Desde la escultura y la pintura, pasando por la arquitectura y hasta llegar a la fotografía y a la escritura, el cuerpo de trabajo de Claudia Peña Salinas se basa en reinterpretar el pensamiento ancestral a través del lenguaje contemporáneo. La artista, que ha llegado a exhibir proyectos anteriores en el Whitney Museum en Nueva York, nos habla ahora de Tezcatlocan, su exposición más reciente, que acoge la Galería Curro en Guadalajara (México). En ella, se encuentran referencias históricas y discursos conceptuales; ambigüedad, simbolismo y misticismo.
“La investigación es tan importante como la intuición”, nos dice la artista. Y es que las dos han sido claves para la realización de Tezcatlocan, su exposición más reciente, en la que la artista expande su búsqueda sobre las deidades aztecas del agua, la lluvia y la fertilidad, Tláloc y Chalchiuhtlicue. De estética minimalista y con la intención de explorar el origen y el significado de los cultos y los ritos para entender la construcción de la identidad nacional, Tezcatlocan hace que la artista genere una narrativa poética tanto personal como política; estas la llevan a hacer referencia a la actual y grave crisis de agua potable que padece la Ciudad de México, mientras aprovecha, también, para dar un necesario toque de atención a la gestión del patrimonio vivo y a los recursos naturales del país.
Antes de nada, enhorabuena por tu primera exposición individual en México. ¿Cómo se siente, exponer en tu tierra natal un proyecto tan simbólico y tan relacionado con la cultura del mismo país? ¿Cómo dirías que están siendo las reacciones del público?
Creo que el proyecto cobra otro sentido al ser expuesto en el contexto de donde proviene. Las personas se identifican con la simbología a un nivel personal y esto los acerca tal vez más a la obra.
Tengo entendido que Tezcatlocan es una continuación de tu cuerpo de trabajo, en el que reinterpretas el pensamiento ancestral con herramientas y lenguajes contemporáneos. ¿Cómo empezó el proceso de creación?
Tezcatlocan se basa en las deidades del agua de la cosmología azteca o, más exactamente, mexica: Tlaloc y Chalchiuhtlicue. En esta exposición, expando las ideas y asociaciones de estas dos deidades e incorporo el espejo y la deidad Tezcatlipoca (‘espejo negro que humea’). Hay cuatro piezas que hacen referencia a los Tlaloques, los ayudantes de Tlaloc en la repartición del agua. Las cuatro esculturas están colocadas en la dirección de los cuatro puntos cardinales y cada una tiene un objeto de obsidiana en el centro. Estuve en Guadalajara unas semanas antes de la exposición recorriendo los alrededores en busca de los cuatro objetos. Así, el nombre de la exposición se basa en Tezcatl (espejo) y tlalocan, paraíso mítico y reino de Tlaloc y Chalchiuhtlicue.
¿Y cuando nació tu interés por este simbolismo, por las deidades aztecas, por la Mesoamérica?
El interés en las deidades del agua y el simbolismo nace de un encuentro con el monolito de Tlaloc fuera del Museo Nacional de Antropología en la Ciudad de México. Me interesó mucho cómo su imagen se replicaba en postales, tazas, llaveros, charolas y otros objetos; este tema de la reproducción de imagen. También cómo su función simbólica cambió al ser trasladado de su lugar original al Museo Nacional de Antropología. Y por último, también me interesó la polémica de su género. Desde 1903 se debate si este monolito es en realidad Tlaloc o si no su consorte, la deidad femenina del agua, Chalchiuhtlicue.
“La investigación es tan importante como la intuición.”
Tu obra, compuesta por figuras y creaciones modernas y minimalistas, trata en realidad sobre el pensamiento indígena, el conocimiento ancestral, las costumbres y cómo estas ayudan a crear un sentimiento de identidad. ¿Cómo consigues que el simbolismo que hay detrás relacione forma y contenido?
Mi trabajo se basa en la geometría, en una economía de elementos que creo no es muy diferente de algún trabajo y formas que podemos ver en la arquitectura mesoamericana y en el trabajo de comunidades indígenas. Uno de los elementos recurrentes en mi trabajo es el ojo de Dios o Tzicuri, como lo llaman los Wixárica. Este es un rombo elaborado con hilo de diferentes colores el cual yo trabajo dentro de un cuadrado. Más allá de esta relación existen otras como la del Homage to the Square, de Joseph Albers, y bueno, hablar de la geometría del cuadrado es hablar del famoso Black Square de Malevich.
Ese conocimiento y costumbres, ¿cómo te han llegado a ti? ¿Por tradición familiar, educación formal, búsqueda personal? ¿De todo un poco?
Mucho de mi trabajo empieza de una manera aleatoria, con caminatas, y va evolucionando con la acumulación de documentación a través del tiempo. La investigación es tan importante como la intuición. Me mantengo abierta a encuentros nuevos a la vez que me enfoco en los específicos de cada proyecto.
Tu obra también me resulta ocurrente y necesaria dada la actual grave situación de crisis de agua en la Ciudad de México después de este verano. ¿Cómo se ve reflejada esa problemática en tu obra?
En el video de Tlachacan trato ese tema más en fondo al hablar del Nuevo Aeropuerto Internacional, el cual está siendo construido en lo que queda del lago Texcoco. Creo que al trabajar con estas deidades del agua aporto un poco a la conciencia de la importancia y crisis contemporánea del agua. En el futuro planeo expandir este tema.
A lo largo de tu trayectoria encontramos escultura, pintura, arquitectura, textos, libros y demás fragmentos literarios, video-ensayos, fotografía... ¿Qué veremos próximamente?
Ahora estoy trabajando en otro video, este se enfoca más en Chalchiuhtlicue y la Luna, en lo femenino. Este video también trata temas del sistema de ferrocarril en México y la reconstrucción de la zona arqueológica de Teotihuacan. En marzo lo presentaré al lado de esculturas en una muestra individual en el Museo de Arte de la Universidad del Estado de Arizona.
¿Qué planes, esperanzas y sueños tienes para el futuro?
Espero seguir teniendo oportunidades para ampliar mi obra y seguir aprendiendo en el camino.
La exposición Tezcatlocan, de Claudia Peñas Salinas, se puede visitar hasta el 1 de marzo en la Galería Curro, Blvd. Puerta de Hierro 5210-PB, Guadalajara, México.