Los ingleses tienen un don para condensar ideas complejas en frases breves y memorables. Tal vez sea fruto de su prolífica tradición literaria o de haber dominado medio mundo durante siglos. Después del encuentro con Gonzalo Milà, volviendo a casa sobre mis pasos, me resuena insistentemente el famoso dicho inglés: ‘Like father, like son’, que en castellano palatino sería ‘de tal palo, tal astilla’.
En el romancero popular se ha utilizado mucho la idea de que los hijos suelen parecerse a sus padres, no solo físicamente, sino también en carácter, comportamiento o habilidades. La idea detrás de ‘like father, like son’ es muy antigua; ya aparece de manera similar en textos bíblicos y sigue vigente. Y es que, nos guste o no, ¿a quién nos vamos a parecer si no es a nuestros padres?
Gonzalo ha compartido buena parte de su vida profesional junto a su padre, Miguel Milà, uno de los pioneros del diseño industrial en España. Una figura prominente a quien le incomodaban los honores, pero los merecía todos. Después de haber dedicado su vida a mejorar los objetos cotidianos guiado por la convicción de que el buen diseño debe ser útil y atemporal, Barcelona le rinde el homenaje que se merece con una exposición retrospectiva en el Museu del Disseny que podrá verse hasta el 28 de septiembre: Miguel Milà. Diseñador (pre)industrial, comisariada admirablemente por Claudia Oliva y Gonzalo Milà.

¿Por qué hemos tardado tanto tiempo en poder ver una exposición retrospectiva de Miguel Milà en su ciudad?
La actual no es la primera que se hace en Barcelona. En 2003 se hizo una exposición antológica del trabajo de Miguel en el Palau Robert durante el Any del Disseny. Veinte años es mucho tiempo, y Miguel desarrolló mucha obra reciente. Merecía la pena hacer una muestra ahora que contase con el archivo profesional donado al Museu del Disseny hace diez años. También para poder conectar con las generaciones más actuales.
La historia de tu padre también es la historia de su generación. En algunos textos suyos hace referencia a que en los años 50 en España, el diseño industrial no se concebía como tal. Había un gran desconocimiento y no existía como disciplina. Esto habla de una generación de diseñadores que crean una obra en su conjunto, que deberíamos homenajear. Fueron precursores de una profesión que mejora la vida de las personas. Esto entronca con el subtítulo de la exposición: Diseñador pre-industrial. ¿Hay una voluntad de homenajear a toda esa generación?
Sí, claro. Cuando Miguel empieza a hacer interiorismo en el estudio de su hermano, Alfonso y Federico Correa, y debido a la escasez de piezas en el mercado que encajaran con los ideales modernos, eso da pie a que él se ponga a producir sus primeras lámparas y piezas para abastecer sus proyectos. Es en paralelo, a principio de los años 60, cuando conoce a Rafael Marquina, Manuel Casas, André Ricard, o Antonio Moragas, que justo en ese momento están creando las bases del ADI FAD.
En los últimos años decía que Manuel Casas le dio el título de diseñador industrial. A Miguel lo que más le podía gustar era conversar, y es lo que hizo durante todos los años que estuvo estudiando arquitectura, conocer a muchos arquitectos y hablar sobre lo que a él le interesaba: los objetos, cómo eran, cómo se tenían que hacer, los materiales, etc.
En los últimos años decía que Manuel Casas le dio el título de diseñador industrial. A Miguel lo que más le podía gustar era conversar, y es lo que hizo durante todos los años que estuvo estudiando arquitectura, conocer a muchos arquitectos y hablar sobre lo que a él le interesaba: los objetos, cómo eran, cómo se tenían que hacer, los materiales, etc.
Además, él se definía con un “bricoleur”, o sea, alguien a quien le gustaba deshacer objetos, volverlos a armar, mejorarlos.
Como se explica en la exposición, en su casa y en el periodo de escasez en el que se crió, su madre les enseñó a cuidar, a restaurar y a limpiar. Eso le llevó a que fuese por la vida fijándose en detalles de lo que veía por la calle, en cómo están hechas las cosas, en cómo junta una pieza con otra, cuestionándose si él lo hubiese hecho de una manera o de otra. Esto lo aprende de niño. Tanto él como sus dos hermanos pequeños han tenido taller de herramientas en su casa. Siempre les ha gustado arreglar cosas, montar y desmontar bicicletas, colgar cuadros. Mis hermanos y yo íbamos de pinches de mi padre ayudándole en todo.
Siempre le interesó hablar con los artesanos para poder mejorar los productos. Cuando llegaba a una empresa, lo primero que hacía era ir al taller a hablar con los que iban a hacer la pieza para conocer la tecnología que tenían y apurarla al máximo.
Siempre le interesó hablar con los artesanos para poder mejorar los productos. Cuando llegaba a una empresa, lo primero que hacía era ir al taller a hablar con los que iban a hacer la pieza para conocer la tecnología que tenían y apurarla al máximo.
¿Os incluía? Hay padres que están en el taller, pero mejor no les molestes…
Sí que nos incluía, lo que pasaba es que él iba con la caja de herramientas por la casa a solucionar un grifo, un cuadro, una puerta, una bisagra. Abría su caja, escogía la que tocaba y te interesabas. De ahí íbamos directos al taller, y allí también pasaban cosas que como niños nos fascinaban: pinchazo de bici o la cadena se ha salido, pues arreglábamos la bicicleta y aprendíamos a solucionar esos problemas nosotros mismos.
A toda su generación, la posguerra les forjó un carácter y una visión de la vida. No sé si somos conscientes de lo que eso representó para ellos. ¿Crees que esa concepción del mundo se traslada al diseño de sus objetos? ¿Tiene algo que ver con hacer objetos que tienen lo imprescindible? ¿Esa idea de que hay que hacer con lo que uno tiene está reflejada en su obra?
Tiene que ver muchísimo. Él siempre pensaba en solucionar las cosas con lo mínimo, usando materiales que envejeciendo mejorasen. Le gustaba una madera que año tras año le das aceite y vuelve a renacer. Para él, esa época de crisis económica en la que creció significó una manera de esforzarse y de sacarle punta al lápiz. Cuando tienes de todo no sabes por dónde tirar. La época de posguerra y de escasez, Miguel cree que fue un momento muy rico para poder estrujarse la mente y sacar nuevas soluciones para los objetos.
La lámpara TMC o TMM, depende de la versión, ha perdurado en el tiempo. ¿Cómo se explica la atemporalidad de uno de los objetos que más distinguen la obra de tu padre?
Estos dos casos que comentas son continuación de la TN (Tía Núria), la primera pieza que hizo con la voluntad de hacer una lámpara cuya pantalla pudiese graduarse en altura. De la TMC ha hecho no sé si siete o diez evoluciones. Los primeros cambios fueron bastante seguidos. En 1956 fue Tía Nuria; en 1959, el primer prototipo; en 1961 era casi como es hoy, pero incluso desde el 1961 hasta el 2011, que Santa & Cole hizo la última versión, hay muchos detalles que mejoran técnicamente. Insistió porque a él le parecía que una lámpara de pie con la pantalla graduable y que pudiese girar, le parecía útil.
La TMM se hizo en madera porque era más barato que hacerla de metal. A él le acabó gustando más esta versión porque era más ligera, la pantalla gira alrededor del eje de la parte de arriba, que es cilíndrica, y porque la desmontas en un momento. Separas las piezas sin ninguna herramienta, y te viene en una caja plana aparte de la pantalla y es muy sencilla. Cada pieza tiene la forma y la dimensión justas, no tiene ninguna ornamentación, nada superfluo. Esa sencillez, esa desnudez y su utilidad hacen que sea perdurable.
La TMM se hizo en madera porque era más barato que hacerla de metal. A él le acabó gustando más esta versión porque era más ligera, la pantalla gira alrededor del eje de la parte de arriba, que es cilíndrica, y porque la desmontas en un momento. Separas las piezas sin ninguna herramienta, y te viene en una caja plana aparte de la pantalla y es muy sencilla. Cada pieza tiene la forma y la dimensión justas, no tiene ninguna ornamentación, nada superfluo. Esa sencillez, esa desnudez y su utilidad hacen que sea perdurable.

Miguel fue uno de los fundadores del ADI FAD en pleno franquismo. Una dictadura que prohibía el asociacionismo. ¿Qué crees que le empujaba a luchar para que el diseño tuviera su lugar en la sociedad?
A Miguel lo que más le podía gustar era una tertulia de un tema que le interesase. Encontrarse con André Ricard, que venía de trabajar en Londres y traía aire fresco, y que les dijo: ¿cómo que no os dejan montar una asociación? Buscaron maneras para conseguir que el establishment aceptase la idea. No es que tuviese un espíritu luchador para con la sociedad, sino que fue una cuestión de necesidad. En paralelo montó Tramo, su primera productora, en el 1959.
Su tío abuelo era Agustí Massana, que dejó parte de su herencia para que se creara la Escola Massana, un gesto que ha tenido un resultado excelente para la ciudad. ¿Le influyó de alguna manera?
Él era un hombre que se dedicaba a las finanzas y le fue muy bien. Se preocupó por la necesidad de mantener vivos los oficios, la artesanía y al final de su vida destinó gran parte de su herencia para crear la Escola Massana. Mi padre no me habló demasiado de Agustí. Creo que quién le influyó más seguramente fueron José Antonio Coderch, Federico Correa y su hermano Alfonso, que le acercaron al mundo de los artesanos, de los albañiles, de los herreros y le ayudaron a conocer otras maneras de hacer.
Y con ellos crece profesionalmente. Hay un ambiente familiar que propicia las colaboraciones entre hermanos.
También con Leopoldo, que con la camiseta de la Montesa que llevas…
¡Un pequeño homenaje!
Se pasaban horas en el taller arreglando motos. Algunos de mis tíos eran socios de Montesa y en el garaje-taller de la casa de Esplugues nos pasamos muchas tardes arreglando motos. Sobre todo le encantó poder trabajar con Coderch, que había sido profesor de Alfonso y Federico. Coderch le encargó a Miguel el interior de la Casa Paricio en Sant Feliu de Codines. Para él fue como un espaldarazo, ya que lo consideraba un maestro. Esa relación con todo el entorno de Coderch es la que propicia que se meta en el diseño industrial por pura necesidad, y ahí pega el salto y se pone a producir.
El banco Neoromántico forma parte del paisaje urbano de Barcelona desde hace muchos años. ¿Cuál es su intrahistoria, a parte de que haya sido muy copiado? Muy mal copiado, por cierto.
Miguel vio un día un señor mayor levantándose con dificultad de un banco y cuenta que se propuso hacer uno que permitiese que las personas se pudiesen incorporar con dignidad. Para mejorar la comodidad del usuario, redimensionó las proporciones del banco, ajustó asiento y respaldo de forma que recibiesen bien el cuerpo y que fuese más confortable. Redujo el número de listones, introdujo listones curvos en la entrega a las piernas y la parte baja de la espalda. Otra mejora fue utilizar la estructura en aluminio (en vez de hierro), quitándole peso a la pieza y facilitando su mantenimiento. Todas estas mejoras en proporción, materiales, forma y tamaño fueron el aporte principal. Introdujo un nuevo estándar de banco que es el que se usa desde entonces.

¿Tienes algo que decir sobre las copias?
El modelo urbanístico de la Barcelona olímpica creó oportunidades y resultó ser referencia para muchas ciudades. Pocas empresas, entre las cuales Santa & Cole (actualmente Urbidermis), se dedicaron a estudiar y a invertir en desarrollo de nuevas piezas para la ciudad, preocupándose por el diseño, el proceso productivo, la ética de los materiales y la durabilidad. Luego llegaron algunas empresas que se dedican a plagiar los conceptos que funcionan sin haber invertido en ello. Aparte de plagiar las ideas, desarrollan productos de peor calidad, a precio inferior, siendo triplemente desleal el plagio.
Los ayuntamientos no dan suficiente importancia a quien ha invertido en diseño, al tomar sus decisiones sobre qué modelos utilizar en las inversiones urbanas. Me parece un tema muy importante a reflexionar. Si decimos que el diseño es importante, que creemos en él, habría que darle valor, y la única manera de hacerlo es utilizando las piezas de quienes han hecho la inversión y el esfuerzo, y no de quienes copian a rebufo y producen con peores calidades. Los precios más bajos que resultan de peores calidades y ninguna inversión en desarrollo son falsa economía. Son piezas que tendrán que ser sustituidas antes porque se estropearán antes. En cualquier caso, dar relevancia al diseño es reconocer y valorar a quienes invierten en él, a quienes piensan y hacen.
Los ayuntamientos no dan suficiente importancia a quien ha invertido en diseño, al tomar sus decisiones sobre qué modelos utilizar en las inversiones urbanas. Me parece un tema muy importante a reflexionar. Si decimos que el diseño es importante, que creemos en él, habría que darle valor, y la única manera de hacerlo es utilizando las piezas de quienes han hecho la inversión y el esfuerzo, y no de quienes copian a rebufo y producen con peores calidades. Los precios más bajos que resultan de peores calidades y ninguna inversión en desarrollo son falsa economía. Son piezas que tendrán que ser sustituidas antes porque se estropearán antes. En cualquier caso, dar relevancia al diseño es reconocer y valorar a quienes invierten en él, a quienes piensan y hacen.
Volviendo a la exposición, habéis seleccionado doscientas piezas. ¿Cuál es la que puede explicar mejor la obra de Miguel?
La TMM es la respuesta más fácil, pues era la pieza que Miguel consideraba que mejor representaba sus principios. También me gusta mucho todo su trabajo en ratán. La silla Salvador, por ejemplo, o el galán de noche, que se conoce menos. El ratán es un material muy agradable, muy ligero, muy bonito de trabajar. Hace poco ha salido la silla Constanza, diseñada por Miguel y por mí y producida por dos artesanos que saben mucho de sus oficios, Salvador Mas de Trenat y Juan Carlos Sanz, de Isis Atelier. Quizá la Constanza sería un buen ejemplo de lo que es el trabajo de Miguel más reciente.
En el libro Lo esencial. El diseño y otras cosas de la vida (Lumen), Miguel cuenta algo que me pareció muy ejemplar de la época. Su tía Tula ingenió un sistema para secar los cubiertos dejándolos encima de una rejilla metálica para que se escurrieran y así evitar tener que secarlos a mano. Algo tan ingenioso parte de una necesidad doméstica. Con esta anécdota entiendes bien cómo se puede intervenir en la mejora de lo cotidiano. También explica que le encargaron diseñar un grifo y que al principio daba problemas porque más allá de la forma, quería que fuera discreto y cómodo. Siempre está esta intención de que todo tiene que tener un sentido y debe mejorar la vida del usuario.
La mejora de la vida y la experiencia del usuario siempre ha sido el foco del diseño de Miguel. Consideraba la higiene como una vía importante de preservar la vida de una pieza. La serie Hydra, por ejemplo, la hizo de pocas piezas y lo más lisas posible para poder limpiar con facilidad. Un segundo ejercicio fue la serie Milà. Llevó el monomando al extremo del grifo para que el agua no ensuciara, o sea, con tocar la punta ya no mojabas el resto. Me parece fantástico y aporta esa cosa de con un solo gesto vertical, el agua sale solo fría. Así ya no abres el calentador, y esto para él era muy importante: ahorrar de entrada.
La generación de tu padre tomaba decisiones con sentido común, algo que se transmitía de generación a generación. Esta idea de aplicar el sentido común a lo que uno hace tiene que ver con una mentalidad. ¿Te la ha transmitido?
Sí, absolutamente. Como padre fue un ejemplo total de sentido común. Creo que esto también está relacionado con su proximidad a la artesanía, a los materiales que conoce y sabe cómo se comportan. Sí creo que el sentido común es fácil de aplicar cuando se conocen todas las reglas con las que se puede jugar, se conoce el material y el artesano explica cuáles son los límites. Yo creo que también lo aplico. Lo he aprendido de él.
“Dar relevancia al diseño es reconocer y valorar a quienes invierten en él, a quienes piensan y hacen.”
La idea de aprovechar lo que uno tiene. Lo contrario al despilfarro.
El aprovechamiento de los recursos, la durabilidad, la facilidad de sustituir piezas que dañan… todo esto es una consideración de respeto a la pieza y al usuario. A la madera le das aceite para que perdure. Una pieza se debe poder cambiar para que no estés obligado a comprar una nueva. Hacer piezas sencillas y perdurables y con materiales que, al envejecer, mejoran parecería algo obvio, pero resulta que no es tan usual. Es una presostenibilidad respetuosa.
En el mismo libro dice que lo que él hace son inventos del Tebeo. Me ha parecido muy humilde. Algo que casa con el prólogo, en el que confiesa “Yo ya estoy hasta las narices de Miguel Milà”, después de tanto homenaje y de tanta medalla. El hecho de que no le gustara recibir encargos también es muy revelador de su carácter. ¿Crees que su personalidad ha podido limitar su proyección?
Su carácter ha sido a la vez el motivo de su proyección y el límite de su proyección. Tenía una manera muy propia de ver el trabajo y de entender cómo y con quien trabajaría. Miguel tenía muy claro que tenía que conectar con la persona con quien colaborase. A veces íbamos a reuniones y me decía: no saldrá nada con esta persona. Y así sucedió en un par de ocasiones en las que íbamos a colaborar. La persona que hacía el encargo tenía una idea muy estructurada que no coincidía con lo que Miguel pensaba que tenía que ser. Así no se podía empezar un proyecto.
Él decía que diseñar es ordenar, y que el diseño consiste en cumplir una función manteniendo la emoción estética. También decía que todo lo que se soluciona con belleza es un buen diseño. ¿Los fabricantes lo entendían de la misma manera?
También hablaba de que una pieza debe acompañar, no molestar. Los espacios están repletos de objetos y tienen que convivir. Para Miguel, la belleza es esta capacidad de acompañar, de no molestar, de agradar, de convivir. Es difícil rebatir la sensatez.
Él decía que diseñar es ordenar, y que el diseño consiste en cumplir una función manteniendo la emoción estética. También decía que todo lo que se soluciona con belleza es un buen diseño. ¿Los fabricantes lo entendían de la misma manera?
También hablaba de que una pieza debe acompañar, no molestar. Los espacios están repletos de objetos y tienen que convivir. Para Miguel, la belleza es esta capacidad de acompañar, de no molestar, de agradar, de convivir. Es difícil rebatir la sensatez.
Es curioso que empezaras a estudiar arquitectura como él y tampoco terminaras la carrera.
Entré a trabajar en el estudio de Miguel mientras estudiaba arquitectura y entendí que la escala del objeto me era más afín y natural. Decidí estudiar diseño. Mientras estudiaba, compartía el estudio Gòtic Sud con arquitectos, un fotógrafo, unos pintores y otros. Había mucho cruce de actividades.
Con Juan Carlos Inés nos pusimos a trabajar con madera laminada e hicimos algunos proyectos. Hicimos unas macetas y recorrimos con el coche toda la costa levantina para ver quien nos las producía. Abríamos el capó y ¡tachán! Hicimos mucha carretera y mucha presentación, pero nos daban con el canto en los dientes cada dos por tres. Presentamos muchas cosas a 114, a Miscel·lania de Mercè Bohigas, y al final sonó la flauta en Escofet. Hicimos la Sillarga y la Sicurta, y gracias a eso en Miscel·lania hicimos un botellero de madera laminada: Teula.
Con Juan Carlos conseguimos que nos pusiesen en el mercado dos o tres piezas después de haber hecho muchas, y en todo este proceso aprendes que es mejor que te encarguen. Lo importante es conocer a la persona que lleva el catálogo, el editor, el que sabe qué es lo que necesita la empresa. Ese fue mi aprendizaje con Juan Carlos.
Luego volví al estudio de mi padre y, junto a mi hermana Micaela, que es grafista, montamos Milà Diseño. Siempre he odiado la palabra ‘diseño’ porque el uso que se le da, confunde. Para mí, diseñar es pensar y solucionar. A partir de los años 80 la palabra se empezó a emplear como necesidad de impregnar al objeto el sello de la persona: mi diseño, mi trazo. Hago diseño, ¿qué pasa? Es como dar una gran importancia a la palabra.
Con Juan Carlos Inés nos pusimos a trabajar con madera laminada e hicimos algunos proyectos. Hicimos unas macetas y recorrimos con el coche toda la costa levantina para ver quien nos las producía. Abríamos el capó y ¡tachán! Hicimos mucha carretera y mucha presentación, pero nos daban con el canto en los dientes cada dos por tres. Presentamos muchas cosas a 114, a Miscel·lania de Mercè Bohigas, y al final sonó la flauta en Escofet. Hicimos la Sillarga y la Sicurta, y gracias a eso en Miscel·lania hicimos un botellero de madera laminada: Teula.
Con Juan Carlos conseguimos que nos pusiesen en el mercado dos o tres piezas después de haber hecho muchas, y en todo este proceso aprendes que es mejor que te encarguen. Lo importante es conocer a la persona que lleva el catálogo, el editor, el que sabe qué es lo que necesita la empresa. Ese fue mi aprendizaje con Juan Carlos.
Luego volví al estudio de mi padre y, junto a mi hermana Micaela, que es grafista, montamos Milà Diseño. Siempre he odiado la palabra ‘diseño’ porque el uso que se le da, confunde. Para mí, diseñar es pensar y solucionar. A partir de los años 80 la palabra se empezó a emplear como necesidad de impregnar al objeto el sello de la persona: mi diseño, mi trazo. Hago diseño, ¿qué pasa? Es como dar una gran importancia a la palabra.

El ¿diseñas o trabajas?
Exacto. Yo no seguía esa línea. Hubo una oportunidad que marcó mi recorrido individual. Los hermanos Terradas estaban haciendo el Museo de la Ciencia de La Caixa en Alcobendas y les hacía falta una familia de farolas para el proyecto y vinieron a nuestro despacho compartido a encargárselo a Miguel. Era un proyecto con un plazo muy corto. Tuve la suerte de que en ese momento estaba desarrollando una farola que se podría poner en producción, y así nació la Rama, que dio una buena solución al problema de la contaminación lumínica, integrando un equipo de bajo consumo. Su forma permite disponer uno o varios proyectores en un mismo poste, lo que ofreció muchas soluciones a necesidades en la iluminación urbana. En estos veinticinco años, la Rama ha ido incorporando avances tecnológicos y continúa siendo de amplio uso.
¿Es de los objetos de lo que te sientes más satisfecho? ¿Es lo que puede definir mejor tu trayectoria?
Sí, tanto la Rama como la Candela, que es la hermana mayor, son dos piezas de las que me siento muy satisfecho. También me gusta mucho la papelera Bina, una solución para las papeleras de la playa, que se perdían las tapas porque no quedaban bien encajadas. Está en las playas de Barcelona y en algunas más. Luego he visto en Portugal y en Galicia que han hecho cosas muy parecidas. Y otra empresa de por aquí, que también ha hecho algo parecido. En fin… Con Martina Zink nos divertimos desarrollándola y haciéndola. La familia Harpo y la Basic, diseñadas junto a Miguel, son también colecciones de la cuales estoy muy satisfecho. Nos brindó la oportunidad de explorar nuevos usos y maneras de abordar el mobiliario exterior.
Algo positivo de promover una ciudad para turistas es que se reconstruyó un piso de época en la Casa Milà. ¿Cómo surgió ese proyecto?
Creo que después del Museo del Barça, lo más visitado es la Sagrada Familia y la Casa Milà. Después de haber hecho las golfas y de haber desmontado los apartamentos de Barba Corsini, vaciaron la Pedrera para poder arreglar toda la estructura, que estaba fatal. Decidieron hacer un piso de época para que se entendiese cómo era una vivienda en el momento que se hizo el edificio. Fue un encargo de Daniel Giral Miracle, que conocía mucho a mi padre. Nos paseó por todo el edificio con Mira, el arquitecto que estaba haciendo la remodelación. Vimos todos los rincones. Nos dedicamos a reconstruir las estancias según lo que íbamos aprendiendo de los colaboradores del proyecto. También nos ocupamos de amueblarlas según el mobiliario que se usaba en aquella época.
Ahí construyes una relación profesional con Miguel. Una cosa es la relación familiar, la relación afectiva entre padre e hijo, y otra es la relación de estar resolviendo e imaginando juntos. ¿Cómo explicarías esa relación profesional con el padre?
Al principio de trabajar en el estudio, había tres interioristas que desarrollaban los proyectos: el delineante que dibujaba todo, desde proyectos de interiorismo a producto, y yo, que intentaba ayudarle a desarrollar un producto. Me podía pasar toda la mañana iniciando un proyecto y Miguel llegaba a última hora y decía: no, no, así no. Y en un momento se encaminaba el producto. Aprendí observando y haciendo.
Eventualmente llegamos al punto en que yo le sugería cosas y él las escuchaba, me dejaba profundizar, y llegamos a hacer algún proyecto que era más una idea mía. Me dejaba volar. Tuve la posibilidad de poner algunas de estas piezas en marcha, de verlas realizadas y de aprender de los errores. En los años más recientes hemos trabajado a cuatro manos en muchos proyectos. Compartimos miradas y objetivos similares y compatibles. Ha sido un privilegio poder trabajar juntos todos estos años.
Eventualmente llegamos al punto en que yo le sugería cosas y él las escuchaba, me dejaba profundizar, y llegamos a hacer algún proyecto que era más una idea mía. Me dejaba volar. Tuve la posibilidad de poner algunas de estas piezas en marcha, de verlas realizadas y de aprender de los errores. En los años más recientes hemos trabajado a cuatro manos en muchos proyectos. Compartimos miradas y objetivos similares y compatibles. Ha sido un privilegio poder trabajar juntos todos estos años.
“El aprovechamiento de los recursos, la durabilidad, la facilidad de sustituir piezas que dañan… todo esto es una consideración de respeto a la pieza y al usuario.”
Y aprender con él. ¿Ha sido tu mejor maestro?
Sí, claramente. He aprendido de esa manera de hacer suya. Tomaba decisiones que entendías que eran sintéticas y su voluntad era no usar muchos materiales, no usar muchas piezas y no hacerlo complicado. Estas colaboraciones que hemos hecho juntos, la primera fue el aplique Amigo, han sido bastante fáciles de abordar. No era ni duro ni impositivo. Te conducía con lógica.
En algún momento lo declaró, lo he leído, que estaba muy satisfecho del camino que habían escogido sus hijos profesionalmente y a nivel vital.
Sí, él nunca quiso imponer nada a ningún hijo. La verdad es que lo mío fue saliendo naturalmente. Yo iba para biólogo y acabé en esto porque me interesaba la arquitectura, pero la escala del diseño me parecía mucho más fácil de controlar y para allá que fui. Fue natural y no hubo una pretensión de seguir sus pasos.
Te has involucrado en proyectos que favorecen la integración de la vida silvestre en la ciudad. ¿Quieres subvertir el orden urbano?
Esto era un poco por mi afición a la ornitología y al mundo natural. Me gusta escaparme de la ciudad y he escogido los pájaros porque son los más fáciles de ver a cualquier hora del día. En un viaje a Camerún para ver gorilas, coincidimos con una serie de personajes que resulta que se dedican a trabajar con la fauna silvestre en Barcelona y con los que hemos colaborado haciendo cajas nidos para murciélagos para los veinte huertos urbanos que hay por la ciudad. En cada una pusimos un palo con dos cajas nido. Hemos intentado hacer torres de fauna en tres ocasiones y no ha llegado a cuajar el tema. Ahora nos gustaría acabar de hacer unas torres especiales para vencejos, que son los que no encuentran espacio.
Siempre surge la pregunta de cómo os llegan las ideas. La imaginación forma parte de vuestro trabajo, es evidente, pero además está el conocimiento, la observación. ¿Cómo vives el proceso creativo?
Hay proyectos que salen muy fácil, pero en todos los proyectos buscas una manera de empezar. La colección Harpo salió de intentar hacer un banco más económico de los que hacía Santa & Cole (Urbidermis) porque ellos invierten en diseño, en una tecnología buena y en una madera que sea certificada. Todo eso encarece, y la competencia sacaba unas piezas fundidas en una zona más lejana y produciendo más cantidades, pero sin preocuparse por la polución. Entonces Santa & Cole (Urbidermis) dijo, vamos a intentar hacer uno que, aunque no sea tan barato, use el mínimo de metal, el mínimo de madera y de unas dimensiones razonables. Los autoencargos que hacía mi padre venían de una necesidad. Todo parte de una idea.
La silla Gata viene de un encargo de Expormim, que trabaja el ratán por su calidad. Miguel empezó con una idea muy rompedora con relación a lo que había sido históricamente trabajar con ratán: pocas piezas y largas. Él dijo: no, hagamos muchas piezas y muy octogonales. Hicimos dos prototipos, se movía por todos lados y volvimos a simplificar. Ahí sí que fue un poco partir de cero, pero con el conocimiento que Miguel tenía de trabajar con ratán la silla Rombo, la silla Salvador y el galán de noche.
El Bruno es un banco que originalmente Escofet se lo encargó y Miguel hizo una primera prueba, pero con la tecnología de piedra artificial. A mitad del proceso, apareció esta nueva tecnología que no lleva armado metálico, sino que lleva microfibras de fibra de vidrio y consigues reducir el grueso a tres centímetros. Entonces lo convirtió en una pieza mucho más grácil, y ahí intervine yo y conseguimos hacer una pieza que venía de esta idea original de Miguel, de hacer un banco-sofá exterior con muchos radios. Con este nuevo material ganó mucho.
La silla Gata viene de un encargo de Expormim, que trabaja el ratán por su calidad. Miguel empezó con una idea muy rompedora con relación a lo que había sido históricamente trabajar con ratán: pocas piezas y largas. Él dijo: no, hagamos muchas piezas y muy octogonales. Hicimos dos prototipos, se movía por todos lados y volvimos a simplificar. Ahí sí que fue un poco partir de cero, pero con el conocimiento que Miguel tenía de trabajar con ratán la silla Rombo, la silla Salvador y el galán de noche.
El Bruno es un banco que originalmente Escofet se lo encargó y Miguel hizo una primera prueba, pero con la tecnología de piedra artificial. A mitad del proceso, apareció esta nueva tecnología que no lleva armado metálico, sino que lleva microfibras de fibra de vidrio y consigues reducir el grueso a tres centímetros. Entonces lo convirtió en una pieza mucho más grácil, y ahí intervine yo y conseguimos hacer una pieza que venía de esta idea original de Miguel, de hacer un banco-sofá exterior con muchos radios. Con este nuevo material ganó mucho.
Cuando veo vuestro mobiliario urbano, me parece que es la mayor aportación que se ha hecho en España para dignificar el espacio público. Habéis llevado el confort de un salón a la vía pública.
Me hizo gracia una noche de fiesta, nos encontramos con Jaume Sisa, mi gran ídolo. Me dice: i tu, què fas? Le respondí que soy diseñador industrial. Se queda así pensando y me dice: tu saps que això comporta una responsabilitat tremenda? Le digo: Absolutament. Es molt important tot el que posem al carrer. Intento no afegir res inútil al carrer. Me gustó que incidiese directamente en la responsabilidad del diseñador en el entorno.

Tú lo has vivido con mucha naturalidad. Al final ves en el espacio público objetos similares a los que podías ver en casa. El ciudadano medio esa experiencia no la tiene.
Es verdad. Desde la exposición en Madrid, he tenido la ocasión de pasearme y explicarla a mucha gente y me doy cuenta de que a medida que avanza la exposición, el público reconoce los objetos, pero quizás no se han parado a pensar que detrás de todo ese trabajo hay un gran esfuerzo de síntesis y de buscar el confort.
Que configura un todo. Pienso que tiene que ver con una concepción precisa de lo que tiene que ser el espacio, sea privado o público. Luego están los recuerdos familiares. Me ha parecido bastante representativo de la época que tuvierais una furgoneta con la que viajabais. Tenía el nombre de Viajes Viejos Milà. ¿Cómo recuerdas esas escapadas?
Íbamos mucho a Andalucía porque tenemos familia en Sevilla y en Jerez. Era fantástico porque podías compartir con amigos. Lo de ‘Viejos Milà’ viene de una de sus excursiones en Impalas con sus hermanos a Carchelejos, un pueblo de Jaén, donde vivía su hermana. Todos los Milà son bastante calvos desde temprana edad. Entrando a un pueblo pequeño, todos los niños les siguieron corriendo hasta la plaza. Aparcan, se sacan los cascos y los niños dijeron: ¡Ah, pero si son viejos! Así surgió. Miguel hizo un logo con la misma caligrafía que Viajes Melià.
Tu madre no ha sido solamente la compañera de Miguel, sino la persona que seguramente le ha influido en su modo de ver la vida, incluso en su obra. ¿Qué me puedes revelar de Cuqui?
Ella es muy importante. Tiene un lema que es: ¡el mundo es de todos, pisa fuerte! Mi padre era mucho más silencioso y mucho más de observar y de hacer, pero no de no de salir al mundo. Mi madre ha sido la guía turística más joven de España. Empezó a los diecisiete años, y a sus ochenta y cinco es la más mayor. Desde muy joven aprendió idiomas y tiene mundo. Cada vez que venía algún diseñador suizo, italiano, o alemán, ella era la intérprete. Mi madre se hizo amiga de todos porque es medio de Jerez y tiene mucha soltura y un desparpajo que la gente se quedaba prendada. Eso ayudó mucho a mi padre a relacionarse con mucha gente, y de mi madre aprendió muchas cosas.
En su momento se hizo una donación de parte del archivo profesional de Miguel al Museu del Disseny, lo has mencionado. ¿Os habéis planteado crear una fundación para mantener vivo su legado?
En el 2015 se donó el archivo profesional con mas de cinco mil documentos al archivo del Museu del Disseny. En la exposición, gran parte de la documentación proviene del archivo. Otras muchas piezas y documentos son del archivo personal y familiar, que hemos ido poniendo en orden. Hemos trabajado mucho. La exposición ha sido una buena excusa y oportunidad. Aun cuando el trabajo de Miguel ha sido muy relevante para la disciplina en España, su figura es poco conocida internacionalmente. También está toda la generación actual, que probablemente le conoce poco o no le conoce. En ese sentido queda mucho por hacer, pero debe ser un trabajo de todos. Los italianos y los escandinavos hacen esto muy bien y la cultura del diseño está muy integrada en la vida de todos.

Ahora mismo, ¿qué te tiene ocupado? ¿Qué es lo próximo?
Gracias a que Miguel había hecho una silla con Kettal surgió la lámpara Anda. Ha sido la última pieza que diseñamos juntos y se presentó este año en Milán. Es una lámpara autónoma de formato grande, buena para la lectura o la conversación. ¡Ha quedado muy chula! Continúo trabajando para colaboradores habituales y he estado conociendo a nuevos posibles, lo cual resulta muy interesante. Aprendes mucho de las nuevas experiencias.
¿Dónde te proyectas dentro de unos años?
Espero sorpresas. Me encantaría integrar lo que disfruto de la vida silvestre al oficio.
Tu padre decía que no hay que jubilarse. Que para vivir con una cierta calidad de vida, lo que hay que hacer es estar activo.
A él lo que más le gustaba era trabajar. En estos últimos cuatro años se rompió la cadera, tuvo el Covid, no pudo recuperarse bien y estaba sentado. Lo que más le gustaba era que cogiéramos el coche y nos fuésemos a visita de obras, a Santa & Cole o a Kettal. Un poco lo de montar la exposición fue para darle alimento vital. Cada reunión era ponerle las pilas.
No me jubilaré seguro, pero quizá me retiraré a la naturaleza para poder escuchar el pito negro, el chotocabras (aunque están desapareciendo), para oír los cantos de las especies que no llegan a meterse tanto en la ciudad.
No me jubilaré seguro, pero quizá me retiraré a la naturaleza para poder escuchar el pito negro, el chotocabras (aunque están desapareciendo), para oír los cantos de las especies que no llegan a meterse tanto en la ciudad.
¿Puedes identificarlos?
Aprendes mucho a conectar con los pájaros cuando conoces los cantos. Muchas veces no los ves, solo los oyes. Hice varios cursos con Eloisa Matheu, que es una especialista en sonidos de la naturaleza. Pertenezco a la Sociedad Española de Ornitología y al ICO, y participo aportando datos sobre censos. Te coges una cuadrícula y dos mañanas al año te haces una serie de paseos y apuntas todo lo que ves y todo lo que oyes. Pero claro, si no sabes distinguirlos bien, es complicado. Ahora lo tengo que volver a retomar. Los primeros años reconoces un 25% de aves y vas mejorando. Es divertido entrar en un bosque y reconocer los sonidos de una curruca rabilarga, un agateador, o un trepador azul. Muchas veces voy con mi mujer y mi hijo.
En el contexto del psicoanálisis freudiano, matar al padre es una metáfora que se refiere al proceso psicológico de superar la autoridad y la influencia paterna para lograr la autonomía y la identidad individual. ¿En términos psiquiátricos, lo has conseguido?
Durante el tiempo en que trabajaba con él, intentaba buscar mi camino con otros socios. He trabajado con Quim Larrea, con Alex Fernández, con Luis Víctor y con Juan Carlos Inés. En estos proyectos quería explorar mi independencia. Se aprende de todo, y combinar aprendizajes resulta en nuevas cosas también.
Lo que me ha aportado mi padre ha sido, aparte de enseñarme su método y de usar el sentido común, no pretender inventar cosas raras y hacer lo justo, lo que hace falta. Para mí ha sido una suerte poder conectarme con su mundo. Miguel no pretendía imponer. Y yo he ido aprendiendo naturalmente. No quiero decir que hago lo mismo que él, pero sí que aplico principios muy similares porque son los que me parecen mejor.
Lo que me ha aportado mi padre ha sido, aparte de enseñarme su método y de usar el sentido común, no pretender inventar cosas raras y hacer lo justo, lo que hace falta. Para mí ha sido una suerte poder conectarme con su mundo. Miguel no pretendía imponer. Y yo he ido aprendiendo naturalmente. No quiero decir que hago lo mismo que él, pero sí que aplico principios muy similares porque son los que me parecen mejor.
