Cada principio de año es igual, los buenos propósitos y esa lista de pendientes que completar antes de que llegue diciembre. En mi lista de imprescindibles siempre aparece lo mismo: el gym (ya estoy en ello, a ver cuánto me dura), leer más (difícil con tanta serie como hay) y, sobre todo, viajar. Viajar todo el rato. Qué felicidad. No soy la única, lo sé. Y las aerolíneas lo saben. Por eso estos primeros meses es una barbaridad la de buenos planes que hay por ahí. Dejadme que me detenga en uno de ellos, los New Year’s Flydays de Level. Si vives en Barcelona y estás harto de hacer escalas en vuelos largos, Level está aquí para decirte que con ellos vas a poder volar del tirón. ¿A dónde? Pues en estos momentos a Nueva York, San Francisco, Boston, Los Ángeles, Buenos Aires y Santiago de Chile. Y no solo eso sino que podrás hacerlo a precios muy interesantes pagando sólo por aquello que necesitas. ¿Suena bien? Ya os digo yo que sí. Con Level y Filmin tuve la suerte de hacer uno de mis últimos viajes el año pasado, a Los Ángeles. Si quisiera volver ahora, ese viaje, escogiendo bien los días, me costaría unos seiscientos euros ida y vuelta, pero es que podría volar a Boston por la mitad. ¿Queréis saber más? Acompañadme.
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Level es la aerolínea de bajo coste y larga distancia de IAG (International Airlines Group) al que también pertenecen Aer Lingus, British Airways, Iberia, Iberia Express y Vueling. Y resulta que Level (que opera desde junio de 2017) y Filmin lanzaron a finales del año pasado una guía que recoge algunos de los lugares más emblemáticos de Nueva York, Boston, Los Angeles y San Francisco a través de diferentes películas que puedes ver en la plataforma, y que también forman parte de la oferta de entretenimiento a bordo del avión. Para ver sobre el terreno aquello que nos cuenta la guía acerca de Los Ángeles, embarcamos rumbo a la meca del cine en un viaje que nos llevará a recorrer la ciudad y alrededores durante cinco días, de Hollywood Hills al Downtown, del Getty Center y The Academy Museum al The Broad, de Venice Beach al Muelle de Santa Mónica. Pero ahora llegamos a eso. De momento, quedémonos un poco más con Level.
Algo que debes saber si quieres volar con esta aerolínea es que puedes configurar el viaje a medida, es lo que llaman Fly your way. Si estás pensando en comprar el billete ya, aprovecha los New Year’s Flydays, y una vez escojas los días, piensa qué tarifa se adapta mejor a tus necesidades. Tienes cinco, dos de ellas en clase Premium. Si viajas ligero por la vida tienes la Light, que solo te permite llevar una maleta de cabina de 10 kilos y tendrás que pagar por todo lo demás, incluida la comida, pero, oye, también puedes llevarte bocadillo y agua, como cuando vamos de excursión. Por un poco más puedes acceder a la tarifa Comfort, que ya incluye la comida y además puedes facturar una maleta de 23 kilos. Con la tarifa Extra son dos las maletas que puedes facturar, además tienes la posibilidad de seleccionar tu asiento y el billete es flexible, lo que significa que puedes cambiar tu vuelo hasta el día de la salida, por cualquier motivo y sin la necesidad de dar explicaciones. Y ahora ya entramos en la clase Premium, donde tienes una tarifa más económica llamada Premium Comfort y la Premium Extra con absolutamente todo para viajar like a star, como dicen en su web. Ambas comparten una cabina más silenciosa y exclusiva, con mayor distancia entre asientos y mayor ángulo de reclinación. Algo que definitivamente se agradece cuando tienes que pasarte catorce horas en un avión. La diferencia básica entre ambas es que en la Comfort tendrás que pagar por escoger tu asiento y si quieres que tu billete sea flexible, y solo incluye la facturación de una maleta, mientras que con la Extra puedes facturar dos. ¿Y cuánto vale volar en Premium?, te estarás preguntando. Pues no tanto como puede parecer, entra en su web y haz la prueba.
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Todo lo que no está incluido en la tarifa que selecciones, puedes comprarlo de forma anticipada hasta doce horas antes de la salida del vuelo a través de my.flylevel.com. Aquí, por ejemplo, tienes una carta con diferentes opciones de menú, que incluye desde un poke de salmón hasta pollo con curry o una hamburguesa con patata asada. La comida, por cierto, no está nada mal, algo que siempre es importante en los aviones. También puedes comprar bebidas, auriculares y un kit de comfort que incluye manta, cojín y accesorios varios como cepillo y pasta de dientes. Ya a bordo, puedes acceder al wifi previo pago de una tarifa, y tienes la consabida oferta de entretenimiento que incluye series, música, podcasts y por supuesto películas, entre ellas los títulos de Filmin que forman parte de la guía antes mencionada, films tan icónicos como Manhattan (1979) de Woody Allen, toda una declaración de amor a Nueva York filmada en blanco y negro, Carretera perdida (1997) de David Lynch, que muestra algunas localizaciones menos conocidas de Los Angeles, como el edificio Firestone que ha vuelto a abrir sus puertas recientemente tras cuatro años de reformas, Somewhere (2010), el film con el que Sofia Coppola ganó el León de Oro a la mejor película en el festival de Venecia, que nos muestra la ciudad de Los Ángeles más glamourosa con sus fiestas, avenidas y localizaciones como el Chateau Marmont o Spotlight (2015) de Tom McCarthy, Oscar a la mejor película y mejor guión original, una historia sobrecogedora basada en hechos reales que narra cómo el equipo de reporteros del Boston Glove destapan decenas de casos de pederastia perpetrados durante décadas por diferentes sacerdotes, que la iglesia trató de ocultar, y que discurre por algunos de los lugares más reconocibles de Boston, como el Union Park, la biblioteca pública o el Fenway Park, uno de los campos de beisbol más bonitos de Estados Unidos. ¿Pero no era a Los Ángeles donde volábamos? ¡Vamos!
Los Ángeles express (y, sí, es como en las películas)
Parece mentira que no hubiese estado en Los Ángeles hasta ahora, pero así es. El mundo es demasiado grande, supongo. Cuestión de prioridades también. Los Ángeles es una de las metrópolis más grandes del planeta, así que conocerla bien en cinco días es harto improbable, pero como toma de contacto para hacerte una idea y visitar algunos de sus rincones más reconocibles, muchos de ellos escenarios de numerosas películas, es más que suficiente. Lo que sigue es un viaje non-stop por esos lugares que tantas veces hemos visto en el cine y en las fotos.
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Del aeropuerto, al barrio más mítico de Los Ángeles, Hollywood. Allí, en el número 7000 de Hollywood Boulevard, en pleno Paseo de la Fama, nos espera el que será nuestro alojamiento estos días, el Hollywood Roosevelt, un hotel legendario llamado así en honor al presidente de Estados Unidos Theodore Roosevelt, que abrió sus puertas en 1927. Dos años más tarde acogería la primera ceremonia de los Oscar. Por sus habitaciones han pasado grandes estrellas, desde Clark Gable a Charlie Chaplin, Montgomery Clift, Gloria Swanson o Marilyn Monroe, que vivió aquí dos años. Tras una época de glorioso esplendor, el hotel acabaría entrando en decadencia, y la cosa podía haber acabado en drama cuando se vendió a mediados de los ochenta para derruirlo y construir un parking. ¡Un parking, dios! Que por otro lado es lo que siempre construyen cuando tiran un edificio histórico, de qué me extraño. Afortunadamente no fue así, se restauró por completo, y hoy en día es un hotel precioso considerado patrimonio de la ciudad. Destaca el lobby y su techo artesonado y, sobre todo, la piscina junto al bar Tropicana, que conserva un estilo muy años cincuenta, primeros sesenta, y que es en sí misma una obra de arte, pues su fondo y paredes alberga un mural que pintó el mismísimo David Hockney en 1988. El Hollywood Roosevelt sigue siendo hoy en día lugar de referencia dentro de la industria del cine, pero cuando cae el sol, si dejas volar la imaginación cóctel en mano y recostado en la tumbona, es fácil trasladarse a su época dorada y a aquellas fiestas llenas de glamour que prometían noches sin fin. De entre las diferentes ofertas de restauración que ofrece, destaca The Barish, un restaurante especializado en carnes y cocina italiana comandado por Nancy Silverton, reconocida chef con una estrella Michelín por otro de sus restaurantes en Los Angeles, Ostería Mozza.
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El Hollywood Roosevelt está en medio del meollo, muy cerquita del Dolby Theatre (6801 Hollywood Boulevard), que acoge la gala de los Oscar desde 2001. La verdad es que así, desde fuera, visto sin tunear, sin alfombra roja y sin celebridades posando, no luce muy espectacular. Justo al lado, otro imprescindible, el Grauman’s Chinese Theatre (6925 Hollywood Boulevard), inaugurado en 1927, que acoge numerosos estrenos de cine. Y si sigues caminando por el Paseo de la Fama, mientras te entretienes como tantos otros visitantes con la vista clavada en el suelo sorteando estrellas, llegamos a Musso & Frank Grill (6667 Hollywood Boulevard), el restaurante más antiguo de Hollywood que abrió sus puertas en 1919, 4 años antes de que se construyera el icónico letrero de Hollywood, para convertirse poco después en centro de reunión de escritores y gente del cine. John Fante, Dorothy Parker, William Faulkner, Scott Fitzgerald y Raymond Chandler son solo algunos de los escritores que hicieron del Musso & Frank su casa, y dicen que Charles Chaplin venía tanto a comer, que tenía siempre un asiento reservado. Así que Musso & Frank más que un restaurante es una institución que ha sabido mantener su carácter original, con una decoración clásica que combina madera, asientos de cuero rojo y mantelería impecable, y una carta tradicional donde la carne al grill comparte protagonismo con el pescado y diferentes platos italianos. Todo hace una pinta increíble, los espaguetis con albóndigas son una bestialidad, no solo porque están riquísimos sino porque un plato sería suficiente para cuatro personas. También pedimos los indispensables Fettucine Alfredo, con toda una historia detrás que puedes leer aquí y por supuesto probamos la carne y sus afamados martinis. Nuestro viaje a Los Angeles no podía empezar mejor.
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And the Oscar goes to…
Al día siguiente, lo primero es ir al Academy Museum, en el 6067 de Wilshire Boulevard. Resulta increíble que Los Ángeles no contara con un espacio así hasta hace nada. Este museo imponente, dedicado al arte y la ciencia del cine y cuyo arquitecto es el italiano Renzo Piano, ganador del Premio Pritzker en 1998, se inauguró el 30 de septiembre de 2021. Acoge diferentes exposiciones, la de mayor envergadura, Stories of Cinema, ocupa tres plantas y explora desde diferentes ángulos películas narrativas, documentales y films de animación. Según la institución, la exposición no solo es una celebración: “También busca contextualizar y desafiar las narrativas dominantes en torno al cine”. Entre las exposiciones previstas para este año, hay una dedicada a John Waters que podrá verse entre el 13 de septiembre de 2023 y el 4 de agosto de 2024. Por lo demás, el museo organiza infinidad de actividades y proyecciones. Y si alguna vez te has preguntado lo que se debe sentir al ganar un Oscar, aquí podrás vivir la experiencia mientras levantas la estatuilla entre aplausos. La cosa es bizarra de narices, pero te echas unas risas que nunca están de más.
Y como esto va de cine y de visitar algunas de localizaciones de película, nos acercamos a lo que fue la histórica tienda de neumáticos Firestone (800 S La Brea Avenue), el garaje de Arnie en Carretera perdida de David Lynch, que tras cuatro años de reformas ha abierto sus puertas conservando parte de su decoración original, ahora como All Seasons Brewing, un lugar donde beber cerveza artesanal, comer deliciosos tacos y jugar a diferentes máquinas recreativas. A un paseo de allí, lo que vienen siendo veinte minutos caminando, está el Petersen Automotive Museum, con una colección apabullante de más de cuatrocientos vehículos que abarcan 120 años de historia automotriz, y que por supuesto incluye algunos de los coches más icónicos del cine, por citar algunos, el DeLorean de Regreso al futuro, varios batmóviles, el Cadillac de Los Cazafantasmas, la moto de Terminator Salvation o el Lexus LC 500 de Black Panther. Si eres un loco de los coches, solo te diré que es el museo del automóvil más grande de Estados Unidos. 
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Todo un día en pie bien vale una buena cena, y quién le dice que no a una pizza. Reservamos en Pizzería Mozza (641 North Highland Avenue) que se encuentra en Hancock Park. ¿Recordáis que hablamos antes de Nancy Silverton? Este restaurante también es suyo. Silverton, entre otras cosas, es conocida por popularizar la masa madre, así que esperaba mucho de estas pizzas. Y, sí, debe haber montones de pizzerías en Los Ángeles, solo en Tripadvisor salen reseñadas cerca de doscientas cincuenta, pero seguro que no me equivoco al afirmar que Mozza es una de las mejores. Barata no es, el precio medio de una pizza es de veinticinco dólares, pero es que aquí no hay nada barato. El lugar es coqueto y no muy grande, el servicio, algo lento esa noche y la pizza, una Napolitana para más señas, simplemente perfecta. Porque, ¿y la rabia que da una pizza cuando no está buena? Ahí, engullendo carbohidratos a lo tonto. Afortunadamente no fue el caso.
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Hollywoodland - Hollywood - Hollyweed
Debo decir que en este viaje el jetlag fue bastante benevolente conmigo y pude dormir del tirón casi cada noche. Algo importante si al día siguiente te vas de excursión al Hollywood Sign, que es como se conoce al letrero más famoso de Los Ángeles construido en 1923 como parte de una campaña publicitaria para anunciar una nueva urbanización de lujo que se estaba construyendo. En sus inicios el cartel decía ‘Hollywoodland’ y solo iba a quedarse allí un año y medio, pero dado que el cine era una industria en auge y que los principales estudios estaban ubicados por la zona, al final acabó convertido en un símbolo de dicha industria. Sería en 1949 cuando la Cámara de Comercio de Hollywood decidió renovarlo dado su considerable deterioro y redujo la palabra solo a Hollywood. El cartel ha sido alterado desde entonces en incontables ocasiones de forma no autorizada coincidiendo con diferentes acontecimientos. Posiblemente la intervención más celebrada haya sido la de ‘Hollyweed’, que tuvo lugar no una sino dos veces, en 1976 y 2017, coincidiendo con la despenalización y legalización del consumo de marihuana respectivamente. Ni que decir tiene que tales acciones se consideran vandalismo y están penalizadas.
Situado en el Monte Lee, que forma parte del Parque Griffith, llegar allí requiere cierta condición física, porque en coche, amigos, no se puede llegar, y son unos cinco kilómetros y una hora cuesta arriba por camino de tierra. ¿Es un camino difícil? No. Pero mejor tomarlo con calma, e ir bien provistos de agua, gorra y protector solar. Se supone que mientras vas ascendiendo tienes unas vistas panorámicas increíbles, pero ese día había bastante polución y el paisaje se veía difuminado por una neblina blancuzca que se extendía por todas partes. Y es que, lamentablemente, Los Ángeles se cita siempre como una de las ciudades con el aire más contaminado del planeta, junto a otras grandes urbes como Pekín, Buenos Aires o Nueva Delhi. 
Dicen que al Hollywood Sign es difícil llegar, que Google Maps no te muestra el camino y que los vecinos, hartos de tantos turistas, ponen carteles para confundir al personal. En nuestro caso, partimos del 6301 de Innsdale Drive donde quedamos con nuestra guía, una veinteañera parlanchina casi entrada en la treintena y en buena forma, que hacía el recorrido a un ritmo endiablado hasta tres y cuatro veces por semana. La verdad es que hay tanta gente haciendo la ruta y tantos grupos con guía, que solo hace falta seguir el flujo de gente. Por el camino hay varios puntos para fotografiar el cartel, y una vez arriba es emocionante ver que has llegado a la cima. Sonríes para celebrar que lo has conseguido sin pensar que ahora, glups, te toca hacer el camino de vuelta; otra media hora de bajada que se alarga un poco más porque seguimos caminando hasta el Lake Hollywood Park para tomar un más que merecido refrigerio. Como curiosidad, no hay ni un maldito urinario en todo el trayecto, y tú ahí dándole al agua cosa fina porque deshidratarte no es una opción. Piensas, bueno, en el parque. Pues tampoco. El meadero es una zona improvisada entre los árboles, que una tiquismiquis como yo decidió no pisar así me explotara la vejiga. Así que creedme si os digo que lo primero que visité al llegar un rato después a los estudios de la Warner Bros (3400 Warner Boulevard) fueron los baños, con el consiguiente suspiro de alivio. La excursión a los estudios resulta bastante divertida, vas de un lado a otro montado en un pequeño bus viendo las localizaciones mientras te cuentan anécdotas de tal o cual serie, puedes entrar en algunos estudios, y también hacerte la foto de rigor en el sofá de Friends. Y si eres muy de souvenirs hay una tienda enorme donde puedes comprar cualquier cachivache de tus series favoritas.
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Del Getty Center al The Broad, con paseo por el Downtown incluido
Al día siguiente, otra visita obligada, la del Getty Center, en el barrio de Brentwood, que desde su inauguración en diciembre de 1997 ha recibido a más de veinte millones de visitantes. Diseñado por el arquitecto Richard Meier, el Getty Center alberga el Museo J. Paul Getty, el Instituto de Investigación Getty, el Instituto de Conservación Getty y la Fundación Getty. Por si no os ha quedado claro, os diré que el nombre alude al empresario y filántropo estadounidense Jean Paul Getty (de nada). Las áreas públicas del campus incluyen el museo, un restaurante, dos cafeterías, un par de tiendas y el Auditorio Harold M. Williams con capacidad para cuatrocientas personas. Por no hablar de las casi treinta y cinco hectáreas de jardines y terrazas, incluido el precioso Central Garden diseñado por el artista Robert Irwin. El conjunto es tan monumental que necesitarías los cinco días que pasamos en la ciudad para verlo entero. El museo se articula en torno a distintos pabellones con un fondo de pinturas de unas cuatrocientas cincuenta obras, agrupadas en diferentes secciones, pintura italiana, Países Bajos, pintura francesa, arte español y británico y pintura impresionista. Entre los cuadros más visitados, Los lirios de Van Gogh, frente al que nos puso nuestra guía para que no nos perdiésemos uno de los reclamos más populares del lugar, antes de dejarnos deambular por algunas de las salas. Si queréis saber más del museo o de las actividades del centro tenéis una web completísima de donde podréis sacar un montón de información. Y para acabar solo decir que el restaurante está a la altura de lo que esperas de un sitio así.
La tarde fue para el museo de arte contemporáneo The Broad (221 S Grand Avenue) en Downtown. Fundado por otros filántropos, el matrimonio Eli y Edythe Broad, y diseñado por Diller Scofidio + Renfro (un estudio de diseño que integra arquitectura y artes visuales y escénicas) en colaboración con el estudio de diseño y arquitectura Gensler, abrió sus puertas en septiembre de 2015. La fachada es espectacular, y el edificio alberga unas dos mil piezas que van desde la década de los 50 hasta nuestros días, repartidas en dos plantas. Entre los cerca de doscientos artistas que exponen sus obras, encontramos nombres tan representativos como Jeff Koons, Cindy Sherman, Roy Lichtenstein, Andy Wharhol, Yayoi Kusama, Jean-Michel Baquiat, John Currin o Takashi Murakami. Y lo mejor de todo, la entrada es gratuita. Y ya que estábamos por allí, nos acercamos a Grand Avenue para comprobar cómo la zona se está reactivando poco a poco, y ver que lo que antes eran edificios sucios y roñosos y aceras aún más sucias y roñosas, ahora son edificios que lucen rehabilitados con precios cada vez más caros en aceras que acogen restaurantes cada vez más lujosos. Me habría gustado ver un poco más del centro, pero el tiempo da para lo que da y tocaba volver a Hollywood para cenar en el Running Goose, un pequeño oasis alejado del ajetreo de Hollywood Boulevard. Su coqueto patio y una carta que lo mismo te ofrece diferentes tipos de tostadas y ensaladas que platos con influencias de distintos países (tagine de cordero, chilaquiles, fettuccine, pesto vegano vindaloo) fue una agradable sorpresa.
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El Getty Center ha recibido desde su inauguración más de veinte millones de visitantes.
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Diseñado por el artista Robert Irwin, el Central Garden es uno de los espacios más bonitos del Getty.
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The Broad - Fotografía: Iwan Baan
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John Ahearn - Raymond and Toby (1989).
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Jenny Saville - Stare (2004-2005).
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Jeff Koons - Michael Jackson and Bubbles (Fragmento, 1988).
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Jeff Koons - Tulips (Fragmento).
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Instalación de Christopher Wool y Jeff Koons. Fotografía: Bruce Damonte.
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Deambulando por el Downtown.
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Venice mon amour y el ajetreo del Muelle de Santa Mónica
Al día siguiente tocaba hacer la maleta y dirigirnos al aeropuerto para volver a casa. Pero eso sería ya por la tarde, aún teníamos medio día por delante, suficiente para acercarnos a los canales de Venice y pasear un rato por el Ocean Front Walk, su paseo marítimo, que sigue destilando ese espíritu hippy de sus inicios, entre tiendas de camisetas y souvenirs, ciclistas despistados, skaters, los colgados de turno y el omnipresente olor a marihuana que nos ha acompañado durante todo el viaje. No hay que olvidar que aquí, cómo decíamos, se despenalizó su posesión en 1976 y que el consumo con fines recreativos es legal desde 2016 (en total son 16 los estados que permiten su uso recreativo: Alaska, California, Oregon, Washington, Nevada, Colorado, Michigan, Illinois, Massachusetts, Maine y Vermont, además de Washington, D.C., Nueva Jersey, Dakota del Sur, Montana, Arizona y Nueva York).
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Abbot Kinney Boulevard en Venice Beach
Nos tocó un día nubladísimo con el cielo que caía a plomo sobre un cansancio ya acumulado, así que el paseo por la playa hasta llegar al skatepark entre graffitis de colorines quedó un tanto deslucido. Pero caminar por los pocos canales que todavía se mantienen intactos (con la llegada del automóvil a finales de los años veinte del siglo pasado, la mayoría fueron pavimentados) entre las casitas de colores con sus pequeñas barcas en la orilla es una delicia. Esta Venecia californiana que se inauguró en 1905, se la debemos a Abbot Kinney, un constructor, conservacionista y millonario gracias al negocio del tabaco, que tras su paso por Europa en sus años mozos se quedó prendado de Venecia de tal manera, que ya adulto y con pasta decidió construir una ciudad de vacaciones al lado de la costa y replicar los canales que tanto le gustaban. Ya fuera de la playa caminamos hacia el centro para dirigirnos a The Rose Venice, un restaurante bastante grande y bonito con mesas de madera, terraza techada y aire bohemio, que no hippy. En toda esta zona el ambiente es otro, pequeñas boutiques de moda y diseño se alternan en las aceras con restaurantes de comida eco y vegetariana, y ya no sabes si estás en Venice, o en un barrio hipster de cualquier ciudad de moda.
Para acabar no podíamos marcharnos sin acercarnos al Muelle de Santa Mónica para dar una vuelta por el Pacific Park con su icónica noria (la única en el mundo que se alimenta con paneles solares) y demás atracciones de alegres colores, sus puestos de comida rápida, y un montón de gente moviéndose arriba y abajo, familias con niños, parejas de enamorados, grupos de adolescentes con las hormonas revolucionadas… Es sin duda uno de los lugares más icónicos de Los Ángeles, escenario de innumerables películas, que forma ya parte del imaginario colectivo. Uno de esos sitios mágicos que te hacen exclamar eso de “es como en las películas”. 
Y como en las películas, esto también tiene un final (feliz) y admite segundas partes. Solo tienes que entrar en la web de Level. ¿Ves? Los New Year’s Flydays siguen ahí. Pero no por mucho tiempo. ¿Dónde volamos esta vez?
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