El Cardenal es una de esas marcas que no te dejan indiferente. Mundos oníricos, formas imposibles y materiales que provienen de la naturaleza para reinventarla y darle una segunda vida. Abigail Algaba se metió de lleno en el mundo de la moda sin saber mucho al respecto, solo estaba convencido de que había llegado a ella y que no podía dejar escapar esa proposición del universo. Ahora que lanza Bajo la piel del bosque, un proyecto en forma de fashion film, nos sentamos con él para saber cómo ha llegado a transformar lo textil en un lenguaje que transciende a las prendas.
Para que la entrevista sea más cercana, ¿quién hay detrás de El Cardenal?
¡Hola! Pues diría que El Cardenal es un espacio mental más que una marca, una forma de trabajo que busca lo sagrado en lo deteriorado. Lo habito yo, Abigail Algaba, pero a veces me habita él.
Cuéntanos un poco más acerca de la firma, ¿cómo nace y cómo definirías su evolución hasta la fecha?
El nacimiento del cardenal es de lo más mágico que me ha ocurrido nunca, y es que viene de un encuentro fortuito en la calle. Yo antes me dedicaba al arte, a la performance sobre todo, y paseando por Madrid, un señor mayor vino corriendo hacia mí y me preguntó si me dedicaba al cuero. Le respondí que no, y él me estuvo contando que era marroquinero, que había trabajado para grandes firmas y que ya se había jubilado y quería vender su taller. Le pedí una tarjeta porque seguramente conociera a alguien a quien pudiera interesarle.
Tras asentar el encuentro, vi que había sido demasiado raro como para ignorarlo, así que lo llamé y le dije que el interesado era yo, pero que debería enseñarme lo básico. No era consciente del volantazo que pegaría mi vida. Así estuve un par de meses yendo cada día a su taller hasta que encontré un sitio donde trasladarlo y me lo quedé. Nunca le llegué a preguntar por qué me había parado aquella tarde.
Tras asentar el encuentro, vi que había sido demasiado raro como para ignorarlo, así que lo llamé y le dije que el interesado era yo, pero que debería enseñarme lo básico. No era consciente del volantazo que pegaría mi vida. Así estuve un par de meses yendo cada día a su taller hasta que encontré un sitio donde trasladarlo y me lo quedé. Nunca le llegué a preguntar por qué me había parado aquella tarde.
Trabajas sobre todo con cuero y defines la marca como sostenible, dos conceptos que para algunos pueden no tener cabida en una misma frase. ¿Cómo consigues esto?
Me cuesta entender la idea de que el cuero no sea sostenible cuando lo que hacemos es aprovechar algo que ya existe. Si el mundo sigue consumiendo carne, lo lógico es usar también la piel; de lo contrario, solo añadimos otro tipo de residuo. Me parece más problemático el lenguaje que lo rodea, hacer creer que vegano o cruelty free es más ecológico, pero casi siempre es simplemente plástico.
No trabajo el cuero para defenderlo sino porque me resulta coherente y real. No pretende ser otra cosa. Y en un momento en que todo finge pureza, quizá lo honesto ya sea una forma de provocación.

Además del cuero, trabajas con otros materiales que ya tienen su propia historia. ¿Sientes que cada pieza lleva parte de su pasado?
Identificar esto ha sido una evolución natural: dejar de mirar hacia fuera y empezar a mirar adentro, a fijarme en qué cosas valoro yo. Me encanta vestir con ropa antigua, la pátina que deja el tiempo sobre los objetos, las reparaciones textiles de épocas en las que no había dinero para una camisa nueva. Ahora me interesan más el carácter y las sensaciones que transmite un objeto. Trabajo con prendas antiguas, retales de otros talleres, excedentes y errores de mis proveedores. Antes quería ofrecer piezas limpias, sin una marca de error, con acabados pulidos. Ahora me atraen el error, la variación, la unicidad. Dejar de tratar el material como algo sagrado y empezar a usarlo como una herramienta para construir algo sagrado.
Tus diseños no son los más convencionales. La última colección, Bajo la piel del bosque, parece sacada de un cuento de hadas, un poco tenebroso, eso sí. ¿Cuál fue el proceso creativo para llegar a este universo? ¿Y tu mayor fuente de inspiración?
No sé realmente de qué forma empezó. Me gusta trabajar con sensaciones y ver hacia dónde me llevan. No siento que Bajo la piel del bosque sea una colección cerrada, sino la presentación de una nueva forma de trabajar. Resume muy bien la nota de voz que le envié a The Gardener para el diseño de sonido del fashion film y la pasarela. Le contaba algo sobre un peregrinaje a una cueva húmeda, y entre la oscuridad se veían formas de vida desconocidas y cómo se oía en alguna galería de la cueva una flauta sonando que atraía y aterraba a la vez. Todo esto era una metáfora de un viaje interior para aceptar lo abyecto.
Cuando acabé de grabar, creía que no me entendería y resulta que tres días después tenía una pista de audio que prácticamente fue la definitiva. Había entendido que todo lo que le explicaba no era una narración, sino una serie de instrucciones para llegar a la sensación que me estaba llevando a hacer todo aquello.
Cuando acabé de grabar, creía que no me entendería y resulta que tres días después tenía una pista de audio que prácticamente fue la definitiva. Había entendido que todo lo que le explicaba no era una narración, sino una serie de instrucciones para llegar a la sensación que me estaba llevando a hacer todo aquello.
La colección presenta una estética orgánica y experimental. ¿Qué elementos o experiencias fueron fundamentales en su desarrollo?
Diría que no ha habido un cambio radical o un inicio claro, ha sido más una evolución. Por una parte, la resignificación de la marca: apartar un poco la severidad de un cardenal religioso y acercarme más a la belleza y lo orgánico de un cardenal como hematoma. Crear un caldo de cultivo fértil donde otros artistas, de otras disciplinas, pueden participar de este universo también ha sido clave para el crecimiento: Adam Smit ha creado escenarios y zapatos, Felurian Doll, hebillas, Aidan Cunnington, prótesis faciales, Mahuebo ha diseñado una figura 3D que encarna al fauno de la colección. Intercambiar impresiones y orientar a estas personas a mi universo ha hecho que yo también llegue a entenderlo mejor.

Con esta nueva colección dejas una pregunta suspendida en el aire: ¿dónde empieza la belleza cuando todo parece estar descomponiéndose? ¿Nos la puedes responder?
Me parece que la descomposición tiene tanta belleza… Creo que hay algo instintivo en identificar la belleza con lo saludable, con lo aséptico, pero mirar como se mira en los museos lo cambia todo. ¿Cuántos colores y matices hay en un cardenal? ¿Qué cantidad de mohos distintos crecen en una fruta? Crean un paisaje impresionista, lleno de texturas y pequeños matices. De todas formas, también sirve como filtro, no todo el mundo está dispuesto a valorar esa belleza, a cuestionarse si eso de verdad es feo o es un pensamiento binario que simplemente es fácil.
Lo de presentar una colección con un fashion film no es nada nuevo para ti. ¿Qué te hace apostar por este formato?
Esto creo que lo marca mi historia. Al haber estado trabajando con el videoarte, para mí es un camino completamente natural. Además, hacerlo involucra a mucha gente y el proceso me parece muy divertido y crea comunidad. Me gusta este formato porque permite darle más dimensión y tratar temas y atmósferas que quizá se pasarían por alto solo haciendo ropa.
Si tuvieras que caminar dentro de tu última colección, ¿cómo sería ese paseo? ¿Qué sensaciones esperarías encontrar?
Me gusta imaginarme un paseo por una cueva oscura y húmeda donde se ven pequeños rayos de luz que se cuelan por las grietas de las rocas. Un paseo donde la oscuridad hace percibir con más claridad los olores, las texturas, la temperatura, los sonidos. Un paseo que hace prestar atención a lo que antes habríamos pasado por alto.
Tus diseños parecen flotar entre realidad y fantasía. ¿Crees que la moda puede ser un medio para contar cuentos y sueños?
Es curioso porque la fantasía es algo que está muy presente cuando se refieren a lo que hago, pero a la vez pienso que lo que desde fuera se ve como fantasía, desde dentro es mi realidad. Sin duda, la moda ha sido siempre un área que ha jugado con los sueños y las aspiraciones de las personas. Para mí es una herramienta para despertar la autenticidad, es un vehículo más para expresarme. Tengo muchas ganas de hacer ropa y objetos de hogar y explorar otras áreas que sigan contando cuentos y sueños.

¿Cómo ves la evolución de la sostenibilidad en la moda y qué papel juega El Cardenal en este cambio?
Creo que se avanza poco a poco, demasiado lento. Hay cada vez más interés por parte de las marcas en ser ecológicas, pero muchas veces me parece que tiene que ver mucho más con el marketing y tranquilizar la conciencia de la masa que con un objetivo real. La regulación tiene que venir de arriba, no puedes convencer a todo el mundo para que se haga preguntas antes de comprar, como ¿cuánta gente infrapagada hay en esta camiseta de cinco euros? ¿Qué va a ocurrir con esta prenda cuando yo ya no la quiera? Tenemos que ser responsables de lo que consumimos, cada compra que hacemos orienta el mundo hacia una dirección y hay que decidir hacia dónde queremos que vaya, con los sacrificios que supone.
El Cardenal se caracteriza por experimentar con materiales y formas poco convencionales. ¿Cómo decides cuándo romper las reglas y cuándo mantener la tradición artesanal?
¡Qué bonitas son las preguntas de esta entrevista! Me parece que este equilibrio es aplicable a todas las áreas de la vida. Ser heterodoxo con la tradición no significa no respetarla, sino experimentarla y evolucionar con ella. Ha habido muchas generaciones dedicadas a desarrollar técnicas y procesos para hacer las cosas bien, y es bueno conocerlo y aprenderlo, pero no ser esclavo de ello. Estamos en un momento que tiene mucho que ver con eso, y se ve perfectamente en el panorama artístico actual. Hay intención en valorar y recuperar tradiciones para traerlas a un mundo contemporáneo. Para mí lo ilustra muy bien una respuesta que dio Manuel Molina, de Lole y Manuel, en una entrevista donde les preguntaban sobre esto mismo, y él decía: “yo puedo cantar como Caracol, pero no puedo cantar las mismas cosas que Caracol”, es decir, la tradición está ahí, pero no se puede quedar como algo estanco que ignora que el tiempo pasa y los tiempos cambian
Para acabar, la colección, como es evidente, toma mucha inspiración de la flora y la fauna. ¿Qué animal o planta te inspira más o te parece más fascinante?
Antes eran las orquídeas. Ahora me caen mejor los cardos, los mohos y los musgos. Las orquídeas necesitan ser miradas; el moho crece aunque nadie lo vea.







