La sumisión, la vergüenza, la tensión, el dolor; todas pueden cortarnos la respiración. Alejandra Pastrana, artista multidisciplinar que se mueve entre Madrid y Barcelona, lo sabe, y ha querido plasmarlo en su último proyecto, titulado Asfixia. Una exploración de los límites humanos, de las relaciones, y de cómo superamos situaciones que nos sacan de nuestra zona de confort. Hasta el 8 de agosto, puedes dejar de respirar con su exposición en el 33|45 de Barcelona, y a partir de septiembre, el proyecto cortará el trayecto del oxígeno entre la garganta y los pulmones en Madrid.
Hace algún tiempo, cuando la entrevistamos, Alejandra nos contaba cómo un punto recurrente en su obra es lo autobiográfico: sus miedos, sus inquietudes. “Trabajar con lo autobiográfico me ha llevado a estados en los que no se puede vivir con normalidad”. Quizás justo por esto, a pesar de disfrutar explorando distintas disciplinas –como la escenografía, más recientemente–, siempre ha tenido especial predilección por la fotografía y encuentra en ella una de las formas más idóneas para expresarse.
Durante este tiempo, la artista ha continuado observando el mundo y a las personas a través de la mirada de su obturador. Fruto de esto nace su nuevo proyecto, Asfixia, un ensayo visual que explora conceptos como la sumisión, la voluntad, el dolor y el placer. Unas reacciones básicas e instintivas, casi animales, que nacen del miedo en una situación límite cuyo punto de partida, en este caso, es una provocación: dejar de respirar voluntariamente.
Nos cuenta Alejandra que la idea del proyecto surgió también con cierto aire provocativo contra ella misma. Contra su forma habitual de trabajo. Una contraposición a la manera en la que suele proceder. “Me gusta trabajar con sujetos inexpertos, que no sean modelos, personas poco acostumbradas a tener una cámara delante”, afirma. “Al principio, la tensión del primer momento se suele traducir en una respiración anormal, forzada. Limitan el oxígeno que inhalan. Entonces suelo pedirles que se relajen, que hagan uso de sus capacidades pulmonares, que respiren”. Esta vez, sin embargo, se trataba de hacer justo lo opuesto.
El momento de la sesión de fotos era, en este caso, lo más importante. Alejandra explica que para llevarlas a cabo era esencial crear una atmósfera cómoda y de confianza. Un ambiente lo más íntimo posible. “Todo funcionó muy bien. Sorprendentemente, las personas retratadas confiaron en mí”. Algo curioso que dice haber observado durante estas sesiones es que, al principio, los sujetos siempre esperaban la orden. Sin embargo, a medida que la sesión iba avanzando, eran ellos quienes elegían sostener la respiración sin necesidad de ningún imperativo.
Con todo esto se fue encontrando a medida que avanzaba en el proyecto, pero para la artista, Asfixia también fue otra cosa. Ella misma cuenta que, en el momento en el que comenzó todo, se encontraba también en una situación asfixiante. “En mi garganta, un hilito de oxígeno subiendo y bajando. Llevaba tiempo jugando con estos límites”. Asfixia se acabó convirtiendo en su válvula de escape personal. “Ahora me he dado cuenta que elijo respirar, más que nunca, sumergirme en una bocanada de aire profunda”, concluye.
Durante este tiempo, la artista ha continuado observando el mundo y a las personas a través de la mirada de su obturador. Fruto de esto nace su nuevo proyecto, Asfixia, un ensayo visual que explora conceptos como la sumisión, la voluntad, el dolor y el placer. Unas reacciones básicas e instintivas, casi animales, que nacen del miedo en una situación límite cuyo punto de partida, en este caso, es una provocación: dejar de respirar voluntariamente.
Nos cuenta Alejandra que la idea del proyecto surgió también con cierto aire provocativo contra ella misma. Contra su forma habitual de trabajo. Una contraposición a la manera en la que suele proceder. “Me gusta trabajar con sujetos inexpertos, que no sean modelos, personas poco acostumbradas a tener una cámara delante”, afirma. “Al principio, la tensión del primer momento se suele traducir en una respiración anormal, forzada. Limitan el oxígeno que inhalan. Entonces suelo pedirles que se relajen, que hagan uso de sus capacidades pulmonares, que respiren”. Esta vez, sin embargo, se trataba de hacer justo lo opuesto.
El momento de la sesión de fotos era, en este caso, lo más importante. Alejandra explica que para llevarlas a cabo era esencial crear una atmósfera cómoda y de confianza. Un ambiente lo más íntimo posible. “Todo funcionó muy bien. Sorprendentemente, las personas retratadas confiaron en mí”. Algo curioso que dice haber observado durante estas sesiones es que, al principio, los sujetos siempre esperaban la orden. Sin embargo, a medida que la sesión iba avanzando, eran ellos quienes elegían sostener la respiración sin necesidad de ningún imperativo.
Con todo esto se fue encontrando a medida que avanzaba en el proyecto, pero para la artista, Asfixia también fue otra cosa. Ella misma cuenta que, en el momento en el que comenzó todo, se encontraba también en una situación asfixiante. “En mi garganta, un hilito de oxígeno subiendo y bajando. Llevaba tiempo jugando con estos límites”. Asfixia se acabó convirtiendo en su válvula de escape personal. “Ahora me he dado cuenta que elijo respirar, más que nunca, sumergirme en una bocanada de aire profunda”, concluye.
Asfixia, de Alejandra Pastrana, se podrá visitar hasta el 8 de agosto en 33|45, carrer Joaquim Costa 4, Barcelona.