En inglés hay una expresión que resume perfectamente A cielo abierto, el primer largometraje de Mariana y Santiago Arriaga: ‘hurt people hurt people’, algo que se puede traducir como ‘la gente herida hiere a otra gente’. La sed de venganza es el motor principal de esta road movie mexicana codirigida por esta pareja de hermanxs, que presentaron en septiembre de 2023 en el Festival de Cine de Venecia, y que acaba de llegar por fin a las salas de cine mexicanas.
Todo empieza con un trágico suceso: cuando un padre y su hijo menor se dirigen al norte del país para ir a cazar con otros familiares sufren un accidente de tráfico. El padre quita los ojos de la carretera un momento y un camión gigante les embiste frontalmente y los arrolla. Eso deja a Salvador, el hijo pequeño, y a Fernando, su hermano mayor, huérfanos. Dos años después, su madre, viuda, ha encontrado otra pareja, que también tiene una hija, Paula, de un matrimonio anterior. Así, los cinco empiezan el experimento de convivir y empezar una nueva vida.
Pero Fernando, el mayor, no puede olvidar a su padre y, sobre todo, perdonar el cruel destino que lo dejó huérfano. Con la pasión, fogosidad pero también la inmadurez típica de un chico que recién cumple la mayoría de edad, busca saciar su sed de venganza a toda costa. Por eso a menudo frecuenta un desguace en busca de coches accidentados para encontrar al conductor que envistió y mató a su padre. Gracias a su tesón, lo acaba consiguiendo, y ahí es cuando decide ir a buscarlo.
A este viaje en coche hasta el norte del país se apunta Salvador, el hermano pequeño, que empujado por su admiración por Salvador y, también, un poco por el miedo y el respeto que le infunde, decide seguirle cual escudero fiel. La cosa se tuerce cuando se entera Paula, la hermanastra, y se apunta al viaje con su novio, con tal de salir unos días de casa y vivir una aventura trepidante.
En este viaje vemos cómo la relación de los tres evoluciona, desde los recelos y complicidades iniciales hasta una conexión más profunda a tres bandas donde cada uno expone sus traumas, miedos, aspiraciones y deseos (aunque los exponen más con los silencios que con las palabras). La fuerza del film recae más en ese retrato de lo sentimental y emocional que en la venganza en sí, o incluso en el camino, que es un tedioso recorrido por carreteras y paisajes áridos hacia el norte de México, con paradas en moteles atrotinados con personajes decadentes.
Cuando los hermanos encuentran por fin al conductor que arrolló a su padre hace dos años, es cuando la película empieza a plantear dilemas emocionales. Fernando está decidido a matarlo (le ha robado la pistola al padrastro aprovechando que se iba de viaje), mientras que Salvador, que ha intentado olvidar la horrible escena del accidente, tiene que enfrentarse a sus demonios y rencores, igual de potentes pero menos vengativos. A todo esto, Paula quiere ayudar a sanar la herida, ser conciliadora pero no por ello complaciente. ¿Qué harán tres adolescentes contra el hombre adulto que lleva compartiendo cama con sus remordimientos desde hace dos años, y que no puede quitarse de la cabeza lo que hizo sin querer? ¿Es él solo el verdugo, o también una víctima de sus propios actos?
El guion plantea todo esto de una forma visceral pero consciente. Explora las zonas grises de la moralidad, esos límites desdibujados entre el bien y el mal. No es de extrañar que sea de lo mejor del largometraje debut de los hermanos Arriaga, que han contado con su padre, Guillermo Arriaga, como guionista. Tal vez no conozcas su nombre pero sí su obra: ha sido el guionista de varios films de Alejandro González Iñárritu como Amores perros (2000), 21 gramos (2003), o Babel (2006), además de dirigir sus propios largometrajes como Lejos de la tierra quemada (2008).
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