En el cruce entre arte, tecnología y territorio, L.E.V. lleva casi veinte años trazando rutas propias desde Gijón al mundo. Charlamos con Cristina de Silva y Nacho de la Vega, sus directores, sobre intuición, comunidad y los retos de seguir creando fuera del radar.
En 2007, cuando hablar de arte digital aún sonaba a futuro y la cultura de club se asociaba a lo underground, nació en Gijón el L.E.V. (Laboratorio de Electrónica Visual), un festival que desde el principio entendió el arte como experiencia viva, transversal y compartida. Sus creadoras venían ya de una trayectoria ligada al activismo cultural, la autogestión y las escenas electrónicas de los 90, y decidieron apostar por su ciudad y por un enfoque que combinara riesgo, cuidado y comunidad.
Lo que empezó como un evento preinaugural en un centro de arte sin calefacción se ha convertido en uno de los festivales de referencia del arte digital en España, con ediciones también en Madrid y colaboraciones en el ámbito europeo. Conversamos con Cristina y Nacho sobre cómo se construye un ecosistema cultural desde los márgenes, qué implica trabajar entre disciplinas, qué retos atraviesan hoy los festivales independientes y por qué Gijón sigue siendo el corazón de este proyecto que, más que un festival, es un laboratorio de vida.

Katarina Gryvul
Para comenzar la entrevista, vayamos al principio. ¿Cómo empieza vuestra historia con el arte digital y la cultura electrónica? ¿Cuál fue vuestro primer contacto con este mundo?
Las dos fuimos parte activa de toda la explosión de la cultura electrónica en los 90 en nuestro país, sobre todo aquí en Asturias, y también de la escena artística underground. No sabríamos decir muy bien cuál fue exactamente el primer contacto con el tema de la electrónica. Suponemos que en los locales pioneros de Oviedo y Gijón, que es donde arrancó más fuerte la cultura de club aquí en el norte.
En cuanto al arte digital (y audiovisual), pues lo mismo, nos cogió el arranque de internet, la cultura open source, los proyectos artísticos de autogestión y los primeros softwares para visuales, en este caso como artistas, y más tarde llegaron los softwares que la gente utiliza actualmente para crear las piezas digitales y toda su evolución. Así que desde sus comienzos hasta ahora hemos sido testigos y, en cierta manera, parte de toda esta revolución.
En cuanto al arte digital (y audiovisual), pues lo mismo, nos cogió el arranque de internet, la cultura open source, los proyectos artísticos de autogestión y los primeros softwares para visuales, en este caso como artistas, y más tarde llegaron los softwares que la gente utiliza actualmente para crear las piezas digitales y toda su evolución. Así que desde sus comienzos hasta ahora hemos sido testigos y, en cierta manera, parte de toda esta revolución.
Sois artistas, curadores, gestores. ¿Cómo conviven estas distintas facetas en vuestro trabajo?
Las distintas facetas han tenido pesos diferentes a lo largo de nuestra trayectoria. Durante bastante tiempo convivió la de artistas con la de curadoras y gestoras, pero desde hace ya unos cuantos años estamos centradas únicamente en la segunda. Llegó un momento en el que nos resultó imposible avanzar por igual en todas ellas y nos generaba frustración, así que tuvimos que tomar decisiones. Apostamos por desarrollar el concepto del L.E.V. más a fondo y crear nuevas ramificaciones y proyectos, volcando ahí nuestra creatividad.
L.E.V. nace en 2007 desde vuestra plataforma Datatron en Gijón, en Laboral Centro de Arte. ¿Qué fue lo que os motivó a crear un festival así en ese momento y en ese lugar?
Buscábamos generar un proyecto que diese cabida a la creación visual, la electrónica más experimental y la acción en directo, poder acoger proyectos que estaban en tierra de nadie. En aquel momento no había muchas opciones para poder disfrutar de este tipo de acciones y queríamos generar este espacio en Gijón. Crear un festival al que te gustase acudir como público, pero también como artista, cuidado y bien producido, y en el que te pudieras relacionar a escala humana. Entendiendo que no todo tenía que pasar por las grandes capitales culturales.
¿Cómo recordáis aquella primera edición? ¿Qué sensaciones o aprendizajes os llevasteis?
Hay muy buenas sensaciones de aquel momento. Fue un proyecto que se construyó con mucha energía y con un equipo de colaboradores muy cercano. Previamente ya habíamos organizado circuitos de propuestas artísticas en espacios no convencionales, pero no de la envergadura del L.E.V. En aquella edición del 2007, toda la programación se desarrollaba en el Centro de Arte LABoral, que se iba a inaugurar una semana después. El L.E.V. era una actividad preinaugural.
En aquel momento, en la plataforma Datatron éramos tres personas: estaba dentro del proyecto Fran Suárez, había un montón de trabajo que hacer y, además, había que construir cómo hacerlo. La sensación durante y post festival fue brutal, hay imágenes que no se nos olvidarán nunca. Hacía mucho frío porque esa primera edición tuvo lugar en marzo y no había calefacción. Recordamos estar parte del equipo y los artistas durante todo el fin de semana agrupados en torno a unos calefactores semiindustriales que habíamos conseguido a última hora, eran como una hoguera mecánica, y mientras proyectos alucinantes como el de Ryoichi Kurokawa o Alexander Hacke con Danielle de Picciotto iban teniendo lugar. En el primer lineup había gente a la que admiramos mucho, y con algunos de ellos hemos seguido colaborando a lo largo de estos diecinueve años. Había muy buen rollo.
En aquel momento, en la plataforma Datatron éramos tres personas: estaba dentro del proyecto Fran Suárez, había un montón de trabajo que hacer y, además, había que construir cómo hacerlo. La sensación durante y post festival fue brutal, hay imágenes que no se nos olvidarán nunca. Hacía mucho frío porque esa primera edición tuvo lugar en marzo y no había calefacción. Recordamos estar parte del equipo y los artistas durante todo el fin de semana agrupados en torno a unos calefactores semiindustriales que habíamos conseguido a última hora, eran como una hoguera mecánica, y mientras proyectos alucinantes como el de Ryoichi Kurokawa o Alexander Hacke con Danielle de Picciotto iban teniendo lugar. En el primer lineup había gente a la que admiramos mucho, y con algunos de ellos hemos seguido colaborando a lo largo de estos diecinueve años. Había muy buen rollo.
“Nuestro hábitat natural son los espacios singulares, de hecho, todos nuestros proyectos y colaboraciones ocurren en espacios únicos que te permiten construir una experiencia global. Esta siempre ha sido la apuesta del L.E.V.”
Y en ese contexto tan simbólico, con todo por construir, ¿por qué Gijón? ¿Qué significó para vosotras apostar por esta ciudad como punto de partida? ¿Fue una decisión estratégica, emocional, o ambas cosas?
Las dos cosas. Pero quizás más afectiva y de posicionamiento, de trabajar desde la periferia y visibilizarla. Pero claro, esto hace diecinueve años, era un momento muy distinto al actual. Ha pasado tanto tiempo que hay aspectos que ya no tenemos claro cómo sucedieron. Creo que teníamos la intuición de que Gijón, por su escala, infraestructuras e idiosincrasia, era una ciudad perfecta para desarrollar un proyecto como el L.E.V.
Desde entonces, L.E.V. ha crecido muchísimo, con ediciones en otros lugares como Matadero en Madrid. ¿Cómo surge esta expansión? ¿Qué buscáis al llevar el proyecto a otras ciudades?
Nos dimos cuenta de que, al tener solo una edición anual, había muchas ideas a las que no les podíamos dar salida y que era mucho más estratégico tener varios proyectos que se cruzasen y construir a partir de ellos, trabajar todo el año desde el concepto del Laboratorio de Electrónica Visual. Nos encontramos muy a gusto con este formato múltiple. Tener proyectos en distintos territorios y mantener colaboraciones diversas te amplía la perspectiva.
¿En qué se diferencian las ediciones de Gijón y de Madrid? ¿Qué aporta cada contexto?
Gijón está más orientado a las performances y los directos audiovisuales, aunque siempre acompañado de instalaciones y, en menor grado, de experiencias de Realidades Extendidas. Es un proyecto que ha evolucionado mucho porque han pasado diecinueve ediciones, nos hemos extendido por distintas partes de la ciudad con nuevos escenarios, como los del Jardín Botánico o el Muséu del Pueblu d’Asturies, ambos con actividades diurnas. Pensamos que ha sido una evolución lógica.
La edición de Matadero nació en el año 2019, en ese momento teníamos la pulsión de programar en el ámbito de las Realidades Extendidas y abordar las nuevas narrativas, y de experimentar con todos los avances relacionados con lo inmersivo, tanto a nivel físico como virtual. Matadero resulta perfecto para ello. Son proyectos complementarios. Para nosotras no tiene sentido hacer lo mismo en ambas ediciones, son contextos diferentes.
La edición de Matadero nació en el año 2019, en ese momento teníamos la pulsión de programar en el ámbito de las Realidades Extendidas y abordar las nuevas narrativas, y de experimentar con todos los avances relacionados con lo inmersivo, tanto a nivel físico como virtual. Matadero resulta perfecto para ello. Son proyectos complementarios. Para nosotras no tiene sentido hacer lo mismo en ambas ediciones, son contextos diferentes.
¿Qué ha supuesto entonces trabajar en espacios como Matadero o colaborar con instituciones culturales de gran escala?
Nuestro hábitat natural son los espacios singulares, de hecho, todos nuestros proyectos y colaboraciones ocurren en espacios únicos que te permiten construir una experiencia global. Esta siempre ha sido la apuesta del L.E.V., con todo lo que conlleva de trabajo extra muchas veces. Es imposible imaginar un L.E.V. en una carpa, no tendría sentido. Matadero es un espacio fascinante, el hecho de que esté a pie de calle le da mucha fuerza y dinamismo, y nos ha permitido aprender otras maneras de hacer e integrarnos con otros equipos de trabajo, abordar nuevos ámbitos de creación y acceder a otros públicos.

BABii
A pesar de crecer, Gijón sigue siendo el corazón de L.E.V. ¿Por qué es tan importante seguir haciendo el festival allí?
Desde el principio hay un aspecto afectivo muy importante en nuestros proyectos. L.E.V. es, entre otras cosas, un proyecto de vida. Somos enamoradxs de Gijón y de Asturias. Y también de las periferias, tanto físicas como conceptuales.
¿Qué impacto creéis que ha tenido el festival en la ciudad y su comunidad cultural? ¿Ha cambiado la percepción del arte digital en Asturias?
Ha costado y ha sido poco a poco, pero pensamos que sí ha tenido impacto. L.E.V. ha ayudado a humanizar y acercar la creación digital a distintas generaciones. Siempre hemos visto nuestros proyectos como puertas de entrada al arte digital, y para ello cuidamos mucho tanto la selección de los proyectos como la experiencia del público.
A lo largo de los últimos diecinueve años, el público asturiano ha tenido la oportunidad de disfrutar de propuestas tremendamente inusuales dentro de los ámbitos de programación. Las primeras ediciones del L.E.V. fueron una propuesta mucho más de nicho, pero a día de hoy, pudiendo serlo también, está abierta a todos los públicos y este participa activamente. Nos encanta ver cómo se mezclan las distintas generaciones.
A lo largo de los últimos diecinueve años, el público asturiano ha tenido la oportunidad de disfrutar de propuestas tremendamente inusuales dentro de los ámbitos de programación. Las primeras ediciones del L.E.V. fueron una propuesta mucho más de nicho, pero a día de hoy, pudiendo serlo también, está abierta a todos los públicos y este participa activamente. Nos encanta ver cómo se mezclan las distintas generaciones.
Después de casi veinte años, ¿qué claves habéis encontrado para construir un ecosistema cultural sólido desde una ciudad periférica, lejos de las grandes capitales?
En nuestro caso ha sido a base de insistencia. Cada edición del L.E.V. ha costado y sigue costando un triunfo sacarla adelante, es así. Es muy importante apoyarte en un buen equipo, tener buenos aliados, generar sinergias e integrarse en la ciudad, además de contar un público fiel. Y L.E.V., por suerte, cuenta con todo esto. Quizás la visibilidad del proyecto es lo que más se resiente por el hecho de estar en la periferia; si no estás en Madrid o Barcelona es difícil conseguir que te hagan caso. Eso sigue siendo así a día de hoy.
¿Qué tipo de criterios os guían a la hora de construir la programación?
Buscamos ofrecer una visión panorámica de lo que está ocurriendo a día de hoy en los márgenes de la creación contemporánea, sin atender a etiquetas, y también rescatar proyectos pioneros que han marcado el camino. Saltarnos nuestras propias reglas cuando es necesario, no estar cautivas de nuestras maneras de hacer. Trabajamos mucho por intuición.
“Quizás la visibilidad del proyecto es lo que más se resiente por el hecho de estar en la periferia; si no estás en Madrid o Barcelona es difícil conseguir que te hagan caso. Eso sigue siendo así a día de hoy.”
¿Y qué papel juega la intención detrás de cada propuesta? ¿Buscáis provocar una experiencia concreta en el público, ya sea a nivel sensorial, político o pedagógico?
Sí, por supuesto, todas ellas. En cada edición damos forma a una programación en la que se cruzan distintas voces e intenciones, intentando abordar los retos a los que el contexto nos enfrenta en cada momento, utilizando el arte como herramienta de análisis, denuncia y conexión emocional.
¿Y cómo encaja todo esto en el panorama actual? ¿Cómo veis hoy la escena de la cultura electrónica y el arte digital, tanto en España como en Europa?
La escena ha cambiado muchísimo a lo largo de todos estos años. O las escenas, son muchas distintas que se cruzan unas con otras, L.E.V. se mueve por una muy concreta. A día de hoy, el tema de los festivales, siendo nosotros uno de ellos, lo vemos muy desdibujado. Nos sentimos, por supuesto, afines a algunos proyectos pero muy alejados respecto de otros.
Así, toda la cultura electrónica y digital está fuerte, por un lado (en cuanto a creación), pero muy debilitada por otro en el sentido de la independencia o de que existan plataformas de visibilización y apoyo adecuadas para esa creación más experimental y alejada del mainstream. Y, a la vez, surgen proyectos muy excitantes, creados por gente muy joven, que nos hacen pensar que podemos llegar a cambiar estas dinámicas tan negativas que llevamos detectando desde hace unos años.
Es difícil explicarlo en unas líneas, pero quizás en los momentos de crisis es cuando nacen los proyectos más valientes, creados por la propia comunidad y ajenos a los caprichos del mercado, y ahí reside nuestra esperanza en poder equilibrar las cosas de alguna manera. Esto lo percibimos claramente aquí y también en el contexto europeo, donde países que sí contaban con este apoyo lo están perdiendo, como el caso de Francia.
Así, toda la cultura electrónica y digital está fuerte, por un lado (en cuanto a creación), pero muy debilitada por otro en el sentido de la independencia o de que existan plataformas de visibilización y apoyo adecuadas para esa creación más experimental y alejada del mainstream. Y, a la vez, surgen proyectos muy excitantes, creados por gente muy joven, que nos hacen pensar que podemos llegar a cambiar estas dinámicas tan negativas que llevamos detectando desde hace unos años.
Es difícil explicarlo en unas líneas, pero quizás en los momentos de crisis es cuando nacen los proyectos más valientes, creados por la propia comunidad y ajenos a los caprichos del mercado, y ahí reside nuestra esperanza en poder equilibrar las cosas de alguna manera. Esto lo percibimos claramente aquí y también en el contexto europeo, donde países que sí contaban con este apoyo lo están perdiendo, como el caso de Francia.
Dado este escenario tan cambiante, ¿qué caminos está explorando ahora L.E.V.? ¿Hacia dónde os gustaría que evolucionase?
Ahora mismo estamos inmersas en la colaboración que, desde hace menos de dos años, mantenemos con el Centro de Experiencias Artísticas Pozu Santa Bárbara en Turón, Mieres, en Asturias. Y de manera transversal con otros proyectos como el Link Festival en Oviedo. También participamos de varios proyectos europeos que trabajan en la defensa de una cultura digital libre y abierta.
El plan es resistir en este momento de incertidumbre global. Pensamos que quizás ahora, más que nunca, los proyectos con esta escala donde poder compartir experiencias colectivas son cada vez más necesarios.
El plan es resistir en este momento de incertidumbre global. Pensamos que quizás ahora, más que nunca, los proyectos con esta escala donde poder compartir experiencias colectivas son cada vez más necesarios.
Si tuvierais que resumir lo que ha sido L.E.V. en una palabra o sensación, ¿cuál sería?
LABORATORIO.
Como remate final, ¿qué le diríais a alguien que nunca ha estado en L.E.V. para convencerle de venir a la próxima edición?
Que el año que viene es el vigésimo aniversario del proyecto y, aunque cualquier edición es un buen momento para acercarse al L.E.V. y a Gijón, el 2026 promete.

Ash Fure

Katarina Gryvul

Pinch & Lorem

Ryoji Ikeda

Yessi Perse