Un laberinto de pasillos enmoquetados donde imaginar e interpretar las texturas, ideas, colores y juegos de luz –con alguna sombra polémica– da forma a la 37ª edición de la Feria Internacional de Arte Contemporáneo en Madrid, que abre hoy al público hasta el domingo 25 de febrero en Ifema, con doscientas ocho galerías procedentes de veintinueve países y una obra que abarca las vanguardias históricas, los clásicos contemporáneos y el arte actual: pintura, escultura, instalaciones, fotografía, vídeo, new media, dibujo y grabado.
Los foros, encuentros y actividades profesionales han tenido más protagonismo que en ediciones anteriores, consolidándose como punto de intercambio entre comisarios, coleccionistas y expertos en arte de todo el mundo. El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer ha sido uno de los programas comisariados más interesante, con Chus Martínez, Elise Lammer y Rosa Lleó, que en su selección de galerías hablaban de convertir ARCOmadrid 2018 en un “espacio que nos permita producir y proponer una visión de la complejidad que nos espera”.
En el circuito de este año hemos encontrado más diversidad generacional, con galeristas veteranas como Juana de Aizpuru, que introduce una performance relacionada con la instalación de Jordi Colomer (Proyectos Especiales), y una variedad de obras más convencionales –como Sheep Shadow, de Wolfang Tillmans– frente a galerías más jóvenes que apuestan por el talento más arriesgado, con una serie de artistas en fase embrionaria o experimental que promueven la utopía de un arte no exclusivamente comercial.
Dentro de esta línea más conceptual, la galería The Ryder presenta la instalación del artista británico William Mackrell, en la que un aséptico hombre vestido de blanco agoniza sostenido sobre luces fluorescentes que parpadean, a punto de morir, emitiendo una vibración sobre el acrílico que es ingerido a través del parpadeo y expulsado en sutiles sonidos vocales. Un efecto espejo entre la bombilla a la que quedan pocas horas de vida y la muerte del ser humano.
La galería Revolver –otro de los platos fuertes– también arriesga en su propuesta con la obra mural de Jose Carlos Martinat, que ‘roba información’ para abordar la degradación de los conceptos políticos a través de la simbología: Martinat arranca de las paredes de Perú, su país natal, los logotipos de los partidos políticos que decoran las calles a modo de publicidad y que forman parte de su paisaje urbano. Una tradición de las campañas electorales peruanas que ha permanecido a lo largo de los años ante el nulo compromiso de limpiar las paredes, lo que hace que esa propaganda se convierte en eterna. El artista recupera la serie del logotipo de la familia Fujimori –su último dictador en la década de los 90– con un logo rojo, blanco y negro que encontramos despigmentado por la luz estableciendo así un paralelismo con la fragilidad y el desgaste de los conceptos políticos.
Otros mensajes políticos y sociales, como suele ser habitual en la escena artística contemporánea, hablan de problemas como la inmigración –a través de una instalación que muestra la destrucción de cinco barcos de pescadores– o los conflictos internacionales –con Francisco Leiro y su conjunto escultórico inspirado por la guerra en Oriente Medio, con dos férreos fustes en los que se ensartan varios cadáveres a modo de pincho moruno. Por eso no deja de llamar la atención –tal y como comentaban ayer muchos galeristas– que en un espacio abierto con todo tipo de propuestas y lenguajes reivindicativos haya espacio para la censura, planeando así el eco de la retirada de Presos políticos, de Santiago Sierra, a pesar de su rápida venta y sustitución en el stand de la galerista Helga de Alvear por una obra de Thomas Ruff.
Entre la complejidad de conceptos, instalaciones y vanguardias sentimos de repente esa agradable sensación, mezcla de alegría y nostalgia, de encontrarte con un ‘viejo conocido’ como son los Lirios de Antonio López, en la Galería Marlborough, o los lienzos de Miguel Barceló en Elvira González, otra de las históricas galerías que siguen proponiendo un enfoque más vinculado al cubismo y al minimalismo.
Un recorrido apasionante en el que hemos visto más presencia femenina con artistas como Elena Bajo, Erlea Maneros Zabala o la polaca Natalia Zaluska, y donde encontramos varias piezas marcadas con la etiqueta #mecomprounaobra con el fin de renovar e impulsar un nuevo coleccionismo, con precios más bajos de lo que es habitual en este tipo de ferias. Una nueva edición de ARCOmadrid que nos da una pista del arte que nos espera hasta el domingo 25 de febrero.
En el circuito de este año hemos encontrado más diversidad generacional, con galeristas veteranas como Juana de Aizpuru, que introduce una performance relacionada con la instalación de Jordi Colomer (Proyectos Especiales), y una variedad de obras más convencionales –como Sheep Shadow, de Wolfang Tillmans– frente a galerías más jóvenes que apuestan por el talento más arriesgado, con una serie de artistas en fase embrionaria o experimental que promueven la utopía de un arte no exclusivamente comercial.
Dentro de esta línea más conceptual, la galería The Ryder presenta la instalación del artista británico William Mackrell, en la que un aséptico hombre vestido de blanco agoniza sostenido sobre luces fluorescentes que parpadean, a punto de morir, emitiendo una vibración sobre el acrílico que es ingerido a través del parpadeo y expulsado en sutiles sonidos vocales. Un efecto espejo entre la bombilla a la que quedan pocas horas de vida y la muerte del ser humano.
La galería Revolver –otro de los platos fuertes– también arriesga en su propuesta con la obra mural de Jose Carlos Martinat, que ‘roba información’ para abordar la degradación de los conceptos políticos a través de la simbología: Martinat arranca de las paredes de Perú, su país natal, los logotipos de los partidos políticos que decoran las calles a modo de publicidad y que forman parte de su paisaje urbano. Una tradición de las campañas electorales peruanas que ha permanecido a lo largo de los años ante el nulo compromiso de limpiar las paredes, lo que hace que esa propaganda se convierte en eterna. El artista recupera la serie del logotipo de la familia Fujimori –su último dictador en la década de los 90– con un logo rojo, blanco y negro que encontramos despigmentado por la luz estableciendo así un paralelismo con la fragilidad y el desgaste de los conceptos políticos.
Otros mensajes políticos y sociales, como suele ser habitual en la escena artística contemporánea, hablan de problemas como la inmigración –a través de una instalación que muestra la destrucción de cinco barcos de pescadores– o los conflictos internacionales –con Francisco Leiro y su conjunto escultórico inspirado por la guerra en Oriente Medio, con dos férreos fustes en los que se ensartan varios cadáveres a modo de pincho moruno. Por eso no deja de llamar la atención –tal y como comentaban ayer muchos galeristas– que en un espacio abierto con todo tipo de propuestas y lenguajes reivindicativos haya espacio para la censura, planeando así el eco de la retirada de Presos políticos, de Santiago Sierra, a pesar de su rápida venta y sustitución en el stand de la galerista Helga de Alvear por una obra de Thomas Ruff.
Entre la complejidad de conceptos, instalaciones y vanguardias sentimos de repente esa agradable sensación, mezcla de alegría y nostalgia, de encontrarte con un ‘viejo conocido’ como son los Lirios de Antonio López, en la Galería Marlborough, o los lienzos de Miguel Barceló en Elvira González, otra de las históricas galerías que siguen proponiendo un enfoque más vinculado al cubismo y al minimalismo.
Un recorrido apasionante en el que hemos visto más presencia femenina con artistas como Elena Bajo, Erlea Maneros Zabala o la polaca Natalia Zaluska, y donde encontramos varias piezas marcadas con la etiqueta #mecomprounaobra con el fin de renovar e impulsar un nuevo coleccionismo, con precios más bajos de lo que es habitual en este tipo de ferias. Una nueva edición de ARCOmadrid que nos da una pista del arte que nos espera hasta el domingo 25 de febrero.
ARCOmadrid abre hoy viernes 23 de febrero al público hasta el domingo 25 en el recinto Ifema, avenida Partenón 5, Madrid.