Cuando las cosas bonitas, además de serlo, tienen ideas y sentimientos auténticos detrás, siempre te tocan mucho más. Grey Street es uno de esos sitios que te hacen pararte en medio de la calle y retroceder unos pasos para comprobar que es de verdad; pero además es un lugar de encuentro entre personas, arte, energía positiva y mucho buen rollo. Una tienda que apoya la creación local y el barrio a capa y espada, y donde da gusto ver cómo se intentan hacer las cosas de manera diferente. Amy Cocker es la responsable de tanto amor y trabajo, y ella misma nos cuenta cómo surgió todo.
¿Hace cuánto que vives en Barcelona? Cuéntame un poco tu historia, desde Australia hasta aquí…
¡Uf! Hace muchos años… (risas). En realidad no hay una historia, simplemente empecé a viajar cuando tenía 20 años y pasé por varias ciudades, y al final me quedé en Barcelona más tiempo y acabé teniendo más amigos aquí. Regresé a Australia otra vez y estuve viviendo en Sidney, Melbourne... Después volví a Barcelona, en principio me iba a quedar solo un año, pero al final las cosas van pasando y mira, ¡ya son casi ocho!
Parece que soy bastante nómada. He estado en Asia, Estados Unidos, México, países de Europa como Finlandia, Reino Unido, Francia… Normalmente, cuando eres de Australia, compras un round the world ticket y viajas durante un año, porque ir a un solo país o ciudad de Europa no merece la pena, es muy caro. Yo, a lo largo de mi vida, ya he comprado tres billetes round the world (risas). ¡Es muy guay!
Parece que soy bastante nómada. He estado en Asia, Estados Unidos, México, países de Europa como Finlandia, Reino Unido, Francia… Normalmente, cuando eres de Australia, compras un round the world ticket y viajas durante un año, porque ir a un solo país o ciudad de Europa no merece la pena, es muy caro. Yo, a lo largo de mi vida, ya he comprado tres billetes round the world (risas). ¡Es muy guay!
¿Cuánto tiempo lleva abierta la tienda? ¿Cómo empezó todo?
Lleva abierta tres años. Al principio la idea era más bien tener un espacio de co-working o un estudio, porque estaba cansada de trabajar en casa. Antes era distribuidora de varias marcas, de mi hermana y otros amigos en Australia, y de mis propias cosas, como chapitas que hacía para ayudar con los gastos. No pensaba para nada en abrir una tienda, pero después supe que había una licencia y al final decidí hacerlo, a la vez que mantenía la idea de un espacio co-working con otro amigo. Siempre es mejor compartir cosas con amigos en un mismo espacio, para variar un poco.
¿Cómo definirías el negocio? Al principio no era una fórmula común aquí, aunque cada vez está más de moda.
Sí, en Australia, por ejemplo, es más normal esta manera: una tienda con un espacio de cafetería, por ejemplo, o poner dos negocios juntos… Yo siempre digo que Grey Street es una tienda regalos. Recuerdo que al principio mucha gente entraba y se quedaba en plan, “¿qué es esto?” y yo, “es una tienda de regalos” y ellos como, “¡¿de qué?!” y yo contestaba, “sí, no sé, ¡de cositas!” (risas). Mucha gente flipaba con una tienda así, y yo estaba contenta porque tampoco sabía que iba a sorprender tanto.
¿Por qué el nombre de Grey Street?
Grey Street es donde vivían mis abuelos. Cuando era pequeña, iba al número 11 de Grey Street, y esta casa para mí era increíble: todo tan viejo, el suelo crujía y tenía moqueta, había olores raros y bonitos, un huerto, una casa en el árbol… Yo soy una persona bastante nostálgica, y quería un nombre que reflejara eso para la tienda. Recuerdo que hice una lista y pregunté a mucha gente, hasta que mi hermana propuso Grey Street. A algunos, lo del gris les sonaba mal, pero al final me decidí por el nombre que tengo en mi corazón… No se puede satisfacer a todo el mundo (sonríe).
¿Dónde encuentras tantas cosas bonitas? ¿En qué te basas para elegir los productos que vendes?
Tal vez un 75% son artistas locales. Y luego, para hacerlo más interesante, es muy importante para mí tener productos internacionales; tengo cosas de amigos de Australia, de mi hermana, y de otra gente de fuera que hacen cosas chulas. También voy a ferias normalmente, en Nueva York, en Londres y en París. Estas tres para mí son súper importantes y al final, no importa si no encuentro nada, lo hago para ver qué hay e inspirarme. Además, son muy guays para hacer contacto con artistas, coger catálogos, etc. Aparte viene mucha gente a traerme cosas para ver si las puedo vender aquí, y recibo por lo menos 15 correos a la semana de gente que tiene productos.
Me es muy difícil elegir, porque siempre quiero decir que sí. Me gusta mucho la gente que está intentando ganarse la vida en vez de trabajar para un negocio grande o una multinacional, y tengo mucho respeto por todos los que están intentando hacer algo y crecer. Pero hay cosas que no encajan con la tienda y entonces tengo que decir que no…Mi idea es tener una gama muy amplia que abarque muchos gustos; desde un niño de dos años a una persona de 90. Hay otros lugares en los que solo escogen cosas que gustan al dueño, pero para mí es otra filosofía. ¿Quién soy yo para decir que este dibujo es feo? Todos tenemos gustos diferentes, y para mí es muy importante estar con la mente abierta.
Me es muy difícil elegir, porque siempre quiero decir que sí. Me gusta mucho la gente que está intentando ganarse la vida en vez de trabajar para un negocio grande o una multinacional, y tengo mucho respeto por todos los que están intentando hacer algo y crecer. Pero hay cosas que no encajan con la tienda y entonces tengo que decir que no…Mi idea es tener una gama muy amplia que abarque muchos gustos; desde un niño de dos años a una persona de 90. Hay otros lugares en los que solo escogen cosas que gustan al dueño, pero para mí es otra filosofía. ¿Quién soy yo para decir que este dibujo es feo? Todos tenemos gustos diferentes, y para mí es muy importante estar con la mente abierta.
¿Crees que harían más falta tiendas así?
Creo que en este barrio hay una selección de tiendas muy chulas que son un poquito diferentes. Sería más guay si en cada barrio hubiera más tiendas apoyando a los artistas locales, pero tampoco queremos demasiado, porque perdería la gracia. Este es un problema que tengo con los artistas de Barcelona o de España, no les importa que su producto esté en todas las tiendas, aunque estén muy cerca unas de otras. Eso no me gusta, si somos todos iguales es un poco aburrido. En Australia o EEUU sé que no puedes vender el mismo producto por todo un mismo barrio, el distribuidor no lo permitiría.
El espacio es muy especial. ¿Cómo lo conseguiste?
Vi este espacio hace cuatro años más o menos, y aunque estaba hecho polvo me encantaba. Lo veía súper bonito por el altillo, las distintas habitaciones… Es como una casa de muñecas. Estuve negociando durante mucho tiempo para bajar el precio del alquiler, y después empezó el trabajo más duro que he hecho en toda mi vida para arreglarlo (¡y eso que he trabajado de muchas cosas!). Estuvimos tres o cuatro meses arreglándolo todo con amigos porque no había mucho presupuesto. No sabía cómo hacer algunas cosas, pero las hice y no están tan mal (risas). Aún así, todavía queda trabajo.
Cada cierto tiempo paso por aquí, y la tienda siempre está completamente diferente. ¿Cómo haces para cambiarla tanto y por qué?
Sí, estoy un poquito obsesionada (ríe). He trabajado en tiendas diferentes durante toda mi vida: de libros, Body Shop, una de música que era como la película de Empire Records… De todo eso aprendí mucho, y normalmente lo hago de manera intuitiva, aunque tengo algunos trucos. Suelo quedarme por la noche cuando ya no hay nadie y lo cambio todo. Lo hago por los clientes, pero sobre todo por mí, porque estoy aquí cada día. También es súper interesante ver que, cuando cambias las cosas, de repente algo que estaba quieto hace un año se vende. El marketing en este sentido me interesa mucho, estudiarlo un poco e ir aprendiendo.
Como dices, has tenido muchísimos trabajos diferentes. ¿Qué te gusta de la filosofía del pequeño comercio?
Mi primer trabajo fue en un supermercado cuando tenía 12 años, después en un garden center de plantas, una tienda de música, de surf, de skate, restaurantes, bares… Pero cuando tenía 27 años trabajé para el pequeño negocio de una familia, y cambió mi vida. Como todo era más personal y cercano, entendí la importancia de apoyar a la gente que trabaja y quiere expandir algo más humano y con más amor. Por eso he flipado tanto esta navidad con la cantidad de gente que se va a Portal de l’Àngel a comprar sus regalos. Hay tantas tiendas en el Gòtic y en el Raval con cosas tan chulas y especiales, ¿y te vas a Zara? Entiendo que esto exista, pero espero que con el tiempo podamos ir expandiendo el cambio y apoyar el “shop-local".
Hablas mucho de la importancia de los barrios. ¿Por qué elegiste el Raval?
Me encanta el Raval, tiene los dos lados: es un poquito sucio, pero ahora ves que está cambiando y que el turismo quiere entrar. Antes, hace años, daba un poco de miedo. La primera vez que vine al Raval fue en el 2000, cuando todavía había la peseta; tenía 20 años y estaba flipando. No podía ir sola por la noche, era súper peligroso. Ahora es bastante más seguro. A mí me gustan en cualquier país los barrios que son un poco chungos (ríe), siempre hay más vida y no están tan limpios. Me gusta la mezcla que hay: gente más complicada, pero también familias, diferentes culturas, la comida cambia en función de la esquina a la que vayas… A lo mejor es porque soy de Australia, un país que está construido a partir de varias culturas. Lo multicultural siempre es lo más complicado y a la vez lo más bonito que hay, por eso me gusta el Raval, y también intento reflejarlo en la tienda.
Por otro lado veo que el Raval está creciendo poco a poco, pero es bonito porque no es demasiado rápido. La gentrificación no es una cosa positiva, en realidad, pero es parte de la vida y, si soy sincera, un poco de crecimiento obviamente va bien para la tienda. Lo que me gusta es que no es como en Nueva York, que ves un barrio cambiando de la noche a la mañana. Aquí hay mucha gente del Raval de toda la vida, y espero que puedan seguir aquí y que todo se quede de esta manera.
Por otro lado veo que el Raval está creciendo poco a poco, pero es bonito porque no es demasiado rápido. La gentrificación no es una cosa positiva, en realidad, pero es parte de la vida y, si soy sincera, un poco de crecimiento obviamente va bien para la tienda. Lo que me gusta es que no es como en Nueva York, que ves un barrio cambiando de la noche a la mañana. Aquí hay mucha gente del Raval de toda la vida, y espero que puedan seguir aquí y que todo se quede de esta manera.
¿Qué es lo más difícil? ¿Es duro trabajar sola?
Durante un año y medio he estado trabajando seis días a la semana, nueve o más horas cada día, y tampoco estaba ganando mucho. La gente no se imagina la cantidad de trabajo que tienes que poner en un negocio pequeño, piensan que es fácil solo porque no es grande, ¡y eso me molesta mucho! Tengo que elegir las cosas, actualizarlas, comprarlas, hacer las cuentas, el merchandising, cambiar la tienda, buscar cosas nuevas, el papeleo, la web, la tienda online… El tener a Carmen (la persona que me ayuda) supuso un gran cambio, me ayuda mucho; para hacerlo bien hay que ampliar el equipo poco a poco. Aún así merece mucho la pena, porque después de tres años he visto cómo ha mejorado y este año podré hacer más cambios positivos.
¿Cuál es el siguiente paso para ti? ¿Te gustaría que Grey creciera? Ya tiene muy buena reputación.
Mi idea es trabajar menos días en la tienda para dedicarme al trabajo de oficina, marketing, redes sociales… Me gustaría ampliar el negocio de varias maneras. Este año quiero hacer la tienda online y estudiar más el marketing, porque la tecnología está cambiando constantemente. Si funciona la web, tendré un poco más de beneficios para poder mejorar la tienda y, más adelante y si todo va muy bien, me gustaría abrir otra… Me encanta la idea de tener un Grey Street grande en el Gótico con muchos productos locales, tal vez trabajar con otra persona. Me encantaría ganar más dinero para poder colaborar en temas sociales de los barrios, tal vez en otros países también… No me gusta el mundo del consumismo, pero a la vez me siento parte de él, y al menos quiero hacerlo de otra manera para contribuir a que haya más amor.