Hay personas que llevan un grito instalado en el pecho y dejan su voz resonando allí por donde pasan. Hay personas con un mundo interno tan grande que se sobrepone al mundo que nos envuelve. Y hay personas que huelen esta sangre a kilómetros. Toda carrera artística necesita de unas manos sabias y sensibles que la empujen. Ningún genio está solo.
Ana Rujas está en la ola de la escena cultural española. La conocemos como actriz, como modelo, dramaturga, guionista, pero este año salta de las pantallas y los escenarios a nuestras estanterías. La otra bestia, publicado por Aguilar (Penguin Random House), dentro de la colección Verso & Cuento, se compone por una serie de textos intimistas que dibujan las obsesiones de una joven de nuestro tiempo. ‘‘Laboratorio íntimo, confesionario cruel, caja negra de accidentes varios, cuaderno de bitácora donde susurran musas ígneas’’ dice Carlos Vergara en el prólogo. La otra bestia es un libro que te remueve por lo incómodo de su honestidad. Dice ‘‘La fealdad del otro me hace sentir vulnerable. / Estoy asumiendo mi intolerancia a la gente a la que no admiro.’’ y a una se le encoge el estómago al verse declaradamente reflejada. 
Más allá de la brutalidad del contenido, del aullido a Dios, al padre y a la palabra, hay todo un trabajo colectivo de años hilvanando poco a poco estas historias. Pasaron tres años desde que Ana Rujas acepta la propuesta editorial de Cristina Lomba, hasta que La otra bestia ve la luz. Entre medias llegó Cardo, y así el pelotazo a nivel mediático de la Rujas. Pero este libro es todo lo que había antes y lo que había dentro. Una obra que no habría sido posible sin el instinto de Cristina y sin la visión de Carlos Vergara, íntimo de Ana Rujas que también empujó con sus manos el lomo de esta bestia. 
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¿Quién dio el primer paso en esta aventura editorial? 
Cristina: Yo le pedí salir. Siempre me gusta recordar que fue a raíz de verla en el teatro y no ha sido a raíz de la serie Cardo. Llegué antes que los Javis. Fue viendo La mujer más fea del mundo, de Bárbara Mestanza. Vi en ella una voz narrativa muy fuerte, con mucha personalidad y que conectaba con una generación. 
Ana: Yo no confiaba tanto, pero Cristina insistía en que le fuese enviando material.
Cristina: Lo cierto es que hemos tardado años en sacar el libro porque nos ha costado encontrar el camino. Ana ha evolucionado mucho en estos años y era difícil concretar qué queríamos contar.  
Siendo que ha sido tan largo el proceso, ¿hay textos con los que ya no te sientes representada? 
Ana: Hay textos que no volvería a escribir y eso me gusta. Me gusta la voz que encuentro en los textos del principio, como El origen. Pero claro que he evolucionado. 
¿Cómo fue el proceso de convertir tus notas personales en contenido público? 
Ana: Simplemente llegaba a casa y escribía, sin pensar que se fuesen a publicar los textos. Iba escribiendo historias, a veces más rápidas, en el móvil, y otras cogía el ordenador para hablar concretamente de un tema. Luego esas anécdotas se convierten en ficción, aparecen los personajes y el imaginario deja de ser tan real. Yo pensaba que algunos textos eran flojos, que no estaban a la altura o que eran demasiado íntimos, pero al final decidimos incluirlos todos por la insistencia de Cristina y de Carlos.
Cristina: A mí me encanta el formato diario, los textos que transmiten realidad. Nosotros creíamos en ella desde el principio. Entendía su forma de expresarse y me gustaba ese punto contradictorio entre lo dulce y lo salvaje, que no cae en lo cursi pero te toca la fibra.
¿Hasta qué punto se implicó Carlos en el proyecto? 
Ana: Carlos es una persona que venía trabajando conmigo mucho tiempo y también es editor. Insistió mucho en que sacase el libro y se encargó de unir los textos y de encontrar la coherencia interna. Cristina también volcó mucho su mirada porque veía claramente la voz de las distintas etapas. Es muy importante tener el apoyo del editor. 
Aunque la escritura parezca un proceso solitario, el trabajo en equipo es indispensable. 
Ana: Yo necesito trabajar en equipo siempre. No me gusta trabajar sola. Necesito recibir otras opiniones, aunque sean contradictorias. Creo que así es como se mejora.
Cristina: Es necesaria la labor del editor por lo que dice Ana, pero cada autor es diferente. Hay gente a la que no le gusta que comentes su obra. A mí me gusta hacer aportaciones, no porque piense que yo sabría hacerlo mejor, sino porque cuando estás dentro de un proyecto, necesitas un punto de vista externo. Pero hay gente que no acepta los cambios que sugieres. Es el autor quien tiene que estar predispuesto.  
Existe una cuenta de Instagram que también toma el nombre de La otra bestia. ¿Qué relación tiene con el libro? 
Ana: Empezó siendo una cuenta secundaria y es donde yo empecé a compartir los textos. La Otra Bestia es el nombre de la compañía de teatro con la que estábamos haciendo La mujer más fea del mundo. Y así se quedó. Le dimos muchas vueltas al título del libro pero al final tuve claro que ese sería el nombre. La cuenta de Instagram llegó antes pero realmente estaba pasando todo a la vez. 
Cristina: Esa cuenta era tu cara B y el libro venía a contar lo mismo. 
Como editora, Cristina, ¿cuál es tu intención con esta colección de libros de no-ficción, más vinculados con los pensamientos, con lo íntimo…? 
Cristina: La colección Verso & Cuento, que empezó una compañera, Mónica Adán, es una colección de poesía, pero a mí me gusta hacer libros que rompan con los géneros. Qué más da que sea ficción o no, que lo diga en prosa o en verso, lo que me gusta es la ruptura y el juego. Esta colección te permite encontrar cualquier cosa. 
Ana, ¿qué diferencias has encontrado entre escribir guiones, como Cardo o los proyectos que has presentado recientemente, y escribir un libro? 
Ana: Encuentro poca diferencia. El guion tiene unas estructuras y unas reglas, pero el proceso de creación es muy parecido. Trabajo sobre lo que me gusta. Si me divierte a mí, adelante. Hasta ahora he creado cosas muy personales, nada para otra persona. Igual ahí cambiaría algo, pero intuyo que mi manera de trabajar sería la misma. 
Detecto tres heridas en La otra bestia: la belleza, la mediocridad y la validación sexual. Corrígeme si me equivoco. ¿Cuál dirías que tienes más presente ahora mismo? 
Ana: No sé si señalaría la validación sexual. Para mí, el final habla más de la palabra y del sentido de pertenencia según la clase. La validación sexual la entiendo más como una manera de entregarse por la belleza, pero no la subrayaría. 
Cristina: La herida de la validación sexual va unida a la de la belleza. La obsesión por perseguir y poseer la belleza te lleva a perseguirla a través del sexo. Yo, en el libro, veo tres partes de Ana: la belleza, la mediocridad y, hacia el final, la claridad.
Ana: Quise abrir el libro con la definición de mediocridad como invitando al lector a reflexionar sobre esto. Es un tema que me ronda la cabeza. En el libro hablo de lo que es intelectual y lo que no como una diferencia de clase. Pero esto tiene que ver con una propuesta artística en sí. Lo siguiente que haga no tendrá nada que ver con esto.  
¿Cómo te imaginas una versión escénica del libro? 
Ana: No tengo ni idea de cómo sería la puesta en escena, pero sí que he probado a leer los textos en alto, para ver si funcionan desde fuera.
Cristina: En la presentación hubieron tres actrices leyendo los textos y le da otra profundidad.
Ana: Haremos algo para que se ponga en pie esa versión escénica. Es otra manera de sentir la obra.  
En el libro hablas de tu experiencia al pasar del extrarradio, de la clase media-baja, al mundo de lujos ilusorios que es la industria cultural. ¿Qué le dirías a una joven que tiene esas mismas aspiraciones? 
Ana: Le diría que puede hacerlo. Cada persona viene de un contexto distinto, pero al final creo que sí que se puede. Yo lo he experimentado. 
¿Con cuál de todas las facetas que explotas como artista te sientes más cómoda? ¿Cuál no podrías abandonar nunca? 
Ana: Ninguna. Tanto escribir como actuar, no podría dejar de hacerlo.