento leído por Rujas al iniciar el desfile, y la dicotomía entre la sencillez de las prendas a primera vista, contrastada con la modificación de los patrones, de las siluetas y de las texturas al detener la mirada en las mismas, genera una sensación de incertidumbre, de plantear dudas que no parecen tener una única o una clara respuesta. 
La otra bestia y el carácter de la misma no están en el escenario ni en la pasarela, sino dentro de cada prenda y, sobre todo, en quien hace uso de ellas. Puede que para algunos los bultos, torsiones y volúmenes resulten incómodos o sofocantes, mientras que para otros pueden ser el símbolo perfecto de la fuerza que reside dentro. Como siempre, las creaciones son subjetivas, y nadie ha dicho que no debamos lucir nuestras bestias con orgullo. 
Cuando Ana Rujas reaparece al final, caminando entre las modelos, la historia se cierra. No hay clímax ni catarsis evidente, solo una sensación de haber presenciado algo que resulta vagamente familiar. Con B A S T A, Habey Club no propone una ruptura ni un manifiesto, sino un gesto silencioso de reconciliación. Basta de contener lo que pide salir.
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