El Palais de Tokyo de París abre su temporada con Echo Delay Reverb: American Art, Francophone Thought, un proyecto ambicioso desarrollado por la comisaria estadounidense Naomi Beckwith, actual directora artística de documenta 16. El programa, desplegado por todo el edificio, examina cómo el pensamiento crítico y poético surgido en el ámbito francófono (Foucault, Glissant, de Beauvoir, Fanon) transformó el arte contemporáneo en Estados Unidos desde la posguerra.
Esta exposición temática, que se puede visitar hasta el 15 de febrero de 2026, funciona además como un mapa de resonancias entre teoría y práctica cimentado en discursos emancipadores y formas materiales. En ese entramado, la retrospectiva dedicada a Melvin Edwards ocupa un lugar central, tanto por su peso histórico como por su dimensión simbólica: su escultura visibiliza el tránsito de las ideas a través del hierro, la memoria y el cuerpo.
Beckwith concibe Echo Delay Reverb como una arqueología del intercambio intelectual entre Francia y Estados Unidos, articulando conexiones transatlánticas sobre arte y pensamiento. Si la llamada French Theory reconfiguró el pensamiento académico en las décadas de 1970 y 1980, en el arte su efecto fue inmediato: artistas afroamericanos, feministas o queer encontraron en esos textos herramientas para cuestionar jerarquías y expandir los límites de la representación.
A partir de esta premisa, el recorrido principal se configura en cinco capítulos que traducen, desde distintas generaciones, ese impulso de desplazamiento. El primero, Dispersion, Disseminations aborda la multiplicidad del sentido y la fragmentación del sujeto desde los ecos de Barthes, Derrida, Deleuze o Glissant, con obras de Ellen Gallagher, Firelei Báez y Julie Mehretu que materializan la diáspora como lenguaje visual. Desde otra perspectiva, The Critique of Institutions actualiza la figura del intelectual comprometido, de Sartre a Bourdieu, en las acciones críticas de Lorraine O’Grady, Andrea Fraser o Hans Haacke, que diseccionan el poder simbólico del museo.
Una nueva deriva del discurso coloca Geometries of the Non-Human en el punto donde el legado de Fanon y Césaire desmantela el humanismo occidental para pensar otras ontologías: Wangechi Mutu o Char Jeré sitúan los cuerpos racializados en el centro de un nuevo ecosistema ético y sensorial. Más adelante, Desiring Machines retoma la noción deleuziana del deseo como fuerza política en cuyo marco Meleko Mokgosi, Lorna Simpson o Hal Fischer vinculan sexualidad, lenguaje y resistencia cultural. Finalmente, Abjection in America examina la noción de lo abyecto en tiempos del neoliberalismo y la crisis del sida, con piezas de Cindy Sherman, Pope.L o Mike Kelley que exponen la fragilidad del cuerpo social. En conjunto, el proyecto propone una relectura del arte estadounidense desde su deuda y su diálogo con la teoría crítica francófona.
En ese contexto, la gran exposición dedicada a Melvin Edwards asume el papel de corazón material y político de la temporada. Nacido en Houston en 1937 y figura pionera del arte afroamericano, Edwards ha construido a lo largo de seis décadas un vocabulario escultórico donde el metal encarna la memoria colectiva. Sus célebres Lynch Fragments, iniciadas en 1963, son pequeñas composiciones de hierro soldado que condensan violencia, trabajo y resistencia. Herramientas, cadenas y restos industriales se funden en estructuras tensas, casi musicales, donde cada fragmento actúa como un compás de historia forjada.
El Palais de Tokyo reúne obras procedentes de distintos periodos y geografías (Estados Unidos, Caribe y África occidental) que subrayan la amplitud de su red de intercambios. Edwards, que expuso por primera vez en el Whitney Museum en 1970, mantuvo desde los años ochenta un intercambio intenso con poetas y pensadores como Léon-Gontran Damas o Édouard Glissant, y desarrolló proyectos colectivos en Dakar vinculados a la descolonización cultural. Su trabajo, impregnado de ritmo y estructura jazzística, combina precisión formal con una conciencia histórica radical: con su labor escultórica, cada soldadura parece suturar una herida del Atlántico negro.
En París, la muestra reconstruye también su exposición en la sede de la Unesco en 1984, cuando sus esculturas se convirtieron en emblema de una estética panafricana que desafiaba los relatos hegemónicos del modernismo. A través del hierro, Edwards manifiesta una filosofía de la materia como archivo de la violencia colonial, pero también como espacio de imaginación política; una historia fundida al hierro que imprime en el visitante la gravedad y la huella del tiempo.
Junto a Edwards, entre otras resonancias visuales, la artista Caroline Kent interviene el gran vestíbulo del Palais con Within the Veil, a Grammar, un mural de abstracciones negras y formas suspendidas que investiga la posibilidad de un lenguaje visual opaco y autónomo. Su trabajo opera como contrapunto semántico: mientras Edwards materializa la historia en el hierro, Kent ensaya su disolución en la abstracción. Ambos extremos condensan el pulso del proyecto: cuerpo y signo, peso y lenguaje.
Las distintas secciones de Echo Delay Reverb, de la dispersión a la abyección, conforman un conjunto coherente que no busca ilustrar la teoría, sino demostrar cómo el pensamiento se materializa en la práctica artística. En su epicentro, Melvin Edwards encauza la dimensión tangible de esa travesía con su metal convertido en memoria crítica y su gesto escultórico como acto de traducción cultural. Desde el ruido del trabajo metalúrgico hasta el silencio del hierro oxidado, su obra convierte la memoria en materia y el tiempo en testigo de la historia. En este proyecto coral, Beckwith ensambla genealogías dispersas y plantea una pregunta crucial: ¿qué sucede cuando las ideas viajan, se traducen y se transforman en materia?
La exposición Echo Delay Reverb se puede visitar hasta el 15 de febrero de 2026 en el Palais de Tokyo, 13 Av. du Président Wilson, París.












