Fue un adicto al trabajo durante muchos años, preso de la obsesión por ser un gran artista que le provocó una gran depresión que le impedía dibujar. Empezó de nuevo y creó los Nagas, unas figuras amorfas dibujadas a lápiz que han estado presentes este año en Arco de la mano de la Galería Senda, donde por cierto ha sido galardonado con el 18º premio Electronic Art Arco-Beep por su obra Opaulo (1990). Por ahora, ha renunciado a los grandes formatos y al color. Se inventa palabras como ‘Trapujar’, o en castellano, ‘Trasubir’ que para él es mejor que ‘Trabajar’. Es un neologismo que significa que el trabajo tiene que servir para llegar a puntos distintos a los ya conocidos. En su obra y en su vida personal ha sido fiel a ese principio. Todavía hoy sigue en busca de lo inexplorado, muy atento al nacimiento de un nuevo proceso creativo en el que todo es posible: lo concreto, lo abstracto, lo material o lo inmaterial.
¿Cuál es la finalidad de la creación?
Los artistas no creamos. Somos como una radio que capta unas ondas. Por eso, a veces, la misma idea se produce en distintas partes del planeta. Los artistas captamos esas energías y las transmitimos, en mi caso con imágenes, o un músico con sonidos. Cada cual tiene su función.
Al transmitirlas no te las apropias sino que las compartes.
Compartirlas no es tan fácil. Si soy un artista reconocido es, aparte de por haber trabajado mucho, gracias a la gente que me ha ayudado. El marchante que tuve al principio de mi carrera, Fernando Vijande, o el coleccionista Pepe Suñol, que tiene más de trescientas obras mías. Sin ellos y otros, mi obra no se hubiera dado a conocer. Actualmente tengo obras en el MOMA y en el Centre Pompidou, además de otros museos y colecciones privadas internacionales.
¿Te ha preocupado tener una repercusión como artista?
No, yo me ocupo o me desocupo, pero lo previo a ocuparme, lo encuentro inútil.
Actualmente estás dibujando unas criaturas a las que llamas Nagas. ¿Quiénes son?
Los Nagas son unos seres que tienen cuerpo humano, con una cola de serpiente. Para mí son autorretratos que me ayudan a saber en qué estado mental estoy a diario. Empecé a hacerlos como algo para reencontrarme a mí mismo. Como he sido tantos personajes, a veces me visitan, pero del mismo modo que vienen se van. Hay algunos que envejecen, o son más jóvenes, no existe el espacio-tiempo con ellos. Estoy convencido de que el tiempo solo es un código humano. Einstein dijo que era relativo, Hopkins que era virtual. El tiempo es tan abstracto. Por eso una hora puede durar mucho, o pasar rápidamente.
Los códigos nos sirven para comunicarnos y entendernos, pero tú has optado por crear tu propio alfabeto.
Eso es porque tengo la necesidad de escribir cosas en mis obras, tanto positivas como negativas, incluso mis sentimientos, sin que eso condicione la visión de la obra. Como bien sabes, creé mi propio Estado en el 1968, y tuve que crear simultáneamente símbolos de Estado. La bandera es un cerebro con un ojo porque todos los Estados tienen un ideal y el mío es ver las cosas claras. Tengo pasaportes, billetes, monedas, un alfabeto propio y un himno nacional que hice con Tres, un artista y músico amigo fallecido. El saludo oficial es rascarse la cabeza mutuamente.
¿Cuáles son las condiciones para formar parte de tu Estado?
Durante un tiempo sí que podías pedir visado. En algunas exposiciones hacía fotos a personas desnudas a quienes les daba el permiso de residencia, aunque mi país es una autarquía. Todos tenemos la necesidad de tener un territorio personal, al que hay que pedir permiso para entrar. Dejamos entrar a la gente que nos gusta, y si nos enamoramos los dejamos entrar del todo, o al contrario. De todos modos, a los que preguntan para entrar en mi Estado, les aconsejo que se creen uno propio.
¿Qué has presentado en Arco con la galería Senda?
Algunas piezas antiguas, los Nagas y una campana parlante. A Carlos Duran lo conozco desde que él tenía 14 años. Venía a los conciertos que hacíamos con Víctor Nubla y nos hicimos amigos. Empezó a comprar obra mía desde muy joven. Durante muchos años yo trabajaba con la galería Joan Prats, pero aun así, le decía que algún día trabajaríamos juntos. Y llegó el momento.
¿Cómo explicarías la relación artista vs galerista?
Siempre digo que René Metras es mi padre artístico. Con 16 años me enamoré de un libro de Cirlot ilustrado por Modest Cuixart que tenían expuesto en el escaparate de su galería. Me armé de valor, entré y le dije al señor Vergès que quería comprar el libro. Insistí tanto que llamaron a Metras. Me preguntó a qué me dedicaba y le dije que era artista. Y me preguntó sobre mi estilo y la palabra mágica fue responderle que hacía Pop Art. En aquella época nadie sabía qué era. Mi familia estaba suscrita a la revista Life y yo copiaba las obras publicadas. Me dijo que le enseñara mis trabajos. Hice un paquete y se lo dejé en la galería, hasta que un día me presenté a una inauguración para preguntarle si le habían gustado mis trabajos. Dejó de hablar con todo el mundo y me dijo que le habían encantado. Y así empecé en el mundo del arte. A cambio de dinero para que yo comprara materiales, él se quedaba con mis primeras obras y yo encantado. Llegó un momento que Fernando Vijande vino a verme a Ibiza para ofrecerme trabajar en su galería y René lo entendió perfectamente por la proyección internacional que suponía. Más adelante, cuando nos veíamos en público, yo me arrodillaba frente a él y le llamaba padre. René me tocaba la cabeza.
¿Que vio en ti?
Él me veía como un hijo y decía que tenía influencias de Pons y de Cuixart, a pesar de que no tuve ningún contacto con el grupo Dau al Set.
Eres un autodidacta.
Fui unos meses a la Academia Baixas y eso es lo único que aprendí de dibujo. Yo no sé dibujar del natural. Si te tengo que hacer un retrato, necesito una foto tuya y proyectarla. Siempre digo que todos somos artistas, científicos y místicos. Todos los niños dibujan, cantan, bailan y se inventan historias. Ser artista, todos lo llevamos dentro. Yo fui desarrollando ese artista que todos somos, y le agradezco al señor Baixas que convenciera a mi madre de que iba a ser un gran artista sin recibir una educación tradicional.
¿Cuál ha sido el estímulo para construir un espacio tan propio?
Desde pequeño siempre he tenido la necesidad de expresarme a través del arte, no he necesitado estímulos externos. Para mí es como una manera de rezar. La gente me pregunta si no me aburro. Y es todo lo contrario. Es como si pasara el rosario. De pequeño, en el comedor de casa de mis padres había una mesa donde mi madre hacía los patrones y los dibujos, incluso tenía un maniquí donde probaba las piezas que diseñaba. Observar a mi madre dibujando, poniendo agujas, cortando papeles, me fascinaba. En la familia pensaban que seguiría con el negocio textil familiar como diseñador, pero tuve la suerte de que mi padre se arruinó y la empresa tuvo que cerrar. Eso me obligó a espabilarme y encontré trabajo en el Pueblo Español poniendo acuarelas a serigrafías para venderlas a los turistas.
¿Cómo puedes explicar la sensación de trabajar con las manos?
Produce una cierta sensualidad que te hace sentir un placer que debe ser eso que llaman la creación. Cuando terminas y lo que has hecho te gusta, te sientes bien. Tiene relación con el orgasmo, cuando una obra es extraordinaria. Soy siempre el primer sorprendido de haber sido el transmisor.
¿Cuándo das el salto de dibujar a lápiz a utilizar los medios digitales?
En 1976 me dan una beca Fullbright para hacer holografía. El MIT de Boston me aceptó como alumno, y al poco tiempo me doy cuenta de que es una tontería porque es una cosa que ya existe y se repite. Picasso decía que si tenía una cabra y hacía otra cabra igual, lo único que hay al final del proceso son dos cabras. Me di cuenta de que lo que revolucionaría el mundo de la imagen serían los ordenadores, y poco a poco empecé a utilizarlos para mi obra. Era solo el principio, ya que no podíamos ni imprimir. Ahora ya no los utilizo.
Has vuelto a utilizar el lápiz.
Exacto. He vuelto al origen. No hago obras digitales.
¿Qué reacciones causaban tus primeras obras digitales?
Cuando ya las podía imprimir, creaba imágenes opacas y las proyectaba en lo que yo he llamado PsicoManualDigital. Tienes que tener una idea, hacer el dibujo digitalmente y proyectarlo. Se convertía en algo manual, a pesar de que el ordenador había intervenido en el dibujo de las piezas que pensabas que habían sido hechas a mano.
¿Cómo conectaste con la cultura americana en los ochenta?
Estaba con una mujer americana y eso lo facilitó, pero no recuerdo hacer ningún esfuerzo. Todo fue rodado. Me invitaron a participar en una exposición colectiva muy importante que se organizó en el Guggenheim titulada New Images From Spain, y eso me dio un cierto prestigio. La galería Phyllis Kind, con sedes en Nueva York y en Chicago, se enamoró de mi obra y entré en el mercado americano.
En buena parte de tu obra aparecen distintos órganos humanos.
Siempre me ha fascinado el cerebro y ahora el corazón porque lo tengo delicado. En la escuela, la asignatura que más me interesaba eran las ciencias naturales. Siempre me ha interesado el cuerpo humano y conocerlo por dentro. Un amigo mío indio-americano me regaló un timbal y cada día lo toco pensando en los amigos que murieron y la gente a la que quiero. También hago un repaso mental sobre los órganos de mi cuerpo: pienso en mi cerebro, el sistema nervioso, el corazón. Mi amigo me dijo que era una forma infalible de curarse.
¿Qué valor le das a la vida?
La verdad es que poco. Estoy vivo gracias a la tecnología. Me han operado muchas veces y me tomo más de cuatrocientas pastillas al mes. Si no fuera por eso, en otra época, ya estaría muerto. No me da miedo la muerte, me aterra el dolor físico.
En tus cuadros el dolor también aparece de forma recurrente.
Sí, forma parte de la condición humana. Tengo dolor de espalda, se me duermen las piernas y convivo a diario con el dolor. No hay más remedio que aceptarlo.
¿El suicido es la salida?
Cuando estás deprimido y no quieres seguir viviendo, sí. Yo estoy diagnosticado por los psiquiatras como persona bipolar, pero todos lo somos. Pasamos de la euforia a la depresión con muchísima facilidad. Pero hay casos como el mío en el que las euforias son brutales y las depresiones también. La euforia me provoca un estado creativo en el que dejo de pensar en los demás. Por eso me gusta tanto la soledad y estar en mi propio espacio. Como todo el mundo un poco inteligente, he tenido tentaciones de suicidarme. No me gustaría vivir en una silla de ruedas y tener que depender de otras personas. Mi madre, cuando tenía 85 años se tiró por la ventana y lo entendí perfectamente.
¿Qué transmite tu obra o qué crees que la define?
No lo sé. Está llena de elementos que invitan a reflexionar cada uno a su manera. Cuanto más universal sea lo que ofreces, más gente podrá ver reflejado lo que necesita. Lo que más me gusta es ver que la gente disfruta con lo que hago y se siente mejor. Emocionar al público es el trabajo del artista. Hay una palabra en catalán que es ‘feina’, que quiere decir tener fe en la herramienta que utilizas. Esto es una invención mía. Si no tengo fe en el lápiz que utilizo, no sale una buena obra.
¿Cuál crees que será tu legado?
En mi caso, dejo una herencia artística. No he ido coleccionando mi obra, porque la he vendido prácticamente toda. En el MACBA hice unos talleres en los que invité a enfermos mentales a que pintaran su territorio y después lo describían con palabras. Recuerdo que un chico dibujó un camino que unía su territorio con el que había dibujado una chica que estaba a su lado. En medio puso un corazón para declararle su amor. Al día siguiente vinieron como pareja. El arte terapia también sirve para eso. Hice una exposición titulada Arte para curarte en la que reivindicaba que el arte sirva para sentirte bien consigo mismo, o al contrario, puede ser como un veneno que te mata. Hay artistas a los que el exceso de creatividad los mata.
¿Tanto sufrimiento provoca?
Pasas por todo. El arte, en todas sus facetas, sirve para explicar lo que no se puede decir en palabras.
Has vivido momentos de grandes cambios sociales. ¿Cómo soportas la incertidumbre del presente?
Pienso que estamos en la Tercera Guerra Mundial. Lo que más me preocupa es que se censuren cosas que incluso en el franquismo estaban permitidas. Hemos llegado a un totalitarismo que no había visto ni en mi juventud. Podíamos expresarnos sobre temas que ahora están prohibidos. No es solo la derecha la que se ha apropiado de la censura, la izquierda también quiere controlar nuestras emociones y maneras de expresarnos. Con la educación quieren uniformizar el pensamiento y controlar políticamente a la población.
Estamos retrocediendo…
Ahora toca esto y la tendencia es que vaya en aumento.
¿Cómo tiene que reaccionar el ser humano ante esa imposición?
Actualmente, el poder es tan potente que no podemos escapar de él. Lo único que puedes hacer es crear tu propio Estado en tu casa, pero en los sistemas totalitarios, ni eso.
¿Conoces la autocensura?
La verdad es que no. He hecho mucha obra pornográfica y nunca me he autocensurado. Los galeristas, e incluso mi mujer, me han podido hacer algún comentario, pero siempre he tenido la libertad de hacer lo que he querido. Incluso he podido hacer obras feas o que no son agradables a la vista. Ahora mismo estoy haciendo los Nagas y conociéndome a mí mismo. Si te fijas, son como espermas. Con una cabeza muy grande y una cola. Si continuo viviendo, pienso que algo nacerá de todo esto. Esta es la esperanza que le doy a mi galerista.
¿El placer por el placer es importante en la vida?
Mi estado ideal es estar ensimismado. En catalán, ‘entotsolat’; en inglés, ‘lost in thoughts’; en francés, ‘perdu dans mes pensées’. Me hace sentir bien la vida de ermitaño y vivir en silencio.
¿Qué te provoca rechazo?
La violencia, la injusticia, no auxiliar a los pobres, ver a la gente sufrir…
¿Cómo fue tu relación con nuestro amigo Víctor Nubla?
La recuerdo bien y mal porque era una persona muy especial. Cuando hice mi retrospectiva en el MACBA, Nubla hizo toda una serie de sonidos que se escuchaban constantemente durante la exposición. Fue precioso. Esa colaboración fue la más bonita que hicimos, además de los conciertos que hicimos juntos. Yo no soy músico. Tengo un minimoog, que es el primer sintetizador del mercado, con el que hago ruidos y atmósferas que son irrepetibles.
¿Somos generadores de atmósferas sin ser muy conscientes de ello?
Lo que estamos haciendo ahora, es que yo me miro en tu espejo y me veo a mi mismo a través de ti, y tú te ves a través de mí. Eso es la relación humana. La creación de una atmósfera surge de forma inexplicable, del mismo modo que lo es la creación. No sabes nunca muy bien cómo has creado una obra. Soy el transmisor de alguna cosa que no sé de dónde viene. A mí me han criticado por no tener una obsesión que se repita y el público pueda reconocer mi obra fácilmente. Yo soy un cúmulo de artistas en un solo cuerpo que se van manifestando cuando quieren. En un año puedo hacer obras contradictorias entre sí. Nunca he buscado un estilo, hago lo que va saliendo.
Desde hace un tiempo, el mercado del arte está muy cuestionado. ¿Qué tiene de positivo participar en Arco?
En un solo espacio puedes visitar galerías de todo el mundo. Hace muchos años que no voy. La mercantilización del arte es inevitable en un sistema capitalista, no queda otro remedio. Por eso quise poner los Nagas más asequibles para que mucha gente pudiera tener uno. Sacrifico mis beneficios para favorecer su circulación.
Me parece una decisión muy ideológica.
(Risas). Actualmente, se impone lo contrario. Que muy pocos puedan acceder a comprar arte. Es la gran metáfora del sistema. De una cosa que en realidad no vale nada, hacer que valga muchísimo dinero. El mundo del arte vive de la idea ilusoria de que eres el único que posee una pieza irrepetible como los NFTs. Todo tiene que ver con el ego.
¿Eres optimista con respecto al futuro?
Intento ser positivo, dentro de lo que cabe. Algunos dicen que en el 2030 el sistema capitalista se colapsa y que vendrá una hecatombe. Espero morirme antes para no verlo. Aun así, me gusta pasarlo bien y hacer cosas que sirvan a los demás. Eso es lo que me hace más feliz.
Lo dices con mucha humildad.
He trabajado mucho para ser un buen artista, no para ser admirado. En mi retrospectiva en el MACBA, me instalé en una casa construida dentro de la exposición en la que vivía. Mucha gente pensaba que era el guardián y desconocían que era el artista. El día de la inauguración me dediqué a recibir a la gente y a saludarlos uno a uno. Lo he hecho en varias exposiciones. Incluso duermo en el museo. El problema es ir al baño porqué suele estar en el sótano. Lo hago para acercarme al público. De otra manera solo tienen acceso a la obra sin conocerme personalmente. Siempre les digo que soy como el jardinero de la exposición. La riego cada día y le doy energía para que esté bien.
¿Qué elemento añadirías al templo de la Sagrada Familia?
Nada. Si me lo ofrecieran, lo rechazaría. Todavía recuerdo que en 1990 un grupo de artistas e intelectuales nos manifestamos en contra de que se siguiera con las obras que en aquel momento llevaba a cabo Subirachs. Defendíamos que se respetara la obra como estaba, sin añadiduras.
¿Sería posible organizar un acto reivindicativo similar hoy?
Tendría que ser por algo flagrante, aunque la estrella que han puesto es horripilante.
¿Qué relación tienes con la mística?
Todos los seres humanos somos artistas, científicos y místicos. Lo ideal sería crear un equilibrio entre estas tres formas de expresarse. Yo soy más artista pero menos místico, y aunque he hecho muchas cosas con tecnología, no soy un científico.
¿Tienes respuesta a la gran incógnita de qué hay después de la muerte?
No la sé. Cuando toco el timbal, se lo dedico a mis amigos muertos e incluso tengo un bol que me regaló Pepe Suñol y cada día le doy un beso. Pienso que ese beso le llegará a Pepe esté donde esté. De alguna manera pienso que están en algún sitio, pero no podemos demostrarlo. En lo que no creo en absoluto es en la reencarnación. Lo que podría ser es que nuestra energía regrese al planeta o igual se va a otro planeta. Pepe fue como un padre para mí.
Me parece que has tenido unos cuantos padres.
Todos los tenemos. Si lo analizas, te darás cuenta de que has tenido varios padres o madres en tu vida. En mi caso han sido padres.
¿Cómo era tu padre?
Éramos dos hermanos, siendo yo el menor. Si ves fotos mías de pequeño parezco una niña. Como ya tenían al ‘hereu’, me vestían como una niña y me dejaban el pelo largo. Curiosamente, mi fascinación por la tecnología es gracias a mi padre. Le obsesionaba. Él tenía una fábrica de géneros de punto y se inventó la primera máquina circular. Era un avanzado a su época. Recuerdo que con un amigo hicieron una lejía sin olor que fue un auténtico fracaso porque no olía a limpio. A él le fascinaba todo eso y le admiro por ello. A los demás no puedo ordenarlos por preferencia; pero tanto como Pepe, René y Fernando son mis otros padres.
¿Y ahora, tienes alguno?
No… Ahora soy abuelo.