Durante el breve momento que estamos vivos, intentamos convivir en armonía con un mundo que, igual que nosotros, es pasajero, efímero. Su naturaleza es impermanente, pero, sin duda, nuestra especie y su existencia abusiva aceleran en gran medida su fin. Puede ser que forme parte de nuestra naturaleza consumir el entorno, querer siempre más. Quizá nuestro carácter sea una consecuencia inevitable de la evolución natural y nuestro afán por crear e inventar, mientras gastamos irrefrenablemente los recursos de los que disponemos, es tan indispensable en el discurso de la Tierra como la explosión que la originó. Un lugar, como nosotros, y como presumiblemente todas las cosas, con un principio y un final. El artista Daniel Steegmann Mangrané explora estas temáticas de impermanencia y transitoriedad no solo de la experiencia humana sino también del propio planeta en su primera retrospectiva en el MACBA de Barcelona, que se puede visitar hasta el 20 de mayo.
La práctica de Steegmann Mangrané se fundamenta sobre conceptos que la poeta brasileña Stella do Patrocínio es capaz de describir en un solo verso: “Eu era gases puro, ar, espaço vazio, tempo” (Yo era puro gas, aire, espacio vacío, tiempo), y se desarrolla mediante dibujos, pinturas, fotografías, hologramas, esculturas, películas e instalaciones. En colaboración con el museo Kiasma de Helsinki, la primera retrospectiva de su carrera, titulada Daniel Steegmann Mangrané. Una hoja en lugar del ojo, ocupa una planta del MACBA. Se trata de un recorrido por más de veinticinco obras que abarcan desde finales de los años 90 hasta hoy, y resalta la gran diversidad de técnicas y medios que el artista utiliza para abordar temas ecológicos y políticos.
La estancia de Steegmann Mangrané durante dos décadas en Río de Janeiro ha hecho que encontrase en la selva tropical una fuente inagotable de inspiración: él la entiende como un ser vivo que encarna las realidades complejas del mundo contemporáneo pero también como una metáfora del delicado equilibrio e interconectividad entre todas las cosas. Estos conceptos los aplica en su exploración de la emergencia climática y la afinidad entre formas naturales, artísticas y arquitectónicas. ¿Puede ser que estas tres sean un todo inseparable? Tanto en sus esculturas, frágiles y que incorporan material orgánico, como en sus proyecciones, el artista trabaja con estas correspondencias entre formas orgánicas y geométricas y con la red de dependencias entre un orden creado por la sociedad y el orden dictado por las leyes naturales. Él afirma que estamos conectados con el todo hasta el punto de que cualquier cambio en el medio natural modifica nuestra naturaleza.
Brasil ha sido para él más que su musa, y la influencia del país en el que ha residido durante años llega hasta la forma de sus obras. En esta exposición encontramos obras inmersivas, sensoriales, en algunos casos interactivas, y es que su lenguaje estético está vinculado al neoconcretismo brasileño, un movimiento que considera la implicación sensorial como una vía de acceso democrática a la obra de arte, un agente que disuelve las fronteras que intentan compartimentar nuestra experiencia del mundo.
Así, Daniel Steegmann Mangrané. Una hoja en lugar del ojo construye una coreografía entre el espacio, la luz, los objetos y las personas, que explora las intrincadas conexiones entre lo vivo y lo inerte de tal forma que invita al visitante a implicarse física, sensorial e intelectualmente para reflexionar acerca de nuestra pertenencia, nuestra unidad con la naturaleza.
También está disponible el libro de artista que acompaña la exposición, coeditado con Kiasma, el Gulbenkian de Lisboa y la editorial Bom Dia Boa Tarde E Boa Noite de Berlín. Este ofrece una trayectoria cronológica por el trabajo de Steegmann Mangrané, que permite seguir la evolución del artista desde sus comienzos hasta las creaciones más recientes.
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