El cuestionamiento del espacio-tiempo constituye el punto de partida de las acciones emprendidas por el colectivo Casa Antillón. Y es el público quien, a través de su interrelación con el enclave y los artistas participantes allí presentes, convierte las propuestas artísticas y arquitectónicas en experiencias mayúsculas.
Congregaron a una treintena de artistas en un habitáculo de apenas 70 m² en su ópera prima como plataforma establecida. Con motivo de su segunda acción performática, decidieron ponerse a prueba reuniendo a más de cincuenta artistas nacionales e internacionales en una exposición colectiva definida por la individualidad de las obras y la transitoriedad de la muestra.
Ahora, cuatro años después de su nacimiento oficial y tras haber hecho de sus eventos un imprescindible en la escena independiente madrileña, presentan su última acción, Edén. Una exposición multidisciplinar emplazada en la Casa de Campo que ensalza la inherente conexión del ser humano con la naturaleza más primaria, y al que se refieren como “uno de los eventos más especiales hasta la fecha”.
Marta, Ismael, Yosi y Emmanuel. Todos vosotros sois, además de fundadores de Casa Antillón, arquitectos titulados por la ETSAM Universidad Politécnica de Madrid. ¿Cómo os presentaríais ante un desconocido?
Somos un grupo de amigos que aspira a comprender lo arquitectónico desde el evento, el arte y la gestión cultural.
Han pasado cuatro años desde el nacimiento de Casa Antillón, proyecto al que os referís como “un colectivo de arte y arquitectura”, y a través del cual comisariáis exposiciones experimentales de carácter itinerante. ¿Qué os llevó a emprender dicha iniciativa?
Empezamos porque teníamos ganas de juntarnos con amigos en casa de Ismael y comunicarnos a través de obras producidas, en lugar de mediante una conversación al uso. Al final la cosa se volvió poco a poco más ambiciosa, en gran parte porque Ismael hacía su trabajo de fin de grado sobre arte contemporáneo en el espacio doméstico.
Sin embargo, la primera publicación que colgasteis en el perfil de Instagram del colectivo corresponde a febrero de 2019. ¿A qué responde este desajuste temporal? ¿Qué actividades desarrollasteis a lo largo de los tres primeros años de vida de la plataforma?
Casa Antillón como tal surgió con el primer evento, Piso piloto de arte emergente, en febrero de 2019. Sin embargo, nos gusta decir que nacimos hace cuatro años, ya que en 2016 nos presentamos a un concurso de la universidad. Increíblemente, quedamos segundos con nuestra aplicación, MARYBEL – Mapa de Autónomos Románticos y Bellas Empresas Locales. Nos entró el gusanillo de seguir haciendo cosas juntos porque nos lo pasamos genial.
Sin embargo, al año siguiente todos nos desperdigamos. Emmanuel se fue a Suiza, Ismael a Viena, Yosi a México y Marta a Chile. En ese momento nos hicimos nuestro primer Instagram colectivo, en el que subíamos las experiencias más random que observábamos en los distintos países.
Sin embargo, al año siguiente todos nos desperdigamos. Emmanuel se fue a Suiza, Ismael a Viena, Yosi a México y Marta a Chile. En ese momento nos hicimos nuestro primer Instagram colectivo, en el que subíamos las experiencias más random que observábamos en los distintos países.
La incipiente actividad en redes sociales coincidió con la celebración de uno de vuestros eventos revelación, en el que nada más y nada menos que treinta artistas convirtieron un espacio de apenas 70 m² en un auténtico hervidero de talento. ¿Supuso este acto multitudinario un punto de inflexión en vuestra trayectoria como colectivo creativo?
Sí, porque nunca habíamos gestionado una situación así. Nunca habíamos metido una casa en tres coches. Realmente, más que el día del evento, lo que marcó un antes y un después fue el proceso de desarrollo de la idea inicial. Para la exposición de Piso Piloto tuvimos que ser mucho más rigurosos con nuestras reuniones y empezamos a tomárnoslo en serio.
Ismael, tú pusiste a disposición tu casa ubicada en el barrio madrileño de Puerta del Ángel expresamente para la ocasión, convirtiéndola en el epicentro de la exposición multidisciplinar. ¿Qué funciones asumís a lo largo del desarrollo de las distintas acciones? ¿Participáis activamente en el transcurso de la exposición?
En una reunión de esas características, al margen de lo institucional, nuestra función principal es casi la de anfitriones. Intentar que todo el mundo se sienta a gusto, ya sean invitados, artistas o incluso parte del vecindario. Casa Antillón es un proyecto de comisariado autogestionado, y como tal intentamos seguir con todas las tareas establecidas lo mejor que podemos: contactar con artistas y espacios, proponer un proyecto, intentar financiarlo, diseñar y gestionar la logística y la comunicación… todo ello con los recursos que tenemos. Quizás lo más gratificante sea el día del evento, cuando todo encaja y la gente disfruta un montón. En nuestro papel de anfitrión, ese día también nos toca estar pendientes. ¡Pero todo fluye!
En septiembre de 2019, anunciasteis vuestra segunda acción performática: Casa Antillón x Casabanchel. Una propuesta pionera en nuestro país, en la que reunisteis a más de cincuenta creativos procedentes de distintos países y disciplinas artísticas. ¿Qué buscabais transmitir a través de esta exposición abierta al público?
La exposición de Solo Show tiene, como la mayoría de los eventos culturales, miles de lecturas que en el proyecto no tuvieron por qué ser planeadas. En Casabanchel buscamos sobre todo condensar. La condensación la entendimos desde el espacio y el tiempo. Conseguimos fotografiar unos tres solos al día durante una semana, que luego se condensaron en el group show masivo que todos disfrutamos el 7 de septiembre. Fue una experiencia artística intensa de la que aprendimos muchísimo. ¡Fueron como diez exposiciones en una!
El público, además de disfrutar de las piezas, entendió el evento como una fiesta, como una celebración de la cultura en Madrid. El enclave se colapsó y la calle donde se generó la cola tomó un gran protagonismo en la exposición. ¡Eso no estaba planeado! Pero de repente, el evento se volvió más interesante, más intenso. Los límites entre espacio público y privado, y entre exposición y fiesta, se diluyeron. El proyecto se desbordaba. Esa fue una de las lecciones que aprendimos de Solo Show.
El público, además de disfrutar de las piezas, entendió el evento como una fiesta, como una celebración de la cultura en Madrid. El enclave se colapsó y la calle donde se generó la cola tomó un gran protagonismo en la exposición. ¡Eso no estaba planeado! Pero de repente, el evento se volvió más interesante, más intenso. Los límites entre espacio público y privado, y entre exposición y fiesta, se diluyeron. El proyecto se desbordaba. Esa fue una de las lecciones que aprendimos de Solo Show.
Las obras exhibidas se pudieron visitar durante 24 horas, en consonancia con la fugacidad y la transitoriedad que rigen vuestra filosofía de trabajo. ¿Cómo concebís la relación entre el arte y su perdurabilidad en el tiempo?
Hasta ahora hemos trabajado con la temporalidad reducida, y eso nos permite experimentar sin las ataduras que un proyecto a largo plazo implica. Sin embargo, a través de estos pequeños ensayos, podemos extraer variantes que podrían aplicarse a otros proyectos con otra temporalidad. La relación entre el evento y su perdurabilidad podría entenderse como algo abstracto, más que las horas que duró el evento.
En Solo Show, el tiempo sí que fue un ingrediente principal dentro de la exposición. No solo las 24 horas de evento, sino los tiempos de montaje de los diferentes solos; todos fueron diseñados. Además de los diferentes performers y DJs que mediante activaciones fueron transformando la exposición a lo largo del día. El tiempo fue un agente de cambio en Casabanchel. ¡Si no estabas en ese momento, te lo perdías!
En Solo Show, el tiempo sí que fue un ingrediente principal dentro de la exposición. No solo las 24 horas de evento, sino los tiempos de montaje de los diferentes solos; todos fueron diseñados. Además de los diferentes performers y DJs que mediante activaciones fueron transformando la exposición a lo largo del día. El tiempo fue un agente de cambio en Casabanchel. ¡Si no estabas en ese momento, te lo perdías!
Otro de los pilares fundamentales en vuestra dinámica creativa es la percepción –y la consiguiente utilización– del espacio. ¿De qué forma entendéis y trabajáis este aspecto en vuestras acciones como colectivo?
Para nosotros es fundamental entender el espacio al que nos enfrentamos cada vez que hacemos una exposición. Primero tenemos que saber leer el lugar para dar paso a otra capa más de arquitectura, que en el caso de las exposiciones se conforma con el lugar preexistente, las piezas, el público y el paso del tiempo.
Desde una inquietante obra plástica firmada por José Luis Barquero hasta una alegoría tecnológica creada por Andrea Muniáin y Adina L. Velázquez, pasando por una camiseta de enormes dimensiones cedida por Bruto Madrid. No es fácil reunir a tantos artistas en un mismo espacio-tiempo. ¿Cómo transcurrió el proceso desde que os pusisteis en contacto con los participantes hasta que celebrasteis el esperado acontecimiento?
Fue complejo, pues eran 56 artistas. Hicimos una selección que abarcaba el territorio español y europeo. A la mayoría solo los conocíamos por redes, era la primera vez que contactábamos con ellos. Les enviamos un dossier y comenzamos a recibir respuestas afirmativas. Este momento fue muy estimulante, ya que el proyecto empezaba a hacerse realidad. Comenzaron los mails y las llamadas, las reservas de viajes y transportes, los ajustes de presupuesto, etc. Fue una filigrana de la que aprendimos mucho.
Ahora, nueve meses después de desvelar vuestro último trabajo y en un contexto definido por la incertidumbre y la excepción, presentáis Edén. Un recorrido interdisciplinar celebrado el pasado mes de junio en la Casa de Campo de Madrid. Habladnos de esta experiencia.
El día después a la expo escribimos este poema. Quizás es lo que mejor explique Edén.
Abrí los ojos aquel día,
musarañas y animales me hablaban.
Sonidos lejanos, de campo amarillo y tierra gruesa escuchaba.
Cuando levanté la mirada ya no estaban.
Desperté, desenredé mi cuerpo y me alcé,
sentí nacer la vida,
olvidé mi existencia y caminé.
Caminé como si el tiempo no pasara,
encontré en cada segundo horas, minutos y días.
Saboreé cada instante de ese trayecto y respiré.
Cada respiro liberaba mi cuerpo
y mi cuerpo por fin dejó de existir.
Me separé del mundo,
me desaté de la vida,
perdí gravedad,
observé el universo,
y encontré paz.
–Y esto solo era el principio de aquel día.
Lento mi cuerpo recuperó su volumen
y el suelo tocaron mis pies
los párpados abrieron mis ojos
y las piernas levantaban mi ser.
Había llegado al lugar
donde estaban mis amigos.
Compartimos miradas
como comparten los enamorados la vida.
Y un visitante vino a vernos,
visitante de alegría.
Y el sol lucía en el cielo
con energía brillaba hermoso,
gorritos nos daban sombra,
nuestras mejillas cogían rojo.
Y el manto verde del campo
se extendía inmenso ante nosotros.
Dejamos la ciudad atrás
siguiendo las nubes de polvo.
Ruedas de alambres giraban
Abrí los ojos aquel día,
musarañas y animales me hablaban.
Sonidos lejanos, de campo amarillo y tierra gruesa escuchaba.
Cuando levanté la mirada ya no estaban.
Desperté, desenredé mi cuerpo y me alcé,
sentí nacer la vida,
olvidé mi existencia y caminé.
Caminé como si el tiempo no pasara,
encontré en cada segundo horas, minutos y días.
Saboreé cada instante de ese trayecto y respiré.
Cada respiro liberaba mi cuerpo
y mi cuerpo por fin dejó de existir.
Me separé del mundo,
me desaté de la vida,
perdí gravedad,
observé el universo,
y encontré paz.
–Y esto solo era el principio de aquel día.
Lento mi cuerpo recuperó su volumen
y el suelo tocaron mis pies
los párpados abrieron mis ojos
y las piernas levantaban mi ser.
Había llegado al lugar
donde estaban mis amigos.
Compartimos miradas
como comparten los enamorados la vida.
Y un visitante vino a vernos,
visitante de alegría.
Y el sol lucía en el cielo
con energía brillaba hermoso,
gorritos nos daban sombra,
nuestras mejillas cogían rojo.
Y el manto verde del campo
se extendía inmenso ante nosotros.
Dejamos la ciudad atrás
siguiendo las nubes de polvo.
Ruedas de alambres giraban
empujadas por el motor de nuestros pies
que hacían mover los pedales
de nuestras bicicletas prestadas.
Y cada sitio era un lugar nuevo
donde nuestros amigos reían.
que hacían mover los pedales
de nuestras bicicletas prestadas.
Y cada sitio era un lugar nuevo
donde nuestros amigos reían.
Habían domesticado el campo
y el salvaje perfil de la montaña.
Un parque que hace respirar a Madrid.
Nuestra ciudad,
nuestra gran casa.
14 de junio 2020
y el salvaje perfil de la montaña.
Un parque que hace respirar a Madrid.
Nuestra ciudad,
nuestra gran casa.
14 de junio 2020
Esculturas, performances, construcciones surrealistas, herbarios modernistas… Todas las obras exhibidas se integran con la naturaleza, haciendo de la misma su marco predilecto. ¿Por qué habéis elegido la conocida reserva natural como localización?
Llevábamos una buena temporada mirando al parque. Cada vez eran más los cumpleaños que celebrábamos ahí. En el confinamiento entendimos que había que hacer algo en Casa de Campo. Además no era posible de otra manera. Resultó ser uno de los eventos más especiales hasta la fecha.
La música se integra con las obras artísticas en todas vuestras acciones. Kamala Sutra y Jovendelaperla, entre otros muchos autores, formaron parte del lineup que amenizó la casa expositiva el pasado mes de septiembre. ¿Qué papel juega el sonido en vuestro imaginario?
La música y el sonido son expresiones artísticas, y como tales nos parece imprescindible que tengan hueco en nuestros eventos.
Y por último, ¿qué nos podéis adelantar acerca de vuestros próximos proyectos?
Tenemos diferentes proyectos en mente, además de seguir trabajando en eventos como los que venimos proponiendo. Comenzaremos a abrirnos paso en la construcción. De momento, instalaciones efímeras como La piscina, la zona de descanso del festival Paraíso del año que viene.