La exposición Andy Warhol. Super Pop propone un breve pero intenso recorrido por la polifacética incursión artística de Andy Warhol en cuatro décadas de heterogénea producción incansable. La muestra, compuesta por un centenar de piezas procedentes de una colección privada de Italia, está disponible hasta el 5 de junio en el Palacio de Santa Bárbara de Madrid.
Con su arte de lenguaje popular plagado de botellas de Coca-Cola y latas de sopa Campbell, este hombre pálido, vestido de negro, con gafas de sol y peluca decolorada planteó una nueva y estimulante aproximación al arte —discutible y discutida— hasta el punto de convertirse en un fenómeno cultural. Así ha entrado Andy Warhol en la historia del arte contemporáneo. En aproximadamente 40 años de carrera artística, con su ruptura revolucionaria Warhol supo innovar en el mundo del arte al fusionar en sus creaciones marketing, historia del arte, moda, música, publicidad, diseño gráfico, cine, fotografía y entretenimiento.
La muestra consta de polaroids y obras de la serie Ladies & Gentlemen —revalorizada en los últimos tiempos—, en la que el artista retrató a la comunidad drag queen y trans del Nueva York de mediados de los setenta, abordando así temas como la sexualidad y la opresión. Tampoco faltan ilustraciones de flores y calzado, portadas de su emblemática revista Interview, colaboraciones con músicos de la talla de Mick Jagger y Miguel Bosé, serigrafías archiconocidas (Mao Zedong, Marilyn Monroe, vacas, flores, Elizabeth Taylor, etc.) y latas de sopa Campbell.
Este recorrido histórico y profesional por el universo del artista de Pittsburg está estrechamente relacionado con los trabajos que desempeñó durante su trayectoria profesional: ilustrador en revistas de moda en los años cuarenta, diseñador de portadas de libros y álbumes musicales, para consagrarse en los cincuenta como un respetado diseñador gráfico vinculado a la publicidad.
Aparte de estar obsesionado por el dinero, la riqueza, la fama y el star system, el maestro de la producción en serie de obras de arte, más que un artista a secas, fue un artista empresario al mando de Andy Warhol Enterprises. Coleccionaba arte, dirigía y producía películas y bandas de rock, diseñó portadas de discos, lanzó una revista, escribió libros… En pocas palabras: se adhirió a la cultura de masas que consiguió insertar en sus creaciones de arte figurativo conceptual para exaltar los Estados Unidos de América como patria del consumismo por excelencia.
En el plano literario, más allá del ingenio, la elocuencia y la extravagancia vertidos en las líneas de Mi filosofía de A a B y de B a A, la incursión de Warhol en la escritura también abarca dos obras que funcionan muy bien como estudios sociológicos de su tiempo. POPism: The Warhol Sixties es una impagable crónica social y cultural del Nueva York de los años sesenta —cuando era el epicentro mundial del arte contemporáneo—que concluye en 1968, cuando Valerie Solanas le pegó a Warhol tres tiros en el cuerpo.
Durante esos años efervescentes, la obra artística y cinematográfica del artista se mezcló con la vorágine contracultural del momento y de la ‘primera’ (Silver) Factory (1963-1968), su estudio de arte multidisciplinar de la calle 47 Este en el que confluían arte, cine, escultura, bohemia, excentricidad, decadencia, fiestas, sexo, drogas y rock and roll.
Después, se concentró en sus famosos diarios que dictó hasta el día de su muerte, en 1987, a su asistente y coautora de sus obras Pat Hackett, hoy de actualidad gracias a la docuserie de Netflix que rinde tributo a sus páginas. Como cazatalentos catapultador de estrellas en ciernes, si en los sesenta la máxima de Warhol era “te sacaremos en las películas de la Factory”, en los setenta y ochenta —etapa de la ‘segunda’ Factory de Union Square— la consigna pasó a ser: “Te sacaremos en la revista Interview”.
Precursor del Pop Art —movimiento artístico surgido en Estados Unidos en los años sesenta como contraposición al expresionismo abstracto preponderante—, Warhol creó un arte popular accesible a todos, no tanto desde el punto de vista económico, sino más bien conceptual. Este arte democrático se inspiraba en la vida cotidiana y los bienes de consumo de aquel entonces. Así, Warhol convirtió simples artículos de supermercado en símbolo representativo de la sociedad estadounidense.
También modernizó la forma de hacer arte al pasar del lienzo a la fotografía y la serigrafía, soportes que a su vez favorecieron la producción industrial en serie que, sin embargo, fue rechazada de plano por el establishment artístico imperante. Peggy Guggenheim, una de las coleccionistas de arte moderno más influyentes de la época, llegó a decir: “Para mí el arte no es una botella de Coca-Cola”. Warhol no solo se dedicó a fabricar obras de arte en serie sino también frases célebres para la posteridad: “Un artista es alguien que produce cosas que la gente no necesita tener”.
La muestra consta de polaroids y obras de la serie Ladies & Gentlemen —revalorizada en los últimos tiempos—, en la que el artista retrató a la comunidad drag queen y trans del Nueva York de mediados de los setenta, abordando así temas como la sexualidad y la opresión. Tampoco faltan ilustraciones de flores y calzado, portadas de su emblemática revista Interview, colaboraciones con músicos de la talla de Mick Jagger y Miguel Bosé, serigrafías archiconocidas (Mao Zedong, Marilyn Monroe, vacas, flores, Elizabeth Taylor, etc.) y latas de sopa Campbell.
Este recorrido histórico y profesional por el universo del artista de Pittsburg está estrechamente relacionado con los trabajos que desempeñó durante su trayectoria profesional: ilustrador en revistas de moda en los años cuarenta, diseñador de portadas de libros y álbumes musicales, para consagrarse en los cincuenta como un respetado diseñador gráfico vinculado a la publicidad.
Aparte de estar obsesionado por el dinero, la riqueza, la fama y el star system, el maestro de la producción en serie de obras de arte, más que un artista a secas, fue un artista empresario al mando de Andy Warhol Enterprises. Coleccionaba arte, dirigía y producía películas y bandas de rock, diseñó portadas de discos, lanzó una revista, escribió libros… En pocas palabras: se adhirió a la cultura de masas que consiguió insertar en sus creaciones de arte figurativo conceptual para exaltar los Estados Unidos de América como patria del consumismo por excelencia.
En el plano literario, más allá del ingenio, la elocuencia y la extravagancia vertidos en las líneas de Mi filosofía de A a B y de B a A, la incursión de Warhol en la escritura también abarca dos obras que funcionan muy bien como estudios sociológicos de su tiempo. POPism: The Warhol Sixties es una impagable crónica social y cultural del Nueva York de los años sesenta —cuando era el epicentro mundial del arte contemporáneo—que concluye en 1968, cuando Valerie Solanas le pegó a Warhol tres tiros en el cuerpo.
Durante esos años efervescentes, la obra artística y cinematográfica del artista se mezcló con la vorágine contracultural del momento y de la ‘primera’ (Silver) Factory (1963-1968), su estudio de arte multidisciplinar de la calle 47 Este en el que confluían arte, cine, escultura, bohemia, excentricidad, decadencia, fiestas, sexo, drogas y rock and roll.
Después, se concentró en sus famosos diarios que dictó hasta el día de su muerte, en 1987, a su asistente y coautora de sus obras Pat Hackett, hoy de actualidad gracias a la docuserie de Netflix que rinde tributo a sus páginas. Como cazatalentos catapultador de estrellas en ciernes, si en los sesenta la máxima de Warhol era “te sacaremos en las películas de la Factory”, en los setenta y ochenta —etapa de la ‘segunda’ Factory de Union Square— la consigna pasó a ser: “Te sacaremos en la revista Interview”.
Precursor del Pop Art —movimiento artístico surgido en Estados Unidos en los años sesenta como contraposición al expresionismo abstracto preponderante—, Warhol creó un arte popular accesible a todos, no tanto desde el punto de vista económico, sino más bien conceptual. Este arte democrático se inspiraba en la vida cotidiana y los bienes de consumo de aquel entonces. Así, Warhol convirtió simples artículos de supermercado en símbolo representativo de la sociedad estadounidense.
También modernizó la forma de hacer arte al pasar del lienzo a la fotografía y la serigrafía, soportes que a su vez favorecieron la producción industrial en serie que, sin embargo, fue rechazada de plano por el establishment artístico imperante. Peggy Guggenheim, una de las coleccionistas de arte moderno más influyentes de la época, llegó a decir: “Para mí el arte no es una botella de Coca-Cola”. Warhol no solo se dedicó a fabricar obras de arte en serie sino también frases célebres para la posteridad: “Un artista es alguien que produce cosas que la gente no necesita tener”.
La exposición Andy Warhol. Super Pop está disponible en el Palacio Santa Bárbara hasta el 5 de junio. C/ Hortaleza 87, 28004 Madrid.