El autoconocimiento puede ser un proceso tan liberador como intimidante, y precisamente por eso no todo el mundo es capaz de iniciar ese camino. Aquellos que toman la decisión de conocerse a sí mismos recurren a actividades con las que pueden expresarse y ver de lo que son capaces; en el caso de Alberto Montero, ese puente hacia una conexión personal es la música.
Ritmos tranquilos que se mueven entre el pop, el folk y la psicodelia, y que esconden reflexiones conectadas con planos oníricos, espirituales e introspectivos. Hoy conversamos con el cantante sobre el lanzamiento de su último álbum, Ciudad dormida, su trayectoria en la industria musical y su visión propia como artista.
Hola, Alberto ¿qué tal? Es un placer hablar contigo. Para todos aquellos que no te conocen, ¿cómo te presentarías?
Como un músico en constante búsqueda de encontrar la manera de expresar lo que no se puede explicar con palabras y de encontrarse a sí mismo en las canciones.
Con ocho años empiezas un curso de solfeo y a los once acudes a clases de guitarra en la parroquia de tu pueblo, donde aprendes lo más básico. Con diecisiete, te apuntas a una escuela de guitarra y el resto es historia. ¿Recuerdas el momento exacto en el que decides dedicarte a la música?
Yo creo que por ahí, con diecisiete o dieciocho años, es cuando empiezo a escribir mis primeras canciones. Quería tener una banda como mis ídolos del Brit pop de la época, así que me impuse una disciplina de escribir por lo menos cuatro o cinco canciones al mes. A pesar de que las primeras eran bastante malas, escribía con la extraña certeza de que lo iba a hacer bien.
Si no me equivoco, empiezas tu carrera como cantante y compositor de la banda Shake, con los que publicas dos discos, Let Me Wear the Morning Sun y Twilight Sleep. ¿Qué recuerdas de aquel periodo de tu vida, y qué te motiva a iniciar una carrera en solitario?
Mi carrera en solitario empezó sin premeditación ninguna. Entre el Let Me Wear The Morning Sun y el Twilight Sleep, Juan Pedro Parras (Greyhead Records) me propuso dar salida a las canciones más acústicas que él sabía que yo tenía y que no sacaba con Shake. Así que nos fuimos a Alhama de Murcia a grabarlo. La curiosidad es que estuvimos grabando también el primer disco de Negro (Fernando Junquera). Fer grabó algunos bajos en mi disco y ahí es donde comenzó la colaboración con su hermano Marcos como batería.
De la época con Shake recuerdo mucha ilusión y muchos sinsabores también. Una época con las emociones muy a flor de piel y con demasiada confusión. Pero fue una experiencia musical y personal muy valiosa que dio como resultado dos discos maravillosos.
Desde entonces has publicado seis discos, entre los que se encuentran El desencanto (2020), La catedral sumergida (2018) o Puerto Príncipe (2013). Ahora, tras cuatro años de espera, llega Ciudad dormida, el séptimo álbum y el más maduro. ¿De qué manera crees que los proyectos anteriores han influido en este trabajo?
Creo que este disco es el retorno a la senda de un disco más global, que comprende todas mis vertientes estilísticas. La catedral sumergida y El desencanto fueron más temáticos, por así decirlo. Pero en este vuelvo a hacer un disco al estilo de Arco mediterráneo o Puerto Príncipe, donde doy rienda suelta a los tipos de música que más me gustan.
Nube violeta o Cae la noche podrían ser de La catedral; Castillos en el aire o Como siempre podrían estar en Claroscuro o en el primero; Tengo que empezar, en El desencanto; La incomodidad o La obligación, en Puerto Príncipe. Veo ecos de otros discos míos en las diferentes canciones que componen Ciudad dormida. En este último realizas un viaje por los lugares más íntimos de tu persona y recorres las calles de una ciudad construida en un subconsciente formado de recuerdos y emociones.
Exponer algo tan íntimo puede ser tan liberador como abrumador, cuéntanos más sobre el proceso de creación y cómo has abrazado tu vulnerabilidad.
Sí, a veces pienso que me expongo demasiado en las canciones. Pero cuando estoy frente a la hoja en blanco, pensando sobre qué escribir, pierdo la perspectiva de que lo va a escuchar más gente. Creo que siempre he escrito para mí mismo. Y es verdad que, de un tiempo a esta parte, la exposición de mis frustraciones, de mis miedos, etc. ha ido ocupando más protagonismo en mis letras.
Me parece bonita la expresión que has utilizado, abrazar la vulnerabilidad. Creo que forma parte de mi proceso personal en los últimos años, de la aceptación propia, de asumir los errores, de analizarme con la mayor honestidad posible, sin buscar falsas justificaciones para maquillar mis actos. A veces hago el ejercicio de intentar observarme desde fuera, me pregunto cómo será para mi mujer o mi hija convivir conmigo. Y lo último que deseo es dañar a mis seres queridos, quiero ser consciente de lo que pueda estar haciendo mal. Hay parte de eso en la letra de Cae la noche.
“A veces pienso que me expongo demasiado en las canciones. Pero cuando estoy frente a la hoja en blanco pierdo la perspectiva de que lo va a escuchar más gente. Creo que siempre he escrito para mí mismo.
El mundo onírico y la introspección suelen tener protagonismo en todas tus canciones, invitando muchas veces al oyente a reflexionar. ¿Por qué motivo decides centrarte en estos temas y que quieres transmitir?
El mundo onírico siempre me ha fascinado. Desde el punto de vista de alguien que intenta crear algo artístico, me parece una fuente de recursos muy inspiradora. A veces tengo la sensación de que, cuando sueño, recorro una especie de ciudad habitual. Unos lugares y unas calles que no existen pero que para mí son familiares. Y es un gran placer sumergirme en ellas.
Hoy mismo he soñado con una calle del Puerto de Sagunto, el tramo de la calle Concepción Arenal que hay antes de llegar al mercado. Y miraba una planta baja y decía, ‘¡ahí había un cine! Y desde el segundo piso del cine se veía un bar. Ambos ya no existen. Este pueblo ya no es el que era’. Ninguna de las dos cosas existieron nunca, y cuando entró en escena el bar apareció una calle que tampoco existe. Pero me invadía una nostalgia de la pérdida de tiempos mejores y reconocía esos lugares como importantes.
En mayo de este año publicas el primer adelanto del álbum, Castillos en el aire, y hace un mes el segundo y último, Nube violeta. En el primero hablas del paso del tiempo y la importancia de reconectar con tu ser más puro, con letras como “las nubes son un pasatiempo pasajero”. ¿Crees que en la vida todo es temporal o hay algo que prevalece?
Creo que lo que intento transmitir en la canción es que, a pesar de lo pasajero de lo cotidiano de la vida y de nuestras preocupaciones, hay una esencia, un misterio, que siempre permanece. He sentido eso desde que era un niño, lo intentaba explicar entonces a la gente que me rodeaba pero siempre me miraron raro. De mayor intento expresarlo a través de la música. Este es el aliento eterno del que hablo en la canción. “Tu certeza adolescente” es aquella extraña seguridad que tuve a los diecisiete años de que sería capaz de escribir canciones.
En canciones como Dejemos todo atrás, Otro amanecer o Tengo que empezar haces referencia a temas como la nostalgia, la pérdida o la resiliencia. Tú eres del Puerto de Sagunto, Valencia, lugar afectado por la DANA y que evoca esos mismos sentimientos que transmites en tus canciones. ¿Cómo has vivido estos últimos días? ¿Qué reflexiones vitales te ha dejado la tragedia?
En realidad, el norte de Valencia no ha sido afectado. Pero todos los municipios que han sufrido la DANA y todavía sufren por reconstruir sus vidas y volver a algo parecido a la normalidad están solo a media hora de donde vivo y tengo amigos directamente afectados. La situación fue muy angustiante durante esa tarde porque fue difícil contactar con tus seres queridos allí.
En mi caso, el nerviosismo y la pena han dado paso a la rabia hacia una administración valenciana incompetente, negligente y nefasta que no hizo lo necesario para evitar la pérdida de muchas vidas. Representan una manera de hacer política que prima el beneficio económico por encima de las personas, y eso acaba siendo criminal, como en este caso.
Sigues adelante con el lanzamiento del álbum. La música siempre es un buen refugio en momentos de catástrofe. ¿Lo sientes así? ¿Sientes que con lo que está pasando, las canciones cobran un nuevo significado?
Justo lo hablábamos el otro día con Alejandro y María Laura. Estoy ensayando para el concierto de presentación y hay frases que adquieren un significado nuevo, muy relacionado con la tragedia, y dudo de si sacarlas del repertorio o no. Ha sido difícil decidir si sigo adelante con el concierto, cuándo es respetuoso volver a hacer promoción, etc. Y la verdad es que no tenía el cuerpo para hacer promoción, pero las fechas de todo están muy próximas. Decidí seguir adelante porque pensé que la cultura, que la música en este caso, puede tener un papel positivo también.
Necesitamos del arte como elemento curativo, como canalizador emocional. Estoy de acuerdo con evitar una excesiva frivolidad en redes, pero me parece que acudir a un concierto o tocar en directo puede ser una experiencia positiva, incluso necesaria para estos momentos.
Nube violeta es la metáfora de un espacio donde conviven la mente, el corazón y el espíritu, y en este tema has contado con la colaboración del dúo peruano Alejandro y María Laura, con los que compartes también una amistad. Cuéntanos más sobre cómo surge la idea y de qué manera te han inspirado.
Soy amigo de Alejandro y María Laura prácticamente desde que se vinieron a vivir a Valencia, hace año y medio más o menos. Ha sido toda una experiencia combinar la amistad con la admiración que les tengo, y todo un aprendizaje vivir tan de cerca las dinámicas de unos músicos mucho más reconocidos y profesionales que yo o que mis amigos músicos más cercanos. Estaba deseando poder colaborar en una canción con ellos, y cuando escribí Nube violeta pensé que podía quedar muy bien a tres voces. Y ellos tienen unas voces verdaderamente impresionantes, muy bonitas.
A nivel de letras, también me han inspirado mucho. Son capaces de hilar muy bien conceptos muy universales y a la vez muy íntimos, muy entendibles y a la vez muy poéticos, lo cual conecta muy bien con la gente. Estoy intentando caminar hacia ese lugar.
“Necesitamos del arte como elemento curativo, como canalizador emocional.”
Siempre es bueno dejarse influenciar por otros artistas. Ciudad dormida se mueve entre el folk, el pop y la psicodelia, con los que has logrado encontrar un registro propio. ¿Cómo ha sido la búsqueda del equilibrio entre estilos tan diferentes?
Nunca busqué un equilibrio, siempre me he dejado llevar estilísticamente a la hora de escribir una canción. Pocas veces he escrito algo premeditadamente, simplemente juego con la guitarra y el piano, y si hay algo que hace que se encienda la chispa lo grabo con el móvil. Hay canciones que las acabo en el momento o en cuestión de días y otras ideas que se atascan más y me cuesta meses o años. Pero supongo que hay una especie de sello de identidad inconsciente que impregna mis canciones y que hace de nexo de unión de todas ellas.
¿Qué supone la experimentación en el proceso de composición de tus obras? ¿Sigues un proceso creativo concreto o prefieres improvisar?
A veces todo empieza con una melodía que surge en mi cabeza. Otras veces, tocando la guitarra o el piano. No tengo una disciplina ni un proceso creativo previamente pensado. Solo espero a que llegue el momento.
Por lo que he visto en tus conciertos, te gusta cantar en espacios reducidos para generar ambientes íntimos y experiencias más personales. ¿Crees que gracias a ello logras establecer una conexión especial con el público? ¿Cuáles son las principales diferencias respecto a actuar en grandes espacios además de la cercanía?
Mucha de mi música es muy íntima, y creo que le sienta bien los espacios íntimos, donde la gente va a escuchar y está en silencio. Son lugares donde también te sientes más seguro de exponer esa intimidad, toda esa vulnerabilidad. Hay espacios que quizás son más adecuados para el rock, donde tocar este tipo de canciones se hace más cuesta arriba, pero por suerte tengo repertorio para eso también.
El 30 de noviembre, si la situación lo permite, presentarás tu álbum en la sala Russafa de València. ¿Cómo te estás preparando para un momento así, que conlleva una carga emocional más fuerte que habitualmente?
El otro día me acordé que la presentación de El desencanto también fue en sala Russafa, y fue el primer concierto allí postpandemia. También tuvo una carga emocional fuerte, aunque en aquel caso fue liberadora. Ahora es muy diferente, hay mucha pena y rabia en todos nosotros. Pero vamos a intentar proporcionar la belleza suficiente para que esa tarde sea un poco menos gris.
El 19 de diciembre te veremos en la sala Heliogàbal de Barcelona también. ¿Hay más fechas ya para 2025 que podamos saber y apuntar?
Todavía no, estamos buscando más fechas pero no tenemos cerrado nada más todavía.