Que los alquileres están por las nubes no es nada nuevo. La precariedad laboral, tampoco. Y estas preocupaciones, que tanto nos afectan en nuestro día a día y que acaparan conversaciones de bar y sobremesas familiares, también encuentran sitio en la literatura. Una de las nuevas obras que habla de este desasosiego contemporáneo es Es lloga habitació (2025, La Campana), de Carlota Font Castelló, que se estrena en esto de escribir novelas junto a Penguin Random House.
En su debut como autora, Carlota nos presenta a Abril, una chica cosmopolita que trabaja en una galería de arte contemporáneo y que, ya en la tercera página, lo deja con el novio. Bueno, la dejan más bien. Y ahí empieza el drama. Además de un corazón roto y un vacío existencial, hay otro hueco a cubrir: el del alquiler. Porque una persona sola no puede permitirse el lujo de vivir consigo misma en una ciudad como Barcelona. Pero tras tres años de relación, ¿cómo metes a una persona desconocida en un espacio que ha sido y sigue siendo tu refugio? Con ironía, humor, pero también exasperación, recorremos con Abril un capítulo incierto pero emocionante de su vida, donde debe aprender a soltar cosas del pasado para enfocarse en su presente y futuro.

Hola, Carlota, ¡bienvenida a METAL! Para conocerte mejor a través de tus gustos, ¿nos podrías decir qué libro te estás leyendo, qué canciones/álbumes no paras de escuchar, o qué peli te ha impactado últimamente?
Hola, Arnau, ¡gracias por invitarme! Hace poco terminé el libro Trío, de la autora sueca Johanna Hedman. También me leí en un viaje de tren El accidente, de Blanca Lacasa, y el último libro que me ha hecho llorar fue Amor i no, de Alba Dalmau. Esta semana estoy escuchando mucho la canción I Want You, de Carter Vail, porque me está ayudando a crear un personaje. Y estoy volviendo a ver la serie Fleabag por tercera vez.
¿De dónde nace tu amor por la literatura?
Del entusiasmo de mis padres. Desde muy pequeña me compraron libros de cuentos (¡preciosos!), y nunca pusieron limite a mi curiosidad cuando empecé a preguntarles por los libros que ellos leían. A día de hoy aún compartimos lecturas, aunque cada uno tiene sus géneros preferidos.
¿Podrías enumerar algunos títulos que marcaron tu infancia o adolescencia?
Hay un cuento de Oscar Wilde, El gigante egoísta, que estoy segura que mi madre se sabe de memoria de tantas veces que le pedí que lo leyéramos juntas. Luego, de adolescente, pasé por una fase de descubrimiento de los clásicos, de los que me quedo con Orgullo y prejuicio, porque el amor siempre es una buena idea, Los Miserables (me encantaría volver a tener el tiempo de leer un tocho así), A la caza del amor y Jardí vora el mar.
Me encanta entrevistarte porque, como todavía no sabe quien nos lee, nos conocemos de haber trabajado juntos, precisamente, en una galería de arte (como la protagonista de tu libro). Y me pica la curiosidad: ¿en qué estás metida ahora mismo? Porque ni el arte ni la literatura dan para pagar el alquiler en Barcelona a no ser que seas Anish Kapoor o Isabel Allende.
Ahora mismo trabajo en una casa de subastas. Es un cambio interesante; después de haber trabajado principalmente con arte contemporáneo, ver como funciona el mercado secundario y como evoluciona la vida de las piezas con el paso del tiempo te da otra perspectiva.
“Hay mucha realidad en la novela, aunque no toda es mía. Para decirlo de otra manera: no es una historia autobiográfica, pero sí que está llena de mis referentes.”
Recuerdo que cuando hablábamos de libros decías que no eras muy fan de la ficción y que, de hecho, casi nunca la leías.
¿Yo he dicho esto?
¿Tal vez lo recuerdo mal? Podría ser…
La ficción siempre me ha gustado. En realidad creo que es una herramienta perfecta para abordar temas de actualidad, o temas complicados, y a la vez ofrecer al lector un momento de escape y diversión, o de catarsis. Es verdad que cuando estaba en la universidad, sobre todo durante el máster, leía muchos ensayos y artículos académicos. Quizás fue precisamente eso lo que me impulsó a volver a la ficción.
¿Cuánto hay de ficción y cuánto hay de realidad en Se alquila habitación?
Hay mucha realidad en la novela, aunque no toda es mía. Para decirlo de otra manera: no es una historia autobiográfica, pero sí que está llena de mis referentes. Algunos de mis amigos, cuando la leen, van a un párrafo concreto y me dicen: ¡esto soy yo! Pero creo que es normal, porque escribir no solo es imaginar, sino también observar, analizar y reorganizar lo que pasa a tu alrededor.
Lo que sí es real es que tu abuela, igual que la del libro, se llamaba Lolita, a la que también visitabas en la residencia. Entiendo que esta obra es un poco un homenaje. Háblame de tu relación con ella y por qué es importante en Se alquila habitación.
Cuando murió mi abuelo, la demencia de mi abuela empeoró. Sobre todo durante esos primeros meses de duelo. Encontré que una manera de que ella se sintiera segura en lo que decía era hablando del pasado, y cuanto más descubría de su vida, más me fascinaba todo lo que hasta entonces no sabía de ella. Hasta en las historias que había escuchado siempre encontraba detalles nuevos. También, por primera vez, después de perder a mi abuelo, me daba cuenta de que no la tendría siempre, así que empecé a apuntarlo todo.
Meses después, cuando estaba planificando la novela y añadí el personaje de Lolita, se lo expliqué y ella se rió porque no me creía. No consideraba que su vida fuera lo suficientemente extraordinaria, pero para mí sí lo era y creo que es importante poner en el centro de nuestras historias a mujeres como ella, que hacen de lo ordinario algo especial. Por supuesto, luego tuve que adaptar un poquito a la Lolita ficcional para que funcionara la trama y todo quedara atado, pero no le cambié el nombre porque sin ella la historia no sería la misma.
Meses después, cuando estaba planificando la novela y añadí el personaje de Lolita, se lo expliqué y ella se rió porque no me creía. No consideraba que su vida fuera lo suficientemente extraordinaria, pero para mí sí lo era y creo que es importante poner en el centro de nuestras historias a mujeres como ella, que hacen de lo ordinario algo especial. Por supuesto, luego tuve que adaptar un poquito a la Lolita ficcional para que funcionara la trama y todo quedara atado, pero no le cambié el nombre porque sin ella la historia no sería la misma.
Enfrentarse a la página en blanco no siempre es fácil. ¿Cómo ha sido el proceso de escribir tu primera novela?
Para mí lo más importante era terminarla. A veces escribes treinta, cincuenta, setenta páginas de una historia porque tienes una idea que te impulsa, pero, en mi caso, llegaba siempre un punto en que la página se quedaba en blanco porque no había planificado a donde iba, cuál era el final. Abordar una historia con una estructura sencilla y un final claro me ha permitido ser más creativa en el momento de escribir y más constante a la hora de hacerlo.
Has estado formándote en el Ateneu Barcelonès, una de las instituciones literarias más respetadas. ¿Qué has aprendido, y cómo crees que tu paso por allí ha ayudado a que este libro saliera adelante?
Como explicaba antes, para mí el problema siempre había sido la planificación del nudo y el desenlace. Proyectar cada escena de principio a fin con el acompañamiento de un profesor y escribir sabiendo que vas a tener la reacción de diez compañeros de edades y profesiones distintas me dio la seguridad de que lo que estaba haciendo llegaría a buen puerto. También me preparó para estar abierta al proceso de edición de la novela, ya que te das cuenta de que, aunque no tienes que aceptar todas las sugerencias que recibes, siempre es positivo recibirlas.
“Creo que es importante poner en el centro de nuestras historias a mujeres como ella [la abuela Lolita], que hacen de lo ordinario algo especial.”
La precariedad laboral y las dificultades de pagar el alquiler son temas recurrentes en otras autoras contemporáneas y títulos tan celebrados como Permafrost (2018, Random House), de Eva Baltasar, o Consumir preferentemente (2023, Anagrama), de Andrea Genovart. ¿Escribir sobre ello hace que descargues tu rabia y frustración? ¿Te sientes mejor?
¡Por supuesto! Ahora siempre que me pasa algo malo pienso: ya lo usaré en un futuro, en algún libro (risas). No, la verdad es que creo que son temas recurrentes porque son problemas extendidos y cuanto más hablemos de ellos, ya sea a través de la ficción o por otros medios, mejor. Porque hay cosas que no deberíamos normalizar. Que trabajes cuarenta horas a la semana durante años y que aun así la única manera que tengas de acceder a un piso de propiedad sea heredándolo no es normal.
Esta precariedad hace que haya una migración de aquellos que pueden a ciudades más pequeñas o incluso a pueblos. ¿Tú te has planteado dejar de vivir en urbes como Barcelona o Ámsterdam en favor de un sitio más pequeño pero más barato?
Creo que muchos lo hemos pensado, pero yo siempre he vivido en una ciudad y aquí me siento en casa. Mudarse a un pueblo es una opción genial para gente que quiere estar más en contacto con la naturaleza, o bajar el ritmo, o simplemente porque les funciona en el momento vital en el que se encuentran. Lo malo es cuando se transforma en tu única opción.
Virginia Woolf hablaba de la necesidad de tener una habitación propia para escribir. En un panorama de la vivienda tan terrible como el barcelonés, esa habitación probablemente sea un cuchitril con salida al vacío del ascensor. ¿Cómo es la habitación donde has escrito tú? ¿Y qué otros elementos necesitas para concentrarte y ponerte manos a la obra?
La mitad de esta novela ha sido escrita en el móvil mientras iba en metro o estaba en una sala de espera porque, durante más o menos un año y medio, cuando ya había planificado la novela y realmente me puse a escribir escribir, estaba tan dentro de la cabeza de Abril, la protagonista, que aprovechaba cualquier rato de tiempo libre para volver a ella.
La otra mitad la he escrito en el triángulo sofá-escritorio-cama de mi apartamento según disponibilidad, ya que, como Abril, no vivo sola y no nos sobran habitaciones. En mi opinión es más importante tener tiempo establecido durante mi semana para dedicarlo a escribir que tener un sitio fijo done hacerlo.
La otra mitad la he escrito en el triángulo sofá-escritorio-cama de mi apartamento según disponibilidad, ya que, como Abril, no vivo sola y no nos sobran habitaciones. En mi opinión es más importante tener tiempo establecido durante mi semana para dedicarlo a escribir que tener un sitio fijo done hacerlo.
No todo gusta a todo el mundo. ¿Te da miedo o angustia enfrentarte a un comentario o crítica mala del libro?
A nadie le gusta una mala crítica, creo yo, vaya. Pero no me da miedo que el libro no sea para todo el mundo, porque eso sería imposible. El objetivo que tenía ya lo he cumplido: quería empezar y terminar una novela. Verla publicada. Más allá de eso, todo es bonus.
