Hablamos sobre libertad y lucha, miedos y esperanzas con la directora Catherine Corsini y la productora Elisabeth Perez, que han trabajado juntas en la película La Belle Saison. Su filme fue el encargado de arrancar el Festival de Cine Gay y Lésbico Fire!! y acabó alzándose con el premio al mejor largometraje. Con una historia sencilla y conmovedora, las cineastas francesas presentan conflictos históricos, como es la lucha LGTB y la liberación de la mujer, junto con tramas íntimas y románticas. Un retrato sobre una época y sobre dos mujeres, que desprende naturalidad por todos los poros y que recuerda que la lucha no acabó en el siglo XX.
En vuestra película queda bien reflejada la interacción entre el movimiento LGTB y la liberación de la mujer. ¿Crees que estos dos movimientos van de la mano? ¿Por qué motivos?
Catherine Corsini: Bueno, en la época de los setenta, que es donde está ambientada la película, estos movimientos eran una novedad, un descubrimiento. La frase por antonomasia era “Mi cuerpo me pertenece”. Así que era el descubrimiento y la afirmación del deseo y de la identidad. Aquí, como es lógico, tuvieron cabida tanto el movimiento LGTB como la liberación de la mujer. Las activistas denunciaban que las mujeres no eran objetos, abogaban por el aborto libre y gratuito, se organizaban para hacer frente a un patriarcado que, en aquella época, era mucho más patente y feroz que ahora. Las mujeres que salen en la película reclamaban algo tan simple como ser individuos libres y poder escoger. Estas dos reivindicaciones tienen que ver con el feminismo y con la libre elección de la sexualidad, es decir, el movimiento LGTB.
Elisabeth Perez: No tengo nada que añadir (risas).
Elisabeth Perez: No tengo nada que añadir (risas).
Hoy en día, sobre todo en zonas urbanas de occidente, el hecho de no encajar en la heteronormatividad está ya aceptado. Es más, ha llegado un momento en el que la homofobia está socialmente castigada. ¿Creéis que, pese a todos estos grandes pasos, no hay que abandonar la militancia? Es decir, ¿que estamos en un punto en que ya podemos bajar la guardia en términos de derechos LGTB y de las mujeres o tenemos que seguir atentas?
Catherine Corsini: Ahora más que nunca.
Elisabeth Perez: En estos últimos años, al menos en Francia, con el “mariage pour tous” y su legalización se ha visto un resurgimiento de una homofobia que siempre ha estado latente. Hay quien ha sacado la homofobia con una bandera, igual que está pasando con la bandera de la xenofobia. Creíamos realmente que todo esto se había superado y que estos pensamientos ya no existían en Francia, y descubrimos que no sólo existían sino que era todo un movimiento de odio anti-gay, a lo bestia.
Catherine Corsini: Por ejemplo en Francia hay un número gratuito de emergencias para que puedan llamar las personas víctimas de homofobia. Me parece aberrante y absurdo igual que lo sería un teléfono para denunciar la heterofobia.
Elisabeth Perez: Hay también una asociación que se llama Le Refuge (El Refugio) para adolescentes LGTB a los que han echado de sus casas por su condición no-hetero.
Catherine Corsini: Todos los días hay actuaciones horribles hacia homosexuales. Estoy segura que hay sitios donde, si Elisabeth y yo nos paseáramos cogidas de la cintura, se armaría una buena.
Elisabeth Perez: Yo creo que la religión tiene un papel fundamental en todo esto. La homosexualidad no está solucionada en las religiones, quizá habría que encontrar la forma. Es complicado porque la atracción por el mismo sexo está siempre ligada a la idea del pecado y ahora mismo las religiones están en auge, lo cual es preocupante.
Catherine Corsini: Para nosotras es chocante que Europa vaya hacia atrás en temas en los que, hace poco, podía presumir de ir un paso por delante de la humanidad. En Polonia, por ejemplo, aunque estemos hablando de un país que forma parte de la Unión Europea, el aborto está prohibido, las mujeres que quieren abortar tienen que hacerlo en clínicas ilegales.
Elisabeth Perez: En estos últimos años, al menos en Francia, con el “mariage pour tous” y su legalización se ha visto un resurgimiento de una homofobia que siempre ha estado latente. Hay quien ha sacado la homofobia con una bandera, igual que está pasando con la bandera de la xenofobia. Creíamos realmente que todo esto se había superado y que estos pensamientos ya no existían en Francia, y descubrimos que no sólo existían sino que era todo un movimiento de odio anti-gay, a lo bestia.
Catherine Corsini: Por ejemplo en Francia hay un número gratuito de emergencias para que puedan llamar las personas víctimas de homofobia. Me parece aberrante y absurdo igual que lo sería un teléfono para denunciar la heterofobia.
Elisabeth Perez: Hay también una asociación que se llama Le Refuge (El Refugio) para adolescentes LGTB a los que han echado de sus casas por su condición no-hetero.
Catherine Corsini: Todos los días hay actuaciones horribles hacia homosexuales. Estoy segura que hay sitios donde, si Elisabeth y yo nos paseáramos cogidas de la cintura, se armaría una buena.
Elisabeth Perez: Yo creo que la religión tiene un papel fundamental en todo esto. La homosexualidad no está solucionada en las religiones, quizá habría que encontrar la forma. Es complicado porque la atracción por el mismo sexo está siempre ligada a la idea del pecado y ahora mismo las religiones están en auge, lo cual es preocupante.
Catherine Corsini: Para nosotras es chocante que Europa vaya hacia atrás en temas en los que, hace poco, podía presumir de ir un paso por delante de la humanidad. En Polonia, por ejemplo, aunque estemos hablando de un país que forma parte de la Unión Europea, el aborto está prohibido, las mujeres que quieren abortar tienen que hacerlo en clínicas ilegales.
Yo tengo la sensación de que en la época actual, y me refiero sobre todo a los jóvenes, se ha perdido ese espíritu combativo y la vitalidad que se ve en la película. Como si nos hubiéramos vuelto un poco apáticos. ¿Estáis de acuerdo? ¿Creéis que han habido otras épocas en que la sociedad y las minorías alzaban su voz por las calles con más fuerza que hoy? ¿Tendría que ver con la explosión de Internet y que quizá las revoluciones se hacen vía online?
Elisabeth Perez: Claro, en los años setenta y ochenta quedaban muchos derechos por conquistar. Justamente las mujeres feministas, que muchas veces eran lesbianas, conquistaron esos derechos de los que luego se beneficiarían todas las mujeres. Quizá, si por un día se anularan esos derechos, los jóvenes se darían cuenta del peligro y de lo frágil que puede ser algo por lo que tanta gente ha luchado durante mucho tiempo. Quizá se pondrían en marcha entonces.
Catherine Corsini: No estoy totalmente de acuerdo. Creo que bastaría con que ocurriera algo, algo fuerte y amenazador, para que todo el mundo saliese a la calle. En el 68 salió un artículo muy famoso que decía que la juventud estaba totalmente apática, que a la gente no le importaba nada. Pero de pronto emergió un movimiento. Sin embargo, no estamos en el mismo contexto que en la época en que está ambientada la película. Si miras imágenes y te documentas un poco, es fácil ver que aquella era una época muy cerrada, el patriarcado, la burguesía y el Estado eran instituciones muy sólidas. Con todo esto, los jóvenes estaban encorsetados; las mujeres, también. Y fue como una bola de nieve que se convirtió en una avalancha. Había también un sentido del colectivo con la idea de que el futuro sería mejor, el llamado ascenso social: el hijo del obrero iría a la universidad y se convertiría en burguesía. Ahora esto ya no es así: la idea de que el futuro será mejor ya no existe, por lo que la lucha se desmorona. Además, hoy en día la información corre demasiado deprisa y hacer durar una lucha es muy complicado. Con las redes sociales, en mi opinión, puedes participar en muchas cosas pero no te acabas de implicar del todo en ninguna de ellas.
Elisabeth Perez: Antes el colectivo iba todo en el mismo sentido. Había un objetivo muy claro y lo que había que hacer era dar pasos hacia él. Ahora está todo compartimentado, dividido. No hay una lucha fuerte que las reúna todas y que hable por mucha gente, sino que hay un montón de luchitas.
Catherine Corsini: No estoy totalmente de acuerdo. Creo que bastaría con que ocurriera algo, algo fuerte y amenazador, para que todo el mundo saliese a la calle. En el 68 salió un artículo muy famoso que decía que la juventud estaba totalmente apática, que a la gente no le importaba nada. Pero de pronto emergió un movimiento. Sin embargo, no estamos en el mismo contexto que en la época en que está ambientada la película. Si miras imágenes y te documentas un poco, es fácil ver que aquella era una época muy cerrada, el patriarcado, la burguesía y el Estado eran instituciones muy sólidas. Con todo esto, los jóvenes estaban encorsetados; las mujeres, también. Y fue como una bola de nieve que se convirtió en una avalancha. Había también un sentido del colectivo con la idea de que el futuro sería mejor, el llamado ascenso social: el hijo del obrero iría a la universidad y se convertiría en burguesía. Ahora esto ya no es así: la idea de que el futuro será mejor ya no existe, por lo que la lucha se desmorona. Además, hoy en día la información corre demasiado deprisa y hacer durar una lucha es muy complicado. Con las redes sociales, en mi opinión, puedes participar en muchas cosas pero no te acabas de implicar del todo en ninguna de ellas.
Elisabeth Perez: Antes el colectivo iba todo en el mismo sentido. Había un objetivo muy claro y lo que había que hacer era dar pasos hacia él. Ahora está todo compartimentado, dividido. No hay una lucha fuerte que las reúna todas y que hable por mucha gente, sino que hay un montón de luchitas.
En los últimos años, ha habido un auge en la visibilidad LGTB. Presentadores de televisión, deportistas de élite, gente del cine y la música, incluso políticos han ido saliendo del armario. Yo a veces tengo la sensación de que formar parte del colectivo LGTB incluso se ha utilizado como si fuera una moda, una tendencia. ¿Esto es positivo o por el contrario desvincula el movimiento de la lucha y lo reduce a términos estéticos?
Catherine Corsini: Cuando hice la película y me documenté, me inspiré en otros filmes. Y había una escena en que hay una asamblea de chicos y chicas gays en los años setenta que se llamaban el Frente de Liberación Homosexual. Hay un chico que se levanta y habla y dice: “Si tuviéramos a Jean Marais, Jean Cocteau y pudieran hablar más frontalmente y aceptar públicamente su sexualidad, la causa avanzaría.” Luego otro se levanta también y dice: “Qué mas da que sean conocidos, yo no quiero que me represente alguien tan famoso”. Ya era un debate en la época. Es una cuestión de representación.
Para acabar y volviendo a La Belle Saison, en la película se ven muy diferenciados los espacios: el campo versus la ciudad. Y también la presión social sobre la homosexualidad cambia según el escenario. ¿Qué hace tan fuerte esta diferencia de mentalidades?
Catherine Corsini: Es simple, en la ciudad puedes esconderte, eres anónimo, no se te ve. Mientras que en el campo todo se sabe y todo se ve. Es mucho más fácil que te señalen con el dedo, de hecho es eso lo que teme Delphine, una de las protagonistas. En la ciudad ella puede ser lo que es, pero en el campo no se atreve.
Elisabeth Perez: Lo más difícil para ella es asumir su condición en el campo, porque eso la pondrá sin remedio frente a su familia. Creo que a muchos jóvenes les pasa lo mismo que a ella: se van a la ciudad, huyen del campo y de la familia para poder vivir libremente su sexualidad.
Catherine Corsini: También aquí he querido mostrar el contraste entre lo que parece un paraíso terrenal – una campiña verde, húmeda y fértil – y lo que realmente es: una cárcel para Delphine. En cambio, en la ciudad, donde hay mucha gente y la sensación es de estar más encerrado, es donde se da la libertad.
Elisabeth Perez: Lo más difícil para ella es asumir su condición en el campo, porque eso la pondrá sin remedio frente a su familia. Creo que a muchos jóvenes les pasa lo mismo que a ella: se van a la ciudad, huyen del campo y de la familia para poder vivir libremente su sexualidad.
Catherine Corsini: También aquí he querido mostrar el contraste entre lo que parece un paraíso terrenal – una campiña verde, húmeda y fértil – y lo que realmente es: una cárcel para Delphine. En cambio, en la ciudad, donde hay mucha gente y la sensación es de estar más encerrado, es donde se da la libertad.