Dorotea Valls no es una recién llegada al mundo de la moda. Lleva recorrido un largo camino y, después de una etapa diseñando para Desigual, ha recuperado su marca Dorotea con el deseo de volver al origen y hacerlo con alma. Inquieta, desde siempre ha jugado con materiales bien distintos como pieles de altísima calidad y, por qué no, con textiles como la pana o los terciopelos; siempre atreviéndose con todo y saltándose lo obvio para crear.
Sus señas de identidad más reconocibles son el juego de volúmenes, de líneas y colores, sin olvidar su obsesión por el uso de buenos materiales y la calidad. Me cuenta que no sigue el dictado de las últimas tendencias aunque las tiene en cuenta: colecciona todos los Vogue Italia desde 1987 por sus maravillosas fotos de moda. En poco menos de un año ha presentado dos colecciones de zapatos y bolsos en su showroom de la calle Sant Pere Més Alt, 18, en Barcelona, a dos pasos del Palau de la Música. Un espacio tan cálido como su voz al que podéis ir sin cita previa.
¿Cuál es el motivo principal por el que decidiste recuperar tu marca?
La idea es dar a las mujeres que quieren zapatos bien hechos y con un toque especial lo que llevo años haciendo con pasión. Durante estos últimos años he visto en las tiendas muchos zapatos donde la calidad y el bien hacer no es una prioridad y sí el precio. Se saltan todo el proceso. Es como si un arquitecto no pusiera cimientos en la construcción de una casa para economizar, abaratar. Quizás es muy idealista, pero no quiero escatimar en la calidad y en los procesos. ¡Esa es la idea! Pensé: diseño una colección pequeña, con cariño, con los artesanos de siempre y la produzco para quien la valore. ¡Y me lancé! Tienes que tener un punto ingenuo y mucha ilusión, porque si te sientas ahí y piensas racionalmente en las dificultades, no lo haces. Produje 600 pares para venderlos yo sola, y luego pensé: ¿y si no viene nadie? Pero la verdad, después de la primera colección SS16, la gente ha sido muy agradecida conmigo, han venido después de estar fuera del mercado 6 años, y me han recordado los zapatos de Dorotea que todavía tenían. Ha sido muy gratificante, así que ahí vamos…
¿En qué momento decides empezar de nuevo?
Ya no tengo 30 años, tengo 50, y pensé: ¿qué puedo hacer? ¿Dónde puedo poner la energía? En algo que sé hacer, que llevo años dedicándome a ello e intentar hacerlo lo mejor posible, o me meto en una empresa en la que no coincido en determinados planteamientos sobre cómo hacer las cosas. No quiero participar en las producciones masivas del mercado asiático, ni comprar en las cadenas de moda que fabrican allí. Yo defiendo hacer un objeto bien hecho, sabiendo dónde está hecho, qué manos lo ha fabricado, y que respete al máximo el medio ambiente. ¡Sí, es posible ofrecer objetos hechos con el alma al universo!
¿Cómo llegas al momento en que empiezas a dibujar la nueva colección?
Al principio llego con nervios. Luego me pongo a jugar con materiales, formas, volúmenes y colores… Y luego ya lápiz, papel y dibujo, dibujo, dibujo y dibujo.
¿Y muchas horas?
Muchas. Me encierro en mi estudio hasta que me sale. Con las colecciones me paso horas. Puedo pasarme todo el día dibujando durante un mes, y hay tardes que hasta me pongo colorada de tanta concentración y disfruto mucho.
La colección AW 2017 tiene distintas referencias y colores, no es nada lineal.
Tiene materiales comunes con colores diferentes. ¡A mí siempre me ha gustado poner color! Las botas rojas y aturquesadas no pueden faltar. Tomo algún riesgo porque veo que la clienta que viene a comprar le gusta la diferencia. Cuando he hecho colecciones más clásicas no han tenido tanto éxito. ¿Si no, qué aportas? (risas). Esta colección se basa en cuatro esqueletos: cuatro hormas, tres tacones, cuatro construcciones y sobre eso trabajo.
¿Cómo la defines?
La colección se inspira en unos sesentas renovados. Tiene la sobriedad del Norte, porque no hay los colores que ponía antes, aunque siempre hay alguno, hay un guiño en las líneas del modelaje con un punto sofisticado. Utilizo piel de becerro y también una piel negra que ha gustado mucho que tiene un grabado que parece piel de serpiente sin serlo. Sempre me ha gustado trabajar con proporciones un poco más irónicas, en forma de plataforma. Es un guiño. Hay un juego de cremalleras, proporciones diferentes de bota a botín y de líneas.
Piensas en el confort pero a la vez es un zapato muy combinable, ¿no?
¡Sí siempre pienso en el confort! Eso nunca puede fallar. También en la utilidad de los modelos. Me parece interesante que te los puedas poner con todo. Es una colección urbana, cómoda, pero con toque. Estoy haciendo un producto para la gente que me ha comprado siempre, o que no me conocía, pero que busca algo diferente, bien hecho.
¿Cómo son tus clientas habituales?
Hay de todo… (risas). Pero a todas les gusta mucho el confort, les gusta ir originales, tener un objeto especial que no esté en todas las tiendas. Por eso creo que el proyecto de showroom encaja, ya que vienen aquí, se prueban, las cuidamos y se llevan un buen recuerdo. En general son bastante fieles. Me gusta enseñarles mi trabajo y que ellas lo acojan.
¿Cómo explicas tu trayectoria?
Mi trayectoria se resume en que me llegan las cosas y las hago. No es por casualidad porque hay mucho trabajo detrás. Empecé con Antonio Miró, después de un año en Make-Up donde hacía los Twins de Camper en Mallorca. Me enamoré, quise volver a Barcelona y me salió trabajo con Miró haciendo la colección de calzado para mujer y hombre. Allí tuve mucha libertad para organizarme, dibujar cada colección de calzado y encargarme de la imagen. Iba a todas las ferias: Milán, Madrid, París y bajábamos a Alicante a hacer los tacones. Aprendí mucho a decidir sola. Hice de todo: me encargué de la imagen, ir a ferias, diseñar, vender… Fue una muy buena escuela y además me dio toda la libertad del mundo. En 2000 monté empresa con mi socio y lanzamos la marca Dorotea que fabricábamos en Menorca. Todo ocurrió con mucha fluidez. Fueron 10 años maravillosos de mucho trabajo y creatividad pero la crisis nos tocó como a todos y decidí hacer un parón y cerramos. Sin poderlo pensar mucho, empecé a trabajar en Desigual. Fue un cambio brutal. Han sido 4 años encargada del departamento de calzado, y allí conocí la otra cara del diseño y de fabricar en Asia.
¿Cómo llegaste al mundo del diseño?
La verdad es que estudié Historia y me especialicé en Historia Medieval, pero de repente conocí el trabajo de Sybilla y me maravilló. Siempre digo que me lancé a la moda por ella, por descubrir que se podían hacer cosas muy especiales con las prendas. Me encantaban las esculturas que hacía, los vestidos maravillosos y los colores que utilizaba. Me hizo un clic la cabeza, y en cuanto acabé Historia estuve un tiempo con Jesús del Pozo hasta que me fui a Milán a estudiar moda. Era la época de Moda España, y me dieron una beca para estudiar fuera. A la vuelta, el primer trabajo que me salió fue en la marca de zapatos Make-Up (del grupo Camper), y me fui a Mallorca a trabajar y vivir.
¿Siempre habías pensado en diseñar zapatos, incluso cuando estudiabas?
No, pero sí que era bastante gracioso lo que dibujaba, sin ser muy consciente. No te puedo contar que sea la típica que ya de pequeña dibujaba sin parar, aunque si es verdad que en casa se ha valorado mucho la estética. Mi hermana es fotógrafa y todo giraba alrededor de la belleza y las cosas cuidadas. De pequeña me acuerdo que cuando andaba por la calle me daba vergüenza que mis zapatos hicieran ruido. ¡Iba de puntillas! (risas). Era más bien tímida pero nunca pensé en dedicarme a esto. Es como que la corriente me ha llevado y he ido haciendo, como si estuviera escrito…
¿Te planteas abrir tienda propia?
Tuve una en el barrio de Salamanca de Madrid del 2004 al 2008 pero había poco tránsito. A lo mejor la abriría aquí, pero en realidad esto es una tienda con un cuidado más especial, aunque tiene un horario más restringido. Siempre intento buscar una alternativa a cómo se hacen las cosas, aunque ahora la colección es mucho más pequeña que antes. Ahora quiero hacer algo asequible y bonito y ofrecerlo a las mujeres que lo valoran. Por eso no quiero vender en tiendas. Tengo el proyecto de la venta online para poder mantener los precios para SS 2017.
Viendo tus colecciones, me parece que hay un elemento común que es la atemporalidad. Eres un poco Sybilla en ese sentido. Son piezas que hablan de tu personalidad pero no tanto del tiempo que vives.
Es verdad. Hay clientas que me dicen que todavía llevan zapatos de 2007 o de 2010. El otro día entró una chica con unos del 2006. Los reconozco perfectamente. Hay un esquema detrás de cada colección y puedo repetir hormas de la temporada anterior pero transformando sus componentes. Ya te dije, es jugar, siempre jugar. Cuando dibujo, el lápiz me lleva… Cuando hago sandalias, juego con las tiras, las hebillas y los materiales. Si utilizo el cuero, lo pongo en todas las hormas. Pero no tengo un tema que me inspire y lo desarrolle. Hago lo que me sale del corazón.
¿Eso significa que lo escuchas?
A veces me pongo a dibujar y al principio no me sale, pero poco a poco voy disfrutando con la línea que me va saliendo. Es un poco eso. Me doy cuenta de que tengo mucho conocimiento y técnica del zapato porque me invento cosas a raíz de saber cómo se fabrica, sobre todo a la hora de construir la suela, o la plataforma. Es como un Lego en el que voy cambiando los volúmenes. El conocimiento de la parte técnica, me ayuda a transformarlos.
¿Es improbable que hagas una colección para hombre?
Había hecho con Antonio Miró con un fabricante buenísimo, pero no me veo de momento. Me encantaría, pero tengo que encontrar la fábrica. Cuando la encuentre haré cuatro modelos con pieles buenísimas y un patronaje cuidado. Las manos de quien lo fabrica son muy importantes.
Háblame del fenómeno de las pop up. ¿Cuáles eliges?
He buscado un poco y al final elegí Palo Alto por cercanía a ellos y porque tienes un espacio muy bonito en la fabrica donde Mariscal trabajaba. Hay diseñadores presentando cosas muy chulas. Pero creo hace falta crear pop ups de más calidad, se están volviendo todos muy masivos y algunos muy de mercadillo.
Otra seña de identidad de Dorotea son los bolsos…
¡Siempre los había hecho! Son como una continuación en el uso de pieles que me encantan por el color, por la materia o la textura. Hago de distintos tamaños y son los bolsos que yo llevaría (risas). Trabajo con un patrón que tengo desde hace 15 años y lo hacía cada temporada. Es bastante sport, y por dentro siempre hay un forro de algodón de color. ¡La pieles que uso son un placer al tacto! Lo que me domina para escogerlas es el color, por eso son todas italianas. Son una maravilla trabajando la carta de colores y siempre encuentro un color especial. Los turquesas o rosas sucios son mi debilidad, incluso en invierno. Me interesa la mezcla de colores, combinarlos.
Parece un proceso muy artesanal.
Necesito tocar las pieles y ver los colores en ellas, porque no es lo mismo ver un color en un pantonario, que un color sobre el ante o sobre un charol. Por eso me pone tan nerviosa el ordenador. Me gusta trabajar con el artesano que hace los tacones y con el que hace las hormas. Todo ese proceso es precioso y muy inspirador. Es así como diseño. Voy haciendo pruebas: a partir de una horma, según la suela que le pongo, es otro zapato. O repetir el tacón cambiando la punta de la horma. Dibujar a lápiz me viene muy de dentro. Para mí es como un juego con el que disfruto. Aunque hay días que sufro, cuando no sale y no fluye.
¿Estás preparando la colección de SS 2017?
Ahí estoy… (risas). Ya tengo los materiales escogidos, sé que hormas voy a hacer, he pedido pruebas de grosores de suelas diferentes, mantengo algunos tacones. En cuanto a los materiales, hay laminados que aportan algo de luz, algunas con grabados y hay materiales espejo en planta en sandalias que mezclo con blancos. No son cosas que no se hayan hecho, pero las reviso de nuevo y juego con ellas.
Y de la industria de la moda, ¿qué opinas?
Yo vengo muy de outsider. Lo tengo muy poco analizado. Estoy muy metida en mi cascarón pero sí sigo lo que hacen los demás. Hay gente que está haciendo cosas muy bonitas. Me encanta lo que esta haciendo Delpozo, pero no sigo mucho la moda.
¿Cómo valoras que se haya subvertido tanto, con ese bombardeo continuo de colecciones cápsula?
A mí me da un poco de tristeza. Por eso pensé que si volvía a esto era para hacerlo a mí manera, con más alma. Me da la sensación de que es como una máquina que no para. A mí la moda siempre me ha encantado y creo que hay auténticos artistas haciendo cosas maravillosas. Luego está el vestirse y consumir. Ha habido un gran cambio. Ahora la gente se quiere vestir como la bloguera famosa y hacerse un selfie. Los jóvenes viven con la obsesión por enseñarse y eso debe ser muy duro.
¿Qué te parece la estética de la calle?
Bueno, es muy mainstream en Barcelona, al menos eso me parece. No veo mucha creatividad o personalidad. Está todo muy barato y muy asequible en las tiendas low cost. La gente está instalada en la cultura del consumismo americano. Es un fenómeno mundial. Todo es copia de copia, de ahí el fenómeno Inditex. Antes la gente tenía una elegancia innata, ahora creo que hay más dejadez. Pero tampoco quiero generalizar, obviamente hay gente que busca lo contrario a lo que estoy diciendo. Eso siempre está y hace que los que tenemos pequeñas empresas sigamos.
¿Qué es la elegancia para ti?
Es muy innata y refleja una estética muy personal. Hay gente elegante en todas partes. No tiene porque ser elegante una pieza comprada en una marca de lujo. Es una actitud, un gesto, incluso una manera de vivir.
¿Qué relación tienes con los colores?
Mi relación es de amor, adoro los colores. Tengo la teoría de que yo veo los colores diferentes (risas). No soy daltónica pero hay un grado, puede. Mis colores recurso son el rosa palo, los turquesas, los verdes... Algo de rojo, pero el rosa palo, los verdes y los turquesas siempre están ahí.
¿Qué te sugieren?
El rosa paz, los verdes sabiduría, y el turquesa alegría de vivir. La apuesta por la vida. El turquesa coge del verde al esmeralda y hay tonos muy bonitos que me sugieren el azul del mar. Soy muy tozuda y ahora tengo en la cabeza poner un verde botella en la próxima colección, me parece muy elegante. Con el negro busco que tenga textura pero, claro, es el no color, aunque siempre está.
¿Qué lugar ocupa el zapato en la historia de la moda?
Siempre ha sido importante, desde la Edad Media hasta los años 50. El calzado siempre ha sido un objeto distintivo porque no todo el mundo podía acceder a tener un buen calzado. Pero como sabes, hay autenticas apasionadas de los zapatos. Los accesorios en la moda ahora ocupan un lugar muy importante.
Mi abuela decía que para conocer a una persona bastaba con mirarle las manos y los zapatos. ¿Qué dice el calzado de nuestra personalidad?
Dice si es clásica, si es convencional, si es más abierta, o alegre. Dice mucho. Incluso lo veo cuando vendo. Ves perfectamente la persona: si es más extrovertida prefiere algo con más locura, a las tímidas les dan más miedo los colores o el tacón, también lo ves por la manera de vestir. Hay mujeres que les gusta que se las vea y siempre elegirán colores para marcar diferencia.
¿Cómo es la sensación de volver a empezar de nuevo?
La verdad es que ha sido placentero. Llevamos un año y todas mis clientas de siempre han vuelto encantadas. Estoy haciendo lo que quiero hacer en este momento. Sino, a lo mejor, volvería a estudiar.
Siempre hay algo que dejamos de hacer. ¿Por qué nos pasa?
Porque nos ponemos excusas. En el fondo podríamos hacerlo. También es un tema de prioridades en el momento vital en el que estamos. Yo sé que dentro de diez años tendré otras prioridades. Mi hijo ya tendrá 20 años. Dentro de diez años él habrá volado y a lo mejor yo vuelo de otra manera, pero ahora no. Es muy importante que él vea que hago algo que me gusta y que soy consecuente con mi vida.
¿Ser madre te ha abierto posibilidades que no imaginabas en tu trabajo?
Las colecciones que hice cuando nació Mateo me parecieron muy buenas y creativas y eso que tenía menos tiempo. Pero creo que la maternidad abrió otro canal.
¿Qué opina tu hijo de tus colecciones?
Se preocupa por saber si vendo o no; ha venido conmigo a Palo Alto y se lo pasa bien. Creo que hay un orgullo, aunque creo que los hijos siempre están orgullosos de sus padres. Vive el esfuerzo que hay detrás de todo esto y no deja de ser un ejemplo para él. Copiamos mucho el modelo de nuestros padres, nos marcan muchísimo. Por eso siempre busco un equilibrio entre el trabajo y la familia.
¿Y lo consigues?
Lo voy consiguiendo.
¿Te angustia el paso del tiempo?
Sí, pero me ha pasado siempre, sobre todo cuando trabajo.
¿Cómo lo vives?
¡Respirando! (risas).
¿Qué esperas de esta nueva aventura?
Espero seguir haciendo zapatos de calidad y bien hechos. Para mí esto es como dar al universo una cosa bien hecha que hago con todo un equipo detrás: con fábrica, con el taconero, el hormero, el patronista, darles trabajo a ellos, recuperar la complicidad que habíamos tenido y darlo a las personas que lo valoran. Sobre todo, espero poder seguir haciendo las cosas como creo que hay que hacerlas, como se hacían antes. Para mí lo importante es no tomar el pelo a los clientes con el tema calidad-precio. En general, ahora, se escatima por todos lados cuando fabrican un producto. Lo que pretendo es cero engaños y hacerlo bien. Me gusta la idea de darlo, ofrecerlo y ver que pasa.
¡Por aquí vienen mujeres con mucho estilo!
Ha pasado muchas modelos: Verónica Blume, Clara Mas y el otro día vino Uma Thurman. ¡Fue muy divertido! Estuvo por Barcelona rodando una película de terror y su estilista conoce bien mi trabajo y es clienta. Me dijo que todas las del equipo estaban encantadas con sus zapatos y un buen día apareció la maquilladora de Uma. Le gustó tanto que a los pocos días volvió con Uma y su hija. Fue realmente encantadora y se llevó unas botas rojas y un bolso de fieltro. Quedamos en que volvería otro día. ¡Y ojalá vuelva!