En España es complicado hacer cine de terror, sobre todo cuando te sales de los marcos preestablecidos. Por eso resulta tan interesante la irrupción meteórica de Carlota Pereda, que el 17 de noviembre estrena en cines su nuevo filme, La ermita.
Carlota opta por alejarse del horror de Cerdita, su anterior película, para centrarse en una película mucho más fantástica que terrorífica y abandonar esas reminiscencias del nuevo extremismo francés que supuraba su primer largometraje. En La ermita se centra en una estética fantástica-siniestra a la par que bella, sincera y romántica en el sentido filosófico de la palabra. Para explicar con mayor exactitud este cambio de óptica estética y estilística, nos hemos reunido con la propia Carlota en la academia del cine español, y así conocer de primera mano los entresijos de la creación autoral cinematográfica y su propia identidad como cineasta.
Siempre que se dirige una película de ficción hay una mecha que se enciende dentro de ti y prácticamente te obliga a llevar el proyecto hasta el final. En tu caso, ¿cuál es?
La ermita es una idea que surge de Laura Fernández de Filmax y que escriben Albert Beltrán y Carmelo Vieira. Cuando esa historia de fantasmas llega a mis manos siento que hay algo que conecta conmigo personalmente. Y, además, la posibilidad de hacer una película de fantasía, de creación de mundos, no es una oportunidad que se tenga todos los días.
¿Qué referentes estéticos te han inspirado a la hora de afrontar la dirección del film?
Para mí ha habido varios referentes durante el proceso creativo. Por una parte, Mike Flanagan y su Ouija, el origen del mal, por otra me he inspirado mucho en el fantaterror o en directores como Amando de Ossorio. Handía es una película que he usado para referenciar al mundo vasco, y por último te diría Mi vecino Totoro, un mundo en el que todo es triste pero no es peligroso, o al menos, no del todo.
¿Qué ha supuesto para ti trabajar con Belén Rueda? Y me gustaría hablar de las distintas decisiones que tomas como directora a la hora de dirigir a una actriz tan reputada y consagrada versus cómo afrontas el reto de dirigir a Maia Zaitegi, que no deja de ser una niña y que, para más inri, es su primera película.
A Belén Rueda la conocí en el rodaje de una serie, Periodistas, y desde entonces supe que iba a ser una estrella. Es una profesional extremadamente intuitiva, muy interesante, muy empática y al mismo tiempo es muy fácil trabajar con ella. Por otro lado, trabajar con Maia, que es maravillosa, tiene sus limitaciones. Al ser una actriz del método tiene que entender todo lo que está haciendo o si no, no lo hace. Además de las limitaciones horarias que supone trabajar con niños. Ver un talento brotar de esa manera frente a ti es muy bonito, pero a veces también es muy complicado.
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Para ti, que has experimentado de forma reciente ambos mundos, ¿qué ventajas tiene el largometraje frente al cortometraje y viceversa?
Nosotros queremos hacer cine y que la gente lo vea, ¿no? La gente tiende a consumir más largos que cortos, por lo que en tema de visibilidad el largo siempre te va a dar más. No solo eso, sino que el largo te permite proyectar en cine e introducir a los espectadores en un mundo ficticio durante hora y media o más, lo que hace más mágico todo. Yo soy hija del videoclub, así que tampoco me voy a poner exquisita (risas), pero sí que hay algo místico en la proyección cinematográfica en cine.
En cambio, lo bueno que te da el corto es la libertad absoluta de hacer lo que quieras. Tienes muchas menos restricciones que a la hora de hacer un largo y permite que la imaginación brote casi libremente.
¿Qué opinión te merece la cinematografía de terror en España y el papel de la mujer directora en él? Es decir, ¿por qué no hay prácticamente mujeres que dirigen terror dentro del circuito mainstream en España?
Bueno, se dan muchas cosas. Creo que en el cortometraje ahora hay muchas más mujeres que hacen terror, pero sí que es verdad que no dan el paso a dirigir largometraje.
¿Por qué?
Por una parte, no hay referentes. Por otra parte, no hay financiación, los productores no arriesgan. Y también es importante comentar cómo se financia. El cine de terror y el cine en España (y en general) se financia en base a las instituciones públicas y las cadenas. Las cadenas quieren películas que se puedan poner en prime time y, por ejemplo, una de terror como Cerdita no se va a poner en prime time, pero La ermita sí, porque esta sí puede ser para menores de doce años y es más familiar. Cerdita es una película que se puede poner en la 2, pero no fuera de ahí.
Aun así apostó por ella, por mí y por la temática, por los Goya y por todo lo que tenía que ver con eso. Pero las cadenas no suelen apostar en general por eso porque piensan que es un producto más de nicho. Y las que apuestan por el terror, apuestan por un terror más comercial y van a tiro hecho. Levantar una película de body horror en España es muy complicado, a diferencia de Estados Unidos o Francia.
Yo he tenido la suerte de que ha funcionado. Una película que era un multigénero ahora es puramente fantástica, aunque tenga mucho de drama, pero tiene un elemento fantástico muy fuerte. Y he tenido la suerte que me van acompañado no solo los colaboradores sino también Televisión Española y Netflix.
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Ciertamente es complejo levantar una película de terror en España, por no hablar de que los géneros están completamente defenestrados.
Como autor es arriesgado entrar en el cine de géneros, ya que te diriges a un público más reducido y todos los amantes del género van a mirar con lupa tu película. Yo vengo de Sitges y he estado con unas compañeras que tienen unos proyectos de largos alucinantes. Ojalá apuesten por ellas.
Y, por último, ¿Qué películas te llevarías a una isla desierta?
La cosa, La matanza de Texas, y Con faldas y a lo loco.
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