Es el enfant préféré de las pasarelas catalanas. Cuando se anuncia el calendario de 080 Barcelona Fashion, nuestras miradas van directamente a la noche del jueves para confirmar que el infaltable, efectivamente, no falte. Se puede decir que la pasarela de Dominnico es el punto álgido de cada edición. Más público, más show y más moda, lo que Domingo Rodríguez ha logrado crear en ocho años, recibe su reconocimiento cada vez que se presenta en la ciudad y esta vez no ha sido la excepción.
El tipo de siluetas, patrones, colores y estética que usa Dominnico en cada colección se mantienen bastante constantes, resulta fácil identificar una prenda o un look de la marca, y con esta colección se pretende resaltar exactamente eso. Una propuesta en la que los best sellers de la firma se fusionan para concebir la colección más Dominnico que se pueda imaginar. El show comienza desde la entrada, donde cientos de asistentes se congregan a las puertas del recinto, muchos de ellos luciendo looks de la marca, representando ese sentido de comunidad y pertenencia que rodean a las propuestas con las que el público resuena lo suficiente como para lucirlas con orgullo.
Ya desde los dos primeros looks, con el blanco y el azul como colores representativos y el inconfundible sombrero marinero, se da a entender que el mundo marítimo es el punto de partida en esta ocasión. Manteniendo la simbología más evidente intacta, y recurriendo a la exploración de alternativas a través del uso de distintos materiales y colores, desde el delicado encaje blanco hasta el desgastado denim, al menos la mitad de los looks hacen alusiones náuticas, mientras que el otro tanto recopila varios elementos que han caracterizado la estética de la marca, siempre con los icónicos e infaltables broches metálicos con el logo de corazón, una pieza que resulta ser una seña de identidad inconfundible.
Dos corrientes bastante en tendencia ahora mismo y que hacen parte de los referentes recurrentes de Dominnico han compartido el protagonismo con lo marino: la estética balletcore y la cowboy, ambos inconfundibles y bastante fieles a lo que es la firma. El balletcore se representa no solo en las faldas y en las siluetas delicadas, fluidas y ligeras, sino también en los materiales y tonos suaves y poco saturados, así como en los lazos que aparentemente no pueden faltar en ninguna colección desde hace algunos meses.
El mundo vaquero encuentra en los dos últimos looks a sus prototipos más vanguardistas, donde la crudeza del denim visto en pantalones y en sombreros contrasta con la delicadeza de un top casi corsetero en el caso masculino y donde un vestido, también en jean, con innumerables detalles y acabados, además del pelo presente a lo largo de la colección, confluyen en el closing look que acapara todas las miradas.
Una colección efectiva y sin posibilidad de fallo. El que Dominnico sea capaz de autorrefenciarse en una gran seña de ir por el buen camino, donde la construcción de una historia y un legado consistente, identificable e influyente constituyen unas bases sólidas sobre las que seguir trabajando y evolucionando, con la tranquilidad de siempre poder mirar atrás y no solo sentir orgullo de lo logrado, sino saber que la filosofía no ha cambiado y que la autenticidad y fidelidad a uno mismo se han mantenido a lo largo de los años.