Luna Miguel ronda los veinte años y ya tiene el currículum de alguien que le dobla la edad: poetisa, bloguera, columnista, traductora, modelo de portada para libros de otras autoras... algunos de sus poemas se han traducido hasta al suajili. Nos reunimos con ella en Barcelona, en una típica tarde primaveral de frío y calor para hablar de la vida y tomar unas cervezas. Bajo su nombre místico descubrimos a una mujer racional de contrastes: segura y tímida, profesional y cercana, pasional y relajada, oscura y angelical. Si una cosa nos queda clara es que, Luna, vive por y para la literatura y, si tuviera que declararse una persona espiritual, lo sería en devoción a una religión politeísta literaria con Bukowski, Pizarnik, Plath o Hughes como dioses. A continuación uno de los talentos y futuro del país.
Naciste en Madrid y has vivido en Almería, Niza y, ahora, Barcelona. ¿De dónde eres?
No sé realmente de dónde soy, cuando me piden una nota biográfica siempre digo “nacida en Madrid” aunque me siento 88% almeriense. Almería es donde he pasado toda mi adolescencia y era, además, un sitio del que yo quería salir. Curiosamente, desde que llevo tantos años lejos quiero volver. Este verano estuve un mes entero y, aunque quería volver a Barcelona, me gustaba estar allí con mis padres, un poco de playa, un poco de montaña, la tranquilidad de una ciudad pequeña... Supongo que me siento más cercana a Almería porque la he odiado tanto que he llegado a darle la vuelta a ese sentimiento y ahora le tengo mucho aprecio. Sin embargo, a Madrid sé que por trabajo voy a estar volviendo constantemente y no la echo tanto de menos.
Luna, cuando leo tu currículum me parece que eres la perfecta antítesis de todas las etiquetas que desde los medios y desde las propias instituciones quieren colgarle a nuestra generación. Como veinteañera culta y talentosa que, con su trabajo y esfuerzo, cumple las metas que se propone, ¿por qué crees que existe este afán de desprestigio y qué crees que podemos hacer para no dejarnos llevar por un desánimo impuesto?
Yo creo que todo esto viene dado por choques generacionales. ¿Son los de arriba los que se inventan las etiquetas?, ¿son los de abajo los que no pueden hacer nada porque todavía no tienen el poder para ello? Lo único que podemos hacer y, que estamos haciendo, es ir a nuestro rollo; seguir haciendo lo que nos gusta y luchar por ello. Ante las acusaciones de otras generaciones están surgiendo proyectos muy bonitos: si no hay editoriales para publicarnos pues hacemos crowdfunding, que los festivales de cine cierran, pues montamos festivales online... Por otro lado, ninis va a haber en todas las épocas, conozco a gente de cuarenta años que sigue viviendo con sus padres y no son precisamente de mi generación... Lo bueno y lo malo va a estar presente siempre. A nosotros nos ha tocado sufrir muchas cosas malas pero también somos muy imaginativos y saldremos del paso.
Entonces, ¿no somos la perdida?
Sería estúpido decir que somos la primera generación que tal y que cual o que somos los que peor lo van a pasar. A veces lo hablo con mi novio; los que vengan detrás de nosotros también lo pasarán mal por cualquier otra razón, siempre va a haber problemas y lo que hay que hacer es adecuarse. Tampoco se puede negar que estamos bastante jodidos y el hecho de que la gente preparada lo esté pasando mal es síntoma de que algo ocurre pero la situación tiene doble rasero y es que, al estar preparados, sabremos salir adelante.
Supongo que el primer paso es atreverse a hacer las cosas y no esconderse en el miedo al fracaso. ¿Cómo te atreviste tú a darlo?
A todos nos da miedo hacer las cosas pero, al final, todo sale de entre una mezcla de levantarse de los fracasos, la casualidad y de seguir haciendo cosas. Por ejemplo, algo que a la gente le sorprende de mí es la facilidad que tengo para mostrar mi vida en Internet, ya sea la foto de mi gato, yo comiendo o mis pensamientos sobre un libro nada más terminar de leerlo. Antes de Facebook, cuando empezamos a usar Internet y todavía no sabíamos muy bien por dónde iban a ir los tiros, ya había blogueros que nos atrevíamos a hacer esto. Yo tenía diecisiete años y, realmente, lo que hago ahora es una continuación de lo que hacía entonces. Me gusta esa naturalidad y creo que es la cercanía y la simpatía que yo pueda generar lo que engancha a la gente. Con cualquier proyecto, ya sea de corte intelectual o más profesional, hay que demostrar que lo haces porque te gusta y que, además, lo haces con cierta seriedad, gusto, cariño y empeño.
Ahora que nombras las redes sociales, ¿son intrínsecamente necesarias para ser relevante hoy en día?
Pues mira, hay un novelista que se llama Gonzalo Torné que tendrá unos treinta y cinco años como mucho, que a mí me encanta. No tiene Twitter ni Facebook, tuvo blog muy poco tiempo y, sin embargo, me parece uno de los mejores autores de su quinta. Yo llegué a él por su editorial, Mondadori, que sí tiene Facebook pero él no tiene ningún perfil y su novela ha llegado a mucha gente porque es muy buena. Luego hay gente que tiene una gran trayectoria pero que hacen un mal uso de las redes porque no saben usarlas y, por ejemplo, suben todo el rato la foto de su novela.
Lo que si que pienso es que hay también gente como Popy Blasco que está siempre muy presente en las redes, que las utiliza bien a su manera y que encima es muy creativo y tiene la cabeza muy bien puesta. Por eso creo que es una cosa generacional y vuelvo al tema de la naturalidad; hay que hacer las cosas de forma natural y saber moverte en tu entorno. Obviamente, yo le debo mucho a las redes sociales. Si la gente ha llegado a conocerme es, también por todo lo que me muevo allí pero, al mismo tiempo, intento ofrecer algo más: está mi blog, están mis libros... detrás de todo ese movimiento tiene que haber algo.
Y estando tan metida en las redes, ¿cómo llevas el tema hater?
Antes tenía más, en la época en la que escribía una columna semanal para Público, tenía Formspring y los comentarios del blog abiertos, había mucho hater. Afortunadamente, Facebook parece que está renovando el perfil del hater y, ahora, cuando la gente te va a decir algo malo te lo dice con su nombre y apellidos. Yo tengo a gente en Facebook que a veces me cabrean y no los quiero borrar porque me están dando su opinión dando la cara y tengo que aceptarla.
Eso es muy noble...
Pero lo es por su parte también. Es raro, a veces hay gente que te agrega odiándote pero que quieren estar ahí y opinar.
De tanto preguntarte por tu vida me he acordado de un profesor de literatura que se negaba a hablarnos de la vida de los autores porque decía que de un escritor tenía que importarnos estrictamente su obra, como si persona y escritor formaran una especie de dualidad divisible. ¿Qué opina de esto una escritora de verdad?
El razonamiento puede tener aspectos ciertos de cara a la enseñanza y a que el alumno aprenda a leer un un texto independientemente de todo lo demás pero, cuando eres un lector voraz, te dejas llevar por las biografías e incluso las adoras. Tenemos el ejemplo de Sylvia Plath y Ted Hughes que son una pareja cuya literatura está profundamente marcada por acontecimientos vitales. Me aventuraría a decir que el buen escritor se puede leer tanto independientemente de su vida como junto a ella pero cuando las dos cosas son potentes ese escritor es más interesante aún. Pasa los mismo en otros ámbitos, de Frida Kahlo vas a amar tato su obra como su vida porque las dos son igual de emocionantes y están relacionadas.
Hace poco, Tao Lin decía en Twitter que iba a empezar a tomar decisiones basándose en lo que querría contar de él su futuro biógrafo. Cuando eres escritor, ¿no sientes la necesidad, a veces, de experimentar cosas nuevas para obtener nuevos puntos de vista para tus escritos?
Creo que son cosas que van llegando. Todos tenemos nuestras vidas y quieras o no van a influir en tu obra. Además, son cosas que no decides. En mi caso, que mi madre estuviera enferma de cáncer me hizo reflexionar sobre ciertas cosas que me llevaron a escribir mi último libro, La tumba del marinero. Ahora estoy escribiendo un libro que se llama Los estómagos, que empecé a escribir a partir de hacerme vegetariana. No es una oda al vegetarianismo ni nada por el estilo, son reflexiones sobre temas de la naturaleza, la ciudad, el choque de la ciudad con la naturaleza… cosas que me han obsesionado a partir de un hecho tan trivial como tomar la decisión de hacerme vegetariana. De repente te empiezan a importar temas que no te importaban antes, empiezas a escribir sobre ello y, sin esperarlo, marca tu biografía. Es curiosa la relación.
¿Y no crees que existe cierta presión social por triunfar joven?
Es posible, hay personas a las que le obsesiona mucho pero siento que hay más presión mediática y del entorno que del propio autor o artista. Es un tema más de la prensa, existe una obsesión por la biografía, por las etiquetas de “el escritor más joven de esto o de lo otro”. El hecho de que yo publique joven no quiere decir que tenga prisa por publicar, simplemente ha ocurrido así, también podría no haber pasado nunca. Lo que me gusta de la antología Tenían veinte años y estaban locos es que había mucha gente muy joven que no sabías qué iban a hacer después y, de los veintisiete poetas que publiqué en 2011, muchos se han acabado dedicando a otras cosas. Mucha gente lo que quiere es sacar su primer libro y desentenderse, por lo que hay que diferenciar entre los que quieren ir creando una obra y los que simplemente están interesados en sacar un libro.
Oye, y para los no iniciados, ¿por dónde les recomendarías introducirse en el Mundo Luna Miguel?
Yo siempre diría por mi blog, es a lo que más cariño le tengo porque es un espacio tan amplio, con tantas obsesiones que uno puede dejarse llevar y perderse en la nube de tags. Es como una casa a la que yo te dejo entrar y que mires lo que te interese, allí está todo. También recomendaría mi último libro, La tumba del marinero, que lo concibo como un cambio con respecto a mis libros anteriores. Sigue habiendo obsesiones recurrentes pero hay una especie de salto y me interesa saber qué es lo que piensa la gente de este libro más que del primero que escribí aunque ¡tampoco puedo obligar a nadie!
Para terminar, un topicazo: el libro que te habría gustado protagonizar.
Uno siempre se plantea quiénes son su personajes literarios favoritos pero, realmente, a mí lo que me habría gustado es escribir los libros que me gustan porque, en cierto modo, escribirlos sería protagonizarlos. Me habría gustado estar dentro de El jugador de Dostoievski, tanto haberlo escrito como haberlo protagonizado y haber estado por ahí jugando con esos rusos raros.