Si alguna vez has visto la peli Una noche en el museo, seguramente has tenido ese pensamiento intrusivo que aparece cuando el personal anuncia que el lugar está por cerrar, y te preguntas qué pasaría si simplemente te escondieras y pasaras la noche allí. Las luces se apagan, las obras maestras parecen despertar y de pronto te ves caminando entre siglos de arte e historia. Pues bien, el pasado 9 de octubre, en el Museo del Prado de Madrid, Bvlgari hizo realidad esa fantasía con un evento que unió arte, joyería y gastronomía.
Todo comenzó con un cóctel de bienvenida antes de que los invitados se adentraran en los infinitos pasillos del Prado en una visita privada entre obras maestras universales: de Goya a Rembrandt, de El Greco a Tiziano, y de Velázquez a Murillo. Imagina contemplar Las Meninas mientras compartes el momento con iconos del cine español como Pedro Almodóvar, Rossy de Palma y Najwa Nimri. Un instante surrealista, casi como si un esqueleto de tiranosaurio cobrara vida por el poder de un antiguo artefacto egipcio.
La noche continuó en el Claustro de los Jerónimos, donde la atmósfera volvió a transformarse: la luz de las velas y los arcos de piedra convirtieron el espacio en un comedor etéreo. El chef Ramón Freixa ofreció un menú que se sintió más como una obra de arte en vivo que como una experiencia gastronómica: colores, texturas, precisión. Una actuación en el lugar difuminó aún más la línea entre lo real y lo onírico, con bailarinas danzando mientras lucían piezas de Bvlgari, acompañadas por las poderosas voces del cuarteto italiano DIV4S.
Entre las joyas centelleantes que dieron nueva vida a siglos de arte bajo el hechizo de la música, una cosa quedó clara: el arte nunca duerme. Durante más de ciento cuarenta años, Bvlgari ha convertido la belleza en algo vivo, que se mueve y resplandece. Y en el Prado, rodeado de siglos de arte, esa idea alcanzó su máxima expresión.
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