Tramas de corrupción política, juegos de poder, pruebas nucleares secretas y los paisajes sublimes de Tahití como telón de fondo. Así es Pacifiction, de Albert Serra, quien ha estrenado en España su décimo largometraje durante el Atlàntida Mallorca Film Fest antes de su llegada en cines el 2 de septiembre.
Altamente poético y estético pero también críptico, su estilo cinematográfico divide opiniones entre el público y la crítica. Sin embargo, la mayoría afirma que Pacifiction es su obra más accesible, incluso narrativa, hasta la fecha. Pero él no lo ve del todo así. Serra afirma que su última película es “un poco ambigua”, ya que juega a “distorsionar los clichés” y los “roles de oprimidos/opresores” con tal de conseguir “que no se entienda exactamente”. Y es precisamente esto lo que busca: “Es lo que me ha gustado más. Hay algo un poco perverso en la fabricación de esto, y es más interesante pienso yo”.
Razón no le falta. La ambigüedad, el misterio y la tensión permean cada fotograma de Pacifiction, que sigue a DeRoller (interpretado por un fantástico Benoît Magimel), Alto Comisario de Francia en Tahití, en su investigación incesante para descubrir qué está pasando en la isla. Desde su llegada, el protagonista nota cómo algo se está moviendo en el “paraíso perdido” de la Polinesia Francesa. Con casi 500 horas de metraje, Serra ha construido un film que habla de la corrupción política con “mucho humor, sobre todo en los diálogos”, pero que queda “ensombrecido por el ambiente de la película”.
Porque, a pesar de ese humor, el film trata temas como el poder y la jerarquía, que “están a la orden del día”, y roza otros como la masculinidad, la opresión, la violencia, el belicismo y la maldad. Según Serra, incluso hace referencia (lejana) al conflicto entre Rusia y Ucrania. “Fue un poco visionaria” afirma de su película. Pero siempre con la originalidad por bandera, una de las obsesiones más evidentes del director.
Y es que el catalán, uno de los artistas fetiche del Festival de Cannes, donde ha presentado sus títulos anteriores e incluso se ha alzado con el Premio Especial del Jurado por Liberté, busca la originalidad por encima de todo. “Puedes hacer una película un poco maligna, cosa que ya es más original de lo que normalmente se ve”, dice. Considera que, en el cine contemporáneo actual, muchas de las producciones que se hacen “parecen un poco para niños”, evitando confrontar al espectador con situaciones incómodas, difíciles, o que le hagan pensar y reflexionar. “Buscan reaccionar inmediatamente cuando muchas películas requieren un esfuerzo para entenderlas. No me voy a poner al nivel de un idiota. Si la puede entender, es que me he puesto a su nivel. Es él el que debe sufrir esa impotencia e intentarlo”.
Entonces, ¿qué tiene Pacifiction que logra incomodar al que la ve? En palabras del director, una atmósfera “crepuscular” donde “se siente que hay algo de malsano”, imágenes que tienen “algo de misterioso o incluso de tenso” y que “no tienen ningún prejuicio con nada”, y varias tramas e hilos narrativos que quedan sin resolver (¿recuerdas la frustración de ver el final apresurado de Twin Peaks? Pues algo así).
Pero lo más importante, “que abre vías para el cine del futuro”. ¿Y cómo es ese cine del futuro? En él, “todo es posible” y, sobre todo, “no tiene nada que ver con lo que ves en las series o en otro tipo de cine más convencional. Son otro tipo de imágenes, fluyen de otra manera”. Así, con una trama poco evidente, visualmente deliciosa, y un humor muy personal, Pacifiction se convierte en otro hito de Serra, que siempre da que hablar y que pensar.