Boo Radley es uno de los protagonistas de la novela por antonomasia de la literatura norteamericana “Matar a un Ruiseñor”, de Harper Lee. Un personaje misterioso al que le apasiona coleccionar objetos, igual que a Àlex González, propietario y artífice de uno de los secretos mejor guardados de Barcelona. El personaje literario da nombre a su tienda multimarca en el número 2 de la calle Bonavista, junto a los Jardinets de Gràcia. Entrar en Boo es sumergirnos en un gran armario vestidor donde el tiempo se detiene y nos traslada a un estado anímico de confort, proporcionado por el ambiente cálido que recuerda a las sastrerías del viejo Londres. Àlex prepara cuidadosamente cada temporada interesándose por marcas que tengan algo que contar, ya sean históricas o proyectos emergentes, apostando por una selección de prendas atemporales con cierto aire nostálgico y de estilo marinero. Pronto celebrará su décimo aniversario y hemos querido ser los primeros en felicitarle.
¿Por qué tengo la impresión de haber entrado en una sastrería inglesa?
Cuando hice la reforma del local, tuve la idea de jugar a que pareciera una tienda de toda la vida. Todo viene por un retrato del príncipe Franz Joseph Thurn und Taxis en el trophy room del palacio Saint Emmeram hecho por Walter Sanders para la revista Life el año 1933, que me inspiró para que la tienda tuviera este estilo clásico tipo sastrería. Poco después pensé en incorporar una chimenea e incluso un retrato de un antepasado ficticio (risas). Las referencias a las sastrerías inglesas son un homenaje a esas tiendas que allí se han conservado intactas y me gustan tanto, y que desgraciadamente aquí van desapareciendo. Algunos guiris me preguntan si la tienda era de mi abuelo y me dan ganas de responder que sí (risas).
Que una cabina telefónica sirva de probador, ¿también es un homenaje a la excentricidad inglesa?
Eso fue casual. Inicialmente pensé que los probadores fueran como habitaciones de hotel, y buscando mobiliario en anticuarios encontré un taulell de una pastelería de la Exposición Universal de 1929 y me enamoré de esta cabina de la Barcelona de los años 20. Por suerte la encontré antes de terminar las obras y modificamos los planos para que tuviera su espacio. La historia se completó cuando el transportista que la trajo a la tienda me dijo que él mismo la había llevado al anticuario desde la calle Còrsega, paralela a Bonavista. Pertenecía al edificio de Majorica. Él mismo decía, “¡la estoy devolviendo a su lugar!” una calle más arriba.
Dices que Boo es un contenedor de historias. Explícamelo.
La tienda tiene su propio carácter, pero cada marca tiene el suyo. Boo es un contenedor para una serie de marcas de ropa que la gente viene a comprar. Cada una tiene su historia y me gusta que el cliente las pueda identificar. Organizo todo de manera que las colecciones estén dispuestas en bloques y que el cliente pueda entender el carácter de cada marca. Todas las piezas encuentran su lugar en el espacio de la tienda.
Eres muy fiel a algunas marcas. ¿Cuáles son?
Han pasado 10 años con 20 temporadas, y de la primera queda una: Saint James. Siempre estará en la tienda porque reúne todos los valores de Boo. Es una marca histórica de 1870 que tiene una pequeña fábrica familiar en la Bretaña, en medio de un campo lleno de ovejas que hacen la lana de los jerséis. Son prendas que habían llevado Pablo Picasso y Coco Chanel, y cada temporada las tengo y se venden. Tiene todos los elementos que busco en una marca: un concepto bonito, que conserve la producción artesanal y que fabriquen prendas que duran años y sean un fondo de armario contemporáneo.
¿La Paz es otro gran descubrimiento?
Los conocí en una feria en París hace unos cinco años y me enamoré de su estilo fresco y auténtico. Nos tenemos un cariño especial porque hemos crecido juntos. Su proyecto es muy bonito: trabajan con pequeños talleres que siguen existiendo en Oporto, especialmente con una pequeña fábrica de camisería masculina abierta desde los años 20, los zapatos los hace un señor en un pueblo del norte de Portugal, el punto lo confeccionan en un taller que fabricaba los jerséis de los marineros portugueses y producen un gorro típico de unos pastores. Me gusta mucho la investigación que hacen y además son muy buena gente, como todos los portugueses.
Aunque renueves las colecciones cada seis meses, la mayoría de marcas en Boo son atemporales. ¿Cuáles son los criterios para seleccionar cada colección?
El criterio fundamental es que la marca tenga algo especial, me tiene que enamorar. He ido aprendiendo con el tiempo. Al principio me movía por intuición, tenía más en cuenta la reacción del cliente, pero he aprendido que es importante saber esperar y darle el tiempo necesario a cada marca para que el cliente la conozca. En la tienda hay dos líneas que conviven: las firmas históricas, o con una voluntad de hacer las cosas como se hacían antiguamente, y las que tienen un planteamiento más de nuestro tiempo, como por ejemplo YMC, las que marcan tendencia como Kitsuné o las más trendy como Maison Labiche o Être Cécile. Todas ellas fabrican en Europa y tratan sus colecciones con mucho cariño. Estoy de acuerdo con que la selección tiene un aire atemporal. Yo soy el primero en comprar pocas prendas, pero que sean de calidad.
Los ciervos se han convertido en el icono de Boo. ¿Cómo empezaste la colección?
Cuando abrí la tienda cada marca tenía su display acompañado de una pequeña explicación, y un día me harté de verlos, los saqué todos y los sustituí por objetos míos. Yo coleccionaba figuritas de ciervo pero tenía poquitas, una de cuando era pequeño y alguna más. Con el tiempo fue creciendo y con el traslado al local de Bonavista decidí que el ciervo fuera el icono. Ahora es una colección importante gracias a las aportaciones de amigos y clientes que me traen figuritas pensando en la tienda.
¿Cómo son los clientes de Boo?
Son muy distintos. Están los incondicionales que vienen desde el principio y siguen llevando prendas de hace ocho años. Hace poco tiempo que tengo un nuevo cliente muy, muy joven que ahorra mucho para comprarse lo que le gusta. A mí hasta me sabe mal y le regalo cosas (risas). Hay gente de fuera que cuando regresa a Barcelona pasa a saludar, o una chica australiana a quien le gustó tanto la tienda que venía cada día y ahora sigue comprando online. A algunos les interesa una marca en concreto y vienen a principio de temporada. Les gusta que les cuentes curiosidades de la marca, aunque hay gente más tímida que prefiere ver la tienda a su aire. Nos hemos ido conociendo con el tiempo y he aprendido que no tienes que intentar gustar a todo el mundo, tienes que ser fiel a tu estilo y a tu personalidad. A veces me sorprendo con gente que descubre por primera vez la tienda y a priori piensas que el estilo no les gustará. ¡Y acaban comprando!
A mí me parece un espacio tan confortable y delicioso que es como para quedarte toda una tarde.
Es cierto, hay gente que a lo mejor no se queda toda la tarde (risas) pero sí que se toman su tiempo para dejarse aconsejar y probarse lo que más les gusta. Me encanta tener gente en la tienda y que cada cual viva su propia experiencia. Hay gente muy curiosa que pregunta cualquier cosa o se entretiene jugando con mi perro Arturo. Es cierto que a la mayoría de los clientes les gusta venir con tiempo.
¿Qué opinas de la uniformización de la moda?
Es la época que vivimos… No soy tan mayor, pero recuerdo cuando tenías que ir a la biblioteca, o simplemente consultar revistas para buscar información. Actualmente, antes de que termine un desfile ya estamos viendo las fotos online. La información va tan rápido que es muy fácil que se copien las colecciones. Hay marcas que han creado imperios a base de copiar a los creadores. Tenemos que asumirlo. No es mi mundo y tampoco creo que me haga daño. La globalización ha implantado un nuevo orden para las masas, pero siempre habrá gente que busca otras propuestas. Todo es compatible. Pasa en todos los ámbitos. Un día puedes ir a un multicines a ver una película con palomitas y otro día te apetece ver una peli en versión original. La vida es así. Y dentro de este mundo globalizado coexisten pequeños secretos que espero sigan existiendo.
Repasando las marcas por las que apuestas, veo pocas españolas. ¿Por qué razón?
Hay pocas, pero están mis favoritas: Steve Mono, Med Winds y Après Ski. Hay una razón y te voy a ser sincero. En Cataluña desapareció buena parte de la industria textil, que ahora parece que vuelve a recuperarse gracias a la apertura de nuevos talleres que fabrican cantidades inferiores a las que se producen en China. Marcas históricas como las que siguen existiendo en Inglaterra, Portugal o Francia, aquí quedan muy pocas, y por otro lado, hay diseñadores jóvenes que me gustan pero su trabajo no encaja en la tienda.
¿Qué te interesa de la moda española?
(Silencio).
¿Qué es lo que no te interesa?
(Risas). Existe un fenómeno en la moda, no solamente en la española, y es que no sorprende. En el mundo hay tres diseñadores que hacen colecciones interesantes: Rei Kawakubo, Miuccia Prada y Phoebe Philo. Son los pocos que crean y el resto siguen tendencias. También me interesa el caso de Valentino, que ha dado paso a gente de su equipo, o Gucci, que ha apostado por los segundos de a bordo y lo están haciendo muy bien. Aquí echo en falta marcas sin pretensiones, con personalidad, que trabajen con patrones y tejidos de calidad, que es lo que encaja en mi tienda. Muchas marcas españolas tienen buenas ideas pero una malísima confección. Les falta un cierto cuidado por la prenda y amor por lo que hacen…
Firmamento es una de las marcas locales que defiendes. Recientemente habéis presentado una primera colaboración. ¿Cómo surgió?
Como te decía, la tienda soy yo y a veces me gusta incorporar novedades que me gustan. En su caso, me parece interesante su investigación constante sobre la historia de la Barceloneta y que se inspiren en el vestuario de los 80 del Club Natació. No tienen pretensiones, llevan dos temporadas y siguen un movimiento nostálgico de retro-surf. ¡Son la marca surfera de Barcelona y todo el mundo sabe que aquí no hay olas! (Risas). Su colección me gusta pero no me encajaba para la tienda, así que decidimos hacer algo juntos. Hemos ideado tres prendas especiales que hemos llamado The Dear and the Wave: sudaderas muy cómodas que llevan la felpa por dentro, camisetas y una bolsa que llevan bordados parches de ciervos y tablas de surf, que se están vendiendo muy bien. Básicamente, compartimos la misma filosofía.
¿Cómo recuerdas tus años de trabajo en agencias de relaciones públicas?
Fueron años muy intensos y estresantes, pero con el tiempo los recuerdo con mucho cariño, especialmente los viajes con la prensa española a la Fashion Week de NYC. Era como ir de colonias con 50 niños caprichosos (risas). Antes, los periodistas de moda tenían demasiado poder… Preparaba la producción del viaje, las entrevistas en el backstage, íbamos a los desfiles, pasábamos momentos muy divertidos en los showrooms y aprendí mucho de los equipos de marketing de las grandes firmas. Guardo muy buen recuerdo.
La playlist mensual de Boo en Spotify es muy recomendable. ¿Cómo surgió la idea?
Dedicarme a la música es mi gran frustración. De hecho, lo que más me gusta del mundo no es la moda, es la música. En la tienda siempre suena música y muchos clientes me preguntaban por ella. Cada mes preparaba una playlist y se me ocurrió hacerla pública a través de Spotify, y fue así como empecé a compartirla. ¡Ahora me la piden! Es una manera de compartir más de mí con los clientes. La música crea la atmósfera en la tienda, y del mismo modo que comparto las marcas que descubro, también lo hago con la música que me gusta. Has hecho que me dé cuenta de que en realidad todo es lo mismo…
¿Las ventas online son significativas o el cliente prefiere venir a la tienda a tocar y probarse las prendas?
La venta online está muy relacionada con las redes sociales. Si colgamos una foto de una prenda en Instagram que puede tener el triple de likes que otra, al día siguiente casualmente se venden dos unidades en la tienda online. Hay una selección de piezas, pero no encuentras todo lo que hay en BOO. Vendemos sobre todo a clientes que viven fuera de Barcelona, que han pasado otras veces por la tienda y no saben cuándo volverán a la ciudad. También es útil para muchos clientes que nos siguen por las redes y vienen a comprar lo que han visto por el móvil.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
Soy tauro, así que soy muy terrenal y nada soñador. Estoy en un momento en el que me gustaría más una segunda residencia que abrir otra tienda (risas). Una ambición personal sería tener una casa en el Empordà (risas).
¡Seguro que la consigues! A los tauro no hay quién los pare… En tu opinión, ¿hacia dónde evolucionan las tendencias?
En las ferias veo muchas propuestas y vuelvo con mucha información. Actualmente no hay una tendencia, hay muchas, dependiendo del camino que escoja cada marca. Para los hombres hay una cierta tendencia a abandonar lo hipster y algunas apuestan por introducir elementos de color, un poco más de alegría, una vuelta a los 80 con toques retro inspirados en los deportes que lo hacen más divertido.
En Boo tenéis las camisetas de Kitsuné con la palabra Parisien o Parisienne. El día después de los atentados en París pensé que todos deberíamos ponernos esa camiseta.
A nosotros se nos ocurrió ponerlas en el escaparate a modo de pequeño homenaje. Fue muy curioso, la gente en la calle se paraba a hacer fotos. Son las camisetas icónicas de la primera colección de Maison Kitsuné y las sigue produciendo porque se las siguen pidiendo. Para mí París es una ciudad tan cercana, que tuve la misma sensación que si hubiera pasado aquí…
¿Te preocupa el tiempo que vivimos?
Evidentemente, mucho. Te obliga a reflexionar y llegas a la conclusión de que es bueno tener objetivos profesionales, pero lo más importante es estar con tu gente y ser feliz cada día e intentar hacer lo que te gusta. Una vez consolidadas algunas cosas, no hay que ponerse objetivos a largo plazo. Por suerte, no tengo grandes preocupaciones. Tengo una estructura muy pequeña que funciona, pero no me planteo que sea para siempre. Tengo proyectos, pero puede que se conviertan en otras cosas más adelante. La vida da muchas vueltas y no me preocupo especialmente por el futuro. Me llevará donde me lleve. Estoy rodeado de gente magnífica y no hay nada que me preocupe especialmente, estoy tranquilo.
¿Qué valoración haces de estos 10 años de Boo?
La verdad es que nunca he tenido la pretensión de que fuera otra cosa que lo que es. Me gusta que sea una tienda independiente y que sea casi un secreto para mucha gente. Me gusta que sea así y que haya podido evolucionar conmigo. Hay marcas con las que he mantenido una relación de muchos años, otras que he descubierto más tarde y las he ido incorporando. Me gusta que cada vez la selección sea más mía y que las marcas que he tardado en conseguir completen una colección que considero muy coherente. La tienda está bien donde está y tiene su público, y si hay una evolución hacia otra cosa será con un proyecto distinto. Celebraremos los 10 años de Boo durante la temporada de verano 2016. Hemos pedido a cada marca una prenda especial para el aniversario. Cada uno hará una cosa totalmente distinta, ediciones limitadas de sudaderas, pantalones y bolsas, algunas con referencias a los ciervos, otras jugarán con el número 10, otras con palabras. Estoy muy contento porque todas han querido colaborar.