La historia de nuestras vidas se escribe con heridas, y el cineasta Daniel Tornero lo sabe bien. En su nuevo documental, que se estrena hoy 4 de octubre, Tornero no solo narra un conflicto familiar, sino que además se adentra en las complejidades de las relaciones entre padres e hijos, la culpa y el perdón, todo ello bajo el peso de un escándalo judicial que marcó su hogar.
El film, que se llevó el Premio del Público en el Festival de Málaga, deja claro que el foco no está en los delitos cometidos por su abuelo, sino en las tensiones y los lazos que esa historia ha roto y forjado entre sus familiares. “Nunca quise hacer una película amarillista o centrada en lo judicial”, comenta, “mi interés siempre estuvo en explorar nuestras relaciones familiares, en lo que esos conflictos generan a lo largo del tiempo”.
Tornero no está solo en este viaje. Acompañado por su familia y un equipo talentoso, el director ha creado una obra tan íntima como universal, que invita al espectador a sumergirse en el dolor y en la esperanza de sanar, en la posibilidad de entender y reconciliar.
Para empezar con el tema principal, ¿cómo surgió la idea de hacer un documental sobre la historia de tu abuelo? ¿En qué momento decidiste que este era un tema que querías explorar más a fondo?
Siempre es difícil señalar el origen exacto de una idea, pero diría que durante el primer año o año y medio después de la detención de mi abuelo, mi familia y yo pasamos por un proceso de cuidado, de integración y aceptación de lo que estaba ocurriendo. Había emociones muy complejas entremezclándose: miedo, vergüenza, dolor. Todo esto requería una gestión emocional importante entre nosotros. En ese momento, no existía la idea de una película, solo estábamos lidiando con lo que estaba sucediendo a nivel emocional.
A partir de ese año y medio, a través de conversaciones con mi padre, comencé a entender el gran conflicto que él enfrentaba al intentar relacionarse con su padre, mi abuelo. Me decía: ¿Cómo se odia a alguien a quien he querido toda la vida? Porque lo odio, pero sigue siendo mi padre. Ese dilema era muy profundo. Reflexioné sobre las relaciones paternofiliales y sobre cómo ese conflicto generaba una ruptura. Fue ahí cuando pensé que quizás podríamos filmar juntos una película que hablara de estos temas.
Tu abuelo es el punto de partida pero no el argumento en sí.
No siento que la película sea solo sobre la figura de mi abuelo, sino sobre nuestras relaciones familiares, sobre los ecos que estas generan en la familia. Desde ese punto de origen, lo más importante para mí era que mi familia estuviera de acuerdo. Así que hablé con cada uno de ellos, les manifesté mi idea de hacer una película sobre nuestro proceso familiar y, afortunadamente, tengo una familia muy generosa que me apoyó desde el primer momento. Fue muy valioso para mí no solo como cineasta, sino también como hijo, hermano y sobrino. Este fue el primer paso, el momento en el que entendí que realmente podíamos hacer esta película juntos.
Como acabas de decir, la sinopsis puede hacer pensar que la película iba a centrarse más en los delitos de tu abuelo, pero trata más sobre las relaciones entre padres e hijos, sobre todo la de tu padre contigo. ¿Fue difícil afrontar el proyecto desde esta perspectiva?
No me interesaba tanto el proceso judicial ni enfocarme en los delitos en sí. No era la manera en que quería abordar esta historia familiar. Lo que me interesaba era explorar las estructuras familiares, cómo nos relacionamos y el potencial transformador que esto podía tener. La película busca esa luminosidad, ese poder de transformación.
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¿Cómo convertiste ese impulso personal en un proceso creativo estructurado?
Este impulso nace de algo muy personal, de las entrañas de mi familia. Quería abordar las relaciones paternofiliales desde un lugar sensible y complejo, evitando el morbo y el amarillismo. Desde estas premisas arrancamos el proceso creativo. Empezamos a escribir y a filmar de manera intercalada, lo que nos permitió reflexionar constantemente sobre la película que estábamos creando. Para mí, las películas no son solo la obra final, sino todo el proceso de búsqueda.
El programa de Residencias de la Academia de Cine fue crucial en este sentido, ya que nos dio el tiempo y el apoyo necesarios para reflexionar y seguir ese camino creativo. El montaje también fue muy importante. Conté con la ayuda de Meritxell Colell y Mila Núñez, que son brillantes cineastas. El proceso fue transformador; íbamos entendiendo la película a medida que la hacíamos.
Tratándose de algo tan personal, ¿cómo fue presentarles la idea del documental a tu familia por primera vez? ¿Mostraron alguna reticencia?
No, al contrario. Como te decía antes, me siento muy afortunado porque desde el primer momento mi familia confió en mí. No solo confiaron en mí como cineasta, sino también como miembro de la familia, como hijo, sobrino y hermano. Eso es algo muy valioso y estoy enormemente agradecido por esa generosidad.
Has tenido muchas conversaciones bastante profundas con tu familia a lo largo de la grabación del documental. ¿Ha cambiado tu perspectiva sobre tu familia después de realizarlo? ¿Cómo ha influido esta experiencia en tu vida personal?
Ha sido un proceso muy transformador a nivel personal. Creo que lo más bonito de la película es el diálogo que se establece entre el cine y la vida. La película se ve muy condicionada por el viaje emocional que hace mi familia, pero, al mismo tiempo, la propia película transforma a mi familia. Hay una horizontalidad en el diálogo entre la vida y el cine que refleja ese proceso de cuidado y transformación que buscábamos. Me siento muy cambiado después de hacer esta película.
En el documental hay momentos muy difíciles de abordar, como cuando tu familia se sienta a la mesa y mencionas que todos se han posicionado como víctimas de las circunstancias, pero no han hablado de las víctimas reales del delito. ¿Fue complicado grabar esas escenas?
Como en la vida misma, ha habido momentos de todo tipo. Momentos dolorosos, como ese que mencionas, en los que tuvimos que abordar temas muy difíciles y sensibles, pero también hubo momentos de amor y ternura. Recuerdo, por ejemplo, la filmación de la mudanza, o las escenas con mi abuela y mis primos. La película abarca un amplio espectro de emociones, no solo las situaciones difíciles.
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Los temas de la película, como el perdón, la justicia y la reconciliación familiar, ¿se desarrollaron de la manera que esperabas o surgieron de manera más espontánea durante las conversaciones con tu familia?
Es una combinación de ambos. Muchas de las conversaciones que tuve con mi familia fueron reveladoras y marcaron el camino de la película. Al mismo tiempo, dejamos espacio para que ellos pudieran dialogar libremente con sus emociones. No queríamos controlar el proceso como en una ficción, sino que ellos mismos articularon la película a través de sus propias experiencias y sensaciones. A la vez, nosotros también dirigimos el proceso para acercarnos a los temas que queríamos tratar.
La obra empieza y termina con una hoguera en la que la familia quema cosas. ¿Qué significado querías darle a esta imagen?
La película es muy verbal en muchos momentos, así que me parecía importante dar espacio para que el espectador pudiera integrar estas imágenes de una forma más personal y emocional. No quería imponer un significado claro, porque eso nos habría dejado en una capa más superficial. Prefiero escuchar cómo siente cada espectador esa escena.
Y en general, ¿qué esperas que el público saque de este documental?
Lo más bonito sería que cada persona pueda hacerla suya y viajar con ella de manera personal, pero también acompañada por el proceso colectivo que representa.
Y para cerrar, ¿cómo ha sido la reacción del público hasta ahora, sobre todo tras ganar el Premio del Público en el Festival de Málaga? ¿Te ha sorprendido la respuesta?
Sí, los premios siempre son una sorpresa, y uno se siente muy agradecido. Ha sido muy bonito ver la relación que se ha establecido con el público. Cuando hemos tenido coloquios después de las proyecciones, ha sido muy gratificante conectar con los espectadores a ese nivel de intimidad. Para mí, está siendo una experiencia muy importante en mi vida.
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